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La persona que pide ayuda espiritual
¡Cuántos encuentros vacíos de sentido! ¡Cuántos encuentros que terminan en un plano meramente humano, pudiendo haber sido el inicio de una dirección espiritual!


Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net



¿Quién puede pedir ayuda espiritual a una religiosa?

Quiero comenzar mi artículo con esta pregunta inquietante. Parecería como si la sociedad de nuestro tiempo aún se preguntase por la eficacia de un medio espiritual dejado a la espalda como la dirección espiritual. Frente a la valorización del individuo, especialmente en el ámbito religioso, ¿tiene algún sentido el ser dirigido por otro? Nos hemos dado cuenta, y muchos falsos profetas del futuro se han encargado de hacernos que nos diéramos cuenta, que tenemos la posibilidad de entendernos con Dios sin necesidad de mediaciones humanas, muchas de las cuales podrían ser tan o menos valiosas que nosotros mismos.

La pregunta de la dirección espiritual parece ligada a un pasado que aparentemente no quiere morir. Sin embargo, quiero traer a colación un párrafo inquietante de Ecclesia in Europa de Juan Pablo II. “El aporte específico que las personas consagradas pueden ofrecer al Evangelio de la esperanza parte de algunos aspectos que caracterizan el actual rostro cultural y social de Europa. Así, a la pregunta sobre nuevas formas de espiritualidad, que hoy surge en la sociedad, debe encontrar una respuesta en el reconocimiento del primado absoluto de Dios vivido por los consagrados a través de una existencia ofrecida como un verdadero culto espiritual.”

Las religiosas que desarrollan un apostolado externo, cualquiera que éste sea, muchas veces se darán cuenta de la necesidad que tiene el hombre de dar un sentido a su vida. En las escuelas, los hospicios, los asilos o en la parroquia u hospitales, siempre sale al encuentro de la religiosa alguna persona, que golpeada por un acontecimiento de la vida –un accidente, la pérdida de un familiar querido, un desaire amoroso– se pregunta por el sentido último de la existencia y de su propia existencia. No es necesario sin embargo esperar a esas situaciones límite para dar una ayuda para encontrar el sentido de la propia existencia.

La vida de la posmodernidad, tal y como se está llevando a cabo, es una oportunidad preciosa para ayudar a los hombres a encontrar un sentido a la vida. El materialismo exasperante, el nihilismo desbordante, el hedonismo absolutizador, dejan siempre un hueco y un vacío en el hombre, aún a pesar de ellos mismos. “El hombre no puede vivir si esperanza: su vida perdería todo sentido y se haría insoportable.” Las situaciones ordinarias de la vida interpelan a grandes voces por la razón de su existencia, especialmente cuando se confrontan con un estilo de vida diametralmente opuesto al suyo, no por contradicción, sino por sentido pleno que llena la existencia.

Son las ocasiones ordinarias de la vida la que la religiosa debe aprovechar para hacer presente el mensaje de la nueva evangelización y adaptarlo a cualquier cultura y a cualquier persona. En ciertas ocasiones se tiene el temor de no hablar el mismo lenguaje o de sentirse desfasada por el tiempo. Es un grave sofisma que en determinados casos trata de cancelar la falta de celo apostólico por la salvación de las almas. Cuando lo más importante en la vida es la transmisión del mensaje de salvación, no importa la diferencia cultural o el vacío de generaciones. La religiosa se da cuenta que el mundo se presenta “como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos.”

Y como instrumentos que son, las religiosas deben ponerse al servicio de todos los hombres para darles una orientación a sus vidas. Ningún hombre, y más en nuestros tiempos es buen juez de su propia causa. Ningún hombre posee la ciencia para poder vislumbrar lo que más le conviene para la salvación de las almas. Dios ha querido asociar a la economía de la salvación a hombres y mujeres que ayuden a sus semejantes a encontrar el camino de la salvación. Así es como Dios ha querido salvar al hombre: haciéndose hombre entre los hombres.

Este es el principio de la dirección espiritual: nadie puede salvarse a sí mismo. Se necesita de los hombres y de los medios, como canales de la gracia de Dios. Por ello toda persona es sujeto de recibir una ayuda para la salvación del alma, y la religiosa, desde su puesto de trabajo, puede servir de ayuda.

