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La epifanía del Señor: La Ciudad Iluminada

La epifanía del Señor: La Ciudad Iluminada
Mateo utiliza una leyenda, con base sólida, del episodio de los Magos, para narrar la manifestación extraordinaria que guía a los Magos a descubrir al Rey de los judíos


Por: Jesús Martí Ballester |



Cuando Isaías contempla, radiante de alegría, el regreso de los hijos desterrados de Israel a la ciudad luminosa, embriagado de lirismo, proclama en una de las más altas cimas de la poesía hebrea, e incluso universal, el Cántico de gloria a la Jerusalén de los tiempos mesiánicos, que describe la presencia del Señor en medio de su pueblo, llenándolo de luz. Pero los que hoy vienen al resplandor de la aurora que inunda Jerusalén, son también los magos, tal vez una parábola del ecumenismo universal, por eso, representantes de los pueblos todos, todas las gentes. "Los tesoros del mar", los habitantes del Mediterráneo, nosotros también. Madián y Efa, los del Golfo de Akaba, y los de Sabá, Yemen, convertidos todos en hijos de Abraham por la fe, con la ofrenda de sus productos preciosos de oro incienso y mirra, productos de las distintas latitudes, cantando las glorias del Señor. Is 60,1. El Profeta no ha querido hacer un relato histórico, sino anunciar con poesía esplendorosa, el triunfo del Señor y de su Mesías, que se ha manifestado también a los gentiles.

LEYENDA SÓLIDA

Mateo utiliza una leyenda, con base sólida, del episodio de los Magos, para narrar la manifestación extraordinaria que guía a los Magos a descubrir al Rey de los judíos. Después de haber contado la genealogía de Jesús, como hijo del hombre, ratifica su categoría de Hijo de Dios, destacando a los Magos como figuras teológicas. Son paganos, y desconocen la Escritura. E introduce una dialéctica que estará presente ya en todo su evangelio: Que, mientras los doctores de la Ley, expertos en las escrituras, no reconocen al Mesías, lo buscan los paganos. Y Jesús, rechazado por el pueblo de Dios, es adorado por los gentiles. Y Dios, que busca a todos, los acepta y se les manifiesta. El nacionalismo judío cede el paso al universalismo de la salvación, que se ofrece a todos. Primero a los pastores, los incultos, después a los sabios, los magos. Jesús satisface todas las esperanzas de todos los hombres, judíos o griegos, romanos o persas, o babilonios. Los marginados, y los pobres, socialmente despreciados, amados especialmente por El, y los cultos y poderosos. Jesús es el rey que todos esperan, pero un rey humilde y oculto. Quien lo encuentra se llena de alegría, lo adora como rey de su vida y se entrega a él, como los magos. Los regalos que le ofrecen, son productos de países orientales, propios de los reyes.

DISTINTA LENGUA

Cuando nos parece que Dios calla, hay que saber que habla distinto lenguaje y no con palabras humanas. Después de haber hablado por los profetas, nos ha hablado por Cristo "y se ha quedado mudo", sentencia San Juan de la Cruz. Es urgente perder la rudeza y la grosería que nos incapacita para entrar en su onda. Hay que afinar la sensibilidad para captar el lenguaje de Dios, para después ser dóciles a su mensaje y estar dispuestos a soportar la Noche de la fe, que la purifica. Y hacerse espaldas unos a otros, como diría Santa Teresa, cuando pesa la contradicción. Dios llama a tres hombres, para que se ayuden en la noche. Ese es el sentido de la dirección o acompañamiento espiritual y el vivir la fe en comunidad. Hay que acrecentar la confianza en Dios. Como la estrella no engendra la fe, se oculta, porque la fe es fruto de la palabra, y la palabra está en Jerusalén. Y hay que practicar la humildad buscando y preguntando, como los magos.

PROFECIA CUMPLIDA

Al nacer el Sol de Justicia, los Evangelistas vieron cumplida esta profecía:

"Reyes que buscáis estrellas,

No busquéis estrellas ya,

porque donde el Sol está,

no tienen luz las estrellas".

