Menu



9. Cuadros de una mañana para la eternidad

9. Cuadros de una mañana para la eternidad
Crónicas desde los umbrales del Cónclave: Domingo 24 de abril de 2005. (Ultimo día y última crónica romana)


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: Revista ECCLESIA



A modo de retablillo de la homilía de la misa de inauguración
del ministerio apostólico petrino de Benedicto XVI


Estas crónicas romanas y "conclavistas" llegan a su fin mientras comienza definitivamente el pontificado de Benedicto XVI. A partir de ahora, al dejar la urbe, le seguiremos el paso, el camino y el ritmo desde la orbe. Como crónica final, valga el siguiente retablillo de ideas, de palabras, de emociones y sentimientos.


LA IGLESIA ESTÁ VIVA

En no menos de cuatro ocasiones, el Papa Ratzinger, el Santo Padre Benedicto XVI, ha exclamado, en la homilía de la misa del inicio oficial de su pontificado, que la Iglesia está viva. Y es joven y nosotros lo vemos y lo experimentamos así.

Y es que las tres semanas que distan entre el 2 de abril de 2005 y el 24 de abril de este mismo año de gracia del Señor son una comprobación fehaciente e inequívoca de lo que es la Iglesia, de que la Iglesia está viva. Estuvo viva, fecunda, dolorida, emocionada y esperanzada en la agonía, muerte y despedida de Juan Pablo II. Ha estado viva y vigorosa, milenaria y novedosa, esplendorosa y rutilante en las dos escasas jornadas del Cónclave. Está viva y gozosa en la acogida y en la inauguración del ministerio apostólico petrino de Benedicto XVI, cargada de futuro y de renovada esperanza.

No podía ser de otra manera sabiendo y creyendo que la Iglesia no es "cosa" de los hombres sino de Dios; experimentando y profesando la creencia cierta de que es el Señor quien la guía y conforta; y recordando y conociendo la historia de sus santos, poderosos intercesores, actualizada en la actual comunidad de los santos, que no es otra que la de los bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

La Iglesia está viva porque es una y a su total y completa unidad el Papa Benedicto XVI ha comprometido sus mayores deseos y esfuerzos; porque es santa, creada por Dios, el santo entre los santos, sacramento de Jesucristo, el Hijo santo de Dios, y conducida por el Espíritu, de quien procede toda santidad; católica, extendida hasta los confines del mundo y con vocación y realidad de universalidad; apostólica, fundada sobre la única piedra angular que es Jesucristo y sobre la roca -piedra- de Pedro y de los apóstoles y de sus sucesores; y romana, que es urbe y es, sobre todo ahora en la sociedad de la comunicación y de la globalización, orbe.

La Iglesia está viva porque es prolongación del Buen Pastor, cuyo palio cubría en la mañana de este domingo 24 de abril de 2005 las espaldas, el pecho y el corazón del nuevo Dulce Cristo en la tierra que es Benedicto XVI. La Iglesia está viva porque es heredera, testimonio y continuación del Pescador de Galilea, que sigue, en el nombre del Señor, lanzando las redes al infinito océano de nuestro mundo magnífico y atormentado para seguir logrando la pesca milagrosa de una humanidad mejor.


EL PROGRAMA DE ESCUCHAR Y HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

    "Queridos amigos: En este momento no necesito presentar un programa de gobierno. Algún rasgo de lo que considero mi tarea, la he podido exponer ya en mi mensaje del miércoles, 20 de abril; no faltarán otras ocasiones para hacerlo. Mi verdadero programa de gobierno no es hacer mi voluntad, no es seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad de Dios y dejarme conducir por El, de tal modo que sea El mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia".
Son palabras del Papa Benedicto XVI, en su homilía de la misa de comienzo público de su pontificado. Y pocas veces un "no-programa" como el que acabamos de reproducir es, a la vez, más programático, más indicativo, más sugerente, más hermoso, más "programa".

Es el programa de gobierno de quien sabe que es el Señor quien lleva el timón de la nave de su Iglesia. Es el programa de gobierno de quien se nos presentaba, nada más ser elegido para la altísima misión confiada, como un "sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor", Que está acostumbrado a "laborar y actuar también con instrumentos insuficientes". Es el programa de gobierno de quien es consciente, tanto de la precisa y preciosa tarea encomendada como de la limitación de sus propias y solas fuerzas humanas para llevarla a cabo. Es el programa de gobierno de quien es consciente -desde la sabiduría de la fe y de la plegaria- de que no sólo él quien tiene que llevar a cabo y a puerto el servicio.

