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Vida consagrada y dirección espiritual
Este artículo presenta una descripción de la estrecha relación entre la vida consagrada de la dirección espiritual.


Por: Germán Sánchez | Fuente: Catholic.net



A la pregunta ¿qué es la dirección espiritual?, es necesario añadir inmediatamente otra para descubrir el sentido de la dirección espiritual: ¿qué espero de la dirección espiritual?

Noviciado
Con el noviciado inicia un camino. Pero, ¿cuál es la visión que tengo de ese camino? ¿Cómo formadora me he preguntado hacia dónde quiero conducir esta alma a mí encomendada? ¿Qué espera esta alma de mí y que espero yo de esta alma? Al final del ciclo prescrito por las Constituciones tendré que rendir un informe sobre las disposiciones de esta alma, pero... ¿aquí termina mi relación con ella?

Consagración
Y ya adentrados en el camino de la consagración, ¿cuál es el significado de la dirección espiritual en la edad adulta? ¿Tiene algún caso, alguna finalidad el reportar el estado de mi alma a una Superiora, a mi confesor, a quien yo haya elegido como padre o madre espiritual? Si todo está ya definido desde el momento de la profesión perpetua, ¿porqué debo referir constantemente el estado de mi alma a otra persona?

Sentido de la vida consagrada
Preguntas que de alguna manera conforman la visión de la dirección espiritual. Preguntas que a su vez nos remiten al sentido de la vida consagrada. Larga y fuera de los ámbitos de este artículo sería la explicación sobre el sentido de la vida consagrada. Pero necesario para los fines del presente trabajo. Consagrados son "... los que hacen profesión de vida consagrada en la castidad, pobreza y obediencia, con una donación total a Dios y con plena disponibilidad a servir al hombre y a la sociedad, siguiendo el ejemplo de Cristo".1

Elemento primordial, insustituible, perno de toda consagración lo es sin duda la imitación de Cristo. Seguir el ejemplo de Cristo pobre, casto y obediente es el leit motiv de toda consagración. Numerosos fundadores y fundadoras hunden el llamado en una experiencia por imitar la vida de Cristo.

Si la imitación y el seguimiento de Cristo es uno de los puntos centrales de la vida religiosa, ¿cuáles serán los medios para lograr esta imitación y seguimiento? El carisma vertido en las Constituciones, la Regla, el Directorio y los escritos del fundador o fundadora constituyen un rico legado, un mapa para quien quiera seguir el camino de la imitación de Cristo "al estilo" que Dios inspiró al fundador. Pero ¿basta sólo con la voluntad y el sentimiento para seguir más de cerca de Cristo pobre, casto y obediente? ¿Son suficientes las fuerzas juveniles para iniciar el camino? Y una vez iniciado, ¿podemos contentarnos con el recuerdo del primer fervor como motor inextinguible para seguir adelante?

Cierto, contamos con el auxilio y la gracia de Dios, que sin duda no faltarán a la persona que quiere consagrar su vida "en el seguimiento de Cristo y al servicio del hombre y de la sociedad", según las palabras antes citadas de Juan Pablo II. Pero, ¿no es temerario dejarlo todo a la gracia de Dios? Pregunta que no deja de crear un cierto escozor en nuestra piel, porque, si bien es cierto que todo depende de la gracia, también es cierto que la gracia actúa sobre la naturaleza humana y cuánto más disponible, más apta se encuentre esta naturaleza humana, más eficaz será la labor que la gracia pueda realizar sobre la naturaleza humana.

La parte humana
Por otra parte no podemos descuidar la parte humana de la consagración. La mujer que se consagra, ¿permanece igual por toda su vida? Los cambios en el apostolado, los triunfos, fracasos y dificultades en su quehacer con las almas, ¿no dejarán una huella profunda en su ser de consagrado? Las circunstancias y los acontecimientos por los que atravesará, ¿no podrán cuestionar de vez en cuando el sentido de su consagración? ¿O todo está ya asegurado y garantizado por el sólo hecho de haberse consagrado?

De alguna manera estas preguntas nos llevan a cuestionarnos sobre los medios necesarios para vivir cada día en una forma nueva, fresca, fervorosa, nuestra consagración a Dios. Es cierto que la Iglesia, la sana Tradición, el Magisterio y nuestros mismos Institutos se prodigan por brindarnos estos medios: la vida fraterna en comunidad, las prácticas de piedad, el ejercicio de un apostolado y muchos más.