Ha nacido el Sol que, mientras sea suave nos atrae a todos, pero no nos gusta que nos pida demasiado, que queme el alma y el cuerpo en exceso. Intentamos domesticarlo y enjaularlo, para que no vuele tan alto, que no lo podamos alcanzar con nuestras manos, nos gusta poderlo manejar a nuestro servicio. Que no nos pida más de lo que nosotros estamos dispuestos a darle. Pero el Sol ha nacido para iluminar a todo hombre de esta tierra y quemar los pecados. El mismo San Agustín, cuando le pedía a Dios la castidad, le decía, "pero no ahora, no ahora".

Cantemos al Señor ante quien "se postrarán todos los reyes de la tierra y le ofrecerán sus dones, y supliquémosle que todos los pueblos le sirvan, para que por nuestra oración libre al pobre que clama, y al afligido que no tiene quien le proteja, y para que el pobre y el indigente sean acogidos por él" Sal 71.

VIERON UNA ESTRELLA

Vieron una estrella en el cielo y este suceso los sacó de su país. ”Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarle” Mt 2,1. Cuando el pueblo de Israel estaba en los campos de Moab, y su rey, Balac, exigió a Balaam, que profetizara contra Israel, lo único que consiguió fue que Balaam bendijera a aquel pueblo. De entre los largos capítulos, destaca este texto: “Veo una estrella que se destaca de Jacob” (Nm 24,17). Doce siglos han de pasar para que esa estrella llegue hoy a ser vista por los Magos. Han de madurar los tiempos. Hemos de saber esperar con paciencia, a que aparezca la estrella. Como los Magos, hemos de recorrer dolorosamente y pacientemente el camino de la fe. Un día comenzamos a buscar, a caminar... Después, la luz ha ido palideciendo, hasta llegar a desaparecer. Y sentimos la tentación de regresar a Egipto. Nos tentaban las ollas de carne. La vida fácil, el camino trillado. Y titubeamos. Es el momento de proceder como los Magos: Consultar a los especialistas de la Palabra, porque sólo en ella le encontramos sentido a la vida. Vida y fuerza. Los doctores les dicen que hay que ir a Belén, según la profecía de Miqueas. Hemos de prestar la obediencia de la fe, como los magos. Cuando Abraham fue llamado a salir de su tierra, lo dejó todo (Gn12, 1), porque había encontrado la perla preciosa. Hay que seguir la ruta de la estrella con prontitud, venciendo el qué dirán, con generosidad, con alegría, amor, y con perseverancia.

EL MIEDO DE LA INSEGURIDAD

Herodes, teme que le quiten el reino, y se sobresaltó. Cuando en vez de servir desde el cargo que se tiene, que seguramente se ambicionó y se buscó, uno se sirve del cargo del que tomó posesión, y como posee el cargo, y no sabe ni quiere vivir sin él, se sobresalta ante cualquier atisbo de superación, suplantación. La vida se hace amarga y la amargura repercute en los demás, porque no se tiene paz. Dicen por ahí que "el poder es una corona de espinas, que cuando más duele es cuando se la quitan". Andreotti, presidente casi vitalicio de Italia, decía que "el poder desgasta, pero el no poder, desgasta aún más". Fue el Papa de la sonrisa, Juan Pablo I, quien suprimió la imposición de la tiara en la coronación del Pontífice y su toma de posesión de la Cátedra de Pedro, quien acuñó aquel el acto, como "La inauguración del pontificado". Pero, cuando las leyes, son ingratas, tardan en abrirse paso. Más de cien años pasaron para que se cumpliera el Decreto de San Pío X, sobre la primera comunión de los niños al llegar al uso de razón. El había sufrido desde niño esa limitación, por su hambre de Eucaristía.

LA SEDUCCIÓN

Ya nos rodean y envuelven la noche y el mundo del mal. Los peligros son más inminentes; se presentan más atractivas e insinuantes las tentaciones. Herodes, nuevo Faraón, pretende hacernos sus esclavos. Y los Magos, avisados en lo más hondo de su ser, desbaratan las trampas, aceptan la Palabra que les ofrecen, y el día renace. Gozo y paz. En medio de la oscuridad de la Noche, sale de nuevo la estrella. Al fin, han llegado a Belén. La alegría interior que les invade: "Se llenaron de gozo", es la señal. Como quien ha encontrado la perla y el tesoro. En Belén adoramos y ofrecemos a Cristo nuestra vida, unidos a su Sacrificio.

