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La nueva ciudadanía
La nueva ciudadanía
El individuo se encuentra libre, pero confuso y desprotegido ante el Estado; la alternativa es superar la carencia de protagonismo cívico y fundamentar la solidaridad
Por: Enrique Cases | Fuente: ForumLibertas
Por: Enrique Cases | Fuente: ForumLibertas

La reforma de la democracia debe atender a la base de su crisis que se encuentra en el individualismo abstracto, algo esencial en el proyecto moderno. La nueva ciudadanía responde a la necesidad de colmar los déficits de solidaridad, igualdad y autonomía que se han presentado, y que se encuentran en el ideal de fraternité. No es buena la idea de aumentar los contratos sociales como insisten de Hobbes a Rawls, no se puede negociar indefinidamente ni conseguir así una convivencia autónoma que asegure la paz y el progreso. El colectivismo es menos natural aún porque niega la libertad y porque las masas no tienen en sí ni iniciativa ni capacidad de autorregulación. La sociedad sin clases marxistas sería un individualismo más abstracto y radical que el del liberalismo.
La ciudadanía va por otro cauce. Ya las revoluciones europeas y americanas difieren bastante. En la segunda, la ciudadanía potencia su genuino sentido de libertad civil por el protagonismo de las comunidades locales y la capacidad de la iniciativa social. La europea, en cambio, tiene una carga ideológica que aboca a las aporías y ambigüedades de Rousseau, cuyo resultado es la autodisolución de la revolución y la crisis de las democracias burguesas. La alternativa es superar la carencia de protagonismo cívico y fundamentar la solidaridad. Ya no existen los cuerpos intermedios que protegían a los ciudadanos del exceso estatista. El individuo se encuentra libre, pero confuso y desprotegido ante el Estado. Hoy en día sólo existe el mercado como referente al Estado, pero sólo es una referencia económica.
La nueva ciudadanía no es una vuelta a un corporativismo de cuerpos intermedios, sino una superación de la primacía de lo político y lo económico que domina la concepción moderna de ciudadanía. El Estado ya ha dejado de ser el centro y el vértice de la vida social. Existe una realidad multicéntrica y relacional en cuya comprensión no se puede avanzar de una manera simplista. Lo que la ciudadanía posmoderna ha captado con notable agudeza es que el parámetro clave para la comprensión actual de la ciudadanía es la cultura. Lo que la distingue de la antigua convencional o moderna es la estrecha conexión con la acción humana. Pagar impuestos y recibir prestaciones no es el sentido fuerte de ciudadanía. Ya no se ve lo característico en la distinción privado/público sino en humano/no humano.
Lo humano es el desarrollo de la persona, lo no humano es la masificación alienante del individuo irresponsable. La ganancia de la dimensión humanista implica dar un paso a la alternativa localismo/universalismo. Sólo las redes de solidaridad interpersonal pueden lograr la cercanía y el afinamiento en una sociedad multicultural y globalizada. La subjetividad social completa la noción de ciudadanía lejos del narcisismo y la ineficacia, pues es una reticularidad horizontal y también vertical que no se identifica con el mercado ni conduce a la privatización. Lo característico de la posmodernidad es la sutura desde abajo entre el mundo vital y el tecnosistema. El desplazamiento de la nueva ciudadanía desde el entorno estatal hacia el terreno relacional y comunitario permite la reciprocidad en las relaciones solidarias. Se puede así ir más lejos del lib/lab (libertad económica más trabajo) porque hay más riqueza humana. La nueva ciudadanía requiere un cambio mental y cultural más que de organización.
La ciudadanía va por otro cauce. Ya las revoluciones europeas y americanas difieren bastante. En la segunda, la ciudadanía potencia su genuino sentido de libertad civil por el protagonismo de las comunidades locales y la capacidad de la iniciativa social. La europea, en cambio, tiene una carga ideológica que aboca a las aporías y ambigüedades de Rousseau, cuyo resultado es la autodisolución de la revolución y la crisis de las democracias burguesas. La alternativa es superar la carencia de protagonismo cívico y fundamentar la solidaridad. Ya no existen los cuerpos intermedios que protegían a los ciudadanos del exceso estatista. El individuo se encuentra libre, pero confuso y desprotegido ante el Estado. Hoy en día sólo existe el mercado como referente al Estado, pero sólo es una referencia económica.
La nueva ciudadanía no es una vuelta a un corporativismo de cuerpos intermedios, sino una superación de la primacía de lo político y lo económico que domina la concepción moderna de ciudadanía. El Estado ya ha dejado de ser el centro y el vértice de la vida social. Existe una realidad multicéntrica y relacional en cuya comprensión no se puede avanzar de una manera simplista. Lo que la ciudadanía posmoderna ha captado con notable agudeza es que el parámetro clave para la comprensión actual de la ciudadanía es la cultura. Lo que la distingue de la antigua convencional o moderna es la estrecha conexión con la acción humana. Pagar impuestos y recibir prestaciones no es el sentido fuerte de ciudadanía. Ya no se ve lo característico en la distinción privado/público sino en humano/no humano.
Lo humano es el desarrollo de la persona, lo no humano es la masificación alienante del individuo irresponsable. La ganancia de la dimensión humanista implica dar un paso a la alternativa localismo/universalismo. Sólo las redes de solidaridad interpersonal pueden lograr la cercanía y el afinamiento en una sociedad multicultural y globalizada. La subjetividad social completa la noción de ciudadanía lejos del narcisismo y la ineficacia, pues es una reticularidad horizontal y también vertical que no se identifica con el mercado ni conduce a la privatización. Lo característico de la posmodernidad es la sutura desde abajo entre el mundo vital y el tecnosistema. El desplazamiento de la nueva ciudadanía desde el entorno estatal hacia el terreno relacional y comunitario permite la reciprocidad en las relaciones solidarias. Se puede así ir más lejos del lib/lab (libertad económica más trabajo) porque hay más riqueza humana. La nueva ciudadanía requiere un cambio mental y cultural más que de organización.
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