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Doce mitos en la ética de los negocios
Consolidar una ética implica consolidar una visión del ser humano y del mundo. No hay ética sin una teoría de felicidad humana


Por: Héctor Zagal Arreguín | Fuente: usem.org.mx



1. El mito de la doble moral

Existe una tajante división entre lo privado y lo público. Falso. Ciertamente existen asuntos que son privados y asuntos que son públicos.

El actor de la vida social es un hombre real, con creencias, convicciones, cualidades y hábitos de comportamiento. Es absurdo suponer que las convicciones y cualidades éticas son algo que pueda ponerse y quitarse como quien se anuda la corbata para entrar a una junta y se la quita para asolearse en la playa. Las convicciones y cualidades éticas tienen necesariamente un influjo en la vida pública. Las cualidades éticas inhieren directamente en la persona: la transforman auténticamente. No puede despojarse de ellas. En consecuencia, la ética empresarial está cimentada en la ética de cada uno de los individuos que la integran. La vida privada de los obreros, empleados, directivos y accionistas incide directamente en la ética de la corporación. Esta incidencia es mayor en la medida que se posee mayor poder de decisión.

La naturaleza humana es la misma en la mesa de negociaciones y en la intimidad del hogar .

2. El mito del "bájale a tu rollo"

La ética de los negocios no requiere de fundamentos teóricos. Falso. La ética asume una visión del hombre y una visión de la vida. La ética de los negocios se inserta --lo quiera o no el consejo de administración-- en una determinada tradición antropológica. Los códigos de deber y de valores sin un fundamento antropológico devienen en manual de "buenas maneras". Exigir al director jurídico que envíe los asuntos al notario mejor cualificado y no al notario que le ofrece regalos, requiere algo más que un memorándum de la dirección general. El director jurídico debe admitir una tradición que reconozca que el dinero no es el único regulador del comportamiento profesional, lo que supone, entre otras cosas, una concepción de la felicidad humana no reducida a la acumulación de bienes.



La ética, llámese ética de los negocios o ética profesional, está insertada en una tradición. No existe una ética "aséptica".

Consolidar una ética implica consolidar una visión del ser humano y del mundo. No hay ética sin una teoría de felicidad humana.

Quienes se dedican a la ética de los negocios -y también sus destinatarios- deben definir una postura clara sobre el hombre y su finalidad. Mientras no se tome postura ---en aras de la tolerancia y del pluralismo-- la ética de los negocios será una tenue capa de buenas intenciones, inconexas con el sistema de producción y con el sistema de creencias.

3. El mito de saber misterios

La ética de los negocios no se puede enseñar. El mito de la transferibilidad de la ética arranca de un malentendido: suponer que la ética es una habilidad sin respaldo teórico. La ética de los negocios, como cualquier aplicación de la ética, no es un conocimiento teórico, es un conocimiento práctico. Sabe ética, no quien conoce el significado de la palabra justicia, sino quien reparte las utilidades con justicia.

Los saberes prácticos ---es el caso de la ética-- se adquieren ejercitándolos. Nadie aprende a tocar piano sin practicar, pero tampoco basta la práctica aislada para ser un pianista profesional. Hace falta el consejo y ayuda de un buen concertista. De manera similar, no se aprende ética sin práctica, pero una ética sólida requiere de la orientación de otro hombre. Por ejemplo, algunos profesores de la Escuela de Negocios de Harvard hablan de la conveniencia de que el profesor sea a la vez un mentor. Los influjos externos (profesores, directivos, guidelines) tienen un valor en la adquisición de habilidades éticas. Sin esos influjos, por ejemplo, es difícil adquirir los conocimientos teóricos (concepto del hombre y visión del mundo) presupuestos en las acciones éticamente acertadas. El ejemplo y la experiencia de los otros, así como el sistema de valores corporativamente aceptados, son decisivos en la adquisición de habilidades éticas. Para decirlo de una manera más radical, tanto los vicios como las virtudes se contagian.

4. El mito del prontuario



La ética es un conjunto de reglas. Tengo la impresión de que más de un directivo espera que un libro de ética de negocios sea una especie de recetario para solucionar todos los casos habidos y por haber, una especie de prontuario.

