Evangelizar desde el carisma en la era digital
Por: German Sanchez Griese | Fuente: Catholic net
Introducción.
La era digital está tocando a las puertas de la Iglesia con gran fuerza. Con el desarrollo de los nuevos medios de comunicación que cada día van prescindiendo más de la persona para dar espacio a un nuevo estilo de comunicación en la que cuenta no tanto la persona que recibe o transmite el mensaje, sino el mensaje en cuanto tal y la forma de transmitirlo, la Iglesia se encuentra ante esta nueva realidad cultural, con la posibilidad de aprovecharlo para evangelizar.
Son muchas las cuestiones que deben resolverse antes de lanzarse a la conquista de estos espacios. En primer lugar se debe revisar nuevamente el concepto de evangelización y adaptarlo a este espacio tan prometedor para la Iglesia, especialmente porque está siendo habitado rápidamente de jóvenes. Revisar el concepto de evangelización ya que no es lo mismo transmitir el mensaje en forma oral o escrita, con los medios que tradicionalmente se venían usando que servirse de estos medios que son más bien inmediatos, impersonales y aparentemente superficiales.
Otra cuestión es la de valorizar adecuadamente estos medios y su posibilidad de influjo real en la transformación de las personas. Evangelizar no es simplemente dar a conocer la buena nueva. Es anunciar una nueva realidad, el Reino de los cielos que debe penetrar en cada persona para transformarla en algo nuevo. No se lee el evangelio, no se asiste a una conferencia espiritual, no se reza el rosario para permanecer exactamente igual que antes. Se busca sobretodo que los medios de transmisión del evangelio ayuden a que la persona tenga un encuentro con Cristo, una experiencia de la vida de Cristo y de esa forma logre vivir cada vez más como Cristo, injertando su vida espiritual en la vida de gracia, es decir, en la vida de Cristo. Los medios que ahora proponen la era digital requieren una revisión profunda en la que se valore la posibilidad de injertarse en Cristo a través de estos medios. Nunca debemos olvidar que los medios son sólo eso mismo, medios. La evangelización es la transmisión de un mensaje que permite al hombre encontrarse personalmente con el Hombre por excelencia, con Cristo. Si los medios, cualesquiera que sean, ayudan a que se dé este encuentro personal, entonces son medios válidos y eficaces para la evangelización.
Una tercera consideración se refiere especialmente a las personas consagradas. Por gracia de Dios ellos han recibido un don muy particular en el cual gira toda su vida. Se trata del carisma, que como una experiencia del espíritu debe permear toda su vida. Se es apóstol con el carisma. No se puede ejercer ningún ministerio o servicio pastoral al margen del carisma. Es un modo de ser que siempre está o debe estar presente en cualquier aspecto de la vida de las personas consagradas. Conviene que en el debate sobre el uso de los medios digitales para la evangelización tenga una voz preponderante el carisma, de forma tal que la evangelización en la era digital se realice no sólo tomando en cuenta al carisma, sino que se lleve a cabo a partir del carisma.
Como cuarta y última consideración está el hecho de la agresividad y la liberalidad con la que estos medios invaden la esfera íntima de la persona humana. Si bien estas nuevas formas de comunicación pueden ser aprovechados como medios excelentes para la evangelización no debemos olvidar que se presentan con formas y técnicas inéditas y que hasta hace poco no se conocían con certezas las adicciones y los daños que dichos medios pueden ocasionar en la psicología de las personas. Los consagrados no están exentos de caer en un uso abusivo de estos medios, generando daños irreparables no sólo para su psicología, sino incluso para el futuro de su propia vocación.
Estos cuatro aspectos los debemos considerar en el momento de estudiar la forma en que una persona consagrada puede servirse de los medios digitales para evangelizar al mundo desde el propio carisma.
Revisando los conceptos de evangelización y nueva evangelización.
Desde que la Iglesia se ha hecho depositaria de las palabras de Cristo “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc. 16, 15 – 16), su historia ha estado jaloneada por una ingente obra misionera. El esfuerzo por evangelizar ha dado origen a las iniciativas mas dispares a lo largo de estos dos mil años de vida cristiana en los cinco continentes. Y la vida consagrada ha tenido una gran participación en esta epopeya no sólo religiosa sino cultural. “De hecho, la historia misionera testimonia la gran aportación que han dado a la evangelización de los pueblos: desde las antiguas Familias monásticas hasta las más recientes Fundaciones dedicadas de manera exclusiva a la misión ad gentes, desde los Institutos de vida activa a los de vida contemplativa, innumerables personas han gastado sus energías en esta «actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca concluida», puesto que se dirige a la multitud creciente de aquellos que no conocen a Cristo.”1
La esencia misma de la vida consagrada ha sido siempre un impulso hacia la evangelización2. >El testimonio que está llamada a dar sobre los aspectos más característicos de la vida de Cristo, la impelen en su labor de dar a conocer el evangelio a todos los hombres, siguiendo el ejemplo de San Pablo que exclamaba “Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor, 9, 16).
En los tiempos actuales se impone una revisión de esta labor de evangelización que debe desarrollar no sólo la vida consagrada, sino todos los cristianos. Evangelizar no es otra cosa, como ya hemos visto, que llevar el evangelio a todas las criaturas de la tierra. “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: "He aquí que hago nuevas todas las cosas".”3Esta acción requiere por tanto hombres y mujeres que estén dispuestos a llevar a cabo esta obra, pero requiere también que estos hombres y mujeres estén atentos al espacio que deben evangelizar, es decir el humus en dónde deben caer las semillas del evangelio. Este humus no se refiere solamente al lugar geográfico sino sobretodo al lugar cultural en el que deben caer las semillas del evangelio. Así, en un mismo lugar geográfico, pueden existir distintas realidades culturales parecidas o disímiles entre sí. Tal ha sido uno de los resultados del proceso de globalización en el que estamos viviendo que ha permitido a los pueblos una libre movilidad o facilidad de asentamientos, pero que muchas veces, a pesar de acortar distancias físicas, ha alejado a los pueblos, encerrándolos en su propia cultura4. De esta manera, hoy más que nunca se presenta con grande actualidad los objetivos del concilio Vaticano II de hacer accesible a todas las culturas el evangelio de Cristo. “Tales son nuestros propósitos en este décimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, cuyos objetivos se resumen, en definitiva, en uno solo: hacer a la Iglesia del Siglo XX cada vez más apta para anunciar el Evangelio a la humanidad del siglo XX.”5
Quedando claro el objetivo de la evangelización, esto es, el de hacer llegar el evangelio a todos los confines de la tierra, bien cabe hacer una distinción sobre los destinatarios de dicha evangelización. En el lenguaje eclesial se habla de la missio ad gentes cuando se refiere a los pueblos en donde el mensaje del evangelio aún no ha llegado. Muchos pueblos y culturas aún no conocen a Cristo. Bien podríamos pensar en tantos pueblos de Asia, en el Lejano Oriente o en tantas islas de Oceanía en dónde el nombre de Jesús es ignorado o incluso prohibido pronunciar. Existe sin embargo otra categoría de evangelización que es aquella en donde los destinatarios de dicha acción son gente impensable. Impensable porque parecería curioso imaginar a ciertos pueblos de grande raigambre católica que se encuentran en necesidad de ser evangelizados. Sin embargo es la situación de muchos países europeos. “Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una « nueva evangelización » o « reevangelización ».”6
El término de nueva evangelización fue acuñado por Juan Pablo II en el documento de la IV Conferencia general del episcopado latinoamericano, celebrada en la ciudad de Santo Domingo. El Papa da a conocer la realidad de una sociedad y una cultura, que si bien es católica en sus raíces, pierde a pasos agigantados su forma de vivir cristiana. Una cosa es decirse católicos y otra, muy diferente, vivir como católicos7. La nueva evangelización está precisamente llamada a ayudar a los católicos a vivir como tales, en un contexto cultural que muchas puede ser contrario a los valores del evangelio.
