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La Figura y Protagonismo de los maestros
La Figura y Protagonismo de los maestros
Ser maestro es mucho más que una persona que enseña.
Por: Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata | Fuente: Aica

Reflexión de Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, sobre la figura y protagonismo de los maestros
(9 de febrero de 2008)
En el calendario educativo argentino se destaca ya, desde hace tiempo, el Curso de Rectores que todos los años realiza en la primera semana de febrero el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).
Este año la temática del Congreso gira alrededor del protagonismo del docente. Me parece muy importante subrayar este tema, porque nos invita a poner atención cuando se habla tanto del tema educativo en la figura del docente.
El término docente me parece un tanto genérico porque docente es alguien que enseña. Nosotros estábamos acostumbrados, y digo que estábamos porque ya no se utiliza tanto este término, a llamarlos maestros. Ese sí que es un título. A mí no me gusta mucho el término docente, me parece muy genérico, ni tampoco el de trabajadores de la educación.
Me parece que hay que reivindicar otra vez el nombre de maestro. Aquí estamos enfocando el alma del proceso educativo. Porque el proceso educativo no puede funcionar bien y no puede dar fruto si no se entabla una relación correcta entre el maestro y el discípulo. Maestro es algo más que una persona que enseña. Es alguien que no sólo tiene que transmitir instrumentos de conocimiento, metodologías sino también valores, tiene que educar.
El maestro es el educador y el educador debe ser llamado correctamente maestro. Por otra parte, para nosotros los cristianos, el nombre de maestro suena muy alto: a Jesús los discípulos lo llamaban maestro.
Estoy aludiendo entonces a la vocación del docente. Cuando enfocamos el proceso educativo y destacamos el protagonismo de los maestros, de las maestras, este título vale también para los profesores de todos los niveles: estamos señalando que se trata de una vocación, no de un mero trabajo, de una mera profesión de enseñar.
Es cierto que la situación social y cultural ha cambiado mucho desde los tiempos en que yo iba a la escuela primaria pero, sin embargo, creo que la calidad de la educación depende en buena medida de la calidad de los maestros y por tanto del auténtico protagonismo de ellos en la escuela.
Se habla hoy, con razón, de una formación permanente de los maestros. Y aquí es importante que atendamos a que es otro campo en el cual se juega el principio de la libertad de enseñanza, de la libertad de educación.
El Estado, frecuentemente, renueva su pretensión de monopolizar la formación docente, sobre todo en los altos niveles. Y creo que esto es un error, sobre todo porque muy fácilmente ese monopolio se desliza hacia la manipulación ideológica y entonces la libertad de enseñanza quedaría seriamente cuestionada.
Me parece muy bien entonces que en esta primera semana de febrero miles de rectores, directivos de institutos de todos los niveles y de todo el país se reúnan para hablar de estos asuntos. Sobre todo porque el enfoque que le damos obviamente es un enfoque cristiano, evangélico. El maestro tiene la vocación de plasmar la personalidad del discípulo y en nuestro caso el maestro tiene que ser un discípulo y un misionero.
Si en cada una de nuestras escuelas -hablo de las escuelas católicas- todos los que han asumido la misión de enseñar fueran verdaderamente discípulos de Cristo otro sería el cantar en el sistema educativo católico y en el país entero.
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Por: Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata | Fuente: Aica

Reflexión de Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, sobre la figura y protagonismo de los maestros
(9 de febrero de 2008)
En el calendario educativo argentino se destaca ya, desde hace tiempo, el Curso de Rectores que todos los años realiza en la primera semana de febrero el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).
Este año la temática del Congreso gira alrededor del protagonismo del docente. Me parece muy importante subrayar este tema, porque nos invita a poner atención cuando se habla tanto del tema educativo en la figura del docente.
El término docente me parece un tanto genérico porque docente es alguien que enseña. Nosotros estábamos acostumbrados, y digo que estábamos porque ya no se utiliza tanto este término, a llamarlos maestros. Ese sí que es un título. A mí no me gusta mucho el término docente, me parece muy genérico, ni tampoco el de trabajadores de la educación.
Me parece que hay que reivindicar otra vez el nombre de maestro. Aquí estamos enfocando el alma del proceso educativo. Porque el proceso educativo no puede funcionar bien y no puede dar fruto si no se entabla una relación correcta entre el maestro y el discípulo. Maestro es algo más que una persona que enseña. Es alguien que no sólo tiene que transmitir instrumentos de conocimiento, metodologías sino también valores, tiene que educar.
El maestro es el educador y el educador debe ser llamado correctamente maestro. Por otra parte, para nosotros los cristianos, el nombre de maestro suena muy alto: a Jesús los discípulos lo llamaban maestro.
Estoy aludiendo entonces a la vocación del docente. Cuando enfocamos el proceso educativo y destacamos el protagonismo de los maestros, de las maestras, este título vale también para los profesores de todos los niveles: estamos señalando que se trata de una vocación, no de un mero trabajo, de una mera profesión de enseñar.
Es cierto que la situación social y cultural ha cambiado mucho desde los tiempos en que yo iba a la escuela primaria pero, sin embargo, creo que la calidad de la educación depende en buena medida de la calidad de los maestros y por tanto del auténtico protagonismo de ellos en la escuela.
Se habla hoy, con razón, de una formación permanente de los maestros. Y aquí es importante que atendamos a que es otro campo en el cual se juega el principio de la libertad de enseñanza, de la libertad de educación.
El Estado, frecuentemente, renueva su pretensión de monopolizar la formación docente, sobre todo en los altos niveles. Y creo que esto es un error, sobre todo porque muy fácilmente ese monopolio se desliza hacia la manipulación ideológica y entonces la libertad de enseñanza quedaría seriamente cuestionada.
Me parece muy bien entonces que en esta primera semana de febrero miles de rectores, directivos de institutos de todos los niveles y de todo el país se reúnan para hablar de estos asuntos. Sobre todo porque el enfoque que le damos obviamente es un enfoque cristiano, evangélico. El maestro tiene la vocación de plasmar la personalidad del discípulo y en nuestro caso el maestro tiene que ser un discípulo y un misionero.
Si en cada una de nuestras escuelas -hablo de las escuelas católicas- todos los que han asumido la misión de enseñar fueran verdaderamente discípulos de Cristo otro sería el cantar en el sistema educativo católico y en el país entero.
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