“Sabe ética, no quien conoce el significado de la palabra justicia, sino quien reparte las utilidades justamente”. La ética no es exclusivamente un conjunto de reglas, No es solamente un código de conducta. Es, también, un conjunto de habilidades que me permiten identificar lo correcto aquí y ahora, y obrar en consecuencia. Los hombres de negocios reclaman de los filósofos, libros de ética donde se resuelvan todos los casos posibles, en definitiva, añoran los libros de casuística.

Sin embargo, lo fundamental en la ética es la posesión de habilidades que me disponen a obrar habitualmente con corrección en cada una de las diversas circunstancias de la vida. Si los miembros de la organización no poseen un mínimo de hábitos éticos, la ética de la empresa está sostenida por alfileres.

5. El mito de la ingeniería ética

La ética de los negocios es un saber técnico. La ética no es una habilidad técnica. Las habilidades técnicas ---lo mismo las finanzas que la carpintería---se caracterizan por transformar al mundo exterior.

Las habilidades técnicas se caracterizan por transformar al mundo exterior, en la ética quien se transforma es la persona.

Por el contrario, en la ética, el objeto que se transforma es el sujeto. Las habilidades éticas transforman, ante todo, el sujeto que las ejercita. El hombre austero se perfecciona a sí mismo con su austeridad y el hombre justo se perfecciona a sí mismo con su justicia. En este sentido, la ética no redunda inmediatamente en la empresa; sí redunda inmediatamente, en cambio, en los hombres de la empresa. Los hábitos éticos modifican la empresa indirectamente, pero única y exclusivamente en la medida que los individuos se han autotransformado.

6. El mito del buen ladrón

Las cualidades éticas -hábitos- se pueden poseer aisladamente. Falso: los hábitos éticos (positivos o negativos) forman un entramado indisoluble. Una cualidad ética reclama las otras. El carácter ético es una trama de virtudes. Cada cualidad ética da sostén y consistencia a las otras. Así como a un tejido lo componen hilos entrelazados, el carácter ético está compuesto de virtudes amalgamadas. La justicia requiere de la fortaleza, y la prudencia de la templaza. Para ser justo con los proveedores y no "jinetear"" los pagos, no basta la justicia; hace falta fortaleza y austeridad para resistir la tentación de comprar un automóvil con los productos financieros de los "jineteos". Para ser prudente (saber qué es correcto aquí y ahora) hace falta ser sobrio y templado, pues un directivo irascible y alcohólico, difícilmente tendrá la cabeza despejada para decidir con prudencia si debe despedir a los mayores de 50 años en tiempos de crisis.

7. El mito del legalismo

La ética equivale al derecho. Falso por inexacto. No basta cumplir las leyes positivas (constitución, códigos, reglamentos) para ser ético. La ética va más allá de lo escrito y de los hechos visibles. Las cualidades éticas engloban las intenciones, los deseos y los pensamientos. Una empresa de comunicaciones puede mantener una fundación cultural editorial para deducir impuestos, para fomentar la cultura, para repartir indirectamente la riqueza, para lograr una buena imagen ante el público o, sencillamente, para sobornar a los intelectuales. El hecho --mantener una fundación editorial-- es jurídicamente licito, pero la finalidad permea la operación y pude llegar a ser éticamente incorrecta.

El derecho no regula sino lo mínimo indispensable para mantener la armonía en convivencia social. La ética va mucho más allá: la ética es el modo de desarrollar positivamente la propia personalidad, y por ende, la de los hombres circundantes.

8. El mito de la eficacia de la KGB

Los controles excesivos generan actitudes éticas. Los controles excesivos de suyo generan burocracia, a mediano plazo asfixian la iniciativa de los empleados, y a la larga propician la corrupción. La desconfianza genera desconfianza. Institucionalizar la desconfianza no produce actitudes éticas. Controlar no es dirigir. La honradez no se alcanza quitando poder y autoridad. Un funcionario sin más poder que el de poner un sello, puede ser un hombre corrupto, y un funcionario con amplio poder de decisión puede ser un hombre honrado.

