Los Factores que afectan el ejercicio de la autoridad
Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net
Contexto histórico de la autoridad en la vida consagrada.
Los momentos por los que atraviesa la vida consagrada en los inicios del tercer milenio quedarán grabados en la historia no sólo como momentos difíciles, sino como momentos de grande heroísmo. De frente a los vendavales que hacia los años setentas anunciaban inexorablemente el fin de la vida consagrada, a los mesianismos de los años ochentas que presagiaban un nuevo tipo de vida consagrada, al psicologismo de los años noventas que pretendía encontrar en la aplicación de la psicología la solución a todos los males de la vida consagrada, nos encontramos con innumerables congregaciones e institutos de vida consagrada que vuelven ahora su mirada sobre una sana espiritualidad, basada principalmente en el propio carisma, tal y como lo sugería y auspiciaba el primer documento del Concilio Vaticano II dedicado a la renovación de la vida consagrada: “Ordenándose ante todo la vida religiosa a que sus miembros sigan a Cristo y se unan a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, habrá que tener muy en cuenta que aún las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por una renovación espiritual, a la que, incluso al promover las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar.”
La vida consagrada no ha sido nunca una célula que vive aparte de la sociedad. Desde siempre ha sabido incidir en la cultura de todos los tiempos, guiada por el amor a Dios y el amor al prójimo . 1 Del amor a Dios y al prójimo fueron naciendo innumerables congregaciones e institutos de vida consagrada que han dejado una huella no sólo en la historia de la caridad, sino en la cultura de innumerables pueblos y naciones. En esta labor cultural que ha venido realzando la vida consagrada, ella misma también se ha visto beneficiada al entrar en contacto con la cultura terrena, cuando se ha adaptado adecuadamente sin perder su identidad. Podemos así afirmar que la vida consagrada tiene la cualidad de saberse adaptar a todas las situaciones sin perder su propia identidad, siguiendo la máxima descrita por Pablo VI: “Per un essere che vive, l’adattamento al suo ambiente non consiste nell’abbandonare la sua vera identità, ma nell’affermarsi, piuttosto, nella vitalità che gli è propria.” 2
En este proceso casi continuo que ha caracterizado la historia de la vida consagrada, debe entrar en diálogo con innumerables fuerzas y factores del mundo externo. Es la actualización de aquello que ya había previsto Jesús cuando dijo “Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, él mundo los odia.” (Jn. 15, 19). La vida consagrada al estar en el mundo participa por fuerza de las cosas del mundo, aunque no pertenece al mundo. “La vida religiosa es un dato histórico a la vez que una realidad teológica.” 3
Este diálogo que debe establecerse entre vida consagrada y realidades terrenas entabla necesariamente un trasvase de información. Si las realidades terrenas son evangelizadas gracias a la acción de la vida consagrada, la vida consagrada conoce las realidades terrenas y puede llegar a dejarse influenciar por éstas. Si no toma las debidas precauciones, si no hace un debido discernimiento, si es más el afán de protagonismo que el afán de la evangelización, quien debía evangelizar las realidades terrenas llevándolas a Cristo, puede quedar imbuido, salpicado y hasta bautizado por estas realidades terrenas. Tal ha sido el caso de no pocas congregaciones religiosas que durante decenios se han dedicado a exportar elementos del mundo a la vida consagrada, con el único afán, según ellos, de modernizarse, y cuyo resultado no ha sido precisamente sólo el de una modernización, sino el de una secularización, como lo ha ilustrado Benedicto XVI: “en los decenios sucesivos al concilio Vaticano II, algunos han interpretado la apertura al mundo no como una exigencia del ardor misionero del Corazón de Cristo, sino como un paso a la secularización, vislumbrando en ella algunos valores de gran densidad cristiana, como la igualdad, la libertad y la solidaridad, y mostrándose disponibles a hacer concesiones y a descubrir campos de cooperación. Así se ha asistido a intervenciones de algunos responsables eclesiales en debates éticos, respondiendo a las expectativas de la opinión pública, pero se ha dejado de hablar de ciertas verdades fundamentales de la fe, como el pecado, la gracia, la vida teologal y los novísimos. Sin darse cuenta, se ha caído en la auto-secularización de muchas comunidades eclesiales; estas, esperando agradar a los que no venían, han visto cómo se marchaban, defraudados y desilusionados, muchos de los que estaban: nuestros contemporáneos, cuando se encuentran con nosotros, quieren ver lo que no ven en ninguna otra parte, o sea, la alegría y la esperanza que brotan del hecho de estar con el Señor resucitado.” 4
En síntesis podemos afirmar que la sana postura de la vida consagrada debiera ser la de conocer y vivir su propia identidad, permaneciendo abierta a los cambios de las realidades terrenas, adaptándose a esos cambios, con el fin de cumplir su misión evangelizadora primaria que es la de ser testigo de la vida de Cristo. “Los cambios históricos y culturales traen consigo una evolución en la vida real, pero el modo y el rumbo de esa evolución son determinados por los elementos esenciales, sin los cuales, la vida religiosa pierde su identidad.” 5
Una parte de esta identidad es el ejercicio de la autoridad. Hay en la vida consagrada ciertos elementos que son inherentes a ella. Son esenciales a ella misma de tal forma que si no llegan a darse, no puede existir la vida consagrada, tal y como la concibe Jesucristo, colaborado por el Magisterio de la Iglesia. Los institutos de vida consagrada, nos dice el Código de Derecho canónico, siendo una forma estable de vida ,6 de entre muchos elementos 7 que forman dicha estabilidad de vida, requiere necesariamente la existencia de la vida fraterna en comunidad: “Un instituto religioso es una sociedad en la que los miembros, según el derecho propio, emiten votos públicos perpetuos, o temporales que han de renovarse sin embargo al vencer el plazo, y viven vida fraterna en común.” 8
Esta vida fraterna en comunidad o forma estable de vida comunitaria ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Son muchos los factores que han incidido en este cambio y que a su vez han influido en el estilo o forma del gobierno. Es importante señalar que el magisterio de la Iglesia está abierto a muy distintas formas de gobierno, dependiendo del carisma particular de cada Instituto y de los cambios que se dan en la Iglesia y en la sociedad. Lo que debe mantenerse, para que el ejercicio de la autoridad sea verdaderamente un elemento inherente y esencial a la vida consagrada es “una forma de gobierno que exprese estos valores (los valores de la vida consagrada) y una forma particular de autoridad religiosa.” 9
Los factores que han afectado a la vida fraterna en comunidad y a la forma de gobierno los podríamos catalogar en factores internos a la Iglesia y factores externos. Como factores internos podremos señalar un renovado vigor en la vivencia de la vida consagrada, producto de una adecuada renovación. “Ese encuentro más profundo y pleno con el Evangelio y con la primera irrupción del carisma fundacional, ha sido un vigoroso impulso para adquirir el verdadero espíritu que anima la fraternidad y para hallar las estructuras y los usos que han de expresarlo adecuadamente. Allí donde el encuentro con estas fuentes y con la inspiración originaria ha sido parcial o débil, la vida fraterna ha corrido riesgos y ha llegado a una cierta atonía.” 10
Como factores externos bien podríamos señalar “los movimientos de emancipación política, la reivindicación de la libertad personal y de los derechos humanos, la promoción de la mujer, la explosión de los medios de comunicación y el consumismo y el hedonismo.” 11
Factores internos y su influencia en la forma de gobierno.