Últimamente Benedicto XVI ha querido dar un nuevo impulso a la nueva evangelización al crear un dicasterio dedicado a ello. Siendo la situación muy variada, no puede establecerse en forma unitaria la tarea de la nueva evangelización, pero el sumo Pontífice señala algunos aspectos que son factor común en esta tarea. “La diversidad de las situaciones exige un atento discernimiento; hablar de «nueva evangelización» no significa tener que elaborar una única fórmula igual para todas las circunstancias. Y, sin embargo, no es difícil percatarse de que lo que necesitan todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia. De hecho, no podemos olvidar que la primera tarea será siempre ser dóciles a la obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son portadores del Evangelio y abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios.”8
Se desprende por tanto que la nueva evangelización a la que están invitando Juan Pablo II y Benedicto XVI más que una obra organizada con nuevos métodos o nuevos sistemas, es antes que nada una obra que debe partir de una experiencia profunda de Dios, de forma que de dicha experiencia nazca el afán misionera de proclamar el evangelio a la nueva cultura que está naciendo en este primer decenio del tercer milenio. Si la nueva evangelización no parte de esta experiencia profunda de Dios, la labor se reduce a mera fachada. Nacerán los métodos, las sugerencias, los planes de trabajo pero es casi seguro que serán destinados a no dar fruto ya que la evangelización no es un trabajo, sino una proclamación de algo que se ha vivido. Es la experiencia que se hace de saber que Cristo es la vida de los hombres la que origina la fuerza para proclamarlo. “La nueva evangelización tiene, como punto de partida, la certeza de que en Cristo hay una “inescrutable riqueza” (Ef 5,8), que no agota ninguna cultura, ni ninguna época, y a la cual podemos acudir siempre los hombres para enriquecernos.”9 Cuando la persona recurre a Cristo como fuente de la evangelización nacerán los métodos, las acciones, las formas nuevas para evangelizar. Sólo el contacto asiduo con Cristo permitirá al cristiano llegar a ser misionero de esta nueva época pues habrá hechos suyos los mismos sentimientos que tiene Cristo frente a esta nueva época cultural. “Esa riqueza es, ante todo, Cristo mismo, su persona, porque Él mismo es nuestra salvación. Los hombres de cualquier tiempo y de cualquier cultura podemos, acercándonos a Él mediante la fe y la incorporación a su Cuerpo, que es la Iglesia, hallar respuesta a esas preguntas, siempre antiguas y siempre nuevas, con las que los hombres afrontamos el misterio de nuestra existencia, y que llevamos indeleblemente grabadas en nuestro corazón desde la creación y desde la herida del pecado.”10
La nueva evangelización inicia con el encuentro que cada persona tiene con Cristo. A partir de esa experiencia espiritual nace en primer lugar la capacidad de ver con los ojos de Cristo el tipo de mundo en el que nos toca vivir. Un mundo secularizado que vive como si Dios no existiera11. Muchos de los abandonos de la Iglesia católica en el campo misionero, se deben a la incapacidad de mirar con los ojos de Cristo al mundo de hoy. Nos hemos reducido, en algunos sectores de la vida consagrada y del mundo eclesial, a una especia de ghetto, en donde las lamentaciones, la exaltación del pasado y la huída sistemática por responder a las necesidades más actuales del mundo de hoy se han convertido en el programa de vida de muchas personas, congregaciones religiosas y de algunas diócesis europeas.
El encuentro personal con la persona de Cristo tiene como consecuencia inmediata un cambio en el estilo de vida. Quien verdaderamente ha experimentado a Cristo en un encuentro personal, esta experiencia personal se traduce en un estilo de vida más radical. Se vive sólo para lo que se cree y para lo que se ama. Cuando la fe y el amor están centrados en la persona de Cristo, el estilo de vida tiene que ser coherente con esta fe y con este amor12. Esta vivencia radical de la vida cristiana y de la vida consagrada atrae las miradas de los hombres y hace que la misma persona pueda expresar lo que ha experimentado en su corazón. Sólo a partir del encuentro con Cristo, de esa experiencia profunda de Dios, nacerán aquellas iniciativas que caracterizan a la nueva evangelización.
La primer nota de esta nueva evangelización es la capacidad de mirar el mundo como lo mira Cristo. Ya no es el mundo malvado, el mundo alejado de Dios al cual se le debe criticar, del cual debemos estar en guardia por temor a que cada día invada más espacios vitales para la Iglesia. Ahora este mundo se convierte en una invitación, en un reto, en un acto de amor pues ahora se ha transformado en un campo de trabajo al cuál hay que llevar la buena noticia del evangelio. Si antes el mundo infundía miedo o temor, ahora el mundo infunde energías. “Una evangelización nueva en su ardor supone una fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu, generen una mística, un incontenible entusiasmo en la tarea de anunciar el Evangelio. En lenguaje neotestamentario es la «parresía» que inflama el corazón del apóstol. Esta «parresía» ha de ser también el sello de vuestro apostolado en América. Nada puede haceros callar, pues sois heraldos de la verdad. La verdad de Cristo ha de iluminar las mentes y los corazones con la activa, incansable y pública proclamación de los valores cristianos.”13
Si esta experiencia profunda de Dios genera un nuevo ardor en la evangelización, no debemos olvidar que la nueva cultura, de la que hablaremos más adelante, se ha convertido en una cultura analfabeta del espíritu, por lo que es incapaz de entender el lenguaje religioso14. Es necesario por tanto que el misionero de la nueva evangelización utilice el lenguaje más adecuado para transmitir el mensaje del evangelio. Sin duda alguna el mejor lenguaje será el del testimonio y la coherencia de vida. El ejemplo para una sociedad que se deja guiar más por las imágenes que por las palabras, es piedra de toque fundamental en la labor de la nueva evangelización.
