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Reflexión de Pastoral Obrera Andalucía

Reflexión de Pastoral Obrera Andalucía
Reflexiona la Diócesis de Málaga y la Pastoral Obrera de Andalucía en temas como la siniestralidad laboral, la precaridad en la que vivien muchos trabajadores y los problemas legales derivados. Extienden una invitación a la humanización y promoción de un


Por: Pastoral Obrera Andalucía | Fuente: Diócesis de Málaga (Diocesismalaga.es)



“La gloria de Dios es que el hombre viva y que viva en abundancia”

“El trabajo humano es para la vida”


Procurar que el hombre y la mujer del trabajo vivan, pasa por afirmar que la dignidad del trabajo está en el hecho de que es una persona quien lo realiza y, por tanto, el respeto a la dignidad de esta es el primer criterio para organizar el trabajo y toda la vida económica, dicho con otras palabras, el trabajo humano es para la vida.

Pero hoy nos encontramos, entre otras paradojas, con que el trabajo se está convirtiendo para el trabajador en lugar de dominación, de explotación, de dolor y sufrimiento y en demasiadas ocasiones ocurre que quien sale de su casa a buscar la vida, lo que encuentra es la muerte. Esto ocurre porque con el trabajo se ha producido una perversión: se ha situado al capital por encima de la persona.

El capital quiere alcanzar la máxima productividad, con el mínimo coste y la persona del trabajo en una dinámica así tiene que prescindir de su vocación, su familia, su vida social, etc para ser solo un individuo productor, es decir, un eslabón en la cadena de producción de bienes, un simple factor de costes, que para sobrevivir tiene que entregar todo su tiempo al tiempo de trabajo.

Para conseguir la máxima rentabilidad económica se cambian las relaciones laborales, las leyes y el propio mercado de trabajo para hacer posible lo que los empleadores quieren hoy: la flexibilidad de la mano de obra. La persona ha de ser flexible y adaptable en los horarios, en los derechos, en el salario y mostrar disponibilidad para ello desde la presentación del currículum.

La flexibilidad está incrementando la precariedad laboral. Los datos son que 1/3 de los trabajadores en España trabajan con contratos temporales (más de 5 millones de personas) y esa cifra viene aumentando desde la década de los 90. No tiene la cosa visos de detenerse o retroceder, por el contrario, mas cabe esperar que se imponga la temporalidad en los contratos como la norma de las relaciones laborales.

Una manifestación evidente y la más sangrante de la precariedad laboral es la falta de salud y la siniestralidad laboral. Las organizaciones sindicales y los estudios que en distintos ámbitos se vienen haciendo ponen de manifiesto que los trabajadores precarios tienen un riesgo tres veces mayor de padecer un accidente laboral o de contraer una enfermedad relacionada con el trabajo. Todo ello a pesar de los grandes avances técnicos, mecánicos, científicos, de organización del trabajo, legislativos, etc que se vienen poniendo en marcha desde hace años.

En España los accidentes relacionados con el trabajo, lejos de disminuir, mantienen un incremento que nos viene situando a la cabeza de Europa, (en 2006, según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (MTAS), el total de accidentes fue de 1.716.657, de ellos, 1.338 con resultado de muerte, de los cuales en jornada laboral: 966/ in itinere: 372 y los que produjeron lesiones graves fueron: 10.747, de los cuales en jornada laboral: 8.773/ in itinere 1.974).

Otra manifestación de la falta de salud en el trabajo son las enfermedades laborales o profesionales (en 2006 el MTAS reconoce un total de 21.774 casos registrados) pero los datos no dicen lo que en realidad hay, porque estas enfermedades son las grandes desconocidas, ya que frecuentemente sus causas se han venido asimilando a enfermedad común y su tratamiento y contabilización también lo viene haciendo el sistema público de salud. Estas enfermedades siguen una progresión constante y según las estimaciones –ya que en España no hay datos- establecen que en 2004 fueron 16.100 las personas fallecidas por causas imputables a entornos laborales que dañan la salud.

La precariedad laboral rompe la salud de las personas, muy especialmente de aquellas que trabajan en las subcontratas y en las ETTs, como jornaleras y como falsos autónomos. Ellas son quienes sufren la mayoría de los accidentes (Siendo el 33% de los trabajadores, soportan el 60% de la siniestralidad).

Estas personas son también quienes experimentan más crudamente la inseguridad en el empleo, porque viven con el constante temor a perder el trabajo y por ello, no solo son las que más se exponen a factores de riesgo laboral para conservar el trabajo, sino que también tienen un peor estado de salud, tanto física como mental. Así lo pone de manifiesto una investigación de la Universidad Pompeu Fabra . que muestra que quienes están en situación de "inseguridad crónica" son también quienes mas enferman. Por el contrario, cuando la inseguridad se reduce, la salud mejora, como mejora también la situación psicosocial de la persona.