Este programa de gobierno nos habla asimismo de actitudes capitales en la vida de la Iglesia, en el crecimiento de la condición cristiana y en la fecundidad del apostolado como son el servicio, la humildad, la escucha atenta y orante de la palabra de Dios y la necesaria vivencia de la pertenencia eclesial, cada uno en sus funciones y ministerios, desde la comunión, la colegialidad y la corresponsabilidad -dicho de otra manera, en verbo latino: "cum Petro y sub Petro"-. Y él, esta persona, este hombre elegido, Joseph Ratzinger -desde la tarde del martes 19 de abril de 2005, Benedicto XVI- es Pedro.

Todos los días, todas las horas, todos los momentos en que rezamos el Padre Nuestro decimos: "Padre Nuestro, que está en cielo, santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad...". Descubrir y hacer la voluntad de Dios, junto con toda la Iglesia, es el no-programa de gobierno -nunca mejor programa- del Vicario de Jesucristo para esta alba, entre claroscuros, del tercer milenio.


EL PALIO: IMAGEN DEL YUGO DE CRISTO

La imposición del palio fue uno de los momentos más hermosos de la celebración papal de este domingo de gloria -V Domingo de Pascua-. El palio simboliza la jurisdicción y la comunión. El palio petrino, el palio del Papa, es además "imagen del yugo de Cristo".

Escuchemos a Benedicto XVI:

    "Este signo antiquísimo que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. Esta es también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica -quizás a veces de manera dolorosa- y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente a El, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda historia".
El palio está confeccionado de lana de cordero. Representa a la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para sanarla y llevarla a las aguas de la vida. Todos nosotros somos, de un modo u otra, en una proporción u otra, esa oveja necesitada de sanación. Y el Buen Pastor no nos abandona. "Se alza en pie, abandona la gloria del cielo para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz". Y la lleva sobre sus hombros porque la ama, porque está dispuesto a dar su vida por ella.

Es la historia, es la realidad del Buen Pastor que es Jesucristo. Y Jesucristo se prolonga y se visibiliza en su Iglesia. De manera particular y especial lo hace en sus pastores y entre ellos, en el pastor de pastores, que es el Papa. Por ello, "la Iglesia en su conjunto, así como sus pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia aquel que nos da la vida y la vida en plenitud".

¿De qué desierto nos acaba de hablar el Papa Benedicto XVI? Del desierto de la pobreza, del desierto del hambre y de la sed, del desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado, del desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre.

¿Quién, pues, no necesita del Buen Pastor? ¿Quién, pues, no necesita de aquel, que investido este domingo 24 de abril de 2005, del palio de la jurisdicción, de la comunión y del amor -del palio, imagen del yugo de Cristo-, es su rostro para nosotros?


LA FORTALEZA DEL AMOR Y DEL SERVICIO

Un periódico italiano titulaba al día siguiente de la elección pontificia de Benedicto XVII: "Joseph Ratzinger, el Papa fuerte". Me pareció acertado este titular, aun cuando discrepara de su intencionalidad. A mí me parece bien, que parece justo y necesario, que tengamos un Papa fuerte. En medio de la sociedad postmoderna del pensamiento débil, de la fragmentación de las personas, de las conciencias y de la entera humanidad, ¿cómo no me iba a parecer bien un Papa "fuerte"?

Y he aquí, eso sí, que la fortaleza de Dios y, por ende, la de sus ministros, seguidores y testigos no es como la fortaleza de nuestro mundo y de nuestras categorías y valores.

Nos ha dicho Benedicto XVI, el Papa fuerte, en su homilía del 24 de abril de 2005, a propósito del signo y prenda del palio que le fue impuesto:

    "El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamarán así mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el Pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de parte de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela el cómo el verdadero pastor".
La fortaleza del cristiano, la fortaleza del ministro de la Iglesia, no radica, pues, en sí mismo, sino en el Señor, en Aquel que da la vida por las ovejas. De ahí, que nuestro querido y necesario Papa fuerte -que eso sí, pide constantemente ayuda... - afirme a continuación:

    "No es el poder lo que redime sino el amor. Este es el distintivo de Dios. El mismo es amor".
Y para ilustrarnos más y mejor sobre la fortaleza del amor y del servicio, el Papa fuerte -débil en edad y en la unanimidad, al menos inicial, de los aplausos-, continuaba diciéndonos:

    "¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, que derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia".
¡Todos necesitamos la paciencia de Dios! Su fuerza envuelta, revestida de debilidad.

