Menu



Cristo resucitado, primicia de los que hemos de resucitar

Cristo resucitado, primicia de los que hemos de resucitar
Domingo 32º del Tiempo Ordinario. Ciclo C. La revelación de la resurrección.


Por: Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net



Domingo 32º del Tiempo Ordinario. Ciclo C.
11 de octubre de 2007

Los filósofos griegos intuyeron con Platón, la espiritualidad del alma y por ella, su inmortalidad. El antiguo testamento tardo bastante en conocer la resurrección. Solo con Jesús en el nuevo testamento se abrirá paso la revelación de la resurrección, que culminará en su resurrección gloriosa.




1. Cuando aún resuena el eco de la Fiesta de Todos los Santos y del Día de todos los fieles Difuntos, nos ofrece la Liturgia de este Domingo el tema de la RESURRECCION. El cuarto de los hermanos Macabeos, después de haber sido torturado, a punto de morir, confiesa: "Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará" 2 Macabeos 7,1.

2. Y con el salmista hemos repetido que "Al despertar me saciaré de tu semblante" Salmo 16. Despertar tiene sentido en el lenguaje bíblico, de resucitar.

3. El deseo más hondo del hombre es no morir, seguir viviendo siempre. Esa es la razón de su empeño en sobrevivirse a sí mismo: o en sus hijos o en sus obras. La fe de los Macabeos, menos clara y firme en tiempos de Moisés, origina la Ley del Levirato, levir significa cuñado: La mujer que no le dio hijos al esposo muerto, debe casarse con su hermano, para que los hijos de la viuda mantengan vivo el recuerdo del difunto y le proyecten es sus hijos. La viuda de la que le hablan a Jesús los saduceos, sacerdotes la mayoría, ha estado casada sucesivamente con siete hermanos y de ninguno tuvo hijos. Cuando llegue la resurrección (lo decían con ironía e incredulidad para demostrar que la fe en la resurrección era absurda), ¿de cuál de los siete maridos será la mujer? Hay que tener en cuenta que los rabinos enseñaban en las escuelas que el matrimonio adquirirá una maravillosa fecundidad después de la muerte.

4. Jesús responde remontándose a Moisés en el episodio de la zarza, que llama al Señor . No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos". O viven en su presencia. Y, por lo tanto, puesto que el pueblo judío sabe que los patriarcas han muerto, si están vivos es porque han resucitado. No llegaréis nunca a entender la resurrección con la lógica de vuestras leyes.

Y explica la naturaleza de esta nueva vida. Los resucitados, trascenderán la existencia matrimonial, y su vida será resplandeciente como la de los ángeles. "En esta vida hombres y mujeres se casan. En la resurrección no se casarán. Porque ya no pueden morir". Y ¿cómo viven? "Son como ángeles; son hijos de Dios = de su misma naturaleza; porque participan en la resurrección" Lucas 20,27. Ser hijos de Dios es participar de una nueva naturaleza. Ser hijos de Dios es participar de una nueva naturaleza. Son como la zarza ardiente que no se consumía.

La luz de la resurrección les traspasa y penetra y los posee totalmente, profundamente plenamente y sobrenaturalmente. Con esta catequesis extraordinaria, Jesús pone la base de la teología de la divinización. La vida humana del alma y del cuerpo no se perderá, sino que será transformada, divinizada, convertida en realidad divina. Los resucitados serán elevados a vivir la misma vida divina. La persona humana resucitará. La filosofía griega afirmaba que el alma era inmortal. Pero la escritura no dice que el alma vive y el cuerpo muere. Por tanto, que la espiritualidad del alma exija la inmortalidad es un concepto griego y pagano. El hombre es un espíritu encarnado, que comienza un camino y lo consuma. Y el fundamento de la resurrección es la vida teologal, la gracia, que es más poderosa que la muerte. Nosotros creemos en la resurrección porque creemos que Jesús ha resucitado. “Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe (1 Cor 15,13). Como somos el Cuerpo de Cristo en el mundo participaremos de su misma suerte. A nosotros nos corresponde afirmar nuestra fe en un mundo que vive sin esperanza y niega teórica o prácticamente la Resurrección. Nuestra gran misión es aportarle esta inmensa y triunfal alegría, de que no hemos sido creados para morir sino para vivir: “Yo no he de morir, yo viviré” (Sal 117,17).

5. El Creador no va a querer destruir su obra maestra, el hombre. Un artista no destruye su obra, si acaso, la golpea para perfeccionarla. El martillazo de Miguel Angel a la rodilla de su David, no fue destructor, sino intento de transmisión de vida y de perpetuidad: -“Habla” le gritó. Si yo mismo me resisto a romper mis cuartillas, a pesar de que me roban espacio y tengo repletos los cajones; y en Valencia, en la fiesta de las fallas, destinadas a ser destruidas por el fuego, cada año indultan del fuego un “ninot”... ¿cómo el Creador, el Padre, iba a aniquilar a sus criaturas, a sus hijos? Impensable.

