Eremita
La vida de Hilarión
Por: Varios | Fuente: www.funjdiaz.net / Otras fuentes
San Hilarión está entre los fundadores del monacato a partir de la vida eremítica en Palestina. Nacido en Tebaste, fue enviado a estudiar a Alejandría, donde tuvo noticias del modelo de vida de los cenobitas. Su vocación le llegó a los quince años, al poco tiempo de morir sus padres, y, tras repartir todos sus bienes entre los necesitados, decidió hacer vida en el yermo. Fundó el primer monasterio en Gaza en el año 330 y pronto tuvo tantos seguidores que determinó huir, a pesar de que sus discípulos le pedían lo contrario, para seguir con su modelo de vida silencioso y retirado que había tomado del propio San Antonio abad, con el que dicen que convivió algún tiempo. Después de vivir en Sicilia marchó a Dalmacia, para buscar finalmente lugares escondidos en Chipre donde poder continuar su modelo de mortificación y penitencia. Su alimento consistía en dos docenas de higos, que comía después de puesto el sol, pero si por la noche le llegaba alguna tentación, disminuía la ración. Sus seguidores, alimentados por la fama de sus milagros fueron tantos que el santo no tuvo sosiego hasta su muerte, siempre perseguido por gentes que le solicitaban alguna curación o simplemente un consejo.
El Castillo de San Hilarión es una fortaleza situada en los Montes Pentadáctylos. Se encuentra en la cordillera de Kyrenia, en el norte de Chipre. El castillo fue originalmente un monasterio con una iglesia construida en el siglo X levantado en el lugar que eligió san HIlarión para ser ermitaño. A partir del siglo XI, los bizantinos iniciaron la fortificación.
Son innumerables las historias que han quedado en la tradición sobre la vida y milagros de San Hilarión. Algunas se refieren a su juventud y sus primeros aprendizajes en compañía de San Antonio abad, quien, según algunos escritos, le regaló las primeras pieles con que cubrirse. También era frecuente que allá donde fuese, llevase una estera de juncos que él mismo fabricaba y que estiraba en el suelo o en una especie de celda excavada en la misma tierra, que le servía de lecho y de protección. Aprovechaba el tiempo de oración para hacer cestos con los mimbres que recogía y esa actividad le servía para distraerse de las múltiples tentaciones que el demonio le presentaba. Cuentan que los diablos le temían tanto que, habiéndose embarcado para Sicilia, algunos diablos que iban en el barco atormentando al hijo del capitán, le recriminaron que hasta por mar les persiguiera. Su poder alcanzaba a toda la naturaleza y relatan que, en una ocasión que el mar creció en exceso, bastó con que el santo hiciera tres cruces en la arena para que se detuviese.
Vida de Hilarión escrita por San Jerónimo