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Rol Afectivo y Situación Emocional del Educador

Rol Afectivo y Situación Emocional del Educador
El educador influye con el testimonio de toda su persona, en la que se transparentan los valores que propone y que estimulan a su imitación.


Fuente: arvo



La clave de todo proceso educativo consiste en implicar profundamente al chico/a como sujeto y artífice de su propio crecimiento. en esa perspectiva en la que los chicos/as son los protagonistas, el educador ha de saber situarse y descubrir su función propia. El educador conserva toda su validez y eficacia, porque está llamado a crear las condiciones más adecuadas que faciliten la toma de decisiones y el desarrollo del chico/a.

La metodología de educar a través de la experiencia exige también que el educador sea activo, no sólo en la propuesta sino en la fase de ejecución y aún después. El educador establece un sistema de experiencia de tal modo que el chico/a sea introducido en una forma global de vida, favoreciendo la maduración de su personalidad; selecciona los medios más aptos para los contenidos y los mensajes; prepara a los jóvenes para la experiencia; predispone el desarrollo de la experiencia misma, de modo que resulte coherente y eficaz; y ayuda a la evaluación e interiorización de la experiencia una vez realizada.

El educador influye con el testimonio de toda su persona, en la que se transparentan los valores que propone y que estimulan a su imitación. Su misma presencia física, fraterna y amistosa entre los jóvenes crea relaciones de confianza que predisponen a una influencia educativa. Es una presencia activa, esto es, portadora de propuestas e iniciativas que desarrollan la potencialidad de la persona y crean un ambiente favorable. Es también una presencia alentadora que tiende a despertar y favorecer la creatividad de los jóvenes y desarrolla motivaciones que refuerzan su capacidad de respuesta autónoma a los valores propuestos.

2.1. Ser educador

Cuando se descubre la importancia y responsabilidad de la función educativa -suscitar personas-, se entiende mejor que no puede quedar reducida a una tarea técnica y que ha de ser vivida como una vocación, que envuelve a toda la persona y da sentido a su vida. El auténtico educador cree que vale la pena gastar la vida para educar a los niños y jóvenes y, por eso, está dispuesto a compartir con ellos sus experiencias, inquietudes y valores.

La relación que se establece entre el educador y el chico/a se sitúa en la lógica de la semilla, del germen que crece. El sujeto y protagonista de su crecimiento es el chico/a, mientras que el educador colabora con todo su ser, creando las condiciones más adecuadas que lo favorezcan. Toda su actuación consiste en despertar las fuerzas interiores del chico/a, acompañándole en su proceso y ayudándole a descubrir el sentido y la unidad de su propia vida.

2.2. Convicciones de fondo

1 La confianza en el chico/a, en sus fuerzas sea cual sea la situación en que se encuentra. Todo camino educativo parte de la valoración de aquello que el chico/a lleva dentro de si y que el educador ha de saber descubrir con inteligencia, paciencia y bondad.

2 El valor liberador de la relación personal, hecha de confianza y amistad. Esta confianza dada genera la respuesta del chico/a, que se siente acogido y valorado como persona concreta.

3 La vida diaria, como lugar de diálogo educativo. La credibilidad de cualquier propuesta se juega en el terreno propio del chico/a, su vida de cada día, en la que debe descubrir su sentido y dar respuesta personal.

4.El crecimiento desde lo positivo, promoviendo experiencias que orientan hacia el bien. Esto previene comportamientos deformantes y desarrolla en los jóvenes actitudes que les permitirán superar otras situaciones difíciles.

5 Los recursos sobre los que apoyarse. El chico/a crece desde dentro, y para educarles es necesario apoyarse en las fuerzas interiores más profundas que lleva dentro de sí: la razón, y el deseo de Dios.

6 La fuerza educativa de un ambiente, como atmósfera que se respira. el ambiente que se crea es el resultado de un conjunto de factores que intervienen y ha de ser cuidado y enriquecido positivamente pues se convierte en condición, vehiculo y propuesta de valores.

2.3. Principios educativos

2.3.1. Principios generales

1.La centralidad del chico/a en el proceso de crecimiento. Él es el protagonista y no un mero receptor de normas o propuestas.

2 La exigencia de personalización, entendida como crecimiento de la conciencia de si mismo como desarrollo original de los propios recursos, como inserción creativa en el contexto social. El chico/a está llamado a hacer experiencia a asimilar e interiorizar una escala de valores como equipamiento propio.

3.El camino hacia la autonomía. La educación excluye actitudes posesivas o de continua tutela y, por el contrario, favorece en el chico/a la capacidad de proseguir él sólo el camino. El educador interviene de tal manera que cada día sea menos necesaria su presencia.

4. La visión unitaria e integral. Una correcta educación exige tener en cuenta cada una de las partes de la persona y el conjunto todo. El verdadero crecimiento se produce cuando el chico/a toma conciencia no solo de sus intereses inmediatos, sino también de su destino final como persona.

5.La presencia activa del educador, que sabe estar en medio de los jóvenes como testigo y animador, movilizando todos los recursos y energías de las personas y del ambiente. Estar en medio de los jóvenes convivir y compartir sus gustos e intereses, sin renunciar a su papel de educador.

2.3.2. Aspectos particulares.

El educador ha de tener en cuenta los siguientes aspectos para llevar a cabo los principios educativos antes mencionados:

1. Hacer ver al chico/a que la realidad es siempre algo dinámico, vivo, múltiple, inabarcable en una sola mirada; que nada es insignificante y que todo o casi todo tiene una explicación, que está esperando ser encontrada.