POR OTRO CAMINO

"Y se marcharon a su tierra por otro camino". Ya no podemos vivir como antes. Hemos de tomar otro camino. El camino del amor y de la fidelidad, del sacrificio y de la abnegación, del trabajo de cada día bien hecho, de la paciencia en las contradicciones y de la afabilidad y justicia en el trato con nuestros hermanos, el camino del anuncio del camino. El camino de la compasión activa con todos los que sufren. Y nos hemos de convertir en Epifanía para nuestros hermanos por la predicación, los sacramentos, la vida.

En la cultura del consumismo que la formidable publicidad fomenta acentuando el materialismo, los cristianos debemos privilegiar la primacía del espíritu y de las actividades espirituales, como la contemplación, el amor, la fidelidad, el ejemplo = testimonio, convirtiéndonos en estrellas de justicia y fidelidad para el mundo pagano en tinieblas.

RECURSOS DEL AMOR

El Señor nos hace ver nuestra estrella. Tiene muchos recursos para enseñar a los hombres el camino de su maduración. Dios nos llama unas veces directamente y por Sí mismo. Otras nos llama por medio de los ángeles; otras por los Padres; otras, por los profetas; otras, por los apóstoles o por los Pastores. A veces por la voz interior, o por encuentros que creemos infantilmente fortuitos y son providenciales y preparados, por quien puede manejar los corazones y la atracción inexplicable. Muchísimas veces la estrella es el azote y la aflicción: "¿Qué es esto que hay en mi, Ignacio, que nunca ríe?", le decía Javier a San Ignacio antes de su entrega. La estrella algunas veces, brilla por la prosperidad en la vida y su insatisfacción: "Nos has hecho, Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti", decía San Agustín; otras veces la estrella es opaca, la adversidad. Pero el fulgor de la estrella más frecuente y elocuente es la proclamación de la palabra, no sólo por la predicación en los templos, sino también en la lectura espiritual y en la meditación; y en el ejemplo, la enfermedad, la desgracia y la humillación.

LOS CRISTIANOS, ESTRELLAS PARA EL MUNDO

Aunque la noche ha elevado más miradas al cielo que el día, cuando el sol deslumbra en su cenit, y la estrella puede ser vista mejor en la Noche, también puede se puede ver durante el día, en el gran silencio. Para los Magos la estrella era una llamada de Dios, como lo es para todos los hombres. En el libro de Daniel leemos que los doctores que enseñan a muchos los caminos de la justicia, brillarán como estrellas en el firmamento: "Los sabios con sabiduría experiencial de Dios, brillarán con el fulgor del firmamento, y los que enseñaron la justicia a la muchedumbre resplandecerán como las estrellas por toda la eternidad" (Dan. 12,3. San Juan de la Cruz, se entristece, cuando asegura: "Que los que tienen el deber de acertar, si no aciertan, no pasarán sin castigo". "Si un carpintero sirve para desbastar el madero, no por eso sabe entallar la imagen; ni cualquiera que sabe entallarla, sabe perfilarla y pulirla; y no cualquiera que sabe pulirla, sabrá pintarla; ni cualquiera que sabe pintarla, sabrá darle la última mano y perfeccionarla. Porque cada uno no puede hacer en la imagen más de lo que sabe, y si quieren seguir dirigiendo sin saber lo que hacen, lo echarán a perder todo".

Deben temblar, pues, los que manejan la palabra de Dios, porque si no son fieles a su vocación predicando auténticamente el Evangelio, pueden ser causa de que muchos de sus discípulos no vean ni reconozcan la luz de su estrella.