En España la tasa de mortalidad de los trabajadores manuales es dos veces superior a la de los profesionales y directivos. Esa enorme desigualdad en el riesgo de morir no es fruto de la casualidad, ni se encuentra en las características genéticas o biológicas de los trabajadores, ni tampoco en la calidad de los servicios sanitarios disponibles. Su causa fundamental radica en el entorno ambiental y socio-económico en el que viven y, en gran medida, en las características de su trabajo y del medio laboral.

El incumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales es otro de los factores de riesgo para la salud y la vida en el trabajo. Si bien a partir del Plan de Choque contra la Siniestralidad de 1998, las empresas, de manera formal, hacen la evaluación de riesgos laborales, tanto los ritmos como las condiciones de trabajo y las relaciones laborales que imperan, hacen que la Ley se quede en papel mojado en multitud de centros de trabajo. Esto es así porque hacer que en el trabajo prime la seguridad del trabajador, es decir, que el empresario invierta en recursos para la prevención, supone menor rentabilidad económica. Los hechos vuelven a poner de manifiesto que la seguridad de los trabajadores es en el mercado laboral un coste económico, nada más.

Pero como para el capitalismo todo puede ser una oportunidad de ganar dinero, también de la falta de prevención hace negocio. Así, los costes anuales de los accidentes de trabajo están en torno a los 13.000 millones de euros. Es lo que cuestan las jornadas no trabajadas, la asistencia sanitaria y las indemnizaciones.

Por el incumplimiento de la ley, es decir, por la falta de prevención, las empresas han pagado en un año (2002), en concepto de sanciones la cantidad de 103 millones de euros. La diferencia es grandísima y en este “juego”, los trabajadores ponen los muertos, el dolor y el sufrimiento y los dividendos se los reparten: el empresario que no gasta en prevención y externaliza el coste de sus consecuencias para que lo paguemos entre todos y se reparten el resto del botín: las mutuas, la sanidad privada y la jurisprudencia.

La precarización de sus vidas laborales hace que muchos trabajadores acepten asumir riesgos, hacer esfuerzos y soportar ritmos y condiciones de trabajo que dañan su salud, muchas veces, de manera permanente e irreversible y lamentablemente, en demasiadas ocasiones, les cuesta la misma vida. Muchos de estos trabajadores lo hacen con una gran falta de conciencia de lo que les pasa, o por lo menos, por que les pasa.

Nosotros sabemos que la toma de conciencia es el primer paso para decidirse a cambiar la realidad. Y esta realidad es tan sangrante, provoca tanto dolor, tanto sufrimiento, condiciona tanto la vida de las personas que es urgente ponerse manos a la obra: sumar esfuerzos, multiplicar las iniciativas de las organizaciones obreras, acompañar y sostener a las víctimas, formar militantes que acompañen en los centros de trabajo y en los lugares donde vivimos, procesos de concienciación y formación para que los precarizados puedan ser protagonistas de su propia vida y de su lucha. Hacer que el trabajo humano sea para la vida es un reto y una exigencia que tenemos los cristianos.

Comprometernos con esa causa es ir encarnando el Evangelio de la Vida en el mundo del trabajo. Esta manifestación del conflicto social puede ser un medio idóneo para que el mundo obrero conozca a Jesucristo y a su Iglesia y para que nosotros, siguiendo el ejemplo del Maestro, pongamos en marcha el principio-misericordia, es decir, porque hemos visto el sufrimiento ajeno y lo hemos interiorizado, reaccionamos y actuamos.

Es necesario unir esfuerzos para trabajar en organizar todas las relaciones sociales -también las relaciones laborales- en favor del bien de la persona y a favor de la vida humana. Esta es tarea de todos, también de la Iglesia, la cual está llamada a construir la comunión en el mundo desde la perspectiva de los empobrecidos.

Hacer que la siniestralidad sea un problema político pasa por conseguir que los precarizados tomen conciencia de lo que les pasa, por que les pasa y actúen exigiendo el cambio de las relaciones laborales, la aplicación de las medidas de prevención mas adecuadas y exijan la implicación de las organizaciones políticas en la eliminación de esta lacra social que es la falta de salud en el trabajo.

Es necesario hacer que el problema de la siniestralidad laboral sea socialmente visible. Que la sociedad conozca los sufrimientos, el dolor y la muerte que genera el trabajo, cuando no está organizado desde el principio de que la dignidad de la persona está por encima de los intereses del capital. Poner de manifiesto el problema que para el trabajo humano supone la extensión de la flexibilidad y precariedad laboral es una necesidad, ya que estas están haciendo que el trabajo sea lugar de deshumanización y muerte en vez de espacio de promoción y humanización, es decir, un trabajo para la vida.







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