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Diez mandamientos para odiar la lectura (decálogo del mal lector)
Diez mandamientos para odiar la lectura (decálogo del mal lector)
La lectura requiere esfuerzo, especialmente un empeño inicial de concentración y de interés; una actitud más activa y operativa que la que requiere, por ej., un video-juego.
Por: Luis Olivera Marañón | Fuente: Arbil
Por: Luis Olivera Marañón | Fuente: Arbil
El esfuerzo personal por leer.
Si la TV no exige ningún esfuerzo del televidente, adentrarse en la lectura es una tarea más ardua. La lectura es una convivencia sutil entre el escritor y el lector; es una experiencia compartida, que enriquece a pesar del empeño que conlleva: No hay lectura de un libro sin esfuerzo del lector. En uno de sus más recientes chistes, Forges muestra a dos de sus personajes paseando por el campo. Uno de ellos dice: Con tanta tele, me temo que leer, lo que se dice leer, la gente ya sólo lee la fecha de caducidad de los yogures. El otro le contesta: Temo desilusionarte: las fechas de caducidad no se leen; se miran. Y el primer personaje le contesta: Pues más a mi favor.
Un gran libro debería dejarnos en herencia muchas experiencias, y algo cansados al final. Porque leyéndolo vivimos varias vidas y eso consume energías. Pero está al alcance de cualquiera.
La tarea del que se dedica a introducir a los niños y a los jóvenes en el reino de los libros es enseñarles que éstos no son monumentos intocables o residuos sagrados, sino testimonios cálidos de la vida de los seres humanos, palabras que nos hablan con nuestra propia voz y que pueden darnos aliento en la adversidad, y entusiasmo o fortaleza en la desgracia (Muñoz Molina). Incluso Ortega y Gasset decía que los grandes escritores nos copian, porque al leerlos descubrimos que nos cuentan nuestros propios sentimientos y que piensan ideas que nosotros mismos estábamos a punto de pensar.
Pero aunque la lectura resulte necesaria, eso no implica que cualquiera pueda escribir o leer libros sin esfuerzo. De hecho, desde hace años ha cundido la superstición irresponsable de que el empeño, la tenacidad, la disciplina y la memoria no sirven para nada. Y de que, por lo tanto, cualquiera puede hacer cualquier cosa a su antojo, como por arte de magia. Lo que hoy se llama lo lúdico se ha convertido en una categoría sagrada. Del aula como lugar de suplicio ha escrito un académico español--, se ha pasado a la idea de la clase como permanente guardería, lo cuál es una actitud igual de estéril, aunque mucho más engañosa, porque tiene la etiqueta de la renovación pedagógica.
La lectura requiere esfuerzo, especialmente un empeño inicial de concentración y de interés; una actitud más activa y operativa que la que requiere, por ej., un video-juego.
Posteriormente, si la lectura no se frustra y está bien elegida, la compensación del esfuerzo es enormemente superior. Y es probable que aquella joven no necesite más impulsos externos para leer: porque habrá captado la gratificación que produce lo literario. Como consecuencia, la persona crece en su capacidad de expresión y de entendimiento de los conflictos que le envuelven y, es probable, que también cuente más con la fuerza de la palabra para solucionarlos. Y que no hable con el lenguaje de la fuerza.
Diez mandamientos para odiar la lectura(Decálogo del mal Lector)
1.- Niño, lee; no veas la televisión.
2.- Niño, lee; para que aprendas gramática y redacción.
3.- Los libros son verdad; los comics son violencia y maldad.
4.- Niño, lee libros de conocimiento; no sólo cuentos.
5.- Niño, saca la moraleja. Todo libro una lección enseña.
6.- Desarrolla tu inteligencia y escribe el resumen del libro en tu libreta.
7.- No juegues: coge un libro y lee.
8.- El libro es educación, y nada de juego y diversión.
9.-Como sigas así de inquieta, te mando a la biblioteca.
10.- Yo leería libros de gran calibre, si tuviera tiempo libre.