Para hacer un análisis adecuado sobre los factores internos que afectan la forma de gobierno de la autoridad en la Iglesia, creo que el punto de partida es el re-descubrimiento de lo que es una comunidad. La autoridad ejerce este servicio en distintos niveles, desde el Superior General hasta el superior local. Y la ejerce precisamente sobre una comunidad, ya sea ésta loca, provincial o sobre todas las comunidades de la congregación.
Sin caer en la simplicidad o en la superficialidad, y por falta de espacio en este estudio, bien podemos afirmar que antes del Concilio Vaticano II “la vida de comunidad se caracterizaba por ser el lugar en donde poder vivir lo recibido. Se reunían para poder practicar ese conjunto teologal, para la observancia regular, para la vida espiritual que era ese conjunto de ejercicios de piedad y de virtudes, sobre todo religiosas. (…) La vida en común significaba tener actos en común aunque no se estableciese ninguna relación personal entre los miembros de la comunidad. Psicológicamente hablando, todos los actos, aún los litúrgicos, eran actos individuales, aunque en presencia física de los demás.” 12
Bajo este punto de vista la forma de gobierno era relativamente simple y sencilla. Bastaba que la autoridad asegurase la continuidad de una serie de normas, reglamentos, horarios, disposiciones, hábitos y formas de hacerse las cosas, que se habían consolidado con el tiempo. Su labor de gobierno se reducía casi a la parte externa de las personas y de la comunidad. Resultaba muy fácil confundir el gobierno de un superior con el trabajo de un administrador de hotel. Si todo funcionaba de acuerdo a lo establecido, el superior podía darse por satisfecho.
Después del Concilio Vaticano II se han dado muchos cambios al interno de la Iglesia y estos cambios han afectado lógicamente a las personas y a las instituciones. Dentro de los cambios internos que más han afectado a las personas podemos señalar la importancia que ha cobrado la dignidad de la persona humana. Y muchos son los documentos del Concilio vaticano II que reclaman el respeto a la dignidad de la persona humana. “Los hombres de nuestro tiempo se hacen cada vez más conscientes de la dignidad de la persona humana, y aumenta el número de aquellos que exigen que los hombres en su actuación gocen y usen del propio criterio y libertad responsables, guiados por la conciencia del deber y no movidos por la coacción.” 13 Esta nueva conciencia de la persona humana llega a invadir también los espacios de la comunidad en dónde cada vez más, se da una importancia capital al valor del consagrado como persona.
Los miembros que forman una comunidad comienzan a ser valorados no como partes de un todo, que es la comunidad, la provincia o la congregación, sino somos seres individuales, sujetos de derechos y de deberes. Aunque parezca curioso, los conceptos de libertad y de la propia conformación con la voluntad de Dios vienen revisados para darles su justo valor. La obediencia no es sumisión infantil de quien no sabe o no puede ejercer el propio albedrío, sino donación libre, espontánea y gozosa de la libertad. La persona que obedece no renuncia a tener una voluntad, sino a tener una voluntad propia. Decide someter su voluntad, a la cual nunca podrá renunciar, en manos de Dios, a hacer de su voluntad una sola con la voluntad de Dios. Y por ello pone en manos de quien cree que es el representante de Dios para ella, es decir, el superior, la capacidad de decidir personalmente. El superior no decide por la persona consagrada, sino que le indica lo que debe hacer para seguir la voluntad de Dios. Se pone entonces en marcha todo el mecanismo de la voluntad cuando la persona consagrada ve en el superior la voluntad de Dios. Mueve su voluntad y su querer para querer y hacer lo que cree que es la voluntad de Dios, según las indicaciones del superior. Indicaciones que pueden estar expresas en un horario, una indicación, en las Constituciones, reglamentos o decretos de la congregación.
El descubrimiento de la dignidad de la persona conlleva un cambio en el estilo de gobierno, auspiciado por el Concilio Vaticano II en el decreto Perfectae caritatis: “Gobiernen a sus súbditos como a hijos de Dios y con respeto a la persona humana.” 14 La persona humana es ahora el centro de atención en el servicio de la autoridad. La forma de gobierno viene influenciada por esta nueva visión en forma tal que comienza a importar más la persona consagrada que lo que hace. En primer lugar el íter formativo se revisa con el fin de formar personas para la libertad y el superior en cada comunidad de alguna manera es el que debe ayudar a continuar creciendo a los individuos a él confiados. Se pasa por tanto de un gobierno que se fijaba meramente en el exterior de las personas y las obras, a un gobierno que busca más la realización plena de las personas consagradas y el funcionamiento de las obras de apostolado bajo el punto de vista espiritual.