El aspecto del lenguaje nos lleva a pensar al aspecto del método de la nueva evangelización. Las culturas a las que debe llegar la nueva evangelización son culturas perneadas de secularismo, refractarias a la idea de Dios, cerradas en sí mismas. Conocer bien dichas culturas será el paso necesario para buscar los métodos más adecuados para la nueva evangelización. Podrá surgir la tentación de querer rebajar el mensaje evangélico acomodándolo a estas nuevas culturas. Sin embargo no se puede traicionar al único evangelio de Jesucristo. Se deben buscar las mejores adecuaciones pero sin diluirlo. Un evangelio ligero que perdiera su esencia por adecuarse demasiado a las exigencias de las nuevas culturales no podría ser llamado ya evangelio y perdería su carácter de sano mordiente. Lo dicho por Juan Pablo II para Latinoamérica podría aplicarse hoy muy bien para todas las culturales occidentales. “Por otra parte, los nuevos tiempos exigen que el mensaje cristiano llegue al hombre de hoy mediante nuevos métodos de apostolado, y que sea expresado en lenguaje y formas accesibles al hombre latinoamericano, necesitado de Cristo y sediento del Evangelio: ¿Cómo hacer accesible, penetrante, válida y profunda la respuesta al hombre de hoy, sin alterar o modificar en nada el contenido del mensaje evangélico?, ¿cómo llegar al corazón de la cultura que queremos evangelizar?, ¿cómo hablar de Dios en un mundo en el que está presente un proceso creciente de secularización?”15
Al hacer el estudio de la nueva cultura, bien puede observarse una característica esencial que es la utilización de nuevos medios y nuevas técnicas de comunicación, especialmente las relacionadas con el ciberespacio. El internet está abriendo campos y potencialidades enormes para la evangelización. Pero hay que saberlo entender para utilizarlo como medio y como destinatario de la nueva evangelización. Es un medio porque a través de él se abren posibilidades nunca antes pensada para la comunicación. Se piense simplemente al hecho de miles de lugares de difícil acceso, pero que se les tiene cercar con sólo conectarse e a un servidor.
Pero es también un destinatario porque en cuanto medio de comunicación, a diferencia de otros medios que en su tiempo fueron importantes, está creando una cultura propia. La forma de comunicación ha sido transformada por este medio en forma tal que ha sido capaz de generar una nueva cultura. “Internet es ciertamente un nuevo «foro», entendido en el antiguo sentido romano de lugar público donde se trataba de política y negocios, se cumplían los deberes religiosos, se desarrollaba gran parte de la vida social de la ciudad, y se manifestaba lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Era un lugar de la ciudad muy concurrido y animado, que no sólo reflejaba la cultura del ambiente, sino que también creaba una cultura propia. Esto mismo sucede con el ciberespacio, que es, por decirlo así, una nueva frontera que se abre al inicio de este nuevo milenio. Como en las nuevas fronteras de otros tiempos, ésta entraña también peligros y promesas, con el mismo sentido de aventura que caracterizó otros grandes períodos de cambio. Para la Iglesia, el nuevo mundo del ciberespacio es una llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo que significa, al comienzo del milenio, seguir el mandato del Señor de «remar mar adentro»: «Duc in altum» (Lc 5, 4).”16
¿Qué es la era digital y cómo podemos evangelizarla?
Remar mar adentro es por tanto escuchar el mandato del Señor de evangelizar a todos los pueblos, razas y naciones, siendo que los medios de comunicación se están convirtiendo en un nuevo tipo de nación, es decir, en una nueva cultura.
En años recientes se ha hablado mucho sobre la necesidad de inculturar el evangelio en el momento de evangelizar. “Por medio de la inculturación la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad; transmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro. Por su parte, con la inculturación, la Iglesia se hace signo más comprensible de lo que es el instrumento más apto para la misión.”17 No es sólo por tanto el esfuerzo que debe hacerse de presentar el evangelio a las nuevas culturas el resultado de la evangelización, sino que debe tomar en cuenta tres momentos que requieren tiempo de elaboración: conocimiento profundo y amor por la cultura que se quiere evangelizar; conocimiento y transmisión de los valores que el evangelio aporta a la cultura a la que se quiere evangelizar; transformación de la cultura una vez ya perneada de los valores evangélicos. Sin estos tres momentos la labor de la evangelización puede quedar reducida a una labor repromoción humana o será una labor de evangelización poco enraizada en la cultura que tarde o temprano tenderá a desaparecer. Es conveniente por tanto hacer estas aplicaciones a la era digital, a la cual la Iglesia tiene ahora la oportunidad de evangelizar.
Si el primer momento de la inculturación que hemos mencionado es el de conocer y amar la cultura a la que se quiere evangelizar, las personas consagradas tienen que aceptar en primer lugar el hecho de que el mundo se ha ya transformado por los medios electrónicos de comunicación. Abrir los ojos y darse cuenta que el mundo se mueve a través del ciberespacio con las consecuencias que esto comporta en la cultura, es decir, en la manera de ser y de actuar es el primer paso para la evangelización. Reconocer que estamos de frente a una nueva cultura es ya un paso para la evangelización.