Pero el hombre, cada hombre y cada mujer, son únicos e irrepetibles. "El Hijo de Dios con su encarnación... revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que <> (Jn 3,16), sino también el valor incomparable de cada persona humana.2

Necesidad de orientación
Surge la necesidad, por tanto, de recurrir a una guía personal, a una orientación particular de la vida individual. Lo reclama la dignidad de la persona humana. No somos hechos en serie. La mujer consagrada se enfrenta durante su vida a una serie de cambios internos y externos que afectarán de alguna manera el sí dado a Dios con tanto amor en la primavera de la profesión religiosa. Estos cambios internos y externos necesitan orientación, guía, luz en forma personal, no comunitaria. Y como "nadie es juez de su propia causa" es necesario recurrir al consejo, a la orientación que otra persona pueda brindar para ayudarnos a seguir el camino de la perfección evangélica.

Esta ayuda nos viene de alguna manera en la dirección espiritual. ¿Cómo podemos entender la dirección espiritual? Surgen entonces las definiciones, la naturaleza, la importancia de este medio. Son muchas las escuelas de espiritualidad, las corrientes psicológicas que tratan de explicar y definir este medio. En la actualidad asistimos básicamente a dos tendencias en la consideración de la dirección espiritual.

Por un lado están quienes entienden la dirección espiritual como un proceso de ayuda al crecimiento integral de la persona humana, centrándose en la subjetividad de la persona.3 Para ellos "il Padre spirituale, ispirandose all´indirizzo reogersiano, asume un atteggiamento <>, rinuncia ad essere l´esperto e si limita ad interventi <>. In tale impostazione, caratterizzata dalla fiducia nella tendenza attualizzante e nel dinamismo soprannaturale presente nel credente, è la persona del Padre spirituale -nella sua dimensione umana e spirituale- che esercita un influsso nel risvegliare e nel potenziare determinati valori. Viene così riconfermato il primato della soggettività, che caratterizza sia la psicologia umanistica sia il metodo centrato sulla persona che viene proposto in questo estudio".4

La dirección espiritual queda concebida de esta forma como en una ayuda centrada en la persona dirigida, según la adaptación más fidedigna al esquema rogersiano, en donde la terapia está siempre centrada en el cliente. De esta forma el alma consagrada pide ayuda al director espiritual para confirmar tan sólo sus intuiciones y desarrollar sus propios valores. Estos valores pueden o no coincidir con los valores evangélicos de los cuales ha hecho profesión de seguir a través de su consagración. Se deja por tanto a la libertad de la persona y a su subjetividad (viene così riconfermato il primato della soggettività), la dirección que quiere dar a su vida.

No dudamos de la madurez de la persona consagrada, de su libre capacidad de decisión, pero queremos también traer a colación una visión integral del hombre, visión fundamentada en la antropología cristiana. Si bien es cierto que el hombre posee la capacidad para ver y dirigirse hacia el bien, también es cierto que por el pecado original, esta naturaleza ha quedado dañada y si bien quiere y desea hacer el bien, la huella del pecado original lo lleva muchas veces a hacer el mal que no desea.

Valores evangélicos
Si entendemos la vida consagrada como una lucha constante hacia la perfección evangélica, creemos que el nodo central y absorbente de toda esta vida serán los valores evangélicos. Valores que propuestos y cultivados en forma adecuada deberán ser personalizados por cada alma consagrada. Y la directora o el director espiritual posee una herramienta de enorme valor para lograr en el alma consagrada esta "personificación" de los valores evangélicos: el carisma de la familia religiosa a la que pertenece la mujer consagrada. Bástenos una definición sintética para entender el carisma: "Ogni fondatore di ordini offre ai suoi discepoli e alla Chiesa stessa una chiave interpretativa del Vangelo, apre una porta nuova per introdurre le anime nel misterio della salvezza, una strada prima non percorsa da altri con chiara coscienza."5

En el carisma la directora espiritual encuentra "las claves de lectura del Evangelio" que el fundador o la fundadora, iluminados por el Espíritu Santo, han ideado para seguir más de cerca la persona de Jesucristo. Vienen entonces a ser considerados los valores evangélicos desde una óptica muy particular y singular. Óptica que enriquece y da sentido a la vida de las personas consagradas.

Desde esta otra perspectiva podemos entender la dirección espiritual como "un diálogo en la fe, al interno de la Iglesia, entre dos personas, que buscan conocer la voluntad de Dios en lo concreto de la vida".6

Directivo- no directivo
Entendida de esta forma la dirección espiritual se convierte en un instrumento directivo - no directivo. Es directiva porque el director o directora espiritual indica a la persona dirigida la voluntad de Dios. En otro sentido, no es directiva porque deja siempre a la persona dirigida la capacidad de seguir o no seguir la voluntad de Dios.

Para las personas consagradas esta voluntad de Dios esta englobada en el carisma de la familia religiosa a la que libremente han decidido pertenecer. Si partimos de esta libertad, la persona elige por concomitancia los medios que le propone el Instituto religioso para lograr la santificación de su alma y la santificación de otras almas, a través de los apostolados en los que esté empeñado el Instituto de vida consagrada. Las constituciones, las reglas, el directorio de vida, las tradiciones de la Congregación representan la voluntad de Dios para el alma que libremente ha elegido responder al llamado de Dios.

Este llamado exige una respuesta personal. La persona cuenta con recursos personales para responder al llamado, pero debe tener cuenta también de que por su naturaleza humana no bastan tan sólo los buenos deseos para responder al llamado. Tendrá que aplicar su inteligencia, su voluntad, su sensibilidad para ir dando la respuesta adecuada. Y aquí se dan las dos posibilidades sugeridas en el presente capítulo; dejar que la mujer consagrada responda por sí misma, dando prevalencia al subjetivismo, o ayudándola a descubrir la voluntad de Dios para su vida, indicándole los medios más idóneos, dejándole siempre en libertad de elección. De estas dos concepciones surgen las dos visiones de la dirección espiritual que hemos tratado de esbozar.

A nuestro modo de ver, la segunda concepción es la que va más acorde con la naturaleza humana, pues si bien es cierto que el hombre tiene en sí los valores y las dotes para seguir libremente el camino de la perfección evangélica, por el hecho del pecado original y la tendencia al mal que de él se sigue en toda persona humana, no todo queda reducido a la buena voluntad de la persona y a una labor meramente orientativa del director espiritual. La dirección espiritual reducida a una orientación de los valores y los recursos personales carece de la visión completa de la naturaleza humana. Es necesario en primer lugar, que el director espiritual apueste en primer lugar por la voluntad de Dios y por los valores evangélicos. De alguna forma esta visión rompe con la "primacía del subjetivismo" proclamada por Rogers. Y creemos que esto debe ser así, pues en aras del subjetivismo muchas posturas contrarias a la voluntad de Dios y a los valores evangélicos pueden quedar justificadas. En segundo lugar, el director espiritual debe presentar en forma atractiva, fresca, estimulante y gozosa, esta voluntad de Dios, estos valores evangélicos y nosotros proponemos que sea a través del carisma de la congregación, pues éste encierra la voluntad de Dios para la persona consagrada y a la vez, una forma muy peculiar de vivir los valores evangélicos, propuestos por el fundador o la fundadora. Por último su labor consistirá en dejar siempre en libertad a la persona consagrada para que ésta pueda optar gozosa y libremente por la voluntad de Dios y los valores evangélicos, de forma que a lo largo de su vida vaya incorporando a su persona (encarnación) con mayor claridad la voluntad de Dios y los valores evangélicos.

Es un arte
Ahora bien la dirección espiritual es un arte, no es un método, y como todo arte no existen "recetas" para llevarlo a cabo. La directora espiritual no es la artista. Dios es el artista que esculpirá en el alma de la persona dirigida, la imagen de la mujer consagrada que desde siempre ha pensado. Labor de la directora espiritual será la de ayudar a Dios a cincelar esta imagen de mujer consagrada. Dios es el escultor, el alma dirigida la piedra a esculpir y la directora espiritual el cincel, el martillo, la herramienta de la que Dios se vale para cumplir con perfección su obra. Por ello el "arte de la dirección espiritual" es el diálogo que se establece entre tres personas -la directora espiritual, la dirigida y el Espíritu Santo- para juntos descubrir, presentar y vivir la voluntad de Dios.

Muchos son los factores que debemos tener en consideración para ejecutar esta obra de arte: las disposiciones y las virtudes de la directora espiritual, los medios con los que cuenta para conocer a la persona dirigida, el arte de la motivación, de la escucha. La propuesta de un programa de vida, el discernimiento espiritual.

NOTAS
1 Juan Pablo II. Redemptoris missio, 69.
2 Juan Pablo II, Evangelium vitae 2.
3 B. Giordani. Il colloquio psicologico nella direzione spirituale. Ed. Rogate, Roma, 1992 pp. 97 - 135.
4 B. Giordani. Op.cit. p.135
5 Luigi di Carluccio Il rischio dell´amore Editirice Rogate. Roma, 1991
6 Ortega, Juan Carlos. La direzione spirituale Dispensa del corso "Direzone spirituale nell master in Psicología della consultazione. Roma, 2002

 

 

 

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