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El muro que lleva a Belén

El muro que lleva a Belén
Tierra Santa no se puede quedar sin cristianos y hay que revertir o, al menos, detener la curva descendente de las estadísticas


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: www.revistaecclesia.info



¿Quién no conoce, quién no ha cantado alguna vez, el villancico de Rafael "El camino que lleva a Belén"? La canción, el villancico, tiene ya cuarenta años y forma parte de la memoria sonora de la Navidad.

Es uno de sus sonidos, una de sus más bellas melodías. Es quizás el villancico español por excelencia.


Hoy, en las vísperas de la Navidad de 2005, ya no podemos hablar del camino que lleva a Belén. O para ser más precisos al hablar de este camino deberíamos citar el muro que lleva a Belén. Es el muro que separa a Belén. Es el llamado muro o frontera de seguridad. Y no si evoca y transmite seguridad; lo que sí sé es que infunde temor y dolor.


Me recuerda inevitablemente a otro muro, tristemente célebre: el muro de Berlín, que, cuando en noviembre de 1989 cayó tras más de cinco lustros, marcó el comienzo de una nueva etapa de la historia. No sé si las razones del muro de Belén serán tan poderosas ni tan necesarias. Sólo sé que no me gusta. Que no me gusta a mí ni a casi nadie. Un muro así no es ninguna solución. Es un problema. Y será preciso pensar ya que el día que caiga -como aconteció en Berlín en el otoño de 1989- habrá de comenzar una nueva etapa de la historia.


Un muro que hace más necesarias las peregrinaciones


El muro que lleva a Belén mide 9 metros de alto y muchos, muchísimos kilómetros de largo. Es muro de separación y de división. Es muro de odio. Es muro de cemento y en su derredor ni se siembra ni se siega nada. La paz no se construye con muros sino con puentes. La paz se siembra con encuentro, con diálogo, con reconciliación, con entendimiento, con perdón. De los unos y de los otros; de los otros y de los unos.Y sea dicho todo esto sin hacer política. Sin señalar a nadie con el dedo. Que cada cual saque sus conclusiones.


El muro que lleva a Belén no favorece precisamente las peregrinaciones. Pero el muro hace todavía más necesarias las peregrinaciones. No puede haber peregrinación a Tierra Santa sin peregrinación a Belén. Y los peregrinos que deben volver a Tierra Santa deberán también ir a Belén. Ojalá que su presencia, su peregrinación contribuya a transformar el muro en vereda. Y a Belén se siga yendo por caminos de alegría, de fraternidad, de solidaridad, de justicia, de perdón y de amor.


El muro que lleva a Belén obliga cambiar de medio de transporte después de cruzar una frontera al ir y una frontera al volver. Yo he cruzado el muro, la frontera sin problemas. Pero mi corazón se ha entristecido y las cuatro horas que he pasado en Belén han estado marcadas, de alguna manera, por este nuevo y doloroso "camino" a Belén: el muro de separación para acceder a la ciudad donde nació el Príncipe de la Paz, el frágil Niño -el tierno y adorable bebé- que entre pajas yace.


"¡Hay que salvar a Belén!"


En la crónica anterior ya presenté a Artemio Vitores, el fraile franciscano palentino, vicecustodio de Tierra Santa o si se prefiere -tal y como reza oficialmente su cargo- vicario de la Custodia franciscana en Tierra Santa. Con él conversamos en la tarde del viernes 2 de diciembre, en el Convento de San Salvador de Jerusalén, sede de la Custodia. En la mañana de aquel mismo día estuvimos con otro franciscano español. En este caso, es vizcaíno, se llama Justo Arcaraz es el guardián -el superior- de la Comunidad Franciscana de Belén.


Y Belén fue en ambas conversaciones y encuentros el tema principal. El padre Artemio lo tiene claro: "¡Hay que salvar a Belén! Quedan tan sólo el 14% de población cristiana. En los últimos cuatro años se han ido 2.500 cristianos. Hammas ha ganado las elecciones locales de Belén, por un lado, y, por otro lado, el muro de separación hace también muy difícil la vida a los belenitas. Se está produciendo un gran incremento de población musulmana en Belén. Y los cristianos se sienten minoría insignificante, preterida, marginada y olvidada entre los musulmanes de un lado y los judíos de otro".


El padre Artemio, por su parte, nos comenta las tres iniciativas puestas en marcha desde la Custodia para "salvar" Belén. Gracias a los donativos de todo el mundo y a programas de adopción internacional, los franciscanos pasan mensualmente 80 euros a 80 familias cristianas de Belén. Ochenta euros es la cantidad que precisa una familia palestina para vivir. La segunda iniciativa es el mantenimiento del Colegio franciscano de Belén, sin hacer número acerca de su gran déficit. Y la tercera realización es construir casas, viviendas para los cristianos de Belén. Van ya 24 casas, más 12 en construcción, más otras 12 en proyecto. El Papa Juan Pablo II donó el dinero para una de estas viviendas. Y hace poco una donante anónima española financió seis casas. La Custodia franciscana tiene en Jerusalén 392 pisos para los cristianos.


El regreso de los peregrinos


De ahí, que ante este éxodo de los cristianos de Belén, tanto el padre Artemio como el padre Justo consideren como imprescindible el regreso de los peregrinos. "Necesitamos además que se quedan el día entero", señalan los dos.


"Después de cuatro años, desde esta primavera han empezado a volver, pero están tan solo un par de horas, después de comer. Belén preparó una gran infraestructura hotelera de cara al año 2000. Y los hoteles y los restaurantes están vacíos. Tienen que cerrarlos. También las tiendas están huérfanas de peregrinos. Los cristianos de Belén quieren vivir de su trabajo. Las limosnas no son suficientes", afirma el padre Justo, quien subraya el gran consuelo y esperanza que supone volver a ver a los peregrinos.


Y es que Tierra Santa no se puede quedar sin cristianos y hay que revertir o, al menos, detener la curva descendente de las estadísticas: a comienzos del siglo XX había en Tierra Santa un 25% de población cristiana; a comienzos del siglo XXI es tan sólo el 2%. Y además soportan radicalizaciones de ambos lados, un gran incremento demográfico de los musulmanes, que singularmente discrimina a la mujer cristiana.


El asedio de Belén de abril de 2002 fue una experiencia durísima. Como lo ha sido también estos cuatro años sin peregrinos. El muro es contemplado por ambos religiosos como fuente de odio y de rencor. "El muro -afirma el padre Artemio- es la manifestación de otro muro: el del odio. La situación no puede seguir radicalizándose". Y preciso evitar -afirma el padre Justo- que los cristianos de Belén y la entera población de esta ciudad se siente "encerrada, perseguida, estrangulada".


El regreso de los peregrinos es por todo ello motivo de alegría y de esperanza. Una esperanza que el padre Artemio cifra también en el actual proyecto de la construcción de casas para los cristianos, como antes narrábamos. Para él, además, la reciente profesión franciscana de los votos religiosos de siete árabes es otro motivo de gozo y de esperanza.







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