Este mundo digital tiene unas características que han creado una nueva cultura. En primer lugar esta la inmediatez. El hombre de hoy, y más nuestros jóvenes, vive acosado por el tiempo. Sus múltiples actividades, los tiempos que deben invertir en los desplazamientos en las grandes urbes que se han convertido en el habitat natural de la mayor parte de la población, la posibilidad de acceder a todo tipo de información y a todo tipo de comunicación gracias a los medios de comunicación electrónicos han hecho del hombre de hoy un homo statim. No existe para este tipo de hombre un tiempo de espera, un tiempo en el que es necesario invertir para que se produzcan los resultados adecuados. Es el hombre de la inmediatez, del aquí y el ahora. Quiere todo y lo quiere rápido, sin el esfuerzo necesario que es el precio que muchas veces debe pagarse para obtener resultados de calidad. Un hombre por tanto que ha perdido la capacidad de hacer experiencia. Si antes, como co-habitante de la naturaleza, su capacidad de observación le permitía hacer experiencia siguiendo una secuencia lógica de eventos en los que él participaba como primo actor, ahora por la forzada inmediatez en la que los medios de comunicación electrónicos le han obligado a vivir, su experiencia se limita a lo inmediato y pierde la posibilidad de hacer experiencia. Signo ineludible de un deterioro humano que puede llevar al aniquilamiento del progreso, ya que todo progreso está basado en la experiencia.
Acostumbrado por esta inmediatez el hombre de la cultura digital vive en un mundo virtual. Se construye su mundo en base a las relaciones virtuales que establece. Un hombre que comunica contenidos, pero que no sabe comunicarse a sí mismo. Un hombre que ha perdido la capacidad de establecer relaciones humanas estables, imperecederas y personales, porque su comunicación se reduce a la que puede establecer sólo mediante los medios de comunicación electrónicos. Un hombre que tiene miedo de establecer esas relaciones estables, imperecederas y personales porque no ha aprendido a presentarse como es él, sino como le gustaría ser, lo cual lo puede hacer en el mundo virtual, pero no en el mundo real. “L’immaginario era l’alibi del reale, in un mondo dominato dal principio di realtà. Oggi è il reale che è diventato l’alibi del modello, in un universo retto dal principio di simulazione. Ed è paradossalmente il reale che è diventato oggi la nostra vera utopia – ma è un’utopia che non appartiene più all’ordine del possibile, perché non si può che sognare come un oggetto perduto.”18
Un hombre que a fuerza de utilizar los medios de comunicación para ser él mismo, ha perdido la capacidad de reflexión y del autoconocimiento. Si antes el hombre venía definido como el único ser capaz de tener una autoconciencia, hoy en día va perdiendo cada vez más esta autoconciencia. Iniciando tal vez en la década de los setentas con el número de horas exagerado que de niño pasaba frente al televisor19, ahora el joven adulto y el hombre maduro han perdido poco a poco esa capacidad de expresar su opinión y de tener runa propia opinión. Ahora la opinión personal se confunde muchas veces con la opinión pública, no tanto por el temor de ir contra corriente, sino por la pérdida de la capacidad de reflexión que hace al hombre sujeto de tener su propia opinión.
Un hombre que para sentirse vivo dentro del mundo virtual busca las emociones a toda costa porque sólo en las emociones se siente vivo. Acostumbrado al consumo, necesita consumar emociones. Ya no es el hombre de Descartes, el cogito ergo sum, sino el feror excitatur, ergo sum. “Si rinuncia a un mondo comune, se ciascuno persegue individualmente la propria autorealizzazione in un mondo generalmente e genericamente definito “a rischio”, la gratificazione non può arrivare dal futuro, ma va cercata adesso. (…) Le retoriche mediatiche contemporanee sono infarcite del termine “esperienza”, evocata nella sua accezione più banale e riduttiva di “intensità sensoriale . emozionale”. La rinuncia al mondo comune, in ciascuno pone un limite alla propria volontà di affermazione di sé per potersi armonizzare con gli altri, diventa anche abdicazione alla ragione intesa come ragionevolezza, capacità di esprimere valutazioni, distinzioni, di stabilire una distanza rispetto alle contingenze.”20
Estas son algunas de las características más importantes de este mundo digital que está creando una nueva cultura. El evangelizador debe conocer estas características, para que, lejos de demonizarlas, pueda conocerlas porque serán estas realidades a las que debe llegar el mensaje del evangelio. Son estas realidades culturales las que precisamente tienen que se transformadas por el evangelio, pero la primera etapa es conocerlas, y conocerlas bien para luego amarlas. No es que se deban amar estas realidades en cuanto tales, que a veces tienen poco de amables. Sino que se debe amar a quien vive dichas realidades, es decir al hombre y a la mujer de la era digital que, envueltos en estas realidades va perdiendo su capacidad de hacer experiencia, que viven en vuelto en un mundo virtual en dónde él se construye a sí mismo, que se deja guiar de la opinión pública porque ha perdido la capacidad de elaborar su propia opinión y por fin, un hombre que a fuerza de vivir en el inmediato vive sólo de emociones.
Pero su amor no se detiene sólo en el hombre digital sino que debe pasar también a valorar esos medios, pues serán los vehículos para transmitir los valores del evangelio. Si bien el Papa se refería a los sacerdotes en su Mensaje para la 44º Jornada mundial de las comunicaciones sociales, lo mismo puede ser aplicado a todas las personas consagradas. “El desarrollo de las nuevas tecnologías y, en su dimensión más amplia, todo el mundo digital, representan un gran recurso para la humanidad en su conjunto y para cada persona en la singularidad de su ser, y un estímulo para el debate y el diálogo. Pero constituyen también una gran oportunidad para los creyentes. Ningún camino puede ni debe estar cerrado a quien, en el nombre de Cristo resucitado, se compromete a hacerse cada vez más prójimo del ser humano. Los nuevos medios, por tanto, ofrecen sobre todo a los presbíteros perspectivas pastorales siempre nuevas y sin fronteras, que lo invitan a valorar la dimensión universal de la Iglesia para una comunión amplia y concreta; a ser testigos en el mundo actual de la vida renovada que surge de la escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que ha habitado entre nosotros para salvarnos.”21
Estos medios, no lo debemos olvidar, son para el evangelizador una espada con doble filo. Si por un lado van a ser los vehículos más adecuados para la evangelización, porque son el lenguaje que conoce y habla el hombre digital, también son medios que por crear cultura pueden influir fuertemente sobre el evangelizador. Son medios que de alguna manera absorben mucho del tiempo y de la energía de quien los usa, llegando incluso a influenciar su manera de ser y de actuar. Si el evangelizador no tiene en cuenta este aspecto, terminará también por caer en esa cultura a la que quería evangelizar. Su labor consistirá en transportar los valores del evangelio al mundo digital a través de los medios digitales. Para ello debe ser un experto conocedor de estos medios, sabiéndolos utilizar de acuerdo al tipo de mensaje que quiere transmitir. En este sentido es realmente reconfortante ver como cada día más, congregaciones religiosas utilizan estos medios para transmitir el evangelio, llegando incluso efectuar un camino de acompañamiento espiritual con fines vocacionales.
