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El decálogo de lo que es e interpela el martirio cristiano

El decálogo de lo que es e interpela el martirio cristiano
Para entender, vivir y transmitir lo que es, significa e interpela el martirio cristiano


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: www.revistaecclesia.com



1.- El martirio cristiano tiene una identidad propia y específica. Hablar hoy y siempre de martirio cristiano significa dar la vida por Jesucristo. Y dar la vida en gratuidad, en libertad, en voluntariedad. El mártir cristiano rechaza conscientemente de la posibilidad de la apostasía que le “liberaría” del martirio. Significa ser testigo de Jesús con el derramamiento de la propia sangre. El mártir cristiano no da la vida por unas ideas, por una cultura, por una opción política, sino que lo hace, ante todo y sobre todo, por una persona: Jesucristo. El mártir cristiano no es mártir de ideologías, ni de guerras santas, ni de odios, ni de luchas de clases. Si así lo hubiera sido, no habría sido mártir cristiano. El mártir cristiano es testigo cualificado del Evangelio y de su amor apasionado por Jesucristo y su Iglesia. El martirio cristiano no es nunca fácil, es siempre heroico, pues significa, en definitiva, morir realmente a uno mismo. El mártir cristiano es héroe y testigo de Jesucristo. No es ni héroe, ni testigo, ni víctima de ningún bando político.


2.- El martirio cristiano encuentra su referencia en la Pascua de Jesucristo. Él fue el primer gran mártir, Él fue el primero que ofreció y entregó su vida por nuestra salvación. De este modo, el mártir cristiano se convierte en un imitador de su Señor, quien murió en la cruz amando y perdonando. Solo es mártir cristiano quien al ser asesinado perdona y ama como Jesús.


3.- El martirio cristiano es un don, es una gracia. Morir mártir es, ante todo, una gracia que el Señor otorga a quienes quiere en modo muy especial”. La concesión de este don es expresión del amor preferencial de Dios para con quien lo recibe. Parafraseando a Tagore en conocida expresión de que la vida es un don que sólo la merece dándola, podríamos decir que el martirio es un inmenso que sólo se merece aceptándolo y ofreciéndolo desde la genuinidad e identidad propia del martirio cristiano.


4.- El martirio cristiano es un don al que el cristiano puede y debe prepararse. Impresiona leer en las Actas de los Mártires de toda la historia del cristianismo cómo los cristianos perseguidos eran conscientes de que les podía llevar el martirio cruento y cómo se preparaban a él desde la oración y la ofrenda. En las biografías de los 522 mártires que serán beatificados el próximo 13 de octubre en Tarragona encontramos incontables testimonios en este sentido. Se puede y se debe disponer y preparar el alma para recibir, si es voluntad de Dios, el don y la gracia del martirio. Esta preparación, apertura o disposición al martirio es tanto más necesaria cuanto la realidad del morir es siempre el aspecto de la vida más complejo y doloroso y a que toda la humanidad de todos los tiempos mayor temor ha tenido, tiene y tendrá. Nadie quiere morir. El mártir no es que quiera morir sino que quiere testimoniar a Jesús y unirse a Él y antepone este testimonio a su propia vida.


5.- El martirio cristiano es una de las páginas más reiteradas, más ciertas, más gloriosas y más fecundas de toda la historia de la Iglesia. En todas las épocas del cristianismo, en sus dos mil años de historia, siempre ha habido mártires y los ha habido en mayor medida cuando las circunstancias externas eran menos favorables para la vida de los cristianos. Como escribió Tertuliano, la sangre de los cristianos ha sido y es siempre semilla de vida cristiana. Los perseguidores de la fe jamás han logrado mediante la persecución y el asesinato acallar la voz y la presencia de los cristianos. Todo lo contrario: el surgimiento de los mártires ha revitalizado en todas las épocas la vida de la Iglesia.


6.- El martirio cristiano ha obedecido y obedece, en la intencionalidad de quienes lo han planeado, ejecutado, amparado y permitido, al odio a la fe, instigado desde ideologías totalitarias, que han pretendido y pretenden negar y proscribir a Dios, ocupando su puesto en la vida y en el corazón de los hombres.


7.- El martirio cristiano es un hecho, una realidad, que debe ser reconocida y ensalzada. Esto es, el reconocimiento y la glorificación de los mártires es un derecho que tienen quienes lo han recibido y que tiene el entero Pueblo de Dios para conocer quiénes son sus modelos y sus intercesores.


8.- Asimismo, la Iglesia está en el deber de investigar, reconocer y glorificar a sus mártires. El reconocimiento del martirio es patrimonio eclesial y anuncio de la humanidad definitiva. De ahí que la Iglesia deba a sus mártires reconocimiento, memoria y glorificación desde las claves de amor y de perdón en las que se produjo el martirio. La Iglesia no saca pecho, no hace su propia ley de la memoria histórica cuando beatifica y canoniza a sus mártires. Cumple con su deber y sirve, como sirvieron los mártires, a las causas de la paz, del perdón, de la reconciliación y del amor. Los mártires no fueron pacifistas sin más sino pacificadores. Y la Iglesia, en su deber de verificar la verdad del martirio cristiano, sabe que sólo se es mártir cuando se recibe la muerte desde el perdón a quien la infringen.


9.- El reconocimiento del martirio cristiano es oportuno y necesario y es, a la vez, una oportunidad, una espléndida oportunidad evengelizadora y de vida cristiana. Los mártires son personas de carne y hueso. Tienen rostro, familia, orígenes, biografía. Los mártires contemporáneos son hombres y mujeres de los nuestros, muchos de ellos, jóvenes. En la comunicación periodística del martirio cristiano, habrá, por lo tanto, que mostrar esos rostros, esas historias, indagar en sus familiares todavía vivos, aproximarnos a sus referencias locales. La beatificación del 13 de octubre en Tarragona de 522 mártires del siglo XX en España no es una macro o mega beatificación. Es la beatificación de 522 personas como cada uno de nosotros, con 522 familias, con 522 procedencias, con 522 historias, con 522 respuestas de amor y de perdón.


10.- Por todo ello, el reconocimiento del martirio cristiano es una fiesta, una gran y luminosa fiesta de la fe, de la esperanza y de la caridad y es un estímulo para la evangelización. Es proclamación de una buena noticia, de una palabra definitiva de esperanza. Es así motivo de serena, gozosa y festiva alegría. La sangre de los mártires es semilla del futuro mejor que esperamos, del fin de un mundo de odios y de muerte, de un mundo de ausencia o prohibición de Dios y de irresponsabilidad humana.

Y es que los mártires son cristianos ejemplares y heroicos, que nos iluminan y animan -como rezamos en el prefacio litúrgico de los santos-,”con su presencia alentadora, a que luchemos sin desfallecer y alcancemos, como ellos, la corona de la gloria que no se marchita”. Los mártires “nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y con ayudan con su intercesión”. “En su martirio, Señor, -dice el prefacio del común de mártires- has sacado fuerza de lo débil haciendo la fragilidad tu propio testimonio”. La vida consagrada, los presbiterios diocesanos, los movimientos laicales y juveniles, los seminarios y noviciados y la vida y nuestra pastoral general han de estar de enhorabuena y han de encontrar en estos mártires luz, ejemplo, intercesión y esperanza. Son lo mejor de nuestra Iglesia y de nuestra humanidad.







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