Menu



2 (tris). Gozosa fiesta del pueblo de Dios y de la fe

2 (tris). Gozosa fiesta del pueblo de Dios y de la fe
Crónicas desde los umbrales del Cónclave: Martes 19 de abril de 2005 (3)


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: Revista ECCLESIA



Siempre había sentido gozosa e irresistiblemente atraído a la experiencia humana, periodística y cristiana de un cónclave. Recuerdo con precisión el interés y la pasión con que seguí, a mis 19 años de seminarista de provincias, a caballo entre segundo y tercero de estudios eclesiásticos, los cónclaves de 1978.

Hice mis propias crónicas, mis listas, mis apuntes, mis "rosas de los papables"..., guardé recortes, fotografías y reportajes... Todo ello -claro está- sólo para mí... Y ahora, cuando durante estos días, he recuperado aquel material -para quien esto suscribe, todo un incunable...¡!-, he sentido nostalgia, emoción y alegría.

Por esto, cuando el nuevo cónclave llegaba, sentí el deber y la necesidad de ir a Roma a vivirlo y a sentirlo de cerca, en vivo y en directo. Quería además hacerlo como un miembro más del Pueblo santo de Dios, tan protagonista, al final y al cabo, del cónclave como los cardenales y como el mismo elegido.


El mayor espectáculo del mundo

Tan cierto es todo esto como cierto es que hasta última hora me resistí en creer que el Papa Juan Pablo II -el Papa de nuestras vidas, el Papa de mi vida- se moría. Sin embargo, es realidad tozuda, llegó la hora de la muerte y del adiós al Papa Wojtyla y las campanas llamaron al cónclave, a un cónclave al que "llevaba preparándome" -valga y entiéndase la frase- cerca de veintisiete años.

Diré también de entrada que, junto al misterio y la inequívoca presencia de la gracia de Dios en toda esta realidad, las celebraciones externas del cónclave, lo que podemos ver y seguir desde sus umbrales, me parece -dicho sea con todo el respeto y el cariño necesarios- el mayor espectáculo del mundo. Me parecen de una belleza extraordinaria el juego de coloridos, los marcos y escenarios del cónclave, su ritmo y su liturgia, el esplendor inigualable de los frescos de Miguel Ángel, la música y los sonidos -"extra omnes", "Nunctio vobis...", "Habemus Papam"... incluidos-, el lenguaje de los signos -como las "fumattas"-, la armonización entre fidelidad a la tradición de los siglos y la adaptación a los nuevos signos mediáticos de los tiempos y, sobre todo, el sentir y el vibrar del pueblo santo de Dios, que en los hermosísimos "tramontos" de primavera romana del 18 y 19 de abril, al igual que en la mañana del martes día 19- ha llenado, entre quedo, sorprendido, impaciente, sereno, expectante, orante, gozoso, bullicioso y vertiginoso la plaza de San Pedro.

Y es que el cónclave es muchas cosas: tiempo del Espíritu, expresión suprema de la catolicidad y apostolicidad de la Iglesia, espectáculo mundial, escenario mediático donde los haya, epifanía del Señor que siempre guía con amor providente a su Iglesia y, ante todo y sobre todo, fiesta gozosa del Pueblo santo de Dios.


En la hora de la verdad

Por todo lo anterior, la llegada de la hora de la verdad -la llegada de la "fumatta bianca"- es un momento único, inefable, irrepetible, mágico y sagrado. Yo el martes 19 de abril llegaba a la Plaza de San Pedro pasadas las cinco y media de la tarde. Reconozco que estaba nervioso e inquieto. Me parecía que nos hallábamos ya en los umbrales de esta hora de la verdad.

Compromisos periodísticos me reclamaron en la Sala de Prensa Vaticana. Apenas entré y busqué un teléfono y un ordenador, con la mirada fija en los monitores de televisión, en la chimenea de la capilla Sixtina empezó a expandir un humo color indefinido. Los nerviosismos, las prisas y las carreras afloraron en todos los presentes, que, en cuestión de segundos, estábamos ya en la Plaza de San Pedro. Eran las 17:50 horas del martes 19 de abril de 2005, un día ya para la historia. Yo llegué hasta el Obelisco y mientras la "fumatta" definía su color, la hora de su aparición no podía ser más inequívoca: Tenemos Papa. Mi teléfono móvil empezó a sonar mis parar, las gentes acudían como ríos hasta la Plaza Vaticana, las campanas entonan sus primeros sones de alegría y de fiesta, los cánticos y los aplausos se sucedían por doquier. Comenzaba la cuenta atrás de la hora de la verdad y mi teléfono móvil sigue inflexible sin dejar de recibir llamadas... Radio Castilla-La Mancha, RNE, Radio en Cataluña, Onda Cero, Tele Cinco, Radio Intereconomía... Claro, así, poco antes de las ocho de la tarde la batería se acabó y pudo descansar un rato.