Siguiendo este decálogo, conseguiremos que los chavales digan: Abuelo, ¡qué rollo leer!, que es el título de un libro de reciente aparición, dirigido a locos bajitos de 8 años en adelante. Pero ya en el lejano año 1904, el Conde de las Navas escribió la obra Amigos y enemigos del libro. O sea, que el problema no es nuevo, sólo distinto.
Si la TV no exige ningún esfuerzo del televidente, adentrarse en la lectura es una tarea más ardua. La lectura es una convivencia sutil entre el escritor y el lector; es una experiencia compartida, que enriquece a pesar del empeño que conlleva: No hay lectura de un libro sin esfuerzo del lector. En uno de sus más recientes chistes, Forges muestra a dos de sus personajes paseando por el campo. Uno de ellos dice: Con tanta tele, me temo que leer, lo que se dice leer, la gente ya sólo lee la fecha de caducidad de los yogures. El otro le contesta: Temo desilusionarte: las fechas de caducidad no se leen; se miran. Y el primer personaje le contesta: Pues más a mi favor.
Un gran libro debería dejarnos en herencia muchas experiencias, y algo cansados al final. Porque leyéndolo vivimos varias vidas y eso consume energías. Pero está al alcance de cualquiera.
La tarea del que se dedica a introducir a los niños y a los jóvenes en el reino de los libros es enseñarles que éstos no son monumentos intocables o residuos sagrados, sino testimonios cálidos de la vida de los seres humanos, palabras que nos hablan con nuestra propia voz y que pueden darnos aliento en la adversidad, y entusiasmo o fortaleza en la desgracia (Muñoz Molina). Incluso Ortega y Gasset decía que los grandes escritores nos copian, porque al leerlos descubrimos que nos cuentan nuestros propios sentimientos y que piensan ideas que nosotros mismos estábamos a punto de pensar.
Pero aunque la lectura resulte necesaria, eso no implica que cualquiera pueda escribir o leer libros sin esfuerzo. De hecho, desde hace años ha cundido la superstición irresponsable de que el empeño, la tenacidad, la disciplina y la memoria no sirven para nada. Y de que, por lo tanto, cualquiera puede hacer cualquier cosa a su antojo, como por arte de magia. Lo que hoy se llama lo lúdico se ha convertido en una categoría sagrada. Del aula como lugar de suplicio ha escrito un académico español--, se ha pasado a la idea de la clase como permanente guardería, lo cuál es una actitud igual de estéril, aunque mucho más engañosa, porque tiene la etiqueta de la renovación pedagógica.
La lectura requiere esfuerzo, especialmente un empeño inicial de concentración y de interés; una actitud más activa y operativa que la que requiere, por ej., un video-juego.
Posteriormente, si la lectura no se frustra y está bien elegida, la compensación del esfuerzo es enormemente superior. Y es probable que aquella joven no necesite más impulsos externos para leer: porque habrá captado la gratificación que produce lo literario. Como consecuencia, la persona crece en su capacidad de expresión y de entendimiento de los conflictos que le envuelven y, es probable, que también cuente más con la fuerza de la palabra para solucionarlos. Y que no hable con el lenguaje de la fuerza.
Diez mandamientos para odiar la lectura(Decálogo del mal Lector)
1.- Niño, lee; no veas la televisión.
2.- Niño, lee; para que aprendas gramática y redacción.
3.- Los libros son verdad; los comics son violencia y maldad.
4.- Niño, lee libros de conocimiento; no sólo cuentos.
5.- Niño, saca la moraleja. Todo libro una lección enseña.
6.- Desarrolla tu inteligencia y escribe el resumen del libro en tu libreta.
7.- No juegues: coge un libro y lee.
8.- El libro es educación, y nada de juego y diversión.
9.-Como sigas así de inquieta, te mando a la biblioteca.
10.- Yo leería libros de gran calibre, si tuviera tiempo libre.
Siguiendo este decálogo, conseguiremos que los chavales digan: Abuelo, ¡qué rollo leer!, que es el título de un libro de reciente aparición, dirigido a locos bajitos de 8 años en adelante. Pero ya en el lejano año 1904, el Conde de las Navas escribió la obra Amigos y enemigos del libro. O sea, que el problema no es nuevo, sólo distinto.
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