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Ocupación contra preocupación
Estar ocupados es la panacea contra las preocupaciones que nos aquejan a diario y la fuente segura de nuestros éxitos


Por: Ignacio Batista | Fuente: A&A



«La ocupación desplaza a la preocupación, y los problemas al enfrentarlos desaparecen». Esta frase, atribuida al exitoso empresario Carlos Slim, posee una sabiduría aplastante y un realismo más que probado. Seguramente que puesto en práctica por todo viandante, las crisis se acabarían, o por lo menos se reducirían notablemente.

Y es que esto de tener problemas es casi parte de la esencia humana, quién sabe por qué razón. Pero es un hecho del que nadie se salva.

Pero decíamos que los problemas, enfrentados por la ocupación –como dice Slim- tienen que desaparecer. Y así, este enfrentamiento nos tiene que llevar a tener tres actitudes fundamentales para nuestro crecimiento humano. Aquí van.

Fortalecimiento

La imagen de una planta o de un arbolito es magnífica. Si se quiere una planta fuerte, recia, que aguante cualquier viento, plaga, etcétera hay que darle un cuidado muchas veces desagradable. Es decir, la mayoría del mundo racional sabemos que una planta rodeada de una capa de estiércol, a pesar de verse horrible y apestar a lo peor, es señal de que se está fortaleciendo. Sabemos que no siempre estará así y que está en proceso un crecimiento exitoso.

Salvando las distancias, podemos decir que nos pasa como esas plantas, los problemas nos hacen ver como personas desagradables, que apestan –con perdón-, pero si somos maduros y aceptamos esa realidad, enfrentando los problemas de manera práctica, eso será solo el inicio de nuestro triunfo. Porque los problemas nos deben hacer fuertes, y de ellos debemos sacar éxitos, como la planta saca lo mejor del estiércol que la abriga.

Aprender de los fracasos

La segunda actitud es la de aprender de los fracasos. Seamos realistas: nadie nace perfecto, ni morirá así. Tal vez muera perfeccionado. Pero sólo somos un manojo de ignorancia e inexperiencia. Imperfectos, a fin de cuentas, y esa es la causa de muchos de nuestros fracasos. Un ejemplo de ello lo podemos ver en el mundo empresarial. Sydney Finkelstein, es profesor de la Escuela de Negocios Tuck, de la Universidad de Dartmouth. Este buen hombre, identificó y estudió los casos más destacados de derrotas y quiebras empresariales que plasmó en su libro de 2004 Why smart executives fail. Según él, seis aspectos hacen que un directivo fracase y, con él, su empresa: se aferra a una visión incorrecta de la realidad, decide no hacerle frente a la innovación y al cambio, ejecuta brillantemente una estrategia equivocada, confía demasiado en la propuesta de su empresa, interpreta mal a la competencia, y hace caso omiso de información vital.

Sin entrar en un análisis de estos seis aspectos, podemos decir que en general esas cosas vienen porque el dirigente es imperfecto. Pero es necesario, incluso muy lógico que sucedan estos chascos, precisamente porque no somos omniscientes ni perfectos, como dijimos más arriba. Y porque es deber en la vida el aprender, y aprender de los errores. Echando a perder se aprende, digamos en lenguaje popular…

El éxito: un estímulo callado

Quienes saben de montañas y las han escalado, saben lo que significa subir la primera etapa y dejar atrás una larga y riesgosa subida. Sin embargo, la satisfacción de haber superado esa prueba es motivación y no ocasión de vanagloria. Motivación porque son conscientes de que es más lo que les falta por lograr que lo que han recorrido. Un éxito debe ser una motivación para seguir adelante. Debe ser un estímulo callado, no un motivo para regodearse en su loable triunfo. De este modo, la lucha por conseguir nuestros ideales se vuelve un trabajo de crecimiento como seres humanos. Y como dijimos antes, crecer para ser mejores y no para fanfarronear. De manera que la fuente de nuestros problemas se convierte en algo positivo por el hecho de vivir en clave de trabajo.

Quien de verdad sabe que el éxito es un logro arropado de muchos sacrificios y precedido de una larga cola de luchas y caídas, sabe que la humildad es una herramienta indispensable. ¿Qué éxito pretende alcanzar quien al primer fracaso se emberrincha y deja todo de lado? ¿Qué éxito tendrá quien a la primera humillación deja de lado los grandes ideales con que empezó algún proyecto?

La ocupación desplaza a la preocupación, y los problemas al enfrentarlos desaparecen. Qué sabio es eso de vivir sin ociosidad y trabajando por nuestros ideales. Estar ocupados es la panacea contra las preocupaciones que nos aquejan a diario y la fuente segura de nuestros éxitos.
 







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