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La vida es riesgo
¿Es esto todo lo que puedo esperar de la vida?


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Almas



En el libro-testimonio de Eva Perea "Cambio de rumbo. Atrévete a ser tú mismo", aparece Juan, importante abogado que a los 40 se dedica a lo que le gustó desde pequeño, la doma de caballos; cumplía con las expectativas de los demás, pero no con las suyas: "¿es esto todo lo que puedo esperar de la vida?", se preguntó. Se habla también de María: era recepcionista, cuando un cáncer le cambió la vida, y se propuso "no volver a malgastar más tiempo en quemar una vida sin sentido" y montó su propia mercería, que era lo que le llenaba. Sale Cris Stewart (antiguo miembro del grupo rock "Génesis"), que vive ahora con su mujer en un cortijo de la Alpujarra granadina esquilando ovejas y escribiendo libros. E Ignacio, que lo tenía todo pero le faltaba lo importante, y en la India descubrió el servicio a los demás (ahora se dedica a las ONG): "de lo que se trata es de quitarnos los trajes inútiles que nos vamos poniendo durante la vida y que nos alejan cada vez más del niño que llevamos dentro". Basta ver cantar a Bruce Springting acompañado por su mujer y su banda para entender qué magia hay cuando el deber y el placer van de la mano. Pero si sólo se "cumple el deber" puede pasar que la gente "explota" y lo deja todo: "es lo que denominamos ´mecanismo evitativo´ o ´fuga disociativa´" (Carmen Magante); pero eso sería apostar por el placer, otra forma irreflexiva, infantilista como la anterior.

Otras explicaciones hablan de ciclos de la vida: "hay personas que, alcanzada cierta edad, se dan cuenta de que han cubierto un ciclo y se replantean su vida. Es algo habitual en los países del norte de Europa. No se trata de una crisis como tal, sino de una mirada sobre sí mismos que les impulsa a hacer aquello que no pudieron en su momento… en otras ocasiones son las circunstancias las que se imponen. La rutina o el cansancio por hacer siempre lo mismo llevan a los afectados a explorar nuevos territorios" (Carlos Sirvent). "Dejar un trabajo seguro y una posición social para abrazar una vida radicalmente diferente es, para la mayoría, una locura. Para algunos es el camino hacia su auténtica identidad" (J. Garay). Cuando la perseverancia va unida a la creatividad y valentía, y también hay inconformismo, honestidad, capacidad de conocerse, y paciencia para que no manden sentimientos pasajeros, no es entonces algo irreflexivo, y aunque en todo cambio hay miedo, no es imprudente asumir ese riesgo. Por eso Eva Perea dice: "se puede vivir de otra manera, basta con quererlo… si la apuesta sale mal, no es ningún fracaso. Han luchado por un sueño y siempre puede haber una nueva oportunidad. El verdadero fracaso es mirar atrás y no haberlo intentado".

Leí de Juan, al que despidieron por un error, una imprudencia ante un cliente que puso una fuerte reclamación a la empresa. Juan se encontraba en la calle, casado y con un niño. ¿Qué haría? ¿Es el azar, el destino, lo que provoca el cambio de tercio en la vida? Juan pensó que nunca le había gustado su trabajo, soñaba en cambiar pero el miedo siempre le paralizó: la hipoteca, su mujer e hijo… Así que consideró el cambio, no como una pérdida, sino la oportunidad de ganar. Invirtió en un negocio que soñaba, y le fue bien. Juan se preguntó: ¿Qué haría si no tuviera miedo? Empezamos a cambiar cuando somos capaces de reírnos de nosotros mismos, de lo que hacemos mal y de nuestra situación pasada o actual, de nuestros miedos, una terapia con efectos terapéuticos. Cambiar puede significar la misma vida, pero con libertad de espíritu, eligiendo nosotros. O bien lo que vemos en noticias de ejecutivas importantes que dejan todo su futuro profesional para dedicarse a algo que de verdad les llena: ser madre y ama de casa; vencedores de importantes cargos ganados por oposición, que una vez conseguido el objetivo descubren su vocación al sacerdocio, o a ser monja de clausura… cuando la persona descubre el amor, lo que de verdad es vida. El amor nos hace desembarazar del miedo -es algo enigmático y revelador- "y libertar a cuantos por el temor que tienen a la muerte (por analogía: al sufrimiento, angustia, inseguridad…) estaban sometidos de por vida a la esclavitud" (Hebreos 2,15).

 

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