¿Qué desea la persona que pide ayuda a la religiosa?
En ciertos momentos ni la persona sabe expresar los deseos de la ayuda. Se siente sola, o sin sentido en la vida, o siente tantas cosas a la vez. Sin embargo, para desear verdaderamente una ayuda espiritual, para recorrer a una verdadera dirección espiritual, la persona deberá sentir una gran necesidad de buscar la perfección cristiana que puede traducirse en un deseo de responder a Dios.

La religiosa no debe esperar a que la persona que venga a pedirle ayuda le presente estos deseos en forma tan clara y diáfana. La directora espiritual deberá ayudar a clarificar a la persona el tipo de ayuda espiritual que necesita y hacer una neta distinción entre el perdón de los pecados (para eso está la confesión), resolver problemas psicológicos (para eso está el psicólogo), o simplemente pedir un consejo (para eso están los amigos). Necesitará ayudar –y motivar– a la persona para ayudarle a discernir el tipo de ayuda que necesita. Y quiero resaltar la palabra motivar. En ciertas ocasiones la religiosa deja pasar oportunidades maravillosas para entablar una verdadera dirección espiritual, porque le falta la agudeza y la perspicacia, cuando no el valor, para dirigir la persona hacia la finalidad de la perfección cristiana. Se piensa en cosas tan vagas y etéreas como el bienestar, el equilibrio armónico de la persona y se deja a un lado cosas tan centrales como el bien espiritual de la persona. La religiosa debe ser, por su proximidad a Dios, una experta de las cosas espirituales y así proponer, a la manera de Jesucristo, el camino hacia la perfección. Basta observar la exquisita pedagogía del Maestro cuando toma entre sus manos a la samaritana y con profundo respeto y delicadeza le declara lo que tiene que hacer para iniciar el camino de la salvación.

La religiosa parece que espera a que toquen a sus puertas las oportunidades para salvar a las almas, siendo que ella misma es la que debe procurarlas. Para Cristo, el encuentro casual con la samaritana fue transformado en un encuentro de salvación. Cuántos encuentros casuales podrían ser transformados en encuentros de salvación, dando inicio a una dirección espiritual, si la religiosa tuviera celo por las almas, a la manera de Jesucristo. Tanto se ha hablado del respeto a la persona y tan poco del deber de caridad para buscar y proponer los medios para su salvación.

A veces la religiosa debería temer el juicio de Dios, no tanto por sus pecados cometidos, sino por los pecados de omisión. ¡Cuántos encuentros vacíos de sentido! ¡Cuántos encuentros que terminan en un plano meramente humano, pudiendo haber sido el inicio de una dirección espiritual!

Busca voluntariamente
Sin duda alguna la religiosa debe respetar la libertad de la persona y debe detenerse en donde comienza la libertad del otro. Pero... así como nadie jamás tildará de entrometida a la mamá que aconseja a su hija de mantenerse a distancia del fuego en la cocina para salvaguardar su integridad física, así la directora espiritual debería tener el mismo celo por la salvación de un alma y proponerle o sugerirle una ayuda espiritual.

Las formas son varias y corresponderá a cada religiosa responder a las mociones del Espíritu para lograrlo. “A lo largo de los siglos, la caridad ha siempre constituido para los consagrados el ámbito donde el Evangelio se ha vivido en forma concreta. Y en ella han valorado la fuerza profética de su carisma y la riqueza de su propia espiritualidad en la Iglesia y en el mundo (...) Es necesario que este dinamismo continúe a ejercitarse con fidelidad creativa, pues constituye un recurso insustituible del labor pastoral de la Iglesia. En la hora en que se invoca la fantasía de la caridad, (...) la vida consagrada mira con admiración la creatividad apostólica que ha hecho florecer miles de rostros de la caridad y de la santidad en forma específica; no puede dejar de sentir la urgencia, con la creatividad del Espíritu, de sorprender al mundo con nuevas formas de amor evangélico para salir al encuentro de las necesidades de nuestro tiempo.”

