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El amor requiere la corrección fraterna con delicadeza y tacto

El amor requiere la corrección fraterna con delicadeza y tacto
Domingo 23 del tiempo Ordinario. Ciclo A. Valorización de la oración comunitaria.


Por: P. Jesús Martí Ballester |



Domingo 23 del tiempo Ordinario. Ciclo A.
4 de septiembre de 2005


REVALORIZACION DE LA ORACION COMUNITARIA

1. Los textos de hoy están dirigidos a la praxis de las comunidades en formación y tienen en cuenta la convivencia que conviene a los que son hermanos y viven en cierto modo en comunidad, fundada en el amor, en donde la condición humana produce ovejas que se descarrían, a las que hay que atraer al estilo del pastor de la parábola para reunirlas a todas en el amor, y cumplir el mandato de Cristo de que “todos sean uno, como el Padre y El son uno”. Así hay que entender sobre todo a Mateo, más práctico y particularista, que a Ezequiel que invita a la conversión de un modo más general, como profeta del pueblo.

2. "Cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte" Ezequiel 33,7. También el profeta recibe la misión de sanear la comunidad desde dentro. Se trata de una acción personal e individual orientada a convertir a los pecadores mediante la exhortación y la corrección, de la que nos va a hablar hoy Jesús por San Mateo. Y es que la conversión masiva de los pueblos rara vez se da, si es que alguna vez se ha dado. La transformación de los pueblos comienza por los individuos, persona a persona. Y primero la persona del profeta, a quien se le advierte que si él no corrige la conducta del malvado al dictado de la palabra del Señor que le dice: "Malvado, eres reo de muerte", el malvado morirá por su culpa, pero a ti "te pediré cuenta de su sangre".

En cambio, si tú le corriges y el malvado no se convierte, tú salvas tu vida, porque has cumplido con tu deber, llevándole la palabra salvadora, aunque él muera por su culpa. Debo corregiros, aunque sepa que me mataréis cuando baje del púlpito, decía el Cura d Ars. Por contra, Santa Teresa advierte que los predicadores van componiendo sus sermones para no descontentar, por eso se convierten tan pocos. ¡Cuánto tenemos que lamentar cuando nos hemos inhibido de corregir para no perder popularidad o tranquilidad y bienestar!

3. Pero hay que tener en cuenta que corregir no es coaccionar. Corregir no es usar la violencia, corregir es decir lo que se ha de decir. Lo acepten o no lo acepten. Ministerio difícil que exige tino, tacto, amor y comprensión, que con dificultad ejercerá bien el que corrige apasionadamente o con su amor propio herido, o carece de autoridad moral. Escribe San Juan de Ávila que quien no practica lo que tiene que enseñar, no enseñará lo que debe porque es antipsicológico enseñar contra si mismo. El profeta debe señalar el camino recto. Debe decir que el camino que se está siguiendo es contra la ley de Dios. Es fácil decir que no hay que tomar parte personal en la corrección, porque la realidad es que el que tiene la misión de corregir, siente la lucha en su espíritu y se afecta interiormente y hasta físicamente. Cuando Santa Teresa del Niño Jesús cesó en su cargo de ayudante de la maestra de novicias, al ver alguna falta en las hermanas, decía: "pero ya no tengo yo que corregir".

4. "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos" Mateo 18,15. El mismo sentido que en Ezequiel, tiene la corrección en el evangelio de Mateo, aunque en tono más doméstico, comunitario y familiar, como hemos dicho. Si la Iglesia es un cuerpo, todo lo que afecte a cada célula, repercute en el cuerpo. Una célula enferma contamina a toda la comunidad. La solución no está en la extirpación sin más de la célula enferma. Eso puede darse en el organismo biológico, que no es inteligente, y sólo en casos de malignidad de la célula. No así en el organismo de la comunidad, compuesto por personas humanas, responsables y capaces de reaccionar ante la corrección del amor. Porque lo primero que se requiere para que la corrección sea eficaz es que esté hecha con amor.