El superior comienza a desarrollar un rol de animación espiritual más que gerencial o administrativo. Si bien toda comunidad pudiera ser vista como un agregado social, ahora el superior comienza a fijarse más en el verdadero sentido teológico y espiritual de la comunidad: “Por lo tanto, no se puede comprender la comunidad religiosa sin partir de que es don de Dios, de que es un misterio y de que hunde sus raíces en el corazón mismo de la Trinidad santa y santificadora, que la quiere como parte del misterio de la Iglesia para la vida del mundo.” El trabajo de animación espiritual viene a reforzar este misterio, tanto de la comunidad en sí, como de cada una de las personas que la componen. “La autoridad está llamada a promover la dignidad de la persona, prestando atención a cada uno de los miembros de la comunidad y a su camino de crecimiento, haciendo a cada uno el don de la propia estima y la propia consideración positiva, nutriendo un sincero afecto para con todos, guardando con reserva las confidencias recibidas.” 16
Como en todo, siempre habrá que guardar un equilibrio, pues si antes la persona contaba poco o nada, ahora puede caerse en el exceso de dejar a la persona consagrada en total autonomía por un falso concepto de libertad. “Todo eso implica reconocer a la autoridad un papel importante en relación con la misión, dentro de la fidelidad al propio carisma; una función nada simple ni exenta de dificultades y equívocos. En el pasado el riesgo venía de una autoridad prevalentemente orientada a la gestión de las obras, con peligro de descuidar a las personas; hoy, en cambio, el riesgo puede venir del excesivo temor, por parte de la autoridad, de herir susceptibilidades personales, o de una fragmentación de competencias y responsabilidades que debiliten la convergencia hacia el objetivo común y desvanezcan la intervención de la autoridad.” 17
Sin querer encerrar todo en una fórmula, quizás convenga recordar las palabras de Juan Pablo II cuando mencionaba el papel eminentemente directivo de la autoridad. “Si bien es cierto que la autoridad debe ser ante todo fraterna y espiritual, y que quien la detenta debe consecuentemente saber involucrar mediante el diálogo a los hermanos y hermanas en el proceso de decisión, conviene recordar, sin embargo, que la última palabra corresponde a la autoridad, a la cual compete también hacer respetar las decisiones tomadas.” 18
Un segundo factor interno que debemos tomar en cuenta es el esfuerzo que muchas congregaciones han hecho por volver a los orígenes. La invitación del la Perfectae caritatis a volver a los orígenes. “Redunda en bien mismo de la Iglesia el que todos los Institutos tengan su carácter y fin propios. Por tanto, han de conocerse y conservarse con fidelidad el espíritu y los propósitos de los Fundadores, lo mismo que las sanas tradiciones, pues, todo ello constituye el patrimonio de cada uno de los Institutos.” 19 Este volver a los orígenes ha significado para una buena parte de los Institutos de vida consagrada un redescubrimiento de su identidad. No es que antes del Vaticano II tal identidad no existiera. Pero muchas veces venía opacada por férreas tradiciones culturales que se confundían con la esencia del Instituto. O anacrónicas costumbres y hábitos que impedían la elasticidad y flexibilidad necesaria para lograr la adaptación que requerían las cambiantes situaciones de la sociedad moderna. Se daban también interpretaciones de la vida espiritualidad que impedían una sana vida de relación entre los miembros de la congregación y de la comunidad y de éstos con el mundo, especialmente con la juventud.
El esfuerzo realizado por descubrir el carácter propio de cada Instituto a través de la vivencia fiel al espíritu y propósitos del los Fundadores ha ocasionado no sólo una vida más plena y vigorosa al interno de las comunidades que los ha llevado a revisar la forma de vida interna, las relaciones entre ellos mismos y la sociedad y la adecuada adaptación del estilo de vida y de los apostolados al mundo de hoy. Ha originado también una nueva forma de llevar el ejercicio de la autoridad al descubrir que se debía dar mayor importancia a la vivencia interna y por convicción de las Constituciones y la regla. A la vivencia gozosa de la vida fraterna de comunidad en contraposición a hombres y mujeres que vivían individualmente ciertos actos de comunidad. Al desarrollo de los apostolados guiados por el carisma propio para responder a las necesidades del mundo, procurando en su ejercicio la colegialidad con todos los miembros de la comunidad, la aplicación del carisma propio y la incidencia efectiva y espiritual frente a las necesidades de los hombres.
Estos cambios que se han dado al interno de las congregaciones religiosas y de sus propias comunidades han dado origen a un nuevo tipo del ejercicio de la autoridad. Ahora la autoridad debe preocuparse más por la vida interna, la vida espiritual de cada miembro de la comunidad. “Buscar la voluntad de Dios significa buscar una voluntad amiga, benévola, que quiere nuestra realización, que desea sobre todo la libre respuesta de amor al amor suyo, para convertirnos en instrumentos del amor divino. En esta via amoris es donde se abre la flor de la escucha y la obediencia.” 20
Consciente del valor de su dignidad como persona humana y su excelso valor como hijo de Dios y como persona consagrada a Dios, la autoridad se ejerce en función de estos valores .21 Su objetivo, una vez hecha dicha valoración, será la de ayudar a que cada miembro de la comunidad pueda vivir con gozo la vocación a la que Dios le ha llamado .22 Es una postura de grande reverencia ante el misterio sagrado de la vocación, pero por lo mismo, de una grande sabiduría para saber actuar con decisión y caridad para ayudar a que la persona conserve y desarrolle el gran don de la vocación. “Buscar la voluntad de Dios significa buscar una voluntad amiga, benévola, que quiere nuestra realización, que desea sobre todo la libre respuesta de amor al amor suyo, para convertirnos en instrumentos del amor divino. En esta via amoris es donde se abre la flor de la escucha y la obediencia.” 23
Podemos entonces afirmar que el ejercicio de la autoridad ha venido modificándose con el paso del tiempo adaptándose para acoger las riquezas que se han desprendido de la conciencia del valor de la comunidad, del descubrimiento del propio carisma y del cuidado que se debe dar a cada persona, como hijo de Dios y como consagrada a Dios.
Factores externos y su influencia en la forma de gobierno.