    "El Dios que se ha hecho cordero nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres".
Nuestro Papa fuerte nos descubre, una vez más, la entraña misma de Dios y de la salvación: el amor. Nuestro Papa fuerte nos pide recemos por él para sepa ser testigo y transparencia de este amor, que tantas veces lleva al sufrimiento. Nuestro Papa fuerte nos pide que roguemos por él para que, por miedo, no huya ante los lobos. La fortaleza de Dios es siempre un don, una paradoja, un misterio, una gracia, un signo de contradicción.


EL ANILLO DE PESCADOR

Las sandalias del pescador son unos cómodos mocasines de color entre rojo y marrón. El camino es tantas veces largo, arduo, pedregoso, empinado y abrupto. Y es necesario ir bien pertrechos para la caminata.

El anillo del pescador es del metal de oro, que, no obstante, sabe que un día será cancelado y destruido. El anillo del pescador es la expresión de una doble alianza de amor. Como todos los anillos habla de amor, sí. Pero, en este caso, es un amor doble y posible. Es el amor al Señor, al Gran Pescador; es el amor a los hombres y mujeres, compañeros de travesía y de singladura, de mar y de océano. Es la alianza que Dios establece con su elegido, en la prueba y desde la fidelidad del amor, para servir a los demás, echando, en su Nombre, las redes.

Es la red del evangelio, que el pescador del Galilea echó al Lago de Tiberiades en el primer y en el postrer encuentro con el Señor. Es la red del evangelio que "nos rescata de las aguas de la muerte y nos llevan al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera". Los hombres, por ello, necesitamos ser sacados del mar salado de todas las alienaciones y pisar la tierra de la vida a la luz de Dios.

    "Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar a Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida... No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario".
Y por ello necesitados que la red de Dios, que las redes del evangelio nos tomen, nos recojan: "Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con El".

El anillo del pescador habla de amor, habla de aventura, habla de travesía en procelosos mares y aguas, habla de afán y de esfuerzo gravosos y, a veces, ingratos y baldíos. Pero habla, sobre todo, en un lenguaje gozoso y grande, "porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo". Y a la alegría de la humanidad.


UN SOLO PASTOR Y UNA SOLA RED

El ecumenismo se perfila como uno de los grandes quehaceres y retos del ministerio de Benedicto XVI. Entre otras razones porque no convendrá olvidar al respecto los orígenes alemanes de nuestro nuevo Papa, cerca, por lo tanto, de donde nació en el siglo XVI la reforma protestante, que rompió en mil pequeños pedazos la túnica inconsútil de Jesucristo, su red de pescar y de bregar mar adentro.

En estos términos se expresaba en la homilía de su misa del domingo 24 de abril de 2005, tras hablar del significado y de la interpelación del palio y del anillo recibidos:

    "Quisiera ahora destacar todavía una cosa: tanto en la imagen del pastor como en la del pescador, emerge de manera muy explícita la llamada a la unidad. «Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor», dice Jesús al final del discurso del buen pastor. Y el relato de los 153 peces grandes termina con la gozosa constatación: «Y aunque eran tantos, no se rompió la red». ¡Ay de mí, Señor amado! ahora la red se ha roto, quisiéramos decir doloridos. Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos: sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y a ayúdanos a ser servidores de la unidad!"
El miércoles 20 de abril, en la misa de la capilla con la que finalizaba formalmente el cónclave, que horas antes había elegido al cardenal Joseph Ratzinger nuevo Pastor Supremo de la Iglesia, bajo el nombre de Benedicto XVI, ya aludió a la necesidad de trabajar por la unidad de los cristianos.

Los caminos para ello, diseñados y recorridos, en al menos algún y meritorio tramo, ya por el Concilio Vaticano II y por los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, son sendas de oración insistente, de toma de conciencia del escándalo y de la infecundidad de la ruptura de la unidad, de la necesaria conversación del corazón y de las mentes, del diálogo constante y constructivo, de la percepción de que es ineludible la unidad, del sabernos mendigos y necesitados mientras ésta no llegue, de la confianza en la promesa del Señor, del ejercicio mismo y del esfuerzo conjunto y animoso del camino a recorrer.

La red no puede seguir rota. Peligra la pesca milagrosa. En tu nombre, Señor, habremos de reconstruirla, habremos de echar una sola red: la de tu única Iglesia.


BENEDICTO XVI NOS LLAMA AMIGOS

Me ha llamado la poderosamente la atención. Normalmente en las homilías, al dirigirnos a los fieles, los pastores de la Iglesia, les llamamos "hermanos y hermanas". Benedicto XVI también lo ha hecho así, al menos una vez. Pero, al menos, en otras dos o tres ocasiones, nos ha llamado amigos.

