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Globalizar la solidaridad

Globalizar la solidaridad
José María Simone (ACDE): En tiempos de prueba, la seriedad de propósitos y la serenidad de espíritu es lo que permite afrontar las coyunturas difíciles.


Por: José María Simone, Nota aparecida en Clarín, Suplemento Económico | Fuente: Acde.org.ar



José María Simone, presidente de ACDE, hace un llamado a los empresarios para que se transformen en efectivos agentes de cambio con la esperanza de construir, al mismo tiempo, un mundo más fraternal y más justo, fundado en el trabajo honesto, sacrificado y solidario.


La sociedad argentina está intranquila. Se percibe una sensación de falta de confianza y de desesperanza. Ante esta delicada situación que nos preocupa, deseamos contribuir con opiniones que ayuden a encontrar soluciones que promuevan el bien común. Como dirigentes de empresa y como cristianos intentamos que la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) sea un centro de reflexión que conjugue el deseo de contar con un marco apropiado tanto para el crecimiento de nuestra actividad como el de los restantes sectores de la comunidad, de acuerdo con los principios del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.

En estos momentos de inquietud es necesario pensar en los temas que puedan conducirnos a retomar el crecimiento económico que tuvimos a principios de la década del 90. Estamos en un mundo que se ha globalizado hasta ahora tecnológica y financieramente. Esto es un hecho. Por eso miramos la globalización como una realidad, pero al mismo tiempo como un desafío. Creemos que las amenazas que crea esta nueva situación no serán evitadas intentando escapar de la globalización, cerrando la economía y buscando infructuosamente el aislamiento. Esto sólo retrasaría el progreso y produciría una involución, con consecuencias sociales más graves que las que se hubieren querido evitar.

Globalización y sociedad

La dificultad reside en que este proceso de globalización no ha dado solución a las cuestiones sociales ni ha tenido en cuenta las características de cada uno de los países emergentes, afectándolos de manera desigual. La globalización debe gobernarse y esto exige la creación de instituciones de diverso tipo y alcance que promuevan un bien común universal. Es preciso globalizar la solidaridad.

Los dirigentes de empresa tenemos un rol muy importante en la búsqueda de una mayor integración económica y social. Integración del mercado local al internacional en el que producimos y o vendemos nuestros productos. Integración de las necesidades de las personas que integran nuestras empresas con la comunidad en la que viven.

Nuestra búsqueda y propósito es integrar el crecimiento de las empresas con el respeto por las personas, acordando un trabajo honorable y justa paga; respetar los acuerdos celebrados sobre las deudas; pagar las cargas sociales e impositivas en tiempo y forma; procurar la rentabilidad de las empresas para poder sostener su crecimiento y el de las fuentes de trabajo, organizando las relaciones entre las partes que intervienen en las actividades empresariales con ética y honorabilidad.

Consideramos que el desempleo es el principal factor de exclusión social y pauperización. Debe reducírselo mejorando el funcionamiento de las reglas laborales y disminuyendo los impuestos y cargas sobre el salario. El crecimiento económico basado en la inversión y el conocimiento debe contribuir a generar más empleo y mejor remunerado, compensando la menor demanda de personal que el progreso tecnológico determina.

El mundo ha aceptado en forma generalizada la democracia y la economía de mercado como las formas más adecuadas de organización social basadas en la libertad. A este ordenamiento le es inherente un alto grado de movilidad internacional de bienes y capitales. El único camino capaz de generar inversiones y reducir el costo del capital es la confianza que brota de la seguridad jurídica, de la estabilidad de la moneda y de la solvencia del Estado.

El dirigente empresarial debe cooperar con el Estado, en cuanto ciudadano, en la administración racional de las cuentas públicas a través del pago de sus obligaciones fiscales y sociales, buscando que el administrador logre el sano equilibrio de las ellas. El Estado gestionará el pago de las obligaciones generadas por administraciones anteriores, con una lucha seria e implacable contra la evasión fiscal, y con una especial austeridad en el manejo de los fondos públicos. Es obligación del Estado establecer un sistema impositivo no confiscatorio que estimule la inversión, posibilite una adecuada distribución de riqueza y que no constituya una desventaja para aquellos que cumplen con las obligaciones tributarias.

Estas condiciones son alcanzables. Nuestro país no puede pretender estar encuadrado dentro de la categoría de naciones pobres altamente endeudadas. No es atendible la pretensión de que una parte de nuestra deuda sea condonada, tal como lo hicieron los países del Grupo de los 7 con la deuda pública de las naciones más pobres. Por otro lado, el grueso de nuestra deuda está emitida en títulos adquiridos por personas o fondos que a su vez son de propiedad de miles de inversores y ahorristas. No hay posibilidad de una quita que no sea considerada como un default, que afectaría el patrimonio de individuos más que de bancos o instituciones. Una acción de ese tipo destruiría la confianza en la Argentina y le impediría acceder al financiamiento de su desarrollo, ahuyentando además a los inversores del exterior y del propio país. Las consecuencias sobre la producción y el empleo serían negativas.

La responsabilidad del empresario es participar activamente en la búsqueda de una mayor competitividad, sin esperar privilegios o prebendas del Estado. Pero el Estado, a su vez, debe asegurar justas condiciones de riesgo, menores costos financieros y una carga impositiva que estimule al emprendedor. En el plano internacional, el Estado debe resguardar los intereses del país frente a las restricciones al comercio impuestas por algunos países desarrollados en desmedro de nuestra producción agropecuaria.

Agentes para el cambio

Los dirigentes de empresa cristianos esperamos del Gobierno que asuma un papel activo en estas difíciles negociaciones, señalando la contradicción que significa una globalización del comercio regida por reglas asimétricas e inequitativas que perjudican la capacidad de los países emergentes de generar los recursos necesarios para pagar sus deudas.

Los dirigentes de empresa que trabajamos en la Argentina lo hacemos tomando en cuenta los condicionamientos impuestos por la economía mundial tal como existe. Hay muchas cosas en ese mundo que no nos gustan, y por eso un dirigente de empresa debe convertirse en uno de los líderes del cambio necesario para el futuro. Para ello deberá convertirse él mismo en un agente de cambio en su propia actividad, buscando nuevos mercados, desarrollando o aplicando nuevas tecnologías de punta y sobre todo capacitándose para gerenciar creativamente la satisfacción de las nuevas necesidades de los hombres.

El logro de estas metas requiere recuperar la serenidad. A la adversidad se la enfrenta con fortaleza moral, para buscar con tenacidad los medios eficaces para remediar los problemas. En el duro camino de los medios nos sostiene la esperanza de construir un mundo más fraternal y más justo, fundado en el trabajo honesto, sacrificado y solidario de tantos hombres y tantas mujeres.

Quiera Dios que encontremos los argentinos bajo un liderazgo magnánimo el rumbo adecuado para transitar esta etapa. Que el Gobierno y la sociedad civil logren delinear la estrategia que nos permita alcanzar la grandeza de la nación y el bienestar de todos sus habitantes.







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