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2. Habemus Papam! Benedicto XVI

2. Habemus Papam! Benedicto XVI
Crónicas desde los umbrales del Cónclave: Martes 19 de abril de 2005 (1)


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: Revista ECCLESIA



Me van a permitir los lectores que esta crónica de urgencia sea, sobre todo, un relato personal, la narración de una tarde de vértigo, la crónica de una experiencia. Empezaré diciendo que nunca una sorpresa fue, a la vez, tan poco sorprendente y tan sorprendente, simultáneamente...¡! Sí, sé lo que escribo, aunque pudiera escribirlo y expresarlo mejor... Intentaré explicarme.


Razones para la no sorpresa

Creo firmemente y sin reserva alguna que es Dios quien guía a la Iglesia. Confío en la acción del Espíritu y ayer mismo a la capilla Sixtina, al aula electoral, la llamaba en estas mismas crónicas, el Aula del Espíritu. Por ello, estoy convencido de que es el Señor quien nos envía a este nuevo pastor como un don extraordinario de su benevolencia y de su amor providente.

Sé que el Obispo de Roma, el Pastor supremo de la Iglesia Universal, es Pedro, el sucesor del Príncipe de los Apóstoles, el Vicario de Jesucristo en la tierra, el Siervo de los Siervos de Dios, el dulce Cristo en el mundo. Y desde las 18:50 horas del martes 19 de abril esta persona es Joseph Ratzinger, el Santo Padre Benedicto XVI, Su Santidad Benedicto XVI. Lo creo, lo siento y lo proclamo gozosa y libremente como un don de Dios, como un talento que debe dar su propio fruto.

Los méritos del hasta cardenal Joseph Ratzinger están fuera de duda: su capacidad teológica, su fina sensibilidad y acierto para presentar la verdad del evangelio, su docilidad a las mociones del Espíritu, su vida de oración, su austeridad, su fortaleza, su humildad, su bondad, su dulzura, su amor apasionado a Jesucristo y a la Iglesia.

No cabe duda que él ha sido el gran arquitecto doctrinal del ministerio petrino de Juan Pablo II el Grande, quien, en tres ocasiones, rogó a su hoy mismo sucesor que permaneciera al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ratzinger quiso, en tres ocasiones, dejar el servicio y regresar a su Alemania natal, a donde ya volverá como Pedro.

Sabía desde hace tiempo el aprecio sincero y profundo que le profesaban los cardenales y tantos y tantos obispos, sacerdotes, consagrados y fieles de toda la catolicidad. Una de las misiones capitales del ministerio petrino es confortar y robustecer en la fe a los hermanos. El hasta esta tarde cardenal Ratzinger, el desde hoy Papa Benedicto XVI, llevaba años confortándonos en la fe y colaborando de manera preeminente en este ministerio de Juan Pablo II.

Y, por ello, y por los comentarios de estos previos al Cónclave, su elección no me ha sorprendido. Cuando a las 17:50 horas, la chimenea de la Sixtina expandía un humo indefinido, estaba seguro que ya había Papa y que este era Joseph Ratzinger.


Razones para la sorpresa

Sabía también que el nuevo Papa tenía y tiene 78 años y que a esa edad la salud por lógica se resiente, que una determinada e importante opinión pública iba a recibir de uñas su elección pontificia, que los aforismos de los vaticanistas anuncian que quien entra Papa en un cónclave sale cardenal, que, junto a él, había otros cardenales llenos de méritos, que su elección se interpretaría en clave de legado y de papado de transición... Todo ello podía inducir a pensar que su nombre se barajaba más que como "papable", como gran elector y todas esas cosas y montajes que nos hacemos los periodistas. Pero ¿estas razones mediáticas son las razones de Dios?

Una de las sorpresas con la que yo desde luego no contaba era el nombre que habría elegido al calzar las sandalias del pescador, al tomar el timón de la nave de Pedro. Nunca me habría imaginado que iba a llamarse Benedicto XVI. ¿Por qué este nombre? ¿Significa algo más que un mero nombre? El último Papa llamado Benedicto fue Benedicto XV, que sirvió a la Iglesia entre 1914 y 1922. Fue el Papa que sufrió lo indecible con la primera guerra mundial. Fue el Papa de la paz. Fue el Papa del Código de Derecho Canónico. Fue Papa de ocho años de ministerio, a pesar de que fue elegido con 60 años de edad.

Que nuestro nuevo y querido Papa se llame Benedicto XVI significa que no se llama Juan Pablo III, ni Pablo VII, ni Juan XXIV, ni Pío XIII, ni León XIV. ¿Estará ahí el significado de este nombre? Y, ese caso, ¿quiere decir algo o siguen siendo cábalas periodísticas?

¿Ha sido sorpresa o no ha sido sorpresa su elección en cuarta votación, poniéndose de este modo al nivel de la elección cantada de Pacelli - Pío XII-, en 1939; o la de Luciani -Juan Pablo I-, en agosto de 1978? Téngase en cuenta que el cónclave de 1939 había unos 60 cardenales y en el de 1978 eran 111. Téngase en cuenta que para que una elección se produzca en el segundo día, en poco más de veinticuatro horas, hacen falta, al menos, dos tercios de los votos, esto es, en este caso, no menos de 77 votos.


Razones, sobre todo, para la alegría y la esperanza

"Nuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!" La elección y el anuncio de un nuevo Papa ha sido y es siempre un motivo de gozo, una gran alegría. De ahí que Benedicto XVI sea para nosotros razón de alegría y de esperanza.

La primera de estas razones -dicho queda- es que tenemos Papa y que tenemos un buen Papa. El pueblo de Dios de la plaza de San Pedro y de tantas plazas y lugares del mundo entero así lo percibió desde la tímida "fumatta bianca", confirmada después por las campanas. Así lo aplaudió cuando el cardenal protodiácono pronunció su nombre. Así lo ratificó cuando Benedicto XVI salió a la logia central de la Basílica Vaticana, dijo sus primeras palabras e impartió su primera bendición al orbe y a la urbe.

Por la elección del nuevo Papa, por la elección de Benedicto XVI, ha rezado durante días de intensa emoción y espera, la Iglesia entera. Y desde las ventanas del cielo, seguro, que su antecesor ha orado y ha aplaudido también.

Tengo además la intuición de que las sorpresas y las no sorpresas de esta tarde mágica y vertiginosa del martes 19 de abril de 2005 se sucederán y que Benedicto XVI será Papa de seguridades y de certezas, Papa de libertad y de acción del Espíritu, Papa de todos, Papa de las sorpresas... y de las sorpresas buenas.

Nos ha pedido que recemos por él. Así lo hacemos ya. Y junto a nuestra plegaria, va nuestra adhesión y comunión filial y cordial."Tu es Petrus!". Y su historia en este pontificado no ha hecho más que comenzar. Se avecinan nuevos tiempos de gracias. Y, ¿por que no también de sorpresas? Demos gracias a Dios de todo corazón. Él todo lo hace bien. Él guía con amor infinito a su Iglesia, ahora en las manos sabias, curtidas y ungidas de Benedicto XVI. ¡Viva el Papa! ¡Viva Benedicto XVI!

Escrito por Jesús de las Heras Muela - Director de la Revista "ECCLESIA" (Enviado especial a Roma)


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