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Leyes de plazos para el aborto
Las leyes de plazos para el aborto son un engaño más de quienes promueven la prepotencia y el abuso de los fuertes sobre los débile


Por: Fernando Pascual | Fuente: Catholic net



Cuanto más pequeño, más fácil resulta eliminarlo. Porque el aborto es más rápido cuando el embrión tiene pocas semanas. Porque los “médicos” necesitan menos aparatos y la madre corre menos riesgos. Porque los traumas después del aborto, dicen algunos, serán menores. Porque, otros añaden, el embrión no sufre nada si viene despedazado en las primeras etapas de su vida.

Esta es el modo de razonar de quienes defienden leyes para establecer “plazos” para el aborto.

Pero el presupuesto de fondo es siempre el mismo: cuanto antes, mejor. ¿Mejor para quién? No para el embrión, que nunca nacerá. Tampoco para la mujer, que muchas veces esperaba una ayuda en su vocación de madre y sólo encontró presiones para que abortase. Tampoco para la sociedad, porque no puede mejorar una nación cuando permite eliminar a los hijos no nacidos. Tampoco para los médicos y profesionales de la salud, que utilizan para matar una ciencia que debería servir a la vida. Tampoco para los mismos políticos, que se engañan y nos engañan al decir que defienden el “derecho” de la mujer a decidir libremente cuando en realidad lo único que promueven es una cultura del abuso, de la violencia, del desamor, de la muerte.

Las leyes de plazos para el aborto son un engaño más de quienes promueven la prepotencia y el abuso de los fuertes sobre los débiles. Es la misma lógica que en el pasado aceptó y promovió la esclavitud. Es la misma lógica de pueblos del pasado y del presente que consideran que el vencido es como un harapo en manos del vencedor. Es la misma lógica del capitalismo salvaje, que beneficia a los que más tienen y hunde en la miseria a los más pobres.

Necesitamos abrir los ojos para reconocer que cada vida humana inicia con la fecundación. El tamaño, el tipo de ADN, el sexo, el color futuro de la piel, no pueden convertirse en motivos para asesinar a un hijo inocente.

Cuando reconozcamos que cada embrión humano es alguien digno de respeto, seremos capaces de erradicar una de las injusticias más perniciosas en la vida del mundo moderno: la que lleva a la eliminación de miles de hijos simplemente porque eran pequeños, porque no habían llegado a cumplir ese arbitrario número de semanas que garantizaría hipotéticamente (no en todos los casos, pues siempre se buscan nuevas excusas para abortar más tarde) cierto respeto a sus vidas. Sólo así conseguiremos que la sociedad tenga leyes justas, orientadas a garantizar el derecho a la vida de todos, desde el momento de la concepción.

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