Sin embargo, nunca debe olvidarse que el fin de la evangelización no es sólo la presentación del mensaje y de la persona de Cristo, sino acompañar a cada destinatario de la evangelización a un encuentro personal con Cristo. Si todo quedara reducido a la inserción del evangelio en el mundo digital, sin provocar este encuentro personal con Cristo, esta experiencia de Dios a la que aludía previamente Benedicto XVI, se corre el riesgo de que el evangelio aparezca como un mensaje más de los cientos de millones que hay en el ciberespacio. “No hay que olvidar, sin embargo, que la fecundidad del ministerio sacerdotal deriva sobre todo de Cristo, al que encontramos y escuchamos en la oración; al que anunciamos con la predicación y el testimonio de la vida; al que conocemos, amamos y celebramos en los sacramentos, sobre todo en el de la Santa Eucaristía y la Reconciliación.”22
El segundo momento de la inculturación del evangelio es precisamente el conocimiento vivencial de los valores que el evangelio debe transmitir a los hombres de la cultural digital. Este es quizás uno de los puntos fundamentales en la labor de la evangelización. En los pasados cincuenta años, durante el tiempo del post-concilio, se dio una importancia casi absoluta a un mal entendido diálogo entre el evangelio y mundo moderno que generó una postura tímida y apocado en los agentes evangelizadores, parapetados en la excusa que no se debía imponer nada a nadie, con el objetivo de no romper el diálogo con el hombre moderno. Se he perdido entonces la capacidad del evangelizador a proponer el mensaje del evangelio. Si bien es cierto que el respeto a la libertad de la persona es la característica sobre la que debe basarse todo el anuncio del evangelio, es este mismo respeto a la libertad la que exige de parte del evangelizador el proponer con fuerza y determinación los valores propuestos por Jesucristo a través de la Buena nueva. Cada persona elegirá seguir o no dichos valores. Pero si la libertad es la capacidad de elegir lo que más puede ayudar a una persona a ser persona, quien por temor de violentar dicha libertad no presenta con fuerza y determinación los valores del evangelio, está negando a la persona el bien precioso del evangelio o considera a la persona incapaz de hacer justas decisiones o piensa que los valores evangélicos no son suficientes para ayudar a la persona a alcanzar su plenitud. Muchos de estos argumentos han sido esgrimidos en estos años del postconcilio y han originado en no pocos sectores de la vida consagrada la pérdida de la capacidad de proponer el evangelio al hombre de la postmodernidad. Si bien no podemos adscribir a un sólo factor la extensión del neopaganismo en grandes sectores del mundo occidental, no debemos menospreciar el hecho de que casi dos generaciones no han oído el mensaje del evangelio por parte de quien debía de ser su propagador natural23.
La nueva evangelización no es sino la propuesta de los valores evangélicos al hombre de hoy. Es necesario por tanto que el evangelizador conozca y crea firmemente en el evangelio y en los valores que éste promueve. Conocer dichos valoresdesde dentro, es decir no desde la superficie de un conocimiento teórico sino desde un conocimiento vivencial, que se traduce en una fórmula semejante a “conozco no porque lo he leído o lo he estudiado, sino que conozco porque lo he vivido y lo he experimentado en mi vida”. Y se pide también que el evangelizador crea en estos valores que está promoviendo. Que crea que son eficaces para transformar al hombre, porque él a su vez ya se ha transformado por dichos valores. “Perché l’essere cristiano venga percepito come ciò che promuove in pieno la propria umanità, come dimensione essenziale di una vita bella.”24
Si el evangelizador quiere ser una persona creyente y creída por sus obras, además de adentrarse en la misión de dar a conocer los valores del evangelio a la cultural digital, debe ser un hombre que crea en la belleza transformante de dichos valores, por lo que debe encontrarse en un constante movimiento de búsqueda y de transformación para mostrar con su propia vida el ejemplo de una vida transformada y transformante por los valores del evangelio. Búsqueda de Dios que permite y provoca la transformación de su persona. Para ello, el evangelizador deberá estar siempre en la búsqueda de la experiencia de Dios, de la que hablaremos en la siguiente sección de este artículo.
Por último tenemos el tercer momento de la evangelización que es la transformación de la cultura digital en una cultura de vida, esto es, en una cultura del evangelio. Se debe partir de un hecho fundamental que es la exclusión voluntaria o involuntaria que la Iglesia ha hecho de estos medios para promover la evangelización. Lo primero que debe hacerse es valorar esta nueva cultura de la comunicación digital. Como toda cultura, tiene sus bondades y sus puntos débiles. La Iglesia debe aprender por tanto a aprovechar las bondades de la cultura digital para transmitir los valores del evangelio. Para ello puede promover la formación personal en la cultura digital de todos los agentes evangelizadores y de los creyentes, formando de esta manera profesionales competentes y comprometidos con los valores humanos y cristianos en la transformación evangélica de la sociedad, dando particular atención a los propietarios, directores, programadores y personas que laboran con estos medios digitales. Debe también crear sus propios medios digitales y estar presente en los medios digitales de uso común. Por último conviene que eduque en la formación crítica del uso de estos medios desde la primera edad25.
Una vez que la Iglesia comience a tener mayor presencia en estos medios comenzará a entenderlos y a entender el tipo de cultura que generan estos medios. Estará entonces en la capacidad de proponer un uso alternativo de estos medios y propondrá el anuncio del mensaje avalándose de ellos. Entonces se generará un uso de estos medios digitales respetuoso y abierto a los valores evangélicos, capaz de generar una nueva cultura digital o una cultura digital alternativa. En un mundo plural en dónde nos toca vivir y en dónde nada queda excluido, la Iglesia tiene aún la capacidad de recuperar el terreno perdido haciéndose presente en estos medios mediante la propuesta de los valores evangélicos. En esta tarea jugarán un papel muy importante los laicos, especialmente los jóvenes, por la facilidad que tienen de utilizar estos medios y porque han nacido ya en esta cultura digital. No sería nada desdeñable el que la Iglesia invirtiera mucho de su espacio y de su tiempo en la transmisión y la evangelización de los nativos digitales.
El papel del carisma en la era digital.
Nos encontramos al final de este pequeño estudio con la apasionante tarea de evangelizar esta nueva cultura que algunos ya llaman la cultura digital. Si por un lado hemos establecido las coordenadas de lo que es o debe ser la nueva evangelización, por otro lado hemos dado una ojeada a las características más importantes de la cultura digital. Nos queda por tanto el llevar a cabo una última tarea, es decir, analizar en qué manera la vida consagrada puede y está en grado de colaborar en la evangelización de la cultura digital.