6. "Lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano de trigo o de otro cereal... Así es la resurrección de los muertos: Se siembra en corrupción, se levantará en incorrupción; se siembra en vergüenza, se levantará con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará en potencia; se siembra un cuerpo animal, resucitará un cuerpo espiritual" (1 Cor 15,37). Aunque el misterio no es imaginable voy a aventurar una sola metáfora, que me parece haberme sugerido la lectura de Rahner:

7. La Resurrección de Cristo es como la erupción primera de un volcán que demuestra que en el centro del mundo arde ya el fuego de Dios, que un día abrasará todas las cosas en el incendio feliz de su fuego y de su luz. En el corazón del mundo, a donde Cristo con su muerte descendió, están actuando ya las fuerzas nuevas del mundo glorificado. El pecado y la muerte están ya vencidos en el interior de todas las realidades. Sólo falta que se cumpla la historia después de Cristo para que aparezca por todas partes, y no sólo en el cuerpo de Jesús, lo que en realidad ya ha acontecido.

7. Nosotros, seres superficiales, como no hemos visto que la Resurrección haya comenzado a curar, salvar y transfigurar al mundo en los síntomas de la superficie, creemos que no ha ocurrido nada tras la Resurrección. Como vemos que las aguas del dolor y del pecado fluyen y se estancan aquí donde nosotros estamos, nos cuesta creer que sus fuentes profundas ya están secas. Porque vemos que el mal sigue abriendo surcos en la faz de la tierra, pensamos que en lo más hondo de la realidad está muerto el amor. ¡Pero sólo lo está aparentemente! Y las apariencias no son la realidad de la vida. Cristo resucitó, y conquistó y redimió para siempre por su muerte el núcleo más íntimo de todo lo terreno. Y después de resucitado, lo conserva. Cristo resucitado está ya en medio de todas las pobres cosas de la tierra.

8. Para que nuestra felicidad sea completa sólo falta que la acción de Cristo haga también saltar en pedazos el sepulcro de nuestro corazón. También en el centro de nuestro ser, donde ya vive como fuerza y como promesa, tiene que resucitar Jesús. Ahí está aún de camino. Ahí es todavía Sábado Santo hasta el último día, en que se celebrará la pascua universal del cosmos. En la Resurrección no serán anuladas las amistades, ni perdidos los amores, ni las fidelidades olvidadas; serán transfigurados y elevados a nivel divino. ¡Felices nosotros si vivimos ya como resucitados anunciando el Reino! (Rahner).

9. “Gloria Dei vivens homo” dice San Ireneo. Si la vida del hombre en plenitud constituye la gloria de Dios, el triunfo de Dios en la historia no puede concebirse como algo independiente de la suerte de los hombres que luchan por su Alianza y por su Amor. Por eso hemos de creer que en la resurrección seremos incorporados a Dios en toda nuestra realidad. Será el hombre en su totalidad quien en la muerte se presentará a Dios y permanecerá en su presencia. En su totalidad, que es su completa historicidad. Dios ama al hombre total, y su vida entera, en su extensa e intensa historia, será, en su despertar, recobrada y conservada: “Oí una voz que venía del cielo y decía: Escribe: Bienaventurados desde ahora los que mueren en el Señor, porque los acompañan sus obras” (Ap 14,13). Deseos y generosidad, ilusiones y ternura, luchas y victorias amores y trabajos...todo lo que constituye la vida humana, toda la riqueza espiritual, toda la sabiduría acumulada, los céntimos de la pobre viuda, el cúmulo de palabras de santidad y de esfuerzo y estímulo, las plegarias y alabanzas, el caudal de belleza que atesoró en el transcurso de su vida, todo rodeará al hombre resucitado, nada se habrá perdido, ni el vaso de agua olvidado...Nada dejará Dios que se pierda, porque su amor al hombre es omnipotente, y ha recogido todas sus lágrimas y dejará que se pierda ni un sola sonrisa. “Ni un solo cabello de vuestra cabeza se perderá”(Lc 21,18). En la resurrección encontrará el hombre, toda su historia completa.

10. En el sacrificio de la Misa, extendemos las raíces de la resurrección de Cristo, que ya están activadas y se filtran en todas las hendiduras del cosmos hasta llegar al centro del universo, por la acción del Espíritu Santo y la colaboración de nuestro ofertorio, y las regamos con la sangre divina de Cristo al participar en la Pascua del Señor, que siembra en nuestro corazón las semillas fecundas de resurrección. "Que Jesucristo Nuestro Señor, el primogénito de entre los muertos Apocalipsis 1,5 y Dios nuestro Padre, que nos ha amado tanto, os consuele internamente y os de fuerza para toda clase de palabras y obras buenas", con esta esperanza 2 Tesalonicenses 2, 16. Amén.

11. Vamos ahora a proclamar nuestra fe en la resurrección. Y después a comer el cuerpo de Cristo que nos guarda para la vida eterna, con la compañía de María, la segunda persona humana redimida y resucitada.

> jmarti@ciberia.es









Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |