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El modelo perfecto de la tierra buena es la Virgen María
Papa Francisco en el Ángelus. La parábola del sembrador. (historico)


Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Mt 13,1-23) nos muestra a Jesús que predica a orillas de lago de Galilea, y como mucha gente lo rodea, Él sube en una barca, se aleja un poco de la orilla y predica desde ahí. Cuando habla al pueblo, Jesús utiliza muchas parábolas: un lenguaje comprensible a todos, con imágenes tomadas de la naturaleza y de situaciones de la vida diaria.

Lo primero que narra es una introducción a todas las parábolas: es aquella del sembrador, que a manos llenas arroja las semillas sobre todo tipo de terreno. Y el verdadero protagonista de esta parábola es la semilla, que produce más o menos frutos según el terreno sobre el cual ha caído. Los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino las aves se comen la semilla; sobre el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tiene raíces; en medio a las zarzas la semilla viene sofocada por las espinas. El cuarto tipo de terreno es el terreno bueno, y solamente ahí la semilla germina y da fruto.

En este caso, Jesús no se ha limitado a presentar la parábola, también lo ha explicado a sus discípulos. La semilla que cae sobre el camino indica a cuantos escuchan el anuncio del Reino de Dios pero no lo reciben; así llega el Maligno y se lo lleva. De hecho el Maligno no quiere que la semilla del Evangelio germine en el corazón de los hombres. Esta es la primera comparación. La segunda es aquella de la semilla que cae sobre las piedras: representa a las personas que escuchan la Palabra de Dios y la reciben enseguida, pero superficialmente, porque no tiene raíces y son inconstantes; y cuando llegan las dificultades y los tribulaciones, estas personas se abaten enseguida. El tercer caso es aquella de la semilla que cae entre las zarzas: Jesús explica que se refiere a las personas que escuchan la Palabra pero, a causa de las preocupaciones mundanas y de las seducciones de la riqueza, permanece sofocada. Finalmente, la semilla que cae en terreno fértil representa a cuantos escuchan la Palabra, la reciben, la cuidan y la comprenden, y esa da fruto. El modelo perfecto de esta tierra buena es la Virgen María.

Esta parábola habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a los oyentes de Jesús dos mil años atrás. Nos recuerda que nosotros somos el terreno donde el Señor echa incansablemente la semilla de su Palabra y de su Amor. ¿Con qué disposición la acogemos? Y podemos preguntarnos: ¿Cómo esta nuestro corazón? ¿A qué terreno se parece: a un camino, a un pedregal, a unas zarzas? Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras, pero formado y cultivado con cuidado, para que pueda dar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos.

Y nos hará bien no olvidarnos que también nosotros somos sembradores, Dios siembra semillas buenas, y también aquí podemos preguntarnos: ¿qué tipo de semilla salen de nuestro corazón y de nuestra boca? Nuestras palabras pueden hacer tanto bien, así como tanto mal, pueden sanar y pueden herir, pueden animar y pueden deprimir, recuerden: aquello que cuenta nos es los que entra, sino lo que sale de la boca y del corazón. La Virgen nos enseñe con su ejemplo a cuidar y hacerla fecunda en nosotros y en los demás.


Saludos del Santo Padre a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas,

¡saludo cordialmente a todos, romanos y peregrinos!

Hoy recorre el “Domingo del Mar”. Dirijo mi pensamiento a los marinos, a los pescadores y a sus familias. Exhorto a las comunidades cristianas, en especial a aquellas costeras, para que estén atentos y sensibles a ellos.

Invito a los capellanes y a los voluntarios del Apostolado del Mar a continuar su compromiso en el cuidado pastoral de estos hermanos y hermanas. Los encomiendo a todos, especialmente a cuantos se encuentran en dificultad y lejos de casa, a la materna protección de María, Estrella del Mar.
Me uno en oración a los pastores y a los fieles que participan en la peregrinación de la familia de Radio María a Jasna Góra, Czestochowa. Les agradezco por vuestras oraciones y los bendigo de corazón.

Saludo ahora con gran afecto a todos los hijos y las hijas espirituales de San Camilo de Lelis, del cual mañana se celebra el 400 aniversario de su muerte. Invito a la familia camiliana, al final de este año jubilar, a ser signo del Señor Jesús que, como buen samaritano, se inclina sobre las heridas del cuerpo y del espíritu de la humanidad sufriente, derramando el aceite de la consolación y el vino de la esperanza. A todos ustedes reunidos aquí en la Plaza de San Pedro, como también a los operadores sanitarios que prestan servicio en los hospitales y las casa de cura, les deseo que siempre crezcan más en el carisma de la caridad, alimentados del contacto cotidiano con los enfermos.

Por favor no se olviden de rezar por mí.

A todos les deseo buen domingo y buen almuerzo. ¡Hasta la próxima!

Traducción del italiano: Renato Martínez







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