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Para reconstruir, es necesario derribar

Para reconstruir, es necesario derribar

Domingo 33 Ciclo C. El mensaje apocalíptico de Jesús trae consigo un mensaje de esperanza.




Por: P. Jesús Martí Ballester |



Domingo 33 Ciclo C
14 de noviembre de 2004

  • Jesús sabe que deja en la tierra un polvorín que ha de estallar.

  • El texto evangélico es complejo: destrucción de Jerusalén profetizada en género apocalíptico; anuncio del fin del mundo; persecución de los cristianos. Pero con la promesa: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. El mensaje de Jesús no es pesimista sino una buena noticia: “yo estaré con vosotros inspirándoos lo que tenéis que decir”.

    1. A la vuelta del exilio de Babilonia, los judíos habían esperado que después de tanto sufrimiento, encontrarían por fin, la paz y la felicidad definitivas. Pero la realidad les decepcionó. Llegados a su tierra, tuvieron que continuar viviendo bajo la dominación persa. Se les hundió la fe viva y sólo les quedaron formalismos muertos. Encontraremos más sentido a la lectura de hoy del profeta Malaquías leyendo los versículos anteriores donde el Señor increpa al pueblo:

    - “Hijos de Jacob, desde los días de vuestros padres os venís apartando de mis preceptos y no los observáis".

    -El pueblo se defendió contra la acusación del Señor: - "¿Qué hemos dicho contra ti?".

    - "Habéis dicho que es inútil servir a Dios. ".

    - No ganamos nada material como ganan los soberbios, impíos y malvados. Ellos triunfan, nosotros fracasamos. Ellos disfrutan de la vida, nosotros somos siempre unos desgraciados :

    "Por eso llamamos felices a los soberbios, que haciendo el mal, se multiplican y quedan impunes". Es el eterno problema de la prosperidad de los malvados y el sufrimiento de los justos.

    -En ese momento Malaquías lanza una vigorosa llamada a la renovación espiritual:

    -Los que temen a Dios están inscritos en el libro de la vida y el Señor tiene especial providencia de ellos. Son propiedad de Dios:

    - "Yo seré indulgente con ellos, como un padre con el hijo que le sirve", el día que ha de venir. El día en que yo actúe, la justicia divina se pondrá de manifiesto entre tantas arbitrariedades, favoritismos y atropellos humanos.


    2 -"Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré..." Serán destruidos los malvados, porque son paja. Si no hubieran sido sólo paja, el fuego no habría sido destructor, sino acrisolador.

    Este texto, con el apocalíptico de Lucas de hoy, inspiró en la Edad Media la terrible Secuencia del “Dies irae”, que hasta la renovación de la Liturgia del Vaticano II, nos aterrorizaba en las misas de difuntos.

    Aquel día que está preparando el Señor, brillará la justicia divina para reparar tantas injusticias humanas.

    Será un día tétrico, "que no dejará rama ni raíz". Para los buenos, en cambio, amanece un día feliz, "que lleva la salvación en las alas". “Pero a los que honran mi nombre, los iluminará un sol de justicia" Malaquías 3,19. La llama de amor viva, aún esquiva, les habrá purificado.

    3. Es el día de la tan anhelada era mesiánica, en que la justicia será el alimento de todos los hombres que vivirán en paz perfecta, armonía y felicidad, sin discriminación de razas, ni clases; sin envidias ni egoísmos, sin excesos ni defectos.

    Todos vivirán inundados por la justicia interior, cuyo fruto primero será la justicia social, exponente de desarrollo de la verdadera personalidad.

    Serán hombres plenos y consumados en perfección, que vivirán su relación con las cosas, con los hombres y con Dios, según el orden querido por su voluntad de amor.

    4. Aquel será el día en que el amor gobernará la tierra, pues ya se habrá cumplido la hora "del Señor, que llega para regir la tierra con justicia".

    Habrá llegado el kairos, el momento del amor pleno, la hora de la sinceridad en la que triunfará la justicia de Dios, tan diferente de la de los hombres, que admiten sobornos, dilaciones, silencios, egoísmos de partido, de amiguismos, de carrierismos y de sorpresas y engaños a los que desde arriba dominan y disponen a su talante y según sus políticas y conveniencias.

    Y habrá que celebrarlo “con el son de la cítara, de clarines y de trompetas y de todos los instrumentos. Y habrá que invitar “al mar para que retumbe, y a los ríos para que aplaudan y a los montes para que aclamen al Señor magnificente y rebosante de inmensidad de justicia, que llega para gobernar con rectitud”. Salmo 97.