Los cambios a los que se somete la sociedad son cambios que afectan a cada comunidad y por tanto al ejercicio de la autoridad. La vida consagrada no vive en una cápsula aislada de la sociedad y de todo lo que en ella sucede. Así como es de desear que la vida consagrada influya en la sociedad en forma positiva llevándole el mensaje de la salvación, de la misma manera la sociedad influye en la vida consagrada. No es posible vivir una vida consagrada aislada del mundo, que por otra parte, nunca ha sido ese el objetivo de los fundadores y las fundadoras de las congregaciones religiosas. Por la misión a la que han sido llamados, los institutos religiosos están llamados a ejercer una influencia en la cultura y en la salvación del hombre. “Misión peculiar de la vida consagrada es mantener viva en los bautizados la conciencia de los valores fundamentales del Evangelio, dando «un testimonio magnífico y extraordinario de que sin el espíritu de las Bienaventuranzas no se puede transformar este mundo y ofrecerlo a Dios»” 24
El testimonio que las personas consagradas han dado el evangelio ha sido elemento decisivo en muchos períodos de la humanidad, pues gracias a este testimonio la vida consagrada ha llevado no sólo el evangelio sino los avances de una sociedad más justa y más fraterna .25
Pero el contacto con el mundo no deja indiferente a la vida consagrada. Sus elementos esenciales se ven constantemente influidos por los cambios que experimenta la sociedad, ya que ella misma, desde el punto de vista humano, está formado por hombres y mujeres que son hijos de su propio tiempo. Será importante llevar a cabo un constante discernimiento para saber distinguir lo esencial de lo accesorio en la vida consagrada, de tal forma que la vida consagrada pueda adaptarse a los cambios sociales y culturales sin perder ella su propia identidad. “Los cambios históricos y culturales traen consigo una evolución en la vida real, pero el modo y el rumbo de esa evolución son determinados por los elementos esenciales, sin los cuales, la vida religiosa pierde su identidad.” 26
Podemos afirmar para nuestro estudio, que los cambios que se dan en el mundo, afectan de una u otra manera a los elementos esenciales de la vida consagrada. Pero deberán ser estos elementos lo que guíen la forma en que los cambios que se dan en el mundo deberán ser considerados, valorados y después aplicados y adaptados a la vida consagrada. No se trata de asemejarse al mundo, sino de hacerse más presente en el mundo con la identidad de la vida consagrada.
Uno de los elementos externos que más han influenciado la vida fraterna en comunidad y por tanto el ejercicio de la autoridad es la emancipación política y social. Asistimos a un fenómeno en que la situación del otro se considera como propia y la solidaridad se hace práctica común en todos los niveles de la sociedad. La fuerte migración del sector rural a las poblaciones urbanas en América Latina, la separación cada vez más grande entre países ricos y países pobres, la reivindicación de derechos legítimos por parte de las minorías son problemas de nuestras sociedades que influyen de una u otra manera a las comunidades religiosas. La situación de pobreza extrema ha originado en no pocas congregaciones y comunidades un compromiso preferencial por los pobres que los ha llevado a cambiar algunas formas de vida para adecuarla a un a forma más sobria y más en consonancia con los tiempos actuales o incluso a desplazarse para estar más cerca de ellos y ayudarlos con más eficacia, además de dar así un testimonio de vida.
Este tipo de compromisos origina no pocos cambios en la forma de gobierno. El superior, atento siempre a cumplir la voluntad de Dios y a ayudar a otros a cumplirla 27 debe darse cuenta de esta tendencia y adaptar el carisma, los compromisos apostólicos de la comunidad y la vida ordinaria de la misma a esta exigencia de nuestros tiempos. Hoy en día no es posible vivir de espaldas a la situación del mundo. Si bien es cierto que el superior debe huir de los clichés acuñados en las décadas pasadas en dónde le compromiso con los pobres era más una postura política que una respuesta verdadera a la tarea de la evangelización desde el propio carisma, también es cierto que la comunidad debe sentirse solidaria con los problemas que acucian el mundo, desde los problemas de índole material, hasta aquellos estrictamente espirituales. El estilo de ejercer la autoridad se verá entonces necesariamente modificado en forma tal de no ignorar la situación del mundo en el que se vive. La vida consagrada siempre ha dado ejemplo de su inserción en el mundo a través de un compromiso social basado en la tarea de la evangelización. Hoy se propone también la posibilidad de seguirse insertando en el mundo, por lo que la autoridad debe estar siempre abierta a dar una respuesta generosa a los cambios políticos y sociales que se van dando.
Estos cambios influyen también al interno de cada comunidad ya que con más frecuencia cada una de ellas se conforma con miembros de distintas nacionalidades, culturas y razas. La posibilidad de ser verdaderos expertos de comunión, obliga a la autoridad a tomar en cuenta las diferencias propias y naturales entre los miembros, no para dividir más, sino para unir mejor a través del propio carisma. El superior debe ejercer su autoridad basado en la creación de la cultura del carisma que sirve de agente aglutinador. No se trata de olvidar o menospreciar las diferencias culturales o raciales, sino de aprovecharlas para el bien de la comunidad. El ejercicio de la autoridad suscitar y promover más los factores que unen a las distintas culturas y no estar solamente como árbitro de decisiones para balancear los elementos que crean desunión entre las diversas culturas que componen una comunidad.
A continuación, como segundo elemento externo que influye en la forma de gobierno, el citado documento Vida fraterna en comunidad señala la reivindicación de la libertad personal y de los derechos humanos. “La afirmación unilateral y exasperada de la libertad ha contribuido a difundir en Occidente la cultura del individualismo, con el debilitamiento del ideal de la vida común y del compromiso por los proyectos comunitarios.” 28 El tema de la libertad ha influido el modo de relacionarse y comportarse en la sociedad. Todo aquello que recuerde a relaciones de siervo y señor, especialmente en Europa, son tenidas como antisociales y deben ser combatidas a costa de todo. Por otra parte, nuestra sociedad ha exaltado hasta la exasperación el valor de la libertad, teniéndolo incluso ya no solo como un valor, sino como un ídolo al que hay que adorar y rendir culto. Se llega a confundir derecho con capricho y libertad con libertinajes. Las consecuencias, funestas, de dicho modo de pensar las podemos observar hoy día en nuestra sociedad en donde, para defender a toda costa un mal entendido concepto de libertad, se cancelan los más elementales derechos humanos, como el derecho a la vida, y se exaltan lo que deberían ser miserias humanas como la afirmación de sí mismo por encima de la solidaridad.
