Dirección Espiritual incisiva; conocer a quien se orienta
Por: Guadalupe Magaña | Fuente: Escuela de la fe

Cada una de las personas que atendemos en dirección espiritual es una obra maestra de Dios, única e irrepetible.
No es fácil, por ejemplo, encontrar el propio método de oración o el estilo de las propias relaciones con Dios. Según sea uno más emotivo o más cerebral, más simple o más reflexivo, más imaginativo o más pragmático, más sanguíneo o más flemático; según pase por una determinada fase de evolución o esté alcanzando grados más altos de madurez, etc., el ritmo, modo y contenido de la oración, e incluso el enfoque del propio programa espiritual, ha de verse modificado e irse adaptando flexiblemente a la persona para lograr una mayor eficacia. Pues bien, ¿cómo será posible dar con la propia senda, llevar a cabo dicha adaptación sin la ayuda segura y atenta de la orientadora moral?
Maravilla ver cómo Cristo trató a cada uno de los discípulos y de las mujeres que lo seguían de modo muy personal; supo adaptarse a su edad, a su carácter, a su situación personal. Para cada uno tuvo un plan diverso y personal.
Las formadoras, a imitación de Cristo, deberemos conocer muy bien a quienes dirigimos, como el pastor conoce por su nombre a cada una de sus ovejas. No basta con un conocimiento vago, debe ser un conocimiento real, completo, fidedigno. Conocer significa saber qué tipo de persona se tiene delante, su personalidad, su historia, su vida y sus circunstancias, para poder dar una dirección espiritual adecuada y personalizada. Objetivamente, nunca la conoceremos lo suficiente, pues cada persona humana es única e irrepetible; no nos cansaremos de decirlo.
La personalidad se compone de una serie de elementos; unidos e integrados éstos, da como resultado una personalidad específica hecha a imagen y semejanza de Dios.
A continuación presentamos algunas áreas. Cada una de ellas contiene una serie de preguntas que nos darán pistas para penetrar más profundamente en la realidad de las personas que dirigimos.
I. Conocimientos generales.
a)Edad de nuestras dirigidas:
Es necesario adquirir conocimientos de la psicología evolutiva y diferencial; deberemos conocer las características propias de la psicología femenina y de la psicología masculina, las etapas fundamentales de la vida: infancia, niñez, preadolescencia, adolescencia, juventud, edad madura inicial, edad madura mediana, edad madura avanzada, tercera edad, etc. Por otra parte, convendrá hacer un programa de lecturas para especializarnos en las edades de las religiosas que dirigimos; así tendremos los recursos pedagógicos apropiados a las necesidades e intereses de cada una.
b)Medio cultural y social en el que ha crecido la persona
Se trata de conocer el ambiente en el que se ha desarrollado nuestra dirigida: su nivel social, su tipo de amistades, el ambiente laboral, estudiantil, habitacional, sus diversiones.
c)Su bagaje personal:
¿Procede de una familia unida o fragmentada? ¿Cómo le ayudó o afectó? ¿Cómo eran sus relaciones con papás y hermanos? ¿Qué experiencias marcaron su vida, su forma de ser y de pensar? ¿Existen problemas no resueltos? ¿Cuáles fueron las épocas más difíciles de su vida y cuáles las más felices? Todo esto para darnos una idea de la historia que trae esta hermana concreta. La historia personal influye en su modo de ser, de pensar… y algunos de estos elementos tendrá que modificarlos o dejarlos para adquirir lo propio de la vida consagrada.
Si leemos atentamente el Evangelio, nos damos cuenta que Cristo conocía la procedencia de sus discípulos, su medio y su nivel. Llama a Pedro valiéndose de una pesca milagrosa, a Mateo lo busca cuando trabajaba afanado en la recolección de los impuestos, a Nicodemo en una conversación de noche, y lleva a Zaqueo a transformarse durante un banquete.
II. Rasgos propios.
a) Su temperamento y carácter:
Dios nos hizo a todos diferentes. Cada uno tiene su estilo y sus peculiaridades. Conscientes de estas diferencias, y basados en la experiencia, estamos ciertos de que no podemos formar de la misma manera a un sentimental que a un colérico o un apasionado; ni podremos pedir lo mismo de un flemático que de un nervioso. (Cf Luigi M.Rossetti, Práctica de Caracterología Ed. Marfil, 1974).