    Es decir, invitar a todos los elementos terrenales que, no teniendo voz como la tenemos los humanos, demuestren con el lenguaje más poderoso de su estruendo y de su majestuoso poderío, que nuestro Creador y Padre ya ha puesto de manifiesto su excelsitud, su belleza y su amor que no tiene fin.

    Hay que llamad también a las alondras y a los lirios de los valles y al incienso de orobias para que derrochen sus perfumes a su paso.

    5. "Algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".

    Teniendo en cuenta que la mole soberbia del Templo era el símbolo de la Ciudad Santa de Jerusalén y el orgullo religioso de todo el pueblo judío, la profecía de Jesús debió de caer como una bomba.

    Si alguien, antes de 11 de septiembre, hubiera dicho algo semejante a los admiradores de las Torres Gemelas, buque insignia del poderío y signo de la prosperidad de Estados Unidos de América, habría provocado la extrañeza y habrían estado tentados de responderle: Tú estás loco… Y espantosa y cruelmente ha sucedido.

    Como el año 70, se cumplió la profecía de Cristo, en la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos de Tito.

    6. "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?". Era natural que se lo preguntaran. Pero Jesús sólo respondió a la pregunta impertinente: "No les hagáis caso". Y les manda oración y vigilancia. "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas".

    7. Pero los hombres han seguido preguntando por el cuándo y unos dijeron que cuando la desolación de las tropas de Atila asolaban Europa. Otros, al fin del primer milenio.

    Otros, espantados ante los avances de la Media Luna. San Gregorio Magno creyó ver el anuncio del fin del mundo en las calamidades de su tiempo (Homilías sobre san Mateo).

    San Vicente Ferrer lo vio en el gran cisma de Occidente, en la guerra de los Cien Años y en la hecatombe de la peste negra. Todas las sectas religiosas, los Adventistas del Séptimo Día, los Testigos de Jehová... lo han anunciado repetidas veces, y lo siguen anunciando.

    E incluso se ha especulado sobre el tercer secreto de Fátima, ya desvelado. Pero el tiempo del fin no la marcan las catástrofes humanas sino Dios.

    8. Jesús nos habla también, como Malaquías, de la destrucción del templo, pero con la promesa de que todo esto ocurrirá antes de que amanezca el sol de la salvación para sus discípulos.

    Ante la admiración de los apóstoles frente al Templo, monumento de piedra, símbolo de duración y permanencia, Jesús habla de crisis y de destrucción.

    Todo lo material es destruible. ¿Habéis seguido alguna vez el nacimiento de un pollo? A partir del primer picotazo, se va desmoronando poco a poco la cáscara.

    Por fin, de la ruina del huevo, de entre los cascotes resquebrajados, sale aturdido el pollo, nace la vida. De un modo semejante, el Reino de Dios ha de nacer a partir de la destrucción de la actual construcción injusta.

    Las relaciones personales, familiares, internacionales, las instituciones y el mismo cosmos, entrarán en el torbellino de la destrucción. Pero sobre esa inseguridad cósmica, los discípulos de Cristo tienen la certeza de la presencia y la actuación de Jesús en medio de todos los avatares y persecuciones de la historia.

    9. La seguridad de que sólo los valores que Jesús predica van a permanecer les dará claridad y fortaleza para no seguir los contravalores del mundo, cuando les asalte la tentación de claudicar. Quizá vista con ojos humanos nuestra vida puede ser un fracaso.

    Tendremos que sufrir soledad, desprecio e, incluso la incomprensión de la propia familia, que busca el éxito o la prosperidad en esta vida. Tendremos dificultades con los poderes de este mundo, que exigen adulación y que siempre marginan al que anuncia verdades y exigencias diferentes.

    Pero, cuando todo se haya derrumbado, y la contradicción entera se haya desplomada sobre vuestras cabezas, "ni un cabello de vuestra cabeza se habrá perdido: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas" Lucas 21, 28.

    10. Jesús no perdió nada en la Pascua. El cristiano tampoco perderá nada después de su cruz y de su fracaso. Saltará hecho añicos este mundo, en lo que tiene de injusto y de perverso, y de entre los cascotes, saldrá reluciente como la aurora y el sol de justicia, el mundo nuevo, el mundo de Dios.

    Huracán en Centroamérica: Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador... Desbordamiento del río Yansé... Inundaciones en Eslovenia... Derrumbe de las Torres Gemelas. Guerras en Afganistán, en Irak, en Costa de Marfil, 200 muertos en Atocha, amenazas constantes, atmósfera de terror ....

