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Primeras y ¿últimas comuniones?

Primeras y ¿últimas comuniones?
Al escribir esta página, tengo dos sentimientos diferentes al contemplar las caras de niños y de niñas bien vestidos, con sus rostros sonrientes y los regalos que los familiares les dan en este día inolvidable en el camino de su fe cristiana.


Por: Felipe Santos sdb |




Al escribir esta página, tengo dos sentimientos diferentes al contemplar las caras de niños y de niñas bien vestidos, con sus rostros sonrientes y los regalos que los familiares les dan en este día inolvidable en el camino de su fe cristiana.

I) ADMIRACIÓN


Cuando parte de esta sociedad se paganiza y se vuelve indiferente antele hecho religioso, siento admiración por los niños y las niñas que se acercan, tras tres años de preparación, a recibir a Cristo en el sacramento o signo por excelencia de la vida de un creyente.

Mi enhorabuena va dirigida a los padres que, con su ejemplo, sienten que la felicidad les inunda desde dentro. Es el día de la familia porque su hija o su hijo tienen la dicha de iniciarse en el encuentro de los encuentros: con el Señor vivo en la Eucaristía. Hemos seguido con ilusión los tres años preparativos.

Hemos participado con ellos y ellas en las catequesis parroquiales o colegiales. Somos conscientes de que nos toca a nosotros antes que a nadie ser los educadores en la fe de nuestros hijos.

Los demás nos ayudan con abnegación y entregados gratuitamente a dar la educación religiosa que les dé a nuestros hijos el sentido de la vida, sostenida y ayudada por el mundo de la fe.

Nos sentimos orgullosos de que nuestros hijos vean en nosotros modelos de referencia.

Cada domingo- dice otra familia creyente, de las muchas que hay en la ciudad-, hacemos en casa fiesta.

Tras la oración de la mañana, todos juntos ante la imagen del Señor y de la Virgen, nos preparamos bien para ir todos juntos a la Eucaristía. Vamos bien vestidos como merece la celebración de Jesús.

Después de participar en el banquete de Dios, nos sentamos en el bar para hablar, tomar algo, hablar con algún grupo de cristianos y comentar cómo hemos pasado la semana y sobre nuestros proyectos apostólicos.

Ya en casa, la madre, los hijos y el padre, han dejado la comida preparada. Cada día dirige uno la oración antes de a comida. Y, con toda naturalidad, seguimos charlando para que los majares tengan otro sabor distinto. La fe penetra en todo el hogar. La atmósfera es cristiana al cien por cien, dentro- eso sí- de nuestras limitaciones humanas.

Es la vivencia del Cristo vivo en casa y en cada uno. De esta forma, cuando los hijos llegan a adolescentes- aunque sientan sus crisis- no pierden el sentimiento y la práctica de la dimensión religiosa.

Y cada noche, ante la Palabra de Dios, revisamos el día, el padre y la madre bendicen a sus hijos al terminar la plegaria para que Dios les conceda una noche de paz.

II) PENA


Me da pena sí, me da pena de que muchos y muchas de nuestros bloques cercanos hayan ido con su hija o hijo a la primera comunión. La primera y la última. Los padres lo hacen con todo lujo, como una boda en miniatura. Se afanan con tiempo por contratar el restaurante y por dar al hijo/a todo tipo de regalos de calidad. Es todo un tinglado que se montan para un solo día.

Es la primera y la última. Cuando se habla con los chicos- una buena parte- dicen que no van a “Misa” porque los padres no van nunca o si van es a funerales para “cumplir”. ¿De qué ha servido esa primera comunión? De muy poco. Los padres tienen el album de fotos o el video como un recuerdo dormido en los anaqueles de la fe.

Me da pena de tanta cursilería y de que haya una fe tan superficial en muchos padres incoherentes.

Me da pena que el adolescente que vive en ambientes hostiles y sin la raigambre de la fe de los padres, se entregue a la vida fácil, aparque a Dios en su vida cuando más necesita de un apoyo que le oriente en su devenir diario.

Me da pena- y lo siento de verdad, porque los chicos y los padres son buenos-, que no tengan en cuenta la importancia de ser ejemplos y puntos de referencia en todos los aspectos de la vida, entre los cuales, está el religioso. Y muchas veces es por dejadez.

Cuando se les dice si participan en la Eucaristía, se oye esta respuesta que da pena: “No voy desde la primera vez”. Eso fue una fiesta que me organizaron mis padres. Pero como en casa nadie va, yo tampoco”.

¿Por qué en este mes de mayo no os lanzáis a vivir la ilusión perpetuada de este día dela Primera Comunión? Respetando tu forma de ser, pienso que por amor a tus hijos, vive inmerso en el océano limpio de Dios. Por último, no hablemos ya de un pequeño número que hace la pamema de hacer la primera comunión por lo civil. Es el colmo del descaro y del ridículo. O se es o no es. No hay punto medio.

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