Esta forma de pensar también ha permeado las comunidades religiosas. Se piensa ahora más en el bienestar personal, en la propia realización y de esta manera se da origen a posturas de individualismo, de cerrazón y falta de cooperación al interno del proyecto comunitario. “Pero no podemos olvidar que cuando la libertad se hace arbitraria y la autonomía de la persona se entiende como independencia respecto al Creador y respecto a los demás, entonces nos encontramos ante formas de idolatría que no sólo no aumentan la libertad sino que esclavizan.” 29 La forma de gobierno ha sufrido modificaciones sustanciales en este sentido desde que se mal interpreto aquello que dijo el Concilio Vaticano II en referencia a la libertad y al respeto con el que los Superiores deben tratar a los miembro d la comunidad. “Mas los Superiores, que habrán de dar cuenta a Dios de las almas a ellos encomendadas, dóciles a la voluntad divina en el desempeño de su cargo, ejerzan su autoridad en espíritu de servicio para con sus hermanos, de suerte que pongan de manifiesto la caridad con que Dios los ama. Gobiernen a sus súbditos como a hijos de Dios y con respeto a la persona humana.” 30
La toma de conciencia del valor de la dignidad humana y la importancia que la sociedad está dando a la libertad individual, debe llevar a los superiores a revisar su forma de gobierno, para que, lejos de disminuirla o relativizarla, ayude a todos a captar su verdadero valor y significado en la vida consagrada. Quien se consagra a Dios no lo hace para cumplir la voluntad del superior, sino para cumplir con la voluntad de Dios, 31 tal y como la afirma el Magisterio de la Iglesia. “Dios manifiesta su voluntad a través de la moción interior del Espíritu, que «guía a la verdad entera» (cf. Jn 16, 13) y también a través de múltiples mediaciones externas. (…) Las mediaciones que comunican exteriormente la voluntad de Dios se reconocen en los avatares de la vida y en las exigencias propias de la vocación específica; pero también se expresan en las leyes que regulan la vida social y en las disposiciones de quienes están llamados a guiarla. En el contexto eclesial, las leyes y disposiciones legítimamente dadas permiten reconocer la voluntad de Dios, ya que plasman concreta y «ordenadamente» las exigencias evangélicas, a partir de las cuales aquéllas se formulan y perciben. (…) Además, las personas consagradas son llamadas al seguimiento de Cristo obediente dentro de un «proyecto evangélico», o carismático, suscitado por el Espíritu y autenticado por la Iglesia. Ésta, cuando aprueba un proyecto carismático como es un Instituto religioso, garantiza que las inspiraciones que lo animan y las normas que lo rigen abren un itinerario de búsqueda de Dios y de santidad. En consecuencia, la Regla y las demás ordenaciones de vida se convierten también en mediación de la voluntad del Señor: mediación humana, sí, pero autorizada; imperfecta y al mismo tiempo vinculante; punto de partida del que arrancar cada día y punto también que sobrepasar con impulso generoso y creativo hacia la santidad que Dios «quiere» para cada consagrado. En este camino, la autoridad tiene la obligación pastoral de guiar y decidir. Es evidente que todo esto será vivido de manera coherente y fructuosa sólo si se mantienen vivos el deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios, así como la conciencia de la propia fragilidad y la aceptación de la validez de las mediaciones específicas, incluso cuando no se llega a captar del todo las razones que presentan. Las intuiciones espirituales de los fundadores y de las fundadoras, especialmente aquellos que mayormente han marcado el camino de la vida religiosa a lo largo de los siglos, siempre han dado gran realce a la obediencia. San Benito ya al comienzo de su Regla se dirige al monje diciéndole: «A ti, pues, se dirigen estas mis palabras, (...) si es que te has decidido a renunciar a tus propias voluntades y esgrimes las potentísimas y gloriosas armas de la obediencia para servir al verdadero rey, Cristo el Señor».” 32
Quien ejerce la autoridad no lo hace a título propio, sino como una mediación, es decir una ayuda para que todas las personas que están bajo su custodia puedan mejor cumplir con la voluntad de Dios. Esta libre aceptación de las mediaciones de ninguna manera hiere la dignidad de la persona humana ni menoscaba su libertad, ya que quien quiere seguir la voluntad de Dios libremente acepta por la fe las mediaciones humanas que lo lleven de la mejor manera posible a cumplir con lo único que él quiere, la voluntad de Dios.
La forma de gobierno deberá tomar en cuenta las falsas concepciones que actualmente se dan en lo que se refiere a la dignidad y a la libertad del hombre, por lo que deberá seguir dos caminos complementarios. En primer lugar y sobretodo en las primeras etapas de formación, convendrá que se dé una explicación completa, razonada y bien fundamentada en argumentos teológicos, filosóficos y humanos sobre el verdadero valor de la dignidad y la libertad humana para quitar prejuicios propios de una cultura de pensamiento débil en dónde dignidad y libertad humana muchas veces vienen equiparadas con el deseo, las ganas, el sentimiento o incluso las más bajas pasiones humanas. Enseñar de nuevo que el camino de la virtud, del esfuerzo, de la negación de sí mismo por conquistar un ideal no es equivalente a menosprecio del cuerpo o a cortar la espontaneidad del ser humano, sino que son medios para hacer del hombre un ser más humano.
En segundo lugar, el superior deberá también educarse a sí mismo para saber que ejercita la autoridad y no el autoritarismo, esto es, que debe tomar conciencia de la dignidad y la libertad de las personas a él encomendadas. Su servicio es el de llevar a esas personas a la plenitud de su vocación conociendo y respetando su psicología, su etapa de vida espiritual en la que se encuentra, en una palabra, respetando su dignidad como persona humana. Este respeto lo debe llevar a conocer de tal manera a la persona que está guiando, que el superior pueda encontrar las mejores motivaciones para que la persona pueda siempre ponerse libre y autónomamente en marcha hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios. Y como no hay medio más adecuado para el respeto de la dignidad y de la libertad de la persona que el propio ejemplo, el superior deberá ser el primero en dar ejemplo del cumplimiento de la voluntad de Dios. “Es preciso una gran coherencia por parte de quienes guían los Institutos, las provincias (u otras circunscripciones del Instituto) o las comunidades. La persona llamada a ejercer la autoridad debe saber que sólo podrá hacerlo si ella emprende aquella peregrinación que lleva a buscar con intensidad y rectitud la voluntad de Dios. Vale para ella el consejo que san Ignacio de Antioquía daba a un obispo: «Nada se haga sin tu conocimiento, ni tú tampoco hagas nada sin contar con Dios».25 25 La autoridad debe obrar de forma que los hermanos o hermanas se den cuenta de que ella, cuando manda, lo hace sólo por obedecer a Dios.” 33
Como tercer punto externo que influye en la forma de gobierno tenemos la promoción de la mujer. Ya no es una novedad hablar del papel preponderante que tiene la mujer en la sociedad. Gracias a la revalorización de su dignidad y a la ayuda enorme que presta con su feminidad y maternidad espiritual a la formación y al desarrollo de la humanidad, la mujer ha alcanzado cotas en la sociedad hasta hace unos pocos decenios insospechadas. Desde los más elementales derechos como ciudadana hasta alcanzar los más altos cargos como funcionario público, la política ha sido un campo en que la mujer ha comenzado a tener una influencia considerable. Y esto es sólo por mencionar un ejemplo de los muchos campos en los que la mujer comienza a desarrollar un papel preponderante en la sociedad. “Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.” 34
Todas las conquistas y proezas de la mujer en estos últimos decenios han influido también en la forma de gobierno de las comunidades religiosas, especialmente las femeninas. Y esto por dos motivos. En primer lugar, el desarrollo social ha abierto inmensas posibilidades de realización personal para la mujer. El mundo religioso se ha visto también beneficiado de esta conquista social, ya que muchos puestos de trabajo o de cargos y responsabilidades reservadas hasta hacía poco únicamente a los hombres, ahora se ven abiertos a las mujeres. Por ello, la dirección de muchas obras de apostolado se ha abierto a las mujeres, requiriendo de ellas una preparación a la altura del cometido. La valorización de la mujer, en nuestra sociedad llamada postmoderna o digital, comienza a girar en torno más a lo que se hace, a lo que se produce que a lo que se aporta, que a lo que la persona es en su esencia. La realización personal comienza a medirse más en cantidad de trabajo que en calidad de vida. Esta nueva valorización de la mujer puede también infiltrarse en las comunidades religiosas en donde las mujeres consagradas temen no ser consideradas o tomadas en cuenta de acuerdo a esta nueva mentalidad. Si bien es cierto que la nueva mentalidad aporta valores muy positivos en la consideración de la mujer, es cierto también que reducir a la mujer a un objeto de producción no va de acuerdo con la doctrina cristiana.