    Cataclismos y más guerras, genocidios y terror. La naturaleza imperfecta por finita; la acción del mal en la historia; huracanes interiores de pecado, todo anuncia la era del día de Dios. Levantad la cabeza, porque vendrá la primavera... Mientras llega ese día: "Cuidado con que nadie os engañe", pues "el final no vendrá enseguida".

    11. No nos ocurra como en tiempos del Apóstol Pablo. ¿Qué hicieron algunos seguidores de Cristo? Los cristianos contemporáneos de Pablo se dijeron: Si esto se acaba, ¿para qué trabajar?. A lo que contestará Pablo con el texto que leemos hoy: "Trabajad con tranquilidad para ganaros el pan" 2 Tesalonicenses 3,7.

    El mismo les había hablado de la inminencia de la venida del Señor, basada en las palabras de Jesús que leemos estas semanas, con lo que muchos de sus oyentes perdieron el estímulo del trabajo porque se decían, ¿para qué trabajar y hacer planes, para qué producir?

    Pablo les ofrece el testimonio de su ejemplo de trabajador textil y a los que no quieren trabajar les dice que no coman. Les impone el mandato del trabajo. La espera del día del Señor no ha de amortiguar sino motivar al trabajo incesante y constante para mejorar el mundo, purificar las estructuras de pecado y estimular la solidaridad avanzando hacia un mundo más humano y justo.

    12. Prepararse para utilizar y cultivar los inventos de la ciencia y los avances de la técnica para construir una sociedad mejor y más sabia y espiritual, que prepare la llegada del Reino de Dios. "Tenéis que imitar mi ejemplo de trabajador día y noche. Y el que no quiere trabajar que no coma".

    El Vaticano II dice que “la persona humana marca con su impronta la materia sobre la que trabaja y la somete a su voluntad.

    El trabajo es para el trabajador y para su famiIia, el medio de subsistencia; por él, se une a sus hermanos y les hace un servicio, practica la verdadera caridad y coopera al perfeccionamiento de la creación divina.

    13. No sólo esto. Con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad eminente trabajando con sus propias manos en Nazaret.

    De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, y el derecho al trabajo. Y el deber de la sociedad de ayudar a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente” (G et S, 67).

    El Apocalipsis dice de los justos que “sus obras los acompañan” (14, 13). Ellas serán fuente de gloria si se han bien, de castigo si se han hecho mal. Una vida de trabajo honesto y cuidadoso es un bien precioso ante Dios y ante los hombres y confiere dignidad a cada persona, no por el trabajo que se hace sino por el cómo se hace.

    La santidad no está en los verbos sino en los adverbios. Hay categorías y remuneraciones, a veces injustas y escandalosas.

    Una persona que ha desarrollado misiones humildísimas en la vida puede valer mucho más que quien ha ocupado puestos de gran prestigio. La historia de la Iglesia está llena de santos, que han ejercido los trabajos más humildes.

    14. Por el trabajo, participamos en la acción creadora de Dios y en la acción redentora de Cristo a la vez que se crece personal y socialmente. Pero también es fatiga, es dolor, sufrimiento y fuente de conflictos.

    Es el castigo, de que nos habla el Génesis, “someted la tierra” y después del pecado, “comerás el pan con el sudor de tu frente”. No sólo del pecado de Adán sino del pecado en todas sus formas, que procede del egoísmo.

    Hoy nos preocupa la falta de trabajo, causa de dramas, económicos, morales y sicológicos, por la frustración que crea en el parado, que se siente inútil, pierde la autoestima. A la vez, el exceso de trabajo que abruma y vacía el alma del hombre.

    Los hombres pueden convertirse en máquinas con lo que nuestras comunidades se exponen a convertirse en campos de concentración frenéticas, estresadas, que no viven más que para el trabajo. Al final “todo funcionará pero nada vivirá.

    15. También hay que vigilar los motivos del trabajo: Tres hombres arrastran una carretilla de ladrillos, uno dice: ¡cuánto pesan estos ladrillos! Dice el otro: Con este trabajo sostengo mi familia, esposa e hijos pequeños.

    Y el tercero: Estoy construyendo una catedral. Adivina quién vive más feliz y ennoblecido.

    16. La Eucaristía que estamos celebrando cuya materia la ofrece el pan y el vino fruto del trabajo de los hombres, es ya el inicio de ese mundo que Jesús nos promete y que anticipa con su cuerpo repartido y con su sangre derramada.

    Jesús Martí Ballester
    jmarti@ciberia.es









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