9. El mito del mitote (organigrama)

La ética es un problema de organización. Ambiguo. El entorno político, social, económico y cultural influye decisivamente en los valores corporativamente aceptados por la empresa. Los valores corporativos influyen, a su vez, en los miembros de la organización. Sin embargo, hay una fractura entre organización e individuo. El individuo vive en la organización, pero conserva siempre un margen de autonomía. El individuo no es un mero agente del sistema, no funciona única y exclusivamente por las fuerza del sistema. En consecuencia, no basta una transformación del sistema para transformar al individuo. El individuo debe querer transformarse y asumir los valores del sistema, libre y conscientemente. La ética de la empresa no se logra cambiando únicamente los aspectos duros de la organización, es menester un cambio en los agentes de la organización.

Los valores de una corporación influyen en los miembros de la organización, pero el individuo conserva siempre un margen de autonomía.

10. El mito del buen negociante

La ética en los negocios es un valor agregado. La ética no es un "bien" que se agrega al producto. La ética no puede contabilizarse mi medirse. Los contadores no podrán asentar en sus libros los ingresos obtenidos por ventas de productos "con ética". La ética se encuentra presente a lo largo de todo el proceso de producción. La ética es un modo de vida, y se manifiesta tanto en el mundo laboral como en la esfera familiar.

11. El mito puritano

No deben premiarse las actitudes éticas. Falso, por puritano. El empleado no debe ser ético por el premio pero la institución debe facilitar los comportamientos éticos. No basta castigar al cajero que roba, hay que premiar a los cajeros que no estafan. La mejor manera de premiar --no le demos más vueltas-- es el sueldo justo y el ambiente de trabajo satisfactorio. Las cualidades éticas no son algo que puedan comprarse. Sería absurdo poner un anuncio que dijera: "Se solicita contralor honrado. Se ofrece excelente sueldo. Contadores pillos, no presentarse". Sin embargo, los incentivos --incentivo no equivale sólo a remuneración económica-- facilitan la ejecución de actos virtuosos. El director de empresa debe hacer que la práctica de las virtudes sea algo atractivo en su empresa.

12. El mito del Pípila

La ética consiste en un conjunto de prohibiciones. La ética -y por tanto la ética de los negocios- es una guideline para el óptimo uso de la naturaleza humana, Sólo comportándonos éticamente podremos explotar todas las capacidades de la naturaleza humana. Equivocadamente se piensa que el comportamiento irracional, es decir el comportamiento no-ético, realiza al ser humano. Falso. La ética no es una lápida que aplasta la personalidad, como la piedra que cargaba el mexicanísimo Pípila. La ética es una plataforma para desarrollar la personalidad, es un trampolín para un desarrollo pleno. Evitar el peligro de querer legitimar la ética porque es útil, porque ahorra dinero.

Suele indentificarse la ética con los códigos prohibitivos. Ésta es una visión reductiva y patológica de la ética. Ciertamente, los códigos éticos prohíben algunos comportamientos, --por anti-natrurales-- pero al lado de esas prohibiciones, la ética promueve una multitud de comportamientos positivos.

Para los griegos la ética era el arte de lograr la felicidad de acuerdo a la propia naturaleza, y la naturaleza humana es multiforme.

Colofón

La ética no es algo que se añade a la empresa para incrementar utilidades. La ética es una dimensión natural del hombre, como lo es su corporeidad. Sin duda, vivir éticamente exige esfuerzo, comportarse habitualmente al margen de la ética lo exige también. Además, si "guardar la línea" exige privaciones (dietas, horas de gimnasio, etcétera), no debe extrañarnos que el desarrollo de los "músculos" éticos exija privaciones.

En todo caso, debe escaparse a la tentación de legitimar la ética porque es útil, porque ahorra dinero. La ética se legitima porque es natural, porque es humana y nada más. La ética se legitima porque es el camino por donde el hombre se realiza como ser racional y solidario. Mientras la empresa no asuma este principio, me temo que ética seguirá siendo "una extraña entre nosotros" (como el título de una película).
 







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