Bien pudiera ser que una de estas necesidades es la de dar un sentido a la vida, a través de la dirección espiritual. La religiosa, haciendo uso de la fantasía de la caridad y aprovechando el carisma con el que Dios le ha regalado, deberá convertirse en una experta consultora de almas, en donde las personas acudan a ella libremente para pedir la ayuda espiritual que le dará sentido a sus vidas. El arte, si lo queremos llamar de alguna manera, consistirá en que la religiosa sepa presentar de tal forma la dirección espiritual a la persona dirigida para que ésta acuda voluntariamente a pedir dicha ayuda.

Arte que se deberá aprender en la oración, pues en muchos casos requerirá la apertura de almas que tienen miedo o no saben cómo abrirse. Arte para saber presentar sin temor la necesidad de iniciar un camino de perfección. Arte para ponerse humildemente al servicio de las almas.

La ayuda que puede dar la directora espiritual.
Será necesario que desde el inicio quede muy bien especificado cuál es el tipo de ayuda que la directora espiritual puede brindar. Se trata de encontrar el sentido de la vida de cada persona. “Este diseño de amor de Dios coincide con el deseo que Él tiene de cada uno. Precisamente porque lo ama, Dios lo desea plasmado de un modo determinado, de un modo único. No hay ninguna arbitrariedad en este diseño, si se puede llamar arbitrariedad al amor. Este deseo de Dios equivale a su <>, según el sentido etimológico del término griego thelema. .. Sin embargo, no le es fácil al hombre alcanzar esta voluntad de Dios. Como consecuencia de la primera caída, tal deseo de Dios, fuente de la unidad interior a partir de la cual cada hombre se habría podido encaminar en paz y sin contradicciones hacia el propio cumplimiento, sin ni siquiera pasar a través de la prueba de la muerte, le está oculto. Su unidad interior ha quedado herida.”

La directora espiritual debe partir del hecho de que en muchas ocasiones la persona no pedirá libremente la dirección espiritual, porque le es muy difícil ver el sentido. Hemos dicho que será parte de sus cualidades por desarrollar el hacer ver la importancia de desarrollar una vida espiritual para encontrar la voluntad de Dios. Por lo tanto, desde un primer momento, será muy conveniente que se circunscriba la materia de la dirección espiritual a buscar sólo la voluntad de Dios. Por lo tanto todo deberá quedar circunscrito a la esfera de la vida espiritual. Esto no quiere decir que la persona dirigida no deba tocar otras esferas. Al contrario. Como la vida espiritual es, o debe ser, el centro de toda la vida, convendrá que la directora enseñe a que la persona dirigida haga incidir en su vida práctica toda la perfección espiritual que está buscando a través de la dirección espiritual. Quedarse en consejos espirituales sin bajar a lo concreto de la vida diaria sería reducir la dirección espiritual a una lectura espiritual en voz alta. Por otro lado, bajar a los aspectos concretos de la vida sin la iluminación de la vida espiritual como principio iluminador, sería reducirla a consulta psicológica, o consultoría matrimonial, consejería pedagógica, etc.
Necesidades de la persona que pide ayuda espiritual.

Necesidades de la persona que pide ayuda espiritual.
Necesidad de seguridad. La persona que recurre a la dirección espiritual tiene derecho a que se le dé una orientación clara y definida sobre cuál debe ser la voluntad de Dios para su vida. Sin lugar a duda que este servicio de caridad deberá realizarse con toda prudencia y siempre escuchando la voz del Espíritu para hacer una labor de discernimiento en compañía del dirigido. Pero en justicia se le tiene que dar todas las ayudas para que encuentre la voluntad de Dios en lo concreto de su vida y los medios convenientes y necesarios para que la cumpla. La directora espiritual no puede negar esta ayuda aduciendo que es imposible conocer la voluntad de Dios por medios humanos. Estaría pecando de agnóstica. Tampoco puede esquivar su labor directiva amparándose en la imposibilidad de que una persona siga los conejos de otra. No habría entendido que la dirección espiritual es directiva no bajo el autoritarismo, sino bajo el soplo del Espíritu que siempre es propositiva y deja en libertad al hombre para actuar. No puede negar su ayuda aduciendo incompetencia. Eso sería un pecado de omisión en momentos tan dramáticos como los que estamos viviendo en donde a tantas personas les falta un sentido de la vida.

