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La dirección Espiritual de una mujer.
Quien dirija a mujeres debe poseer profundo conocimiento de sus rasgos característicos. Además de sus observaciones personales o de su propia experiencia como mujer.


Por: Guadalupe Magaña | Fuente: Escuela de la fe



Ordinariamente seremos orientadores espirituales de las hermanas de las primeras etapas de formación, en ocasiones de las hermanas más experimentadas en la vida religiosa… diferentes edades, diversidad de temperamentos, etc. Debemos prepararnos, en el conocimiento de las características esenciales de la edad de quienes dirigimos.


La Dirección Espiritual de una mujer


La dirección espiritual debe dirigirse a una mujer concreta; es decir, a una mujer con un nombre, una historia, unas circunstancias concretas. A ella le enseñaremos el camino de la voluntad de Dios en su vida de mujer consagrada a Cristo. Sea cual sea su circunstancia, se le debe apoyar en el descubrimiento y cumplimiento del plan de Dios sobre su vida.


Quien dirija a mujeres debe poseer profundo conocimiento de sus rasgos característicos. Además de sus observaciones personales o de su propia experiencia como mujer. Conviene haga lecturas sobre aspectos psicológicos y fisiológicos femeninos para saber dirigirlas en las diversas etapas de su vida. Como bien sabemos, las alteraciones hormonales suelen tener consecuencias en todas las áreas de la vida de una mujer.



Resulta imprescindible conocer algunos de los aspectos mencionados a continuación:


1.- Su profunda sensibilidad hacia las experiencias propias y ajenas, los sentimientos y emociones suscitados por ellas y la influencia recibida sobre la propia percepción de la realidad.

2.- Su interés y tendencia a ayudar a los demás, fruto de su instinto maternal.

3.- La volubilidad de sus estados anímicos, influidos muchas veces por los cambios hormonales.

4.- Su gran fuerza moral y espiritual.

5.- Su interés por lo concreto y por el detalle.


A partir de estos y otros conocimientos básicos sobre la realidad femenina, se puede establecer una metodología de trabajo adecuada y adaptada a su realidad.


En la situación actual se ve necesario ayudar a la mujer a:

- Conocer y valorar su naturaleza y vocación. ( Recomendamos leer los varios documentos de Juan Pablo II relativos a la mujer, especialmente: “Mulieris Dignitatem”, la carta a las mujeres de julio de 1995, la encíclica Redemptoris Mater.)


La mujer, cuando toma conciencia de su identidad y de su vocación, puede hacer milagros en su vida y en la vida de los demás. El Papa Juan Pablo II, en su carta a las mujeres fechada en julio de 1995, habla de la fuerza moral de la mujer, de su fuerza espiritual, nacidas de la conciencia de que Dios le confía de un modo especial al hombre.



Compete a la orientadora formar mujeres consagradas de verdad, esposas de Cristo coherentes.


- Formar a la mujer consagrada íntegralmente.


Su rica sensibilidad la convierte en una fuente inagotable de donación a Dios y a los demás; sin embargo, también puede llegar a ser un venero amargo de susceptibilidad, ansiedad, temor y pesimismo.


En la vida de la mujer, tienen un puesto fundamental la afectividad, los sentimientos, las emociones, dones de Dios en función de su misión pueden, sin embargo, revertir contra ella misma, arruinando su propia vida y la de los demás. En la raíz de los grandes problemas presentes en la vida de la mujer, subyace una emotividad mal controlada, mal educada y mal dirigida; es decir, una emotividad que ha tomado posesión de su razón y de su voluntad.


Es indispensable ayudarle a formar sus sentimientos, sus pasiones, su afectividad. Muchos de los problemas tienen su razón de ser aquí. Cuando, una mujer no ha educado sus sentimientos, sus pasiones ni su afectividad, bien podemos decir que no es una mujer madura, por tanto ¿cómo va a ser capaz de vivir su vocación religiosa con la madurez correspondiente?


- Llevarla a mirar a María, Mujer por excelencia, para aprender de Ella las virtudes que más necesita.

La Santísima Virgen María es para cada mujer y cuánto más para la religiosa, el modelo más acabado de la nueva creatura surgida del poder redentor de Cristo, y el testimonio más elocuente de la novedad de vida aportada al mundo con la resurrección del Señor. Por ello cultiven la verdadera devoción a la Santísima Virgen, Madre amantísima de la Iglesia, que consiste muy especialmente en la imitación de sus virtudes, sobre todo de su fe, de su humildad, de su obediencia y de su colaboración en el plan redentor de Cristo. Así mismo, ámenla tierna y filialmente como Madre de su vocación, invóquenla con confianza, y hónrenla con su oración y su alabanza.


Valiosa recomendación que bien podemos hacer propia cada una de las mujeres consagradas.


Encomienden su vida consagrada a Cristo, a la solicitud materna de María y siéntanla cerca de todos sus trabajos y afanes, ya que de Ella, como Madre y Reina de los apóstoles, todas deben esperar y aprender mucho, pues cooperó de modo singularísimo en la obra del Salvador y fue en su vida ejemplo de aquella caridad apostólica con la que es necesario que estén animadas todas las que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para la salvación de los hombres

 

 

 

 

 



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