La caracterología nos proporcionará elementos para saber orientar, canalizar o moderar los diversos componentes de los temperamentos y educar los caracteres. La orientadora tratará de conocer el carácter y el temperamento que tiene la dirigida, pero cuidando siempre de nunca encasillar o clasificar ligeramente a una persona, y con la premisa clara de que todos los temperamentos valen para la santidad.
Es aleccionador ver la pedagogía que Cristo siguió con cada uno de sus apóstoles. A Simón Pedro, impulsivo y fogoso, lo trata de diversa manera que a Juan o a Tomás. A cada uno lo lleva a crecer en conformidad con sus elementos dominantes.
Existen diversos medios que podemos usar para el conocimiento del carácter. Además de los libros elaborados sobre este tema, se pueden utilizar cuestionarios orales o escritos hechos de manera formal o informal, pero sobre todo, resultará de especial utilidad valerse del propio espíritu de observación y de la capacidad de escucha. ¿Cuáles son sus cualidades y características más sobresalientes? ¿Sus tendencias negativas? ¿Su grado de conocimiento y aceptación personal? ¿Es fácil de adaptar? ¿Es flexible? ¿Tiene una voluntad fuerte, tenaz, constante? ¿Es su personalidad débil o fuerte? ¿Es segura o insegura? ¿Cuáles son las causas de la misma: vanidad, estructura psicológica? ¿Hay disciplina intelectual y afectiva? ¿Tiende a ser egocéntrica, habla mucho de sí misma o es abierta a los demás? ¿Qué visión tiene de la vida? ¿Es positiva, optimista, o más bien negativa y pesimista? ¿Es sanamente alegre y expansiva o habitualmente triste, angustiada, de humor irritable? ¿Tiene bien formada su afectividad? ¿Se entusiasma objetivamente con el ideal de la vida consagrada?
b) Su salud física y psicológica:
¿Tiene buena salud? ¿Toma habitualmente algún medicamento que pueda afectar su comportamiento? ¿Sufre depresiones, ansiedad? ¿Lleva una vida equilibrada de sueño, actividad, deporte en las horas establecidas en la Congregación?
c) Su inteligencia y formación intelectual:
¿Está preparada? ¿Qué tipo de estudios ha hecho? ¿Tiene intereses culturales? ¿Su mente es clara o confusa? ¿Sus procesos mentales son lógicos? ¿Tiene hábito de lectura? ¿Qué conclusiones y juicios hace sobre sí misma, sobre los otros, o sobre las situaciones de la vida?
d) Su afectividad:
¿Hay madurez afectiva? ¿Tiene equilibrio emotivo? ¿Hay en ella capacidad de donación y altruismo? ¿Hay capacidad de relaciones interpersonales? ¿Tiene amistades profundas, sanas?
e) Sus talentos:
La orientadora espiritual ayudará a cada religiosa a descubrir los talentos que Dios le ha dado y a dar gracias por todos ellos, ya que con frecuencia se ven sólo los propios defectos y nunca las virtudes. Quizás sea la orientadora la primera persona que abra el cofre de los talentos de la dirigida al ayudarle a conocerse: sus virtudes, sus posibilidades, sus capacidades. Hay un método que da muy buen resultado, sobre todo en la primera dirección espiritual: antes de preguntar por los defectos, preguntar por las cualidades.
f) Su grado de madurez conforme a su edad cronológica:
¿Sabe hacer opciones conscientes y responsables de modo que nunca tenga que arrepentirse de ellas? ¿Es voluble? ¿Fácilmente se deja influenciar por las amistades, el ambiente, los medios y las circunstancias? ¿Vive con autenticidad y coherencia su consagración? ¿Titubea? ¿Por qué?.