La directora espiritual debe crear en el dirigido un ámbito de confianza tal que le permita saber que encontrará en la dirección espiritual la seguridad de encontrar el sentido de su vida, conociendo y cumpliendo la voluntad de Dios.

Necesidad de autonomía. La persona dirigida recurre a la dirección espiritual no para dejarse manipular, sino para aprender a ser dueña de su propia existencia. Muchos son los casos reportados por religiosas que reciben en sus centros de espiritualidad a personas rotas en su interior que han perdido el control en sus vidas, dejándose llevar por sus pasiones desenfrenadas, o bien por las tendencias del mundo. Estas personas necesitan saber que podrán nuevamente recobrar el dominio de sus vidas y ser ellas las que lleven la rienda de su destino. La directora espiritual no suplantará la capacidad de decisión del dirigido, sino que le dará los medios para que vuelva a ser autónomo.

Necesidad de comprender. Bien sabemos que el hombre de la posmodernidad busca razonar todo, especialmente su fe. La directora espiritual no es la maga del siglo XXI que todo lo resuelve, sino que debe darle elementos para que razone la fe y así, desde ese asidero se lanza a la aventura de vivir cada día con una fe más pura y más limpia. Aplicará la ley de la gradualidad y le hará ver al dirigido la posibilidad de vivir una vida cada día más basada en la fe, sino por ello renunciar a la razón.

Necesidad de autorrealización personal. Cumplir con el diseño que Dios ha pensado para el hombre es cumplir con la voluntad de Dios y por lo tanto la mejor forma de auto realizarse. La religiosa debe ser consciente que el hombre o la mujer que le pide ayuda espiritual es un ser que busca autor realizarse: quiere ser él o ella misma. Muchos habrán buscado el sentido de esta realización en diversos medios, sucedáneos de la verdadera autorrealización. Todos, de alguna manera, los habrán llevado a una especie de narcisismo existencia l en donde la visión de sí mismos debe ser cuidada y llevada a cabo de tal forma que no les importa las cosas, los seres, ni Dios mismo. La persona dirigida debe darse cuenta que la verdadera y única realización se lleva a cabo a través de la pérdida del propio ser, para llegar a convertirse en el ser que Dios ha pensado de él mismo. Un proceso de conversión que puede durar toda la vida, pero siempre con la ayuda de un director espiritual para no caer en subjetivismos o relativismos enajenantes de la verdadera realización personal.

Necesidad de amar y ser amado. La directora espiritual no debe olvidarse quien es la persona que le viene a pedir ayuda: “La persona humana participa de la luz y la fuerza del Espíritu divino. Por la razón es capaz de comprender el orden de las cosas establecido por el Creador. Por su voluntad es capaz de dirigirse por sí misma a su bien verdadero. Encuentra su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien.” Es por tanto una persona que tiene la capacidad de amar y busca ser amada. Todo su ser, todas sus facultades tienden a la actividad del amor, y al mismo tiempo busca ser amado. La directora espiritual deberá alimentar en su dirigido esta conciencia y le hará ver la posibilidad que tiene de poder amar a Dios y dejarse amar por Él para encontrar, como decíamos en el inciso de arriba, su plena realización, es decir su verdadera felicidad. La directora espiritual en todo momento debe ser consciente de esta realidad para ayudar a la persona dirigida a buscar el amor de Dios y a dejarse amar por Dios. Como veremos en otro artículo, uno de los males psicológicos de nuestros días es la incapacidad de perdonarse a sí mismo por no saberse ni dejarse amar por Dios.

Expectativas de la persona que pide ayuda espiritual.
La relación que se establece entre la directora espiritual y el dirigido se da dentro de la esfera humana y espiritual. Por lo tanto, la persona dirigida se involucra con todo su ser en esta relación y por lo tanto tiene algunas expectativas que deberán ser satisfechas por la directora espiritual. Explicaremos brevemente algunas de ellas.

Ser acogido como persona. “El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: <> (GS 27, 1)” . La directora espiritual debe tomar en cuenta que la persona que pide ayuda tiene unos derechos como persona y que deberá en todo momento salvaguardar. Su dignidad le viene del hecho de que es imago Dei: imagen de Dios.

