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¿La ética enmudece sin Dios?

¿La ética enmudece sin Dios?
¿Cómo funcionan los juicios éticos en la óptica del creyente?


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net









El ateo niega que exista Dios, que haya un Ser del cual venimos y al cual algún día tengamos que rendir cuentas de nuestros actos.

A la vez, el ateo, como todo ser humano, considera "inmorales" algunas acciones realizadas por otras personas. Vive según criterios éticos, pues está convencido de que hay que hacer el bien y evitar el mal. ¿Cómo elabora y acepta esos criterios éticos?

Cuando un ateo dice "esto es bueno, esto es malo", lo hace apoyado en su visión general sobre el mundo y sobre la vida, sin tener que pensar en la existencia de un Dios (en quien no cree). El criterio de su valoración moral es simplemente humano, y vale en tanto en cuanto es humano, sin ningún horizonte religioso.

En esta óptica atea, la responsabilidad moral existiría sólo respecto de uno mismo y de otros hombres. En ocasiones, ni uno mismo ni los otros llegan a valorar correctamente la bondad o la maldad de lo realizado: es posible el error en los juicios éticos, o incluso a veces se formulan juicios claramente injustos sobre los actos realizados por los otros. Pero, según el ateísmo, nadie debe responder de sus acciones ante Dios: los errores quedan siempre "en casa", entre nosotros.

¿Cómo funcionan los juicios éticos en la óptica del creyente? El creyente también condena las injusticias y delitos cometidos por otros o por uno mismo. Pero no lo hace porque crea que la ética depende sólo y exclusivamente de los criterios humanos. Más bien, está convencido de que existen principios éticos que encuentran su raíz en Dios, que sería la fuente de la bondad y de la verdad.

Cree, además, que Dios juzga a cada uno según sus obras, de modo objetivo y pleno, sin posibilidad de engaños o de trampas. El hombre, por tanto, debe rendir cuentas de todos sus actos ante Dios; y, en muchos ámbitos de la vida, también debe rendir cuentas ante los hombres.

Surge entonces una pregunta que merece ser respondida: ¿no será posible que el ateísmo, al suponer que solo el hombre es el criterio último de valoración moral, abre la posibilidad de que algunos lleguen a atrocidades como las realizadas por muchos dictadores y tiranos del pasado y del presente?

En la visión atea se esconde un peligro sumamente pernicioso: una vez que uno niega la existencia de Dios, todo estaría permitido, según la famosa frase de Dostoievski, menos aquello que uno decida declarar como algo "malo", como algo condenable, con un juicio de reprobación moral que vale sólo en tanto en cuanto dependa de un juicio humano.

Lo anterior, hay que recordarlo, no implica decir que no exista moral en los ateos. Lo que sí resulta claro es que el ateísmo no tiene ningún criterio fuera de los juicios humanos para determinar la bondad o la maldad de los actos. El ateo piensa que sólo debe responder de sus actos ante su propia conciencia y, si lo decide de modo libre y autónomo, también ante la conciencia de otros.

Muchos ateos optan por autolimitar su libertad (vista por ellos como absoluta y no subordinada a Dios) según un deseo de bien que puede contribuir a un mundo más justo. Tal deseo de bien depende simplemente del hombre, de cada uno, sin referencias a Dios.

Pero ha habido, hay y habrá ateos que optan por la destrucción y la injusticia. Y lo hacen por el mismo motivo que los ateos buenos: porque suponen que la moral depende completamente de sus opciones autónomas, porque afirman con decisión que el bien y el mal es algo sometido al arbitrio humano.

Percibimos en la postura atea un grave peligro. Si no hay Dios, si el único punto de referencia para valorar cualquier opción moral es el hombre, la moral ha cambiado, cambia y cambiará como cambian los pareceres de los hombres y de las sociedades. El más fuerte buscará imponerse sobre los débiles, y quien desee engañar encontrará mil maneras para enredar a los incautos y escapar de la justicia humana, la "única" justicia que existiría en el universo y que, como sabemos, no es capaz ni de condenar a todos los culpables ni de evitar la cárcel para no pocos inocentes...

El ateísmo (teórico o práctico: también es "ateo anónimo" quien dice creer en Dios pero luego vive simplemente como si Dios no existiera) tiene, intrínsecamente, un principio erróneo, porque niega de partida la existencia de un criterio moral que puede exigirse a todos de un modo plenamente justo; un criterio que no queda a merced de la elección libre de los individuos o de los grupos, sino que viene de Dios.

El reconocimiento del verdadero Dios, el que une en sí mismo la Verdad, la Bondad, la Justicia, es el mejor camino para mejorar el mundo y promover una ética completa, solidaria y abierta a la dimensión eterna.

Sólo desde Dios y hacia Dios la vida humana tiene sentido, y la esperanza de una justicia definitiva, más allá de la muerte, nos anima en el compromiso diario por vivir según una moral profunda que surge del corazón mismo de Dios y que está plasmada, de un modo indeleble, en la naturaleza racional del ser humano.







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