Desde que vi la "fumatta" y, sobre todo, desde que miré el reloj y vi que el humo anunciador correspondía a la primera votación de la tarde -a la cuarta votación del cónclave- tuve la intuición cierta no sólo de que teníamos Papa sino de que el nuevo Papa, el 265 Vicario de Cristo en la tierra, era Joseph Ratzinger. Eso sí, no pude adivinar el nombre que elegiría.


La hora de Benedicto XVI

En el mediodía de aquel martes 19 de abril de 2005, el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, había hablado que tras el humo blanco y las campanas, transcurrirían unos cuarenta minutos hasta la llegada del cardenal protodiácono y el "Nuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam".

Al final fueron casi una hora. Cincuenta y cinco minutos para la fiesta, para la espera, para la emoción, para la alegría, para asunción de esta nueva hora de la verdad, de esta nueva hora de la historia de la Iglesia, de esta nueva hora de la gracia de Dios.

A las 18:43 horas, el cardenal protodiácono, Jorge Arturo Medina Estévez, procedía a cumplir con el ritual del anuncio de la elección papal, con la sorpresa incluida del nombre adoptado por el nuevo Papa. A las 18:48 horas, Joseph Ratzinger -ya para siempre, para la eternidad, el Santo Padre Benedicto XVI- salía a la Logia central de la Basílica de San Pedro. Fueron breves y sentidas sus primeras palabras. Y tras el recuerdo agradecido hacia su ya antecesor, el Papa Juan Pablo II, el nuevo Papa se presentaba como un "sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor" y expresaba su consuelo en "el hecho de que el Señor sabe trabajar con herramientas insuficientes" y, sobre todo, se confiaba a la oración del pueblo y a la intercesión de la Santísima Virgen María.


El quién y el quién será Benedicto XVI

Sin duda alguna que la persona y la trayectoria del nuevo Papa representa a la figura eclesial más conocida en los últimos veinte años tras Juan Pablo II. De ahí, también los tópicos y los estereotipos. Quien esto suscribe, que cree firmemente y sin reservas en la acción de Dios sobre su Iglesia, estaba persuadido de que el elegido es el hombre que el Señor nos envía para esta hora de la Iglesia y del mundo.

Los méritos del hasta ahora cardenal Joseph Ratzinger están fuera de duda: su capacidad teológica, su fina sensibilidad y acierto para presentar la verdad del evangelio, su docilidad a las mociones del Espíritu, su vida de oración, su austeridad, su fortaleza, su humildad, su bondad, su dulzura, su amor apasionado a Jesucristo y a la Iglesia.

No cabe que él ha sido el gran arquitecto doctrinal del ministerio petrino de Juan Pablo II el Grande, quien, en tres ocasiones, rogó a su hoy mismo sucesor que permaneciera al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ratzinger quiso, en tres ocasiones, dejar el servicio y regresar a su Alemania natal, a donde ya volverá como Pedro.

También sabía desde hace tiempo el aprecio sincero y profundo que le profesaban los cardenales y tantos y tantos obispos, sacerdotes, consagrados y fieles de toda la catolicidad. Una de las misiones capitales del ministerio petrino es confortar y robustecer en la fe a los hermanos. El hasta esta tarde cardenal Ratzinger, el desde hoy Papa Benedicto XVI, llevaba años confortándonos en la fe y colaborando de manera preeminente en este ministerio de Juan Pablo II.

Lógicamente, todos éramos y somos conscientes de que el nuevo Papa tenía y tiene 78 años y que a esa edad la salud por lógica se resiente, que una determinada e importante opinión pública iba a recibir de uñas su elección pontificia, que los aforismos de los vaticanistas anuncian que quien entra Papa en un cónclave sale cardenal, que, junto a él, había otros cardenales llenos de méritos, que su elección se interpretaría en clave de legado y de papado de transición... Todo ello podía inducir a pensar que su nombre se barajaba más que como "papable" como gran elector y todas esas cosas y montajes que nos hacemos los periodistas. Pero ¿estas razones mediáticos son las razones de Dios?