III. Su vida religiosa y espiritual.
a) Su educación religiosa y su interiorización de la misma:
¿Cuál es la manera en que vive su fe y su piedad? ¿Qué conocimiento tiene de la fe? ¿Tiene doctrina sólida y clara? ¿Cómo es su fe? ¿Ilumina su vida diaria y los acontecimientos o es el último recurso? ¿Su fe le lleva a descubrir a Dios en sus Superioras, en sus hermanas de comunidad y en todo prójimo? ¿Cómo es su esperanza? ¿Confía más en Dios que en sí misma? ¿Vive el amor a Dios sobre todas las cosas? ¿Vive la caridad especialmente en la vida fraterna en la comunidad? ¿Hacia todo prójimo? ¿Vive las otras virtudes según la propia espiritualidad del Instituto? ¿Cómo es su prudencia, su justicia, su fortaleza, su templanza, su obediencia, su humildad?.
b) Su vida de gracia y su vida sacramental:
¿Frecuenta los sacramentos? ¿Qué piensa de la confesión y de la Eucaristía? ¿Valora la vida de gracia? ¿Es una mujer consagrada ocupada en prepararse cada día mejor para recibir los sacramentos?
c) Su vida de oración:
¿Sabe meditar? ¿Cómo es su oración? ¿Hay trato personal con Cristo? ¿Es constante? ¿Qué temas elige? ¿Tiene algún método? ¿Tiene un programa o sigue la inspiración del momento? ¿Influye su oración en su deber diario, en sus opciones? ¿De cada oración sale más enamorada de Cristo, más decidida a ser más de Él?
d) Su celo apostólico:
¿Es generosa, servicial? ¿Hay celo apostólico serio? ¿Es activa? ¿Capta las necesidades y busca darles solución duradera según el carisma de la propia Congregación y con la dependencia debida de su Superiora? ¿Le preocupa la salvación de las almas? ¿Hay otras motivaciones?
IV. Su vida moral.
a) La formación de su conciencia:
¿Qué tipo de conciencia tiene: delicada, recta, deformada, farisaica, laxa? (En un capítulo próximo, hablaremos cómo formar la conciencia y los tipos de conciencia)
b) Libertad y madurez afectiva:
¿Qué aprecio tiene de la sexualidad, de la pureza y de la castidad? ¿Ha tenido experiencias negativas de abuso o desviaciones? Habría que conocer su forma de afrontarlas y su visión sobre ellas.
c) Cualidades morales:
¿Cuáles son sus áreas más fuertes y las más débiles? ¿Sus virtudes y tendencias? ¿Es soberbia y autosuficiente? ¿Es su humildad verdadera? ¿Sabe sacar provecho de sus experiencias? ¿Tiene capacidad de sacrificio y abnegación? ¿Tiene buen corazón o tiende a la envidia, a la competitividad sin límite, a la intriga? ¿Hay vicios especiales? ¿Lucha sinceramente por superarlos? ¿De qué tipo y qué efectos ha tenido en su vida física, mental o psicológica? ¿Qué tipo de afectos ha tenido en su vida? ¿Actualmente está ligada a alguno? ¿Qué hace para desprenderse de éste y ser sólo de Cristo?.
A través de las direcciones espirituales, de la convivencia con ellas, de las observaciones personales, de la reflexión; y mediante otros medios adecuados como son los cuestionarios, las entrevistas, los exámenes prácticos y también los tests psicológicos o de aptitudes que se piden para diversas responsabilidades, encontraremos la forma de conocerlos mejor para guiarlos más adecuadamente.
Si de verdad queremos ayudar a las personas, no podemos dedicar las primeras entrevistas a resolver problemas si no se tiene un conocimiento previo de la persona. Lo más importante y urgente para toda orientadora espiritual radica en sopesar el estado espiritual de la persona; sólo así podrá sugerir en las siguientes direcciones espirituales un plan de vida inicial, y la dirigida profundizará, reflexionará, y podrá meterse en las raíces de lo que ha constituido su vida espiritual para conocer su situación en el momento presente.
"Para dirigir acertadamente a un alma, ha de saber de ella el director espiritual las cosas de mayor bulto de la vida pasada, las faltas más habituales, los intentos que hizo para enmendarse de ellas, y el éxito que tuvieron para ver con tino lo que queda por hacer; después, las disposiciones presentes, las inclinaciones, las repugnancias, la clase de vida que lleva, las tentaciones que padece y el método que emplea para vencerlas, las virtudes de que ha mayor necesidad, y los medios de que se vale para alcanzarlas; todo para dar más atinados consejos". (Ad. Tanquerey, Compendio de Teología Ascética y Mística, Ediciones Palabra, Madrid, 1990 ,n. 542, p.291).
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