Ser aceptado como es. Uno de las críticas más fuertes que debe enfrentar la dirección espiritual es la de ser considerada como un medio para imponer la voluntad de otra persona o unos criterios que no van con la persona dirigida. Por ello, la directora espiritual deberá desarrollar una especial sensibilidad para aceptar al dirigido tal como es y no como le gustaría que fuera. La persona tiene derecho a ser recibida con todas sus cualidades y defectos, con todas sus potencialidades y miserias. Hay que recordar que la maternidad espiritual bien desarrollada se abre a la vida y a la esperanza, virtud tan necesaria en nuestros tiempos. Sólo así la persona podrá sentirse acogida tal y como es.

Ser comprendido. Comprendido no quiere decir justificado. La dirección espiritual no es un psicoanálisis en donde el paciente busca superar sus traumas mediante una aceptación de su ser y del sentido de culpa. La persona dirigida espera de su directora, aunque sin saberlo o sin quererlo, el que le proporcione una dirección en la vida, que es la dirección que Dios quiere para ella. Deberá por tanto estar dispuesta a cambiar de vida, a mejorar, y para ella necesita de comprensión y de orientación. Las directoras espirituales demasiado complacientes con sus dirigidos bien podrían cambiar de título y dejar de ser directoras espirituales para convertirse en terapeutas del corazón.
Ser libre de expresarse y de decidir. El dirigido busca una orientación en su vida, pero tiene el derecho a expresarse y a decidir. Espera de la directora espiritual una ayuda para encontrar el fin último de su vida, pero como persona, espera también un respeto para su libertad. Es la persona dirigida la que actúa, no la directora espiritual. Es la persona dirigida la que expone sus problemas, no la directora espiritual.

Estar seguro del secreto profesional. La materia de la dirección espiritual requiere una transparencia total del alma. Sin ser una confesión, la dirección espiritual permite que el hombre dé a conocer en sus aspectos más íntimos. Muchas veces tendrá que hacerse violencia para superar falsos pudores o para expresar pensamientos y deseos a nadie expresados. La relación que se establece entre la directora espiritual y su dirigido no es simplemente una relación humana. Algunos autores espirituales utilizan términos cargados de densas imágenes afectivas para dar a entender el legamen tan fuerte que se establece entre ambos, en razón de la materia de la dirección espiritual: “Más que un amigo, más que un padre, madre incomparable, anciano admirable” . El dirigido espera un mínimo de respeto a esta confianza, sabiendo que la directora espiritual no traspasará el secreto profesional.

Disposiciones para la dirección espiritual.
Iniciar una dirección espiritual no es nada fácil. Es más llevadero dar continuidad a la dirección espiritual. Pero establecer las finalidades, la metodología, conocer y aceptar a la persona tal como es, son aspectos muy fatigosos, pero que ni no quedan bien clarificados desde un inicio, hace que se corra el riesgo de desvirtuar la dirección espiritual o de comprometer su eficacia, pues aunque Dios actúa con medios humanos, lo hará siempre en la medida que esos medios humanos estén dispuestos de acuerdo a lo que Él ha querido de la dirección espiritual.

Hemos hablado en un artículo anterior sobre las características o cualidades que debe tener o desarrollar la directora espiritual. Hablaremos en este caso de las cualidades que debe tener o desarrollar la persona dirigida. La directora espiritual no debe esperarse que estas cualidades o disposiciones vengan ya dadas en el dirigido desde la primera dirección espiritual. Será necesario ayudar a crearlas, con suavidad, pero con firmeza, con el fin de aprovechar tan excelente medio de perfección espiritual. Hablaremos principalmente de dos tipos de disposición: las disposiciones de tipo psicológico-humano y las disposiciones de tipo espirituales.