El amor que quiere lo mejor para aquel a quien ama y a su costa, que le ayuda con sacrificio propio a crecer, que no se queja de sus fallos, que reza por él. Quien tiene que corregir debe hacerlo con humildad y humillado, como quien lo hace por deber de caridad y no por venganza, rencor o resentimiento; sin lastimar y sin herir. Con ánimo de curar para restablecer el orden y la salud del hermano y de la comunidad. Muchísimo menos con ánimo de hundir y con suma caridad. La corrección destemplada hecha con orgullo, superioridad y suficiencia, o con murmuración previa, o con aires de impecabilidad por parte de quienes la ejercen, está condenada al fracaso, o con imprudencia, como su se hace a un esposo delante de su esposa, o un padre delante de sus hijos, o a un superior delante de sus subordinados, o a un maestro en presencia de sus alumnos, ante quienes necesita honor y respeto, y lo exige el honor y buen nombre y su propia dignidad. Si la corrección no viene adornada con estas cualidades y con estas condiciones no solamente será un fracaso, sino un escándalo y un pecado contra la caridad que se cometerá en nombre de la caridad.

Por algo dice el Señor, “repréndelo a solas entre los dos”. Muchas veces la corrección fraterna es una represalia o está enmascarada con el odio, el amor propio, lo que se llama propia frustración, un juzgar y condenar en su propio tribunal como en juicio sumarísimo. Sólo cuando el que corrige se siente humillado de tener que corregir, se sitúa en el caso del infractor de la ley y lo hace sin acritud y con mansedumbre, se puede esperar buen resultado, y a veces basta con señalar con el dedo. “Ahora, todo va con amor”, escribe Santa Teresa. . “Os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con ellos” (1 Te 5,14). “No los miréis como a enemigos, sino amonestadlos como a hermanos” (2 Tes 3,15), nos aconseja san Pablo.”Lo que soportáis os educa. Dios os trata como a hijos; y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija?. Si os eximen de la corrección, que es patrimonio de todos, será que sois bastardos y no hijos” (Hb 12,7). Y, ¿qué diremos del que se encarga de propalar los defectos del hermano, sobre todo los secretos? Esta es una acción fatal y destructora de la paz y dinamita las familias y toda sociedad.

5. Por eso el Señor se cuida de poner de relieve el secreto de la corrección: "a solas entre los dos". Y sólo cuando el trasgresor no acepte la corrección o no haga caso de la misma, hay que llamar a otro o a dos más, para que buscando la eficacia, no se viole el secreto, que debe prevalecer por la misma caridad. Sólo en el último caso habrá que manifestarlo a la comunidad.

6. Somos una familia, la familia de Jesús, y si el deseo de que todos sean buenos debe estar implantado entre nosotros, como somos débiles y de barro que tan pronto se rompe, como dice San Agustín, y estamos rodeados por todas partes del mal, lo que no se puede hacer es querer apagar la chispa encendiendo otras de rencor y de odio. Sería un atentado contra el amor, que es la ley de la comunidad.

7. Estaremos todos de acuerdo en que el deber de la corrección en la familia y en los colegios, estos últimos tiempos, ha brillado por su ausencia porque es impopular. Lo que uno siembra eso recoge (Gal 6,8). A veces, unas manos siembran, y otras arrancan las plantitas ya nacidas. Seguramente, aún en esta vida, se arrepentirán padres y madres, profesores y pastores de no haber corregido a su debido tiempo. Se habrán hecho daño mutuamente: Y "uno que ama a su prójimo, no le hace daño. Y amar es cumplir la ley entera" Romanos 13,8, también en este punto.

8. Por último, el remedio supremo de la oración: "Os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Juan Pablo II, que comprendió profundamente estas palabras de Cristo, quiso desde el principio que sus visitas pastorales tuvieran encuentros de oración eucarística con la celebración del Santo sacrificio ante la participación masiva del pueblo, como un bombardeo celeste sobre este mundo tan necesitado de Dios.

9. El salmo 94 nos invita a aclamar al Señor con cantos dándole gracias por la creación porque es el Señor de la naturaleza, y el mejor de los cantos será cuidarla, mejorarla, no contaminarla como regalo suyo para todos, pero también nos previene, como pueblo que él apacienta y él guía, que no endurezcamos nuestro corazón como los israelitas en el desierto que le tentaron y le desobedecieron, ingratos, aunque habían contemplado las maravillas que por ellos había hecho sacándolos de la esclavitud de Egipto.

10. Pidamos a María que nos meta en las entrañas el valor inefable del amor fraterno y de la oración de la comunidad, que puede salvar tantas, todas, las situaciones. La comunidad reunida, como ahora, en la oración eucarística con Cristo entre nosotros, no sólo construye la unidad de la comunidad cristiana, sino que es base y testimonio de la reconstrucción del mundo, al cual es enviada, para que éste se salve.



Jesús Martí Ballester
jmarti@ciberia.es







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