Son muchas las congregaciones religiosas que en su afán de considerar a la mujer bajo esta nueva visión han comenzado a preparar mejor a sus religiosas, aprovechando las nuevas oportunidades abiertas para ellas y siempre dentro del marco del propio carisma. Sin embargo el gobierno de las comunidades y congregaciones puede verse modificado de tal forma que sólo se piense en función de la utilidad que aporta la religiosa en la comunidad o en la congregación. La frescura de un gobierno que puede disponer de sus miembros como verdaderos hijos de dios, puede quedar amenazada por esta concepción utilitarista del apostolado, llegando incluso a poner en entredicho la obediencia a al legítima autoridad. “Siempre existe el peligro de reducir la misión a una profesión que se ejerce con vistas a la propia realización y que, por consiguiente, uno desempeña por cuenta propia.” 35
Por ello, junto con una adecuada formación profesional ,36 es necesario dotar a la mujer consagrada de una cuidada y selecta formación espiritual y humana que le permita conocerse con profundidad para no dejarse llevar del vaivén de sus pasiones o de sus intereses personas y estar siempre enraizada en lo que debe ser el fundamento de su vida consagrada, su amor a Cristo.
El segundo motivo por el cual la forma de gobierno de las comunidades y congregaciones puede verse modificado por la revalorización de la dignidad de la mujer se debe por las mujeres que están entrando ahora a la vida consagrada. Son hijas de su mundo y vienen muchas veces cargadas con una concepción de la mujer quizás un poco cargada hacia el extremo de pensar que los derechos reivindicados en la sociedad también pueden aplicarse al mundo religioso. Es necesario por tanto una purificación de los elementos espurios de esta visión para quedarse con todo lo positivo y adecuarlo a la propia consagración. La formadora en primer lugar y después la superiora de comunidad, han de hacer ver a la mujer consagrada la belleza de una donación total y sin límite basado no en un esquema pragmático de la realización personal por el trabajo, sino en la realización personal por el cumplimiento libre y alegre de la voluntad de Dios. “No es nada raro que la misión se dirija hoy a personas preocupadas por la propia autonomía, celosas de su libertad y temerosas de perder su independencia.
La persona consagrada, con su misma existencia, muestra la posibilidad de un camino distinto de realización de la propia vida; un camino donde Dios es la meta, su Palabra la luz y su voluntad la guía; un camino en que se avanza con serenidad, sabiéndose seguros de estar sostenidos por las manos de un Padre acogedor y providente; donde uno está acompañado de hermanos y hermanas y empujado por el Espíritu, que quiere y puede saciar los deseos sembrados por el Padre en el corazón de cada uno.” 37
Los medios de comunicación, o como bien dice el documento Vida fraterna en comunidad, la explosión de los medios de comunicación también ha generado grandes cambios en la sociedad que de alguna manera han influido en la vida fraterna en comunidad y consecuentemente en la forma de ejercitar la autoridad. Históricamente siempre han existido los medios de comunicación, desde los remotos tambores en la selva que trasmitían noticias, los papiros en las culturas egipcias o china, pasando por los juglares de la Edad Media que en Europa fueron medios excelentes para la transmisión de la comunicación, hasta los primeros periódicos o las estaciones de radio. Pero ahora nos enfrentamos no sólo al fenómeno de la velocidad en la transmisión de la información sino a una nueva y verdadera cultura generada por los últimos medios de comunicación. No es sólo la velocidad que ha generado esta nueva cultura, sino el contenido y la manera de manejar estos contenidos.
La así llamada cultura digital permite desarrollar en el ser humano posturas frente a la vida antes inéditas. Es capaz de comunicar sentimientos que no siente, conceptos que no ha desarrollado, emociones que no ha experimentado. Puede estar simultáneamente en muchos lugares a la vez y en ninguno. La nueva cultura le permite ser amigo de una cantidad enorme de personas a las que nunca conocerá, con las que nunca hablará y de las que tal vez ignorará su verdadera identidad y sus verdaderos sentimientos. Una cultura que mira más a la forma de la comunicación que al contenido.
