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¿El empresario en la Sagrada Escritura?

¿El empresario en la Sagrada Escritura?
¿Qué dicen las escrituras de la vocación empresarial? G. Lombardi nos instruye en este respecto.


Por: G. Lombardi | Fuente: www.mercaba.org




La vocación del empresario es una de las posibles formas de respuesta a la invitación divina de "dominar la tierra" (Gén 1,28).

Como es obvio, la Biblia no habla explícitamente del empresario, pero ofrece (Gén, cc. 1-11) una visión del hombre basada en tres relaciones irreductibles: con Dios (temor de Dios, adoración), con la tierra (trabajo, técnica, producción) y con las demás personas (diálogo y comunidad), relaciones que constituyen los motivos inspiradores fundamentales de una visión cristiana de la función del empresario.

Cuando se desvanece en el hombre la relación con Dios, también las otras relaciones estructurales (con los demás y con el mundo) pueden quedar violentadas o trastocadas con un uso desordenado de la libertad (Gén 4,6-7).

El oficio de empresario tiene su origen en la libertad humana, pero pone a prueba las capacidades de uso ordenado del don de la libertad. Emprender es sustancialmente asumir el peso (honores y cargas) de la responsabilidad, del riesgo, de la elección, de la innovación. El empresario se encuentra, pues, ante la ambivalencia moral de las opciones, ante los éxitos y los fracasos materiales, pero también ante la peculiar forma de fracaso moral que los cristianos denominan pecado.

Si Gén 3 ilustra el sentido del pecado contra Dios y Gén 4 el sentido del pecado contra el hombre, la historia de la torre de Babel (Gén 11,19) describe el pecado que con más frecuencia se puede asociar al papel del empresario: pretender ensalzar tanto el progreso técnico (entonces representado por los ladrillos cocidos) que se llegue a prescindir de Dios. Este pecado tiene su origen en el modo de usar los bienes de la tierra. Los hombres que tienen la pretensión de levantar la torre hasta el cielo, quieren "hacerse famosos" (Gén 11,3-4), es decir, darse una identidad, en vez de buscar la fama y la identidad otorgadas por el Creador (Gén 5,1-2).

Dice significativamente el comentario judío Piergei de Rabbi Eliezer (c. 24) que durante la construcción de la torre de Babel, si alguien caía y moría, los constructores no le prestaban ninguna atención; pero que, en cambio, si caía un ladrillo, se sentaban y se ponían a llorar, diciendo: "¡Pobres de nosotros! ¿Cuándo tendremos otro ladrillo que sustituya a éste?"

El uso desordenado de los bienes de la tierra y del progreso técnico viene, pues, acompañado desde su prototipo primordial (la torre de Babel) por la falta culpable de respeto a los demás y va seguido por la confusión de las lenguas entre los humanos.

En la óptica de la antropología cristiana, si la función del empresario ahonda sus raíces en la responsabilidad del hombre libre, "persona", es porque es sujeto de conciencia y de libertad.

Si una tal libertad de la actuación ,empresarial está expuesta al riesgo de caer en múltiples formas de pecado (falta de respeto a la dignidad del trabajador, opresiones, uso egoísta de la riqueza, individualismo, etc.), esa misma libertad permite a la vez hacer fructificar los "talentos" de que cada uno está dotado (Mt 25,14-30), multiplicando elbienestar de la sociedad.

Por otro lado, solamente una lectura fundamentalista de los evangelios puede hallar en ellos una condena de principio del empresario y del capitalismo, como sistema económico de enriquecimiento individual y social.

 







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