Y me ha recordado -claro está- al Señor: "Ya no os llamo siervos, os llamo amigos. Porque el siervo no sabe que lo quiere su Señor. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando". Somos amigos del Señor, somos amigos de su Vicario.

Estas palabras de amistad, estas palabras de amigo me han recordado la homilía del entonces cardenal decano del Colegio Cardenalicio en la misa del Espíritu Santo en la apertura del cónclave de la mañana del lunes 18 de abril. Entonces nos habló de la misericordia, nos ilustró sobre cuál debe ser la fe adulta del cristiano y nos llamó a vivir y a transmitir la amistad con Jesucristo como regalo de misericordia y como expresión de esa fe adulta que todos necesitamos, que necesita nuestra humanidad, desgarrada y fragmentada, tan propensa a la última moda, a las novedades y a las parcialidades.

La palabra amistad es definida por la RAE como "afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato". En consecuencia, amigo es aquel ejercita la amistad.

Santa Teresa de Jesús definía la oración como "un trato con amistad con Quien sabemos nos ama". Luego se puede tener amistad con Dios, con Jesucristo, con los santos.

De la definición de la amistad podemos entender mejor lo que Benedicto XVI quiere decirnos al llamarnos "amigos" y al urgirnos a la amistad con el Señor. Se trata entonces de una relación de personal de afecto, pura y desinteresada, de un compartir, que nace y se fortalece con el trato.

Para ser amigos del Señor debemos tratarlo, debemos amarlo. El nos ama ya. La amistad con el Señor será el descubrimiento del sentido auténtico de nuestra vida y de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo. Y para ello necesitamos de la mediación de la Iglesia, empezando por Pedro. "Os llamo amigos".

Y Benedicto XVI, en su homilía del 24 de abril, nos decía a este respecto, con especial llamada a los jóvenes:

    "sólo con esta amistad -se refiere a Jesucristo- se abren las puertas de la vida. Sólo con esa amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esa amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera".

NO TENGAMOS MIEDO

El Papa Benedicto XVI goza indisimuladamente citando y recordando a su, por él llamado, "inolvidable predecesor", "el gran Papa Juan Pablo II". El pueblo de Dios también goza cada vez que oye su nombre. En la homilía de misa primera de Benedicto XVI en varios momentos se hecho presente el Papa Wojtyla.

El más prolongado de ellos ha sido el último y largo párrafo de su predicación. Benedicto XVI ha evocado el 22 de octubre de 1978 cuando Juan Pablo II iniciaba su ministerio en el mismo lugar donde él lo estaba inaugurando también el 24 de abril de 2005.

Benedicto XVI no ha temido ningún temor ni complejo en emplear la frase más célebre y emblemática de aquella Misa de Juan Pablo II:"¡No temáis! ¡Abrid, todavía más, abrid de par en par las puertas Cristo!". El Papa Ratzinger, al hilo de esta frase, ha aludido a los poderosos de este mundo y, sobre todo, a los jóvenes. El sabe y él quiere ser también el Papa de los jóvenes.

Y dirigiéndose a ellos ha afirmado:

    "¡No tengáis miedo de Cristo! El no quita nada y lo da todo. Quien se da a El recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la vida verdadera. Amén".
Los jóvenes, como se vio también en el mensaje de la misa del 20 de abril, serán objetivo primordial del Papa Benedicto XVI. Y los jóvenes son conscientes de ello. Desde primera hora le aclaman y le hacen la "ola" con su nombre. Ojalá que así siga siendo. En Colonia, en la patria alemana de nuevo Santo Padre, tendremos la primera ocasión de ver cómo la Iglesia y los jóvenes no tienen miedo y abren sus puertas a Cristo.

Pero el "no tengáis miedo" estaba hace 27 años y está también hoy dirigido a todos porque "quien deja entrar a Jesucristo no pierde nada, absolutamente nada, de lo que hace la vida libre, bella y grande". ¿Por qué entonces tenemos miedo a abrirle las puertas? Cristo no quita nada y lo da todo.

Estamos, pues, en buenas manos: en las manos de su Vicario, el 265 de la historia, Pedro del alba del tercer milenio. No tengamos miedo.

Escrito por Jesús de las Heras Muela - Director de la Revista "ECCLESIA" (Enviado especial a Roma)


  • Preguntas y comentarios al autor de este artículo

  • Más artículos del P. Jesús de las Heras Muela


  • Consultorios en línea. Dudas personales, asesoría doctrinal y espiritual, vocacional, problemas familiares...

  • Foros de Catholic.net














  • Compartir en Google+




    Reportar anuncio inapropiado |