Dicha cultura digital forma ya también parte del bagaje cultural de las comunidades y reciben una influencia notable de parte de los medios de comunicación. “La explosión de los medios de comunicación a partir de los años 60, ha influido notablemente, y dramáticamente, en el nivel general de la información, en el sentido de responsabilidad social y apostólica, en la movilidad apostólica, y en la calidad de las relaciones internas; por no hablar del estilo concreto de vida y del clima de recogimiento que debería caracterizar a la comunidad religiosa.” 38 La autoridad no sólo debe ser capaz de regular el buen uso de los medios de comunicación, en función siempre de la consagración, de la identidad carismática del Instituto y del proyecto apostólico de la comunidad, sino y sobretodo, no dejar que comportamientos, formas de pensar y criterios del mundo que se vienen libremente transportados por los medios de comunicación hagan mella en el alma de las personas consagradas y comiencen a conformar más su vida de acuerdo a estos criterios y no de acuerdo a las Constituciones del Instituto. Mucha de la laicización de la vida consagrada de la que Benedicto XVI ha hecho evidente, proviene precisamente del haber dejado puertas abiertas sin discriminación alguna, al uso de los medios de comunicación en comunidad .39
Por otra parte, la autoridad debe también tomar en cuenta el grave daño que la comunidad puede recibir de los medios de comunicación cuando su uso priva a los miembros de un adecuado descanso de los sentidos, de una participación activa en la vida de comunidad y de un elemental silencio del alma que permite a la persona consagrada unir su alma y su corazón a Dios.
La autoridad enfrenta por primera vez el reto de saber usar de los medios de comunicación en la medida en que éstos ayuden a vivir la consagración con más coherencia y radicalidad y al mismo tiempo formar a los miembros en la madurez, de forma tal que ellos mismos sean los primeros en identificar aquellas estilos de vida que proviniendo de los medios de comunicación, pueden restarles frescura y lozanía a su propia consagración. Quizás en la formación al uso adecuado de los medios de comunicación en comunidad, el superior y el formador tienen hoy más que nunca la posibilidad de formar en al autoconvicción y en la madurez, como auspiciaba el Concilio Vaticano II: “Por medio de una formación sabiamente ordenada, hay que cultivar también en los alumnos la necesaria madurez humana, cuyas principales manifestaciones son la estabilidad de espíritu, la capacidad para tomar prudentes decisiones y la rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres” . 40
Por último, como factor externo que ha influido y sigue influyendo la forma de gobierno en las comunidades y en las congregaciones en general es “el consumismo y el hedonismo, que, junto con un debilitamiento de la visión de fe propio del secularismo, en muchas regiones no han dejado indiferentes a las comunidades religiosas, poniendo a dura prueba la capacidad de algunas para «resistir al mal», pero suscitando también nuevos estilos de vida personal y comunitaria que son un claro testimonio evangélico para nuestro mundo.” Después del Concilio Vaticano II, muchas congregaciones se dieron a la tarea de modelar un nuevo estilo de vida fraterna en comunidad, podríamos decir que más humano y girando más en torno a un espíritu de familia, y no sólo a crear un ambiente en dónde muchas individualidades vivían, trabajaban y oraban en común. Ha habido muy buenos resultados y ahora podemos ver en la mayoría de las congregaciones comunidades fuertes en su identidad que sirven de apoyo para todos los miembros que confirman dicha comunidad. Sin embargo hay comunidades que se han ido al extremo y por apoyar una mal entendida libertad han caído en un individualismo y en un libertinaje. En esos casos la vida fraterna en comunidad se reduce a compartir actividades de rezo o de apostolado en común, a compartir las comidas en un horario determinado y un poco más que eso. Se da por tanto un hedonismo que no es un guiarse por el placer sensual, sino el guiarse por lo más fácil, por lo que el individuo cree que es más conveniente para él, llegando incluso a hacer prevalecer sus planes personales sobre la comunidad, en una mal entendida realización personal .42 La autoridad tiene que estar atenta por un lado a promover sí, la realización de cada persona en la comunidad, pero no a expensas de la misma comunidad ni del propio carisma. En este caso, muchos superiores han caído en lo que se llama el error de la renuncia de la autoridad, renunciando a ejercer una forma de gobierno capaz de conjuntar las exigencias de la realización personal con las exigencias del carisma y de la comunidad.
“Por esto, mientras en la comunidad todos están llamados a buscar lo que agrada a Dios así como a obedecerle a Él, algunos en concreto son llamados a ejercer, generalmente de forma temporal, el oficio particular de ser signo de unidad y guía en la búsqueda coral y en la realización personal y comunitaria de la voluntad de Dios. Éste es el servicio de la autoridad.” 43
Y siguiendo siempre en relación con el hedonismo nos damos cuenta de una gran transformación que han sufrido las comunidades, quizás por un malentendido sentido de la adaptación que deberían hacer las comunidades a los tiempos actuales. Juan XXIII había dicho que “En nuestro tiempo, la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia a las armas de la severidad.” 44 Muchos han entendido esta medicina de la misericordia como una concesión demasiada abierta a copiar conductas mundanas dentro de la comunidad, pasando de una rigidez fría que no permitía ninguna desviación de las normas, a un laxismo condescendiente de forma tal que muchas comunidades se asemejan más a un hotel de lujo que un oasis de oración. Con el pretexto de adaptarse al mundo se han copiado formas de ser y de vivir impropias de una persona consagrada: “Una cierta acomodación a la índole propia de los seglares, en las indispensables o, con frecuencia, fructuosas relaciones con ellos, sobre todo cuando son colaboradores; y, de este modo, en vez de ofrecer el propio testimonio religioso como un don fraterno que sirva de fermento a su autenticidad cristiana, se llega a ser como ellos, asumiendo sus modos de ver y de actuar, reduciendo así la aportación específica de la propia consagración.” 45 En este caso la autoridad debería recordar que una tarea importante es la de ofrecer a los hermanos y las hermanas el recuerdo constante de las Constituciones y la regla, de forma tal que los esté constantemente impulsando a una vivencia gozosa del carisma propio, reflejado en esas constituciones y normas. De esta manera librará a la comunidad de caer en el aseglaramiento, alejándose de esta manera de su función de ser testimonio de vida cristiana para toda la Iglesia.