Disposiciones de tipo psicológico-humano.
Voluntad de cambiar.
Quien pide dirección espiritual, en un primer momento puede haber recurrido a ella porque ha venido aconsejada por otra, o porque desea superar algún problema (crisis amorosa, duelo familiar), o porque busca un poco de compañía o incluso la charla de ciertos temas espirituales y edificantes para su alma. La directora, con mucha finura y tacto, deberá hacerle ver que esas no son las finalidades de la dirección espiritual. Muchas veces sin embargo, Dios puede valerse de alguno de esos acontecimientos para iniciar una dirección espiritual. La directora deberá ser muy clara y hacerle ver que una de las disposiciones claves para emprender una dirección espiritual es la voluntad de cambiar para llegar a cumplir con lo que Dios quiere de su persona. Deberá ser una voluntad eficaz y no sólo un deseo que queda en la nada.

Valentía para encontrarse a sí mismo. La voluntad de Dios descubre a la persona en su realidad. La directora espiritual debe establecer un puente entre lo que el dirigido es y lo que debe llegar a ser, de acuerdo con la voluntad de Dios. El dirigido deberá tener el coraje y la valentía para verse tal como es, aceptándose sin justificarse. Esta disposición es condición sine qua non para iniciar la dirección espiritual. Si la persona se justifica, no podrá empezar el camino hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios, pues todo tendrá una razón de ser y así el cambio no podrá darse. Es cierto que muchos defectos o posturas ajenas a la voluntad de Dios pueden tener una explicación humana, psicológica, moral, etc. Conocer las causas de esas posturas o defectos no quiere decir justificarse. Justificarse es engañarse al considerar que todo lo que nos puede apartar de la voluntad de Dios pertenece a nuestra naturaleza y es imposible cambiarlo. Hay quienes incluso lo aceptan, en forma totalmente desviada, como voluntad de Dios. ¿Si no es necesario cambiar, porque así Dios me quiere, para qué recurrir a la dirección espiritual?

Asumir las propias responsabilidades. La directora espiritual puede ayudar a que la persona acepte la voluntad de Dios para su vida y vaya cambiando y mejorando lo que tenga que cambiar y mejorar. Para ello debe lograr que la persona dirigida sea tierra fecunda, como la de la parábola evangélica, para que produzca fruto, quizás incluso del ciento por uno. Para ello debe ilustrar a su dirigida dicha parábola y hacerle que tome conciencia del tipo de tierra que es. Buscará crear las mejores condiciones para que la persona cambie. Lo formará para que sea ella misma y no busque subterfugios o sofismas en condicionamientos externos a él.

Compromiso concreto. “Obras son amores y no buenas razones”, dice un refrán. La persona dirigida debe tener o debe crear un compromiso concreto. El compromiso general es el cumplir con la voluntad de Dios. Pero este compromiso general debe llevarlo a cambios muy concretos y muy palpables en su vida. Para ello le ayudará el formar su voluntad de tal manera que le permita alcanzar las metas que le propone la voluntad de Dios. Es la metanoia del evangelio, la conversión de vida. “El Señor se encuentra a gusto entre la gente que tiene las espaldas y el corazón doblados por el esfuerzo de serle fiel. Las mejores vocaciones tienen siempre un fondo trágico, que podrá serenarse, pero jamás desaparecer, porque <>.”

Disposiciones de tipo espiritual.
Relación de tipo sobrenatural. Muchos autores espirituales contemporáneos insisten, hasta llegar incluso a grados exasperantes, en la relación psicológica que se establece entre la directora espiritual y el dirigido. No negamos dicha relación. Pero es necesario insistir también, sin llegar igualmente al grado de la exasperación, que la relación que se establece entre directora y dirigido es primariamente una relación de tipo espiritual. Siendo que la dirección espiritual ayuda a que el dirigido realice la voluntad de Dios en su vida, ésta se logrará aumentando la vida sobrenatural en él. Por lo tanto, junto (no además) con la relación humana que debe darse entre ambos, el dirigido deberá tomar conciencia de la relación sobrenatural que se establece con su directora espiritual. La directora espiritual es una ayuda para hacer crecer el amor por Dios y así cumplir con su voluntad. Una imagen que puede ayudarnos a entender este concepto es el de la mayéutica, utilizado por André Louf , en donde la directora espiritual se compara a una partera, que ayuda a dar a luz a un feto. De igual manera, la directora espiritual es la que ayuda a dar a luz a la vida espiritual a su dirigido.