Conviene que traigamos a nuestro recuerdo las palabras de Benedicto XVI en el motu proprio Ubicumeque et semper, hablando de lo que debe estar en la base de la nueva evangelización. “Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios. Como afirmé en mi primer encíclica Deus caritas est «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (n. 1). De forma análoga, en la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido darnos, haciéndonos partícipes de su propia vida.”26
La nueva evangelización parte por tanto de una experiencia de Dios. Sin dicha experiencia todo queda reducido a un proyecto humano de expansión en donde la finalidad se convierte únicamente en el reclutamiento de miembros a través de técnicas que en el caso de la nueva evangelización serán más o menos sofisticadas. No es ni siquiera la contemplación de la realidad externa la que debe originar en los agentes evangelizadores el nuevo ardor o los nuevos métodos que ya también había previsto Juan Pablo II. Hacerlo significaría caer en una labor de voluntariado o de beneficencia en dónde se buscaría el bien común de las personas, pero no el bien espiritual individual de cada una de ellas.
Si la nueva evangelización es proponer el evangelio de Jesucristo con un nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones27, dichas energías tienen su fuente y origen en una experiencia de Dios, que se concreta en un encuentro personal con Jesucristo. Los nuevos evangelizadores serán aquellos hombres y mujeres que han hecho y continúan haciendo la experiencia de la amistad con Jesucristo, sinónimo y síntesis de un encuentro personal con Él. Hay que distinguir de qué tipo de experiencia estamos hablando para poder entender mejor las palabras de Benedicto XVI y su aplicación para la nueva evangelización.
Dice el Papa en la carta encíclica Deus caritas est que todo impulso evangelizador debe nacer de un encuentro con una Persona, de forma tal que este encuentro genera un nuevo horizonte en la vida. Sin duda alguna que estamos hablando de una experiencia religiosa que permite encontrar a Dios en forma personal. No es por tanto un encuentro místico en dónde Dios es el artífice de Dicho encuentro y la persona es tan sólo testigo silencioso y asombrado de dicho encuentro. Si por experiencia entendemos “un modo affettivo e dinamico di conoscenza, molto più ricco di un semplice sapere nozionale, più duraturo di una vibrazione affettiva”28, el fundamento de la nueva evangelización debe ser la experiencia de un encuentro personal con la persona de Jesucristo que no se reduce a un conocimiento erudito ni a un momento de fervor pasajero. No será ni el conocimiento teórico de la persona de Cristo ni el movimiento afectivo pasajero que pueda generar en el corazón del hombre dicho encuentro lo que generará las energías para la nueva evangelización. Es más bien el resultado de un encuentro personal con la persona de Cristo a nivel del propio espíritu. Estamos hablando entonces de una experiencia del espíritu, en dónde el hombre en su totalidad se encuentra con la totalidad de la persona de Cristo.
Para que se dé esta experiencia del espíritu,es necesario, como señala Moioli que se dé una relación y que se obedezca a dicha relación29. Toda experiencia es por tanto un encuentro al nivel de toda la persona. Se hace experiencia de algo o de alguien (objeto) con todas las facultades del ser (sujeto). No es por tanto una experiencia subjetiva que depende del sujeto que hace la experiencia, sino que es una experiencia objetiva en la medida en que el objeto es el centro de la experiencia y queda perfectamente delimitado. Además, para que la experiencia sea completa, el sujeto que hace la experiencia no permanece indiferente después de hacer la experiencia del objeto. Debe obedecer a dicha experiencia. Quien ha hecho la experiencia del objeto no puede permanecer indiferente, ya que, habiendo hecho una aplicación de sus facultades al objeto, se “apropia” de dicho objeto y debe por tanto responder a dicha apropiación.
Cuando el objeto de la experiencia es la persona de Cristo, las facultades del hombre responden a dicho encuentro. Dicho encuentro se da a un nivel objetivo que pide una respuesta total del hombre porque la experiencia interpela a todas las facultades del hombre siendo que todas ellas participan de la experiencia del encuentro con Cristo. Del encuentro de Cristo con el hombre, en el que queda resumida la experiencia de Dios necesaria para iniciar la nueva evangelización, surge una respuesta del hombre que es básicamente una respuesta de amor, entendiendo el amor como “querer lo mismo y rechazar lo mismo, es lo que los antiguos han reconocido como el auténtico contenido del amor: hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensar y desear común.”30
De este encuentro del hombre con la persona de Cristo, surge la respuesta en el hombre que se traduce como un querer lo mismo que quiere el amado Desaparecen los límites entre el yo y el tú para convertirse en un nosotros. Ya no es la voluntad del hombre la que va por un lado y la voluntad de Dios por el otro. Se quiere lo mismo que quiere el amado, como hemos dicho, en forma tal que se cumple lo dicho por San Pablo, “No soy yo, es Cristo quien vive en mí.” (Gal. 2, 20). De tal encuentro surge un tal amor capaz de ver y de sentir no ya con los propios ojos ni con los propios sentimientos, sino con los ojos de Cristo y con los sentimientos de Cristo. Los hombres, sus situaciones, su cultura digital se verán entonces no ya con los simples criterios humanos, sino cómo los ve y los siente Cristo: “Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.” (Mc. 6, 34). Todas las características que hemos mencionado de la cultura digital comenzarán a verse no sólo desde el punto de vista tecnológico, sino sobre todo, desde el punto de vista cómo los ve Cristo. Los nativos digitales y todas las personas que habitan el ciberespacio y desarrollan una nueva cultura serán como ovejas que no tienen pastor.
Sin menoscabar o despreciar ninguna vocación en la Iglesia nos damos cuenta que la vida consagrada, por vocación propia, es la que hace del encuentro con Cristo el centro de su vida. Ya lo decía Juan Pablo II. “El fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relación que Jesús, en su vida terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándoles no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando todo e imitando de cerca su forma de vida. Tal existencia « cristiforme », propuesta a tantos bautizados a lo largo de la historia, es posible sólo desde una especial vocación y gracias a un don peculiar del Espíritu. En efecto, en ella la consagración bautismal los lleva a una respuesta radical en el seguimiento de Cristo mediante la adopción de los consejos evangélicos, el primero y esencial entre ellos es el vínculo sagrado de la castidad por el Reino de los Cielos.”31 Mediante la vida consagrada la persona tiene la posibilidad de hacer la experiencia de Dios, mediante el encuentro personal con Cristo que le permite un seguimiento más cercano de su persona.
Este encuentro personal con Cristo se lleva a cabo de acuerdo a unas connotaciones muy específicas. Se es persona consagrada en cuanto se participa de la forma de vida de Cristo de acuerdo con las inspiraciones que Dios da a un fundador o a una fundadora, de manera tal que el seguimiento de Cristo viene concretizado en formar específicas. La mente y las intenciones del fundador se cristalizan en una forma de seguir a Cristo muy específica, en forma tal que se quiere evidenciar en el seguimiento de Cristo algunas características esenciales de Cristo que Dios permite ver al fundador y que formarán parte del patrimonio espiritual del Instituto32.
La experiencia del espíritu de la que hablaba Benedicto XVI, como fulcro para la nueva evangelización viene a concretizarse a través de este encuentro personal con Cristo que está a la base de la vida consagrada. Por ello, si las personas consagradas viven con fidelidad y radicalidad todos los días este encuentro con Cristo, estarán en disposición de generar en sí mismos el impulso necesario para llevar a cabo la nueva evangelización. “Previamente se requiere la purificación de todos los afectos o amores desordenados que me apartan del camino de Dios. Sólo así queda la vía expedita para el seguimiento de Cristo. Por la contemplación se entra en el conocimiento sapiencial del Señor. No es meramente especulativo o científico. No es saber, sino saborear. Es un conocimiento afectuoso, vibrante, fascinante que se da bajo la acción del Espíritu. Del conocimiento brota el amor. Cuanto más profundo y totalizante sea el conocimiento, el amor será más apasionado y absorbente. El amor pone en marcha un dinamismo que conduce ala identificación con el Amado. No tanto en los actos externos, la identificación es en los criterios, actitudes, sentimientos hasta llegar a tener una misma Vida, un mismo Amor. Y del amor e identificación se pasa a la entrega de toda la persona al Señor.”33
Este itinerario para la persona consagrada tiene un nombre y es el carisma de su congregación. Si bien la palabra carisma no aparece en el Derecho canónico, ésta ha sido sustituida por otras muchas que expresan la misma idea. La más usada es la de patrimonio encerrando en esta palabra ideas clave como naturaleza, fin, espíritu, índole, sanas tradiciones. Todas estas ideas nos hablan de un itinerario espiritual que Dios regala al fundador y a sus discípulos. Itinerario espiritual que tiene como finalidad primaria no las obras o proyectos apostólicos sino la transformación de la persona. Es un camino espiritual que muchos identifican con una verdadera espiritualidad que permite a las personas consagradas hacer la experiencia personal del encuentro con Dios en la persona de Cristo y se dispone a seguir su mismo estilo de vida “En efecto, mediante la profesión de los consejos evangélicos la persona consagrada no sólo hace de Cristo el centro de la propia vida, sino que se preocupa de reproducir en sí mismo, en cuanto es posible, «aquella forma de vida que escogió el Hijo de Dios al venir al mundo»”34
Cuando la persona consagrada, mediante la experiencia de Dios se ha apropiado de los sentimientos y de la forma de Cristo, además de tener las energías necesarias para llevar a cabo la empresa de la nueva evangelización, por el mismo estilo de vida que le viene del carisma, está en grado de dar una respuesta satisfactoria a las inquietudes de los habitantes del mundo digital.
En primer lugar, el carisma como una experiencia del espíritu35, permite a las personas consagradas tener una visión muy especial y peculiar de la cultura digital, como ya hemos mencionado. La realidad para las personas consagradas es una constante interpelación para hacer vivo el espíritu del Instituto, entendido éste como “l’anima che tutto unifica e tutto ispira, anche se è difficile defnirlo in modo preciso.”36 Mediante dicha visión, la persona consagrada está en una actitud de constante escucha de la realidad para verla con los ojos de la experiencia fundacional37. Para una persona consagrada el mundo y sus realidades no pueden ser vistas con ojos neutros. Se ven siempre a través del prisma del propio carisma. Siendo que todo carisma es una experiencia del espíritu que ha nacido siempre de la forma peculiar con la que Dios ha permitido a cada fundador leer la realidad, dicha forma peculiar de ver la realidad se convierte en una sana tradición38 del Instituto en forma tal que cada miembro del mismo enriquece con su carisma particular dicha visión de la realidad. Se establece por tanto un puente de unión entre la experiencia fundacional y la realidad actual ya que ésta será siempre leída a través del prisma del propio carisma, dando origen a formas insospechadas de actualización del carisma en la medida en que las personas consagradas buscan hacer algo por resolver las situaciones emergentes que se proponen a la Iglesia. Una de estas situaciones lo es sin duda lacultura digital emergente. Si las personas consagradas viven con coherencia y radicalidad el propio carisma, a partir de la experiencia de Dios que cada fundador ha hecho y del cual los discípulos están llamados a vivir, custodiar, profundizar y desarrollar, podrán sacar de esta experiencia espiritual las fuerzas y la fantasía de la caridad necesarias para dar una posible solución a los problemas que plantea dicha cultura digital. La clave de lectura de la realidad será entonces la caridad de Dios que se quiere transmitir a todos los nativos digitales, en forma tal que puedan llegar a conocer la realidad del evangelio.
Las obras que los Institutos o los miembros del Instituto puedan poner en pie para la evangelización o nueva evangelización de la cultura digitalnacerán de esta visión especial de la realidad y serán por tanto fruto de una experiencia del espíritu y no simplemente de un plan expansionista o vanguardista. Las obras apostólicas de cada Instituto deben ser el aspecto visible de un laboratorio del espíritu de forma tal que cada persona que colabora en dicha obra apostólica se beneficia del carisma del Instituto. Dicha experiencia del espíritu no es otra que la participación de la misma vida de Dos.“ Las personas consagradas hacen visible, en su consagración y total entrega, la presencia amorosa y salvadora de Cristo, el consagrado del Padre, enviado en misión.Ellas, dejándose conquistar por El (cf. Flp 3, 12), se disponen para convertirse, en cierto modo, en una prolongación de su humanidad. La vida consagrada es una prueba elocuente de que, cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores riesgos.”39
Por último el carisma de la vida consagrada40 da origen a un estilo de vida que por sí sólo evangeliza ya la cultura del mundo digital. Por la profesión de los consejos evangélicos de pobreza castidad y obediencia, vividos siempre de acuerdo con el propio carisma, la persona consagrada se presenta al mundo como testigo de valores ultraterrenos. “En este horizonte es donde mejor se comprende el papel de signo escatológico propio de la vida consagrada. En efecto, es constante la doctrina que la presenta como anticipación del Reino futuro. El Concilio Vaticano II vuelve a proponer esta enseñanza cuando afirma que la consagración « anuncia ya la resurrección futura y la gloria del reino de los cielos ».Esto lo realiza sobre todo la opción por la virginidad, entendida siempre por la tradición como una anticipación del mundo definitivo, que ya desde ahora actúa y transforma al hombre en su totalidad.”41 Dichos valores se convierten en medios de evangelización para la cultura digital.
La vida consagrada vive de valores espirituales, sin desatender lo humano. Son los valores espirituales el centro de su vida. Esperar la vida eterna es su característica fundamental y todo su quehacer tiende a ello. El hombre consagrado se convierte en la persona de la espera. Sabe que esta vida es pasajera y la se sirve de ella tanto en cuanto pueda alcanzar la patria definitiva. Esta espera genera el don de la mediatez. Todo es relativo al Absoluto, que es Dios y la vida eterna. La persona consagrada vive de esta espera y su sola vida es don de la mediatez. Se presenta por tanto como agente evangelizador de los nativos digitales que son por naturaleza inmediatos. Vivir y practicar las virtudes teologales como ámbito natural para la persona consagrada es de por sí una evangelización silenciosa pero eficaz para quien su horizonte temporal no ve más allá que el inmediato. A condición siempre que la persona consagrada esté en una constante búsqueda de la experiencia de Dios. Con esta experiencia puede evangelizar a los nativos digitales ayudándoles a pasar de la inmediatez a la posibilidad de hacer experiencia de todo.
Si el hombre digital es el hombre encerrado en su mundo, incapaz de establecer relaciones humanas, la persona consagrada es la persona de las relaciones, la persona de la comunión. Una comunión que inicia en primer lugar con Dios y se continúa con sus hermanos. La vida fraterna en comunidad es un constante laboratorio, un gimnasio en dónde se establecen relaciones muchas veces no queridas por la persona consagrada, pero aceptadas en espíritu de fe. Quien no ha elegido sus relaciones sabe cómo hacer de esas relaciones fuente de paz y de tranquilidad. Para el nativo digital que viven encerrado muchas veces en su mundo virtual construido muchas veces a fuerza de fantasía y de deseos inexpresados irreales, la persona consagrada se presenta como un maestro de las relaciones. Su forma de interactuar con el mundo es una escuela para aquellas personas que huyendo de los hombres reales pasan su tiempo con los hombres virtuales. “(…) la vita consacrata è anche comunitaria: si vive in fraternità, per svelare a un mondo diviso, quale quello attuale, come Dio possa chiamare a vivere insieme persone diversissime tra loro, e mostrare che la ricerca del suo volto è forza decisiva e unitiva, più dinamica della pretesa disgregatrice di tutte le distinzioni, divisioni umane, di razza, cultura, temperamento, tradizione…”42
Y frente al feror excitatur del nativo digital que busca sentirse vivo en la medida en que vive de emociones, la persona consagrada se presenta como el hombre que está vivo porque vive la vida con su espíritu y no con sus sentidos. Frente al frenesí de los sentidos del hombre digital, el hombre consagrado se presenta como el que vive la primacía de Dios en su espíritu. Recordando la regla de San Benito43, la persona consagrada vive su vida sólo para Dios y en esa búsqueda encuentra la satisfacción plena de su vida. “La vida consagrada, llamada a hacer visibles en la Iglesia y en el mundo los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente, florece en esta búsqueda del rostro del Señor y del camino que a Él conduce (cf. Jn 14,4-6). Una búsqueda que lleva a experimentar la paz — «en su voluntad está nuestra paz» — y que constituye la fatiga de cada día, porque Dios es Dios y no siempre sus caminos y pensamientos son nuestros caminos y nuestros pensamientos (cf. Is 55, 8). De manera que la persona consagrada es testimonio del compromiso, gozoso al tiempo que laborioso, de la búsqueda asidua de la voluntad divina, y por ello elige utilizar todos los medios disponibles que le ayuden a conocerla y la sostengan en llevarla a cabo.”44
NOTAS
1 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 78.
2 “La Iglesia ha visto siempre en la profesión de los consejos evangélicos un camino privilegiado hacia la santidad. Las mismas expresiones con las que la define —escuela del servicio del Señor, escuela de amor y santidad, camino o estado de perfección— indican tanto la eficacia y riqueza de los medios propios de esta forma de vida evangélica, como el empeño particular de quienes la abrazan. No es casual que a lo largo de los siglos tantos consagrados hayan dejado testimonios elocuentes de santidad y hayan realizado empresas de evangelización y de servicio particularmente generosas y arduas.” Ibídem., n. 35.
3 Pablo VI, Exhortación apostólica postsinodal Evangelii nuntiandi, 8.12.1975, n. 18.
4 Pensemos por ejemplo en las declaraciones de Angela Merkel en dónde ha afirmado que el modelo multicultural en Europa ha fallado.(Congreso a los jóvenes del Cdu e Csu, 18.10.2010).
5 Pablo VI, Exhortación apostólica postsinodal Evangelii nuntiandi, 8.12.1975, n. 2.
6 Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris Missio, 7.12.1990, n. 33
7 “Siamo ora a un terzo tornante, che potremmo riassumere con la seguente espressione: cristiani non si nasce; si può diventarlo, ma questo non è percepito come necessario per vivere umanamente bene la propria vita, tanto meno per appartenere alla propria società.” Amedeo Cencini, <> Perché ha ancora senso consacrarsi a Dio, Paoline Editoriale, Milano 2010, p. 131.
8 Benedicto XVI, Carta apostólica en forma de motu proprio Ubicumquee semper, 21.09.2010.
9 Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IV Conferencia general del episcopado latinoamericano, 12.10.1992, n. 6.
10 Ibídem.
11 “La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, n. 9.
12 “Si un hijo de Dios conociera y gustara el amor divino, Dios increado, Dios encarnado, Dios que padece la pasión, que es el sumo bien, le daría todo; no sólo dejaría las otras criaturas, sino a sí mismo, y con todo su ser amaría este Dios de amor hasta transformarse totalmente en el Dios-hombre, que es el sumamente Amado.” B. Angela de Foligno, Il libro della Beata Angela da Foligno, Grotaferrata 1985, 683
13 Juan Pablo II
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