Un último punto sobre los factores externos que inciden en la forma de gobierno de las comunidades lo queremos dedicar a las aplicaciones de Bauman 46 sobre la sociedad líquida y sus aplicaciones a la vida consagrada. “La società liquido-moderna proibisce a se stessa, come collettività, di pronunciarsi su ciò che è vero e ciò che è falso, ciò che è bene e ciò che è male, non favorendo, così, la condivisione dei valori che umanizzano la vita. Queste sfide incidono pure sul rapporto tra presbiteri e vita religiosa femminile, interpellando le due parti a relazioni di qualità e all’autorevolezza.” 47 La dictadura del relativismo a la que tantas veces ha aludido el Papa Benedicto XVI , 48 puede que se haya insertado en el estilo de la vida consagrada, de tal forma que la vivencia de ciertos valores que antes se consideraban incuestionables, sean ahora motivo de duda o de revisión constante que ocasiona únicamente un desgaste de fuerzas y puntos de vista irreconciliables para con la fe. En este caso el gobierno de la autoridad se cuestiona siempre, ya que rara vez suele satisfacer a todos los miembros de la comunidad o a todas las exigencias personales de la persona. No se tiene el valor de la obediencia como uno de los máximos valores sobre los cuáles se debe construir la comunidad y todo termina en un triste laissez faire, laissez passer. “Il voler concludere, dal fatto che un ordine dato appaia oggettivamente meno buono, che esso è illegittimo e contrario alla coscienza, significherebbe misconoscere, in una maniera poco realistica, l’oscurità e l’ambivalenza di non poche realtà umane.” 49 Por ello, cuando falta esta visión de fe y todo queda reducido al relativismo, se hará muy difícil para el superior de comunidad el gobernar, apelando al valor de la obediencia. “Le relazioni sono virtuali o al più funzionali, non di reciprocità costruttiva. Manca l’autorevolezza, quel di “più” - magis da cui magister – che fa crescere.” 50
NOTAS
1 “Siguiendo los pasos del Hijo del hombre, que « no ha venido a ser servido, sino a servir » (Mt 20, 28), la vida consagrada, al menos en los mejores períodos de su larga historia, se ha caracterizado por este « lavar los pies », es decir, por el servicio, especialmente a los más pobres y necesitados.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 75.
2 Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelica testificatio, 29.6.1971, n. 51.
3 Sagrada Congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales de la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
4 Benedicto XVI, Discursos, 7.9.2009.
5 Sagrada Congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales de la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
6 Código de Derecho Canónico, 25.1.1983, c.573 § 1.
7 El documento Elementos esenciales de la vida religiosa, al cual remitimos para un adecuado estudio del tema, enuncia los siguientes elementos que deben considerarse esenciales a la vida consagrada. “La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe.” Sagrada Congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales de la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
8 Ibídem., c. 607 § 2.
9 Sagrada Congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales de la vida religiosa, 31.5.1983, n. II. 49.
10 Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, Vida fraterna en comunidad, 2.2.1994, n. 1b.
11 Ibídem., n. 4.
12 P. Gregorio Iriarte. Omi., La vida religiosa frente al cambio de época, Ediciones Paulinas, Lima 2006, p. 110.
13 Concilio Vaticano II, Dignitatis humanae, 7.12.1965, n. 1.
14 Concilio Vaticano II, Perfectae caritatis, 28.10.1965, n.14.
15 Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, Vida fraterna en comunidad, 2.2.1994, n. 8.
16 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 11.5.2008, 13c.
17 Ibídem., n. 25.
18 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 25.
19 Concili Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 2b.
20 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 11.5.2008, n. 4.
21 “Por esto, mientras en la comunidad todos están llamados a buscar lo que agrada a Dios así como a obedecerle a Él, algunos en concreto son llamados a ejercer, generalmente de forma temporal, el oficio particular de ser signo de unidad y guía en la búsqueda coral y en la realización personal y comunitaria de la voluntad de Dios. Éste es el servicio de la autoridad.” Ibídem., n. 1.
22 “De manera que la persona consagrada es testimonio del compromiso, gozoso al tiempo que laborioso, de la búsqueda asidua de la voluntad divina, y por ello elige utilizar todos los medios disponibles que le ayuden a conocerla y la sostengan en llevarla a cabo.” Ibídem., n. 1.
23 Ibídem., n. 4.
24 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 33.
25 “El testimonio de las personas consagradas es particularmente elocuente. A este propósito, se ha de reconocer, ante todo, el papel fundamental que ha tenido el monacato y la vida consagrada en la evangelización de Europa y en la construcción de su identidad cristiana.(66) Este papel no puede faltar hoy, en un momento en el que urge una « nueva evangelización » del Continente, y en el que la creación de estructuras y vínculos más complejos lo sitúan ante un cambio delicado. Europa necesita siempre la santidad, la profecía, la actividad evangelizadora y de servicio de las personas consagradas.” Juan Pablo II, Exhortacón apostólica Ecclesia in Europa, 28.6.2003, n.37 “La historia de la evangelización de América es un elocuente testimonio del ingente esfuerzo misional realizado por tantas personas consagradas, las cuales, desde el comienzo, anunciaron el Evangelio, defendieron los derechos de los indígenas y, con amor heroico a Cristo, se entregaron al servicio del pueblo de Dios en el Continente. La aportación de las personas consagradas al anuncio del Evangelio en América sigue siendo de suma importancia; se trata de una aportación diversa según los carismas propios de cada grupo: « los Institutos de vida contemplativa que testifican lo absoluto de Dios, los Institutos apostólicos y misionales que hacen a Cristo presente en los muy diversos campos de la vida humana, los Institutos seculares que ayudan a resolver la tensión entre apertura real a los valores del mundo moderno y profunda entrega de corazón a Dios.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica Ecclesia in America, 22.1.1999, n. 43.
26 Sagrada Congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales de la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
27 “En la vida consagrada, cada uno debe buscar con sinceridad la voluntad del Padre, porque, de otra forma, perdería sentido este género de vida. Pero es de gran importancia que esa búsqueda se haga en unión con los hermanos y hermanas; esto es justamente lo que une y hace familia unida a Cristo. La autoridad está al servicio de esta búsqueda, para que se lleve a cabo en sinceridad y verdad.” Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 11.5.2008, n. 12.
28 Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, Vida fraterna en comunidad, 2.2.1994, n. 4b.
29 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 11.5.2008, 2.
30 Concilio Vaticano II, Perfectae caritatis, 28.10.1965, n.14.
31 “Lo importante, la única cosa importante, es conocer el camino de la salvación, la verdadera doctrina sobre las virtudes y sobre los vicios, enana palabra, conocer la voluntad de Dios respecto a todas las actividades, interiores y exteriores, individuales y sociales.” I. Hausherr, L’obèissance religieuse. Théologie de la volonté de Dieu et obéissance chrétienne, Toulouse 1966, 51 (trad. Es., La obediencia religiosa, Mensajero, Bilbao 1968.
32 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 11.5.2008, n. 9.
33 Ibídem., n.12.
34 Mensaje final Concilio Vaticano II.
35 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obe
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