2. Mover al chico/a a descubrir los varios puntos de vista, ideologías y experiencias desde los que se realizan las distintas lecturas de la realidad , con las consiguientes repercusiones prácticas.

3. Mostrar una actitud crítica y un espíritu independiente con respecto a necesidades, caprichos, modas; y sepa dar razón de esa actitud ante los jóvenes.

4. Usar, en el diálogo con los chicos/as, el sistema interrogativo, sacudiendo el conformismo de los esquemas preconcebidos, adquiridos en actitud crítica y por simbiosis con el ambiente; tenga cierto espíritu de contradicción para obligar a los chicos/as a razonar, a ver las cosas desde distintas perspectivas.

5. Aparecer ante el chico/a como una persona madura, segura de sí misma, optimista ante la vida, arriesgada; y al mismo tiempo, cercana.

6. Someterse a sí mismo y a los chicos/as a evaluación por parte de otros; sea capaz de razonar su propia postura, cambiarla si es preciso o mantenerla razonablemente.

7. Presentarse ante el chico/a como una persona fundamentalmente feliz, que vive su profesión y su misma tarea educativa como una vocación, que está alegre de ser quién es y de hacer lo que hace

8. Valorar el protagonismo de las personas, cuando emprenden una tarea, cuando crean algo nuevo o son misioneros de una idea.

9. Entablar relación con personas que han hecho un planteamiento personal de vida y lo viven consecuentemente.

10. Tener autoridad moral sobre el grupo y capacidad organizativa, apoyada en el optimismo, el respeto y la necesaria exigencia, que sostenga la constancia de los jóvenes.

11. Ser consciente de que él es el responsable último del camino que va recorriendo el grupo y de la meta que intenta conseguir.

2.4. Relaciones afectivas del educador

Como persona sexuada, el educador ha de tener bien integrada y personalizada su vivencia afectivo-sexual, de acuerdo a la edad y circunstancias existenciales. En este campo, como en todos, los chavales no obedecen, imitan. Ha de ser consciente de que el educando es alguien diferente y tiene que ser él mismo. Su desarrollo afectivo es distinto y ha de ser respetada su personalidad. También hay que evitar la postura de aliarse con los chicos haciéndose el simpático o bromeando de lo que ellos viven. No hay cosa que haga más daño que pretender hacerse el “sabelotodo”. Las vivencias afectivas y sexuales suponen un profundo impacto en los chavales, vulnerables y confusos en busca de su identidad. Sólo se animaran a confrontar si encuentran el respeto debido.

Los animadores darán una visión positiva de la vida, siempre que sitúen a los niños en ambiente estimulantes, vivos, en los que la libre expresión y la implicación ayuden a ello.

Ha de tratar el animador de ayudar al sujeto a lograr cosas por si mismo; y a dar nombre propio a cada experiencia de su vida. Cuando en esta aventura de crecer haya equivocaciones, se ha de ayudar a restituir y superar las dificultades. Se trata también de acompañar la disminución de la violencia y la superación del parasitismo y del aburrimiento, logrando interesarles por la pasión de vivir con otros y con sentido.

La sociedad actual no ayuda nada a los educadores en esta tarea, porque con su sexo de mercado sólo se interesa por el cuerpo - promoción, el cuerpo-músculo y no por el cuerpo identidad.

En ocasiones son los propios educadores los que asumen con dificultad sus propias relaciones afectivas. Las lagunas y taras afectivas en el educador adulto pueden repercutir en la relación con los jóvenes. Los excesivos miedos ocultos o las situaciones personales vividas desde la represión, en ocasiones pueden conducir a un carácter duro y agresivo.

Un educador excesivamente exigente consigo mismo en el ámbito de la moral sexual, corre el riesgo de serlo también con los demás. En el extremo opuesto, un animador cuya concepción de la vida moral sea excesivamente laxa en el terreno de la sexualidad y los comportamientos sexuales, ha de tener sumo cuidado de no proyectar en los muchachos/as visiones reduccionistas que puedan provocar desviaciones en la formación de la conciencia moral.

El animador de grupos ha de procurar con esmero cuidar sus expresiones afectivas, tanto con los chavales como con otros animadores, ya que su conducta está siendo pauta de comportamiento para los miembros del grupo.

Sin perder la naturalidad en las relaciones ha de pensar constantemente en los chicos/as que tiene en sus manos y tener en cuenta la etapa que ellos viven en su proceso de crecimiento. De este modo, ha de posponer sus propios intereses y búsquedas afectivas a las necesidades de los jóvenes con los que trata. Una inmadurez afectiva en el educador puede tener serias repercusiones negativas en los sujetos a los que acompaña.

En este tema, más que en otros, el educador ha de asumir con responsabilidad y honradez la propia vivencia. Ahí está el gran reto para esta tarea. Los conflictos que viven los chicos/as son un grito de llamada a nuestra propia coherencia. Educar para el amor y la afectividad hoy nos exige a nosotros tomarnos en serio nuestro propio proceso de maduración personal y sexual, tengamos la edad que tengamos.

Educar para el amor y la sexualidad es ofrecer la posibilidad de amar y ser amado:

* Cada vez que un chico/a se siente valorado y tratado en concreto.
* Cada vez que se siente nombrado desde fuera.
* Cada vez que se siente aceptado tal y como es.
* Cada vez que se le pone en situación de colaborar con otros.
* Cada vez que siente la solidaridad y cercanía en un momento de aprieto.
* Cada vez que se siente tratado tal cual es, sin discriminación por ser chica, o sobre valoración por ser chico.
* Cada vez que nos descubre como humanos que también nos equivocamos, pero que intentamos ser coherentes.








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