Una de las sorpresas con la que yo desde luego no contaba era el nombre que habría elegido al calzar las sandalias del pescador, al tomar el timón de la nave de Pedro. Nunca me habría imaginado que iba a llamarse Benedicto XVI. ¿Por qué este nombre? ¿Significa algo más que un mero nombre? El último Papa llamado Benedicto fue Benedicto XV, que sirvió a la Iglesia entre 1914 y 1922. Fue el Papa que sufrió lo indecible con la primera guerra mundial. Fue el Papa de la paz. Fue el Papa del Código de Derecho Canónico. Fue Papa de ocho años de ministerio, a pesar de que fue elegido con 60 años de edad.

Que nuestro nuevo y querido Papa se llame Benedicto XVI significa que no se llama Juan Pablo III, ni Pablo VII, ni Juan XXIV, ni Pío XIII, ni León XIV. ¿Estará ahí el significado de este nombre? Y, ese caso, ¿quiere decir algo o siguen siendo cábalas periodísticas? ¿Será sencillamente que el nuevo Papa profesa una especial devoción por San Benito, el fundador del monacato occidental y copatrono de Europa? En Subiaco, cuna del Benedictinismo, permaneció Ratzinger en un día de retiro en las vísperas del cónclave.


La no sorpresa más sorprendente de las últimas décadas

¿Ha sido sorpresa o no ha sido sorpresa su elección en cuarta votación, poniéndose de este modo al nivel de la elección cantada de Pacelli - Pío XII-, en 1939; o la de Luciani -Juan Pablo I-, en agosto de 1978? Téngase en cuenta que el cónclave de 1939 había unos 60 cardenales y en el de 1978 eran 111. Téngase en cuenta que para que una elección se produzca en el segundo día, en poco más de veinticuatro horas, hacen falta, al menos, dos tercios de los votos, esto es, en este caso, no menos de 77 votos.

"Nuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!" La elección y el anuncio de un nuevo Papa ha sido y es siempre un motivo de gozo, una gran alegría. De ahí que Benedicto XVI sea para nosotros razón de alegría y de esperanza.

La primera de estas razones -dicho queda- es que tenemos Papa y que tenemos un buen Papa. El pueblo de Dios de la plaza de San Pedro y de tantas plazas y lugares del mundo entero así lo percibió desde la tímida "fumatta bianca", confirmada después por las campanas. Así lo aplaudió cuando el cardenal protodiácono pronunció su nombre. Así lo ratificó cuando Benedicto XVI salió a la logia central de la Basílica Vaticana, dijo sus primeras palabras e impartió su primera bendición al orbe y a la urbe.

Por la elección del nuevo Papa, por la elección de Benedicto XVI, ha rezado durante días de intensa emoción y espera, la Iglesia entera. Y desde las ventanas del cielo, seguro, que su antecesor ha orado y ha aplaudido también.

Tengo además la intuición de que las sorpresas y las no sorpresas de esta tarde mágica y vertiginosa del martes 19 de abril de 2005 se sucederán y que Benedicto XVI será Papa de seguridades y de certezas, Papa de libertad y de acción del Espíritu, Papa de todos, Papa de las sorpresas... y de las sorpresas buenas.

Nos ha pedido que recemos por él. Así lo hacemos ya. Y junto a nuestra plegaria, va nuestra adhesión y comunión filial y cordial. "Tu es Petrus!" Y su historia en este pontificado no ha hecho más que comenzar. Se avecinan nuevos tiempos de gracias. Y, ¿por que no también de sorpresas? Demos gracias a Dios de todo corazón. Él todo lo hace bien. Él guía con amor infinito a su Iglesia, ahora en las manos sabias, curtidas y ungidas de Benedicto XVI. ¡Viva el Papa! ¡Viva Benedicto XVI!

Escrito por Jesús de las Heras Muela - Director de la Revista "ECCLESIA" (Enviado especial a Roma)


  • Preguntas y comentarios al autor de este artículo

  • Más artículos del P. Jesús de las Heras Muela


  • Consultorios en línea. Dudas personales, asesoría doctrinal y espiritual, vocacional, problemas familiares...

  • Foros de Catholic.net










  • Compartir en Google+




    Reportar anuncio inapropiado |