Relación de confianza, sinceridad y apertura. Quien se dirige a un dentista porque tiene un dolor de muelas, no le dirá que le duele el estómago. Tendrá la confianza, la sinceridad y la apertura necesaria para confiarle su mal, en la esperanza que el dentista le ayude a mitigar el dolor.
En la vida espiritual los problemas, o situaciones para ser superados o simplemente, para mejor vivir la voluntad de Dios, no se presentan tan fácilmente como un lugar de muelas. Se presentan en todo el entramado que forma la vida espiritual. Por ello, el dirigido deberá tener confianza en Dios y en su directora espiritual para darle a conocer las luces y las reflexiones que ha visto en la oración; los compromisos que ha cumplido o dejado de cumplir; las tendencias positivas y negativas; las tentaciones y debilidades, para recibir ayuda y conforto; las dificultades, sucesos e ilusiones.
Por su parte, la directora espiritual deberá ser un experto en humanidad para no escandalizarse y así acoger y ser comprensiva frente a los errores, los olvidos, las dificultades. Su labor será la de motivar siempre, recordando que quien está delante de ella es una persona humana, sujeta a errores y caídas, y no un ángel.

Relación de docilidad a los consejos. La persona que pide consejo debe tener siempre una relación de apertura a recibirlos y ponerlos en práctica. De nada sirve ir al médico, ser recetado con una medicina y luego llegar a casa y no tomarla. El dirigido debe tener una absoluta confianza para saber que el consejo es parte de la voluntad de Dios y no tan sólo un capricho o una indicación piadosa de la directora. Por ello el dirigido deberá asegurarse que ha entendido el consejo y que lo puede poner en práctica, pues de nada sirve seguir consejos que después no se aplican en nada. El dirigido debe ser muy cuidadoso en no pedir aquello que se quiere poner en práctica.

Relación de discreción. Por parte del director ya hemos dicho que deberá guardar el secreto profesional. Por parte del dirigido es también necesario que no ande ventilando los consejos recibidos en dirección espiritual, pues cada consejo se da para una persona específica en una circunstancia concreta y con un objetivo particular.

Relación de respeto y amor sobrenatural. La persona dirigida debe ver en la directora un representante de Dios y por ello debe manifestarle siempre una estima y respeto sobrenatural. Ahora bien, la parte humana no queda exenta de esta relación y puede nacer un afecto que no es ya del todo sobrenatural. No hay que escandalizarse, pues eso quiere decir que somos humanos, pero tampoco hay que quitarle su debida importancia. La forma práctica de actuar podría ser la siguiente: si el afecto natural y sensible es mutuo, lo mejor será buscar otra directora espiritual. Si el afecto se da sólo de parte de la directora espiritual, conviene no manifestar el afecto y permanecer en el ámbito sobrenatural. Si el afecto se presenta sólo en la persona dirigida, conviene manifestarlo, puesto que si pierde la serenidad interior y es causa de tentaciones, lo mejor es cambiar de directora. Si por el contrario este afecto sólo es sensible, habrá que pedirle que haga un esfuerzo por mantener sólo el afecto sobrenatural.

Notas
Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, n. 38
Ibidem, n. 10.
Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millennio Ineunte, 6.1.2001, n. 58
Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, Instrucción Ripartire da Cristo, 19.5.2002, n. 36
André Louf, Generati dallo Spirito, Edizioni Qiqajon, Magnano, 1994, p. 168
Para una mayor comprensión del concepto de autorrealización y los peligros que pueden implicar en el proceso de la dirección espiritual, recomendamos la lectura de Cantelmi, Laselva, Paluzzi, Psicologia e Teologia in Dialogo, Edizioni San Paolo, Milano, 2004 pp.88-108.
Juan Pablo II, Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo, Madrid, 1992, n. 1704
Ibidem., n. 1931
André Louf, Generati dallo Spirito, Edizioni Qigajon Comunità di Bose, Magnano (Bi), 1994, p. 62
Francisco Berra, Venid y veréis, Vocación: don, descubrimiento, compromiso, Editorial Nueva evangelización, México, D.F., 1999, p. 139.
André Louf, op.cit., p. 68



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