CONTEMPLACIÓN PARA EL ACIERTO

Otro medio importantísimo para reconocer el fulgor de su estrella, es decir, su llamada, es escuchar la palabra meditada, sobre todo si va acompañada de austeridad de vida, de constancia en la virtud, y de perseverancia en la gracia, sobre todo, en los Ejercicios Espirituales. Del ejemplo o testimonio, como se dice hoy, habla el papa San León Magno: «Todos los que en la Iglesia de Dios viven castamente, todos los que aspiran y conocen las cosas de arriba, y no las cosas terrenas, son comparables a las estrellas del cielo. Ellos conservan el esplendor de su santa vida, y atraen a los demás, como la estrella a los Magos, a seguir los caminos del Señor. Sed estrellas en la tierra, y brillaréis eternamente con eterna luz sideral reino de Dios".

ECLIPSES

Como las estrellas tienen eclipses, es necesario enseñar la importancia de la enfermedad y de la adversidad en la vida: "El Padre a todo sarmiento que da fruto lo podará para que dé más fruto” (Jn 15,2). Al sarmiento que estando unido, puede estar más unido con El, Cristo se encarga de podarlo por la tribulación exterior o interior. Cuántos santos han visto la estrella en la enfermedad y en la tribulación, como la vieron San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola y tantos y tantos...

La desgracia, o el fracaso en la vida ha sido la causa de plenitud de muchas almas En la trágica muerte del Barón de Chantal, esposo de Juana Fremiot, vio Juana la estrella que la convirtió en fundadora de la Visitación, y en Santa, bajo la dirección del Obispo de Ginebra, San Francisco de Sales. San Alfonso María de Ligorio, que fracasó como abogado, convirtió la contrariedad en la estrella, que le llevó a la fundación de la Congregación del Santísimo Redentor, y a la santidad. Para éstos y otros muchos, la estrella que les condujo a los pies de Jesús, fue la adversidad.

Leyendo las vidas de los santos se advierte cómo los hombres son conducidos muchas veces por Dios nuestro Señor de un modo providencial vistos desde el fulgor de misericordia y providencia divina que no dejó de acudir en su ayuda con sus consuelos paternales y amorosos.

Atraído por la fama de la virtud de la Reina Católica y de su corte, llegó Juan Ciudad, desde Portugal a Castilla, donde le esperaba la Providencia para ponerlo en contacto con San Juan de Ávila, cuya palabra ardiente le impulsó a la vida heroica. Hoy es San Juan de Dios.

El proyecto del portugués Antonio de Padua, era ir a predicar el evangelio en Oriente. El viento y el mar lo atrajeron a la costa de Italia, y vio fracasado su deseo. Y Antonio, expatriado, era en Italia, donde Dios le tenía preparado el campo de su predicación y fruto y santificación.

Teresa de Jesús, para compensar el desprecio que recibió en Ávila, su ciudad, cometió la insigne locura de ir a fundar a Medina del Campo, contra la prudencia. Pero Dios la impulsaba a algo más que a eso. Allí conoció a Juan de la Cruz, que venía de Salamanca camino de Burgos, para ingresar en la Cartuja.

Un incidente familiar puso a San Gregorio Taumaturgo en contacto con Orígenes, que le enseñó el Evangelio, se convirtió y se hizo santo. Ignacio, herido en Pamplona, y forzado a un largo reposo, encontró en él, no sólo la salud del cuerpo, sino sobre todo, la del alma.

En la historia de la Iglesia la estrella se ha encendido en el cielo de muchas personas por su cooperación generosa a un primer impulso de la gracia. San Martín de Tours parte la capa con el pobre, y el pobre era Cristo. San Juan Gualberto reprime su ira y perdona al asesino del hermano, que con los brazos en cruz, le pide misericordia. Cuando, venciéndose le otorgó el perdón, vio la imagen de Jesús que le expresó la gratitud por su caridad, y renunció al mundo, a los pies de Cristo.

HAY UNA ESTRELLA PARA CADA HOMBRE

Siempre encuentran Dios, las personas que sinceramente buscan a Dios. Ven la estrella de una forma u otra. Pero no por eso, hay que pretender que Dios venga a nosotros, sino que hemos de ir nosotros a Dios, totalmente libres de la soberbia, de la sensualidad y del mundo. Cuando con esta sencillez se elevan los ojos al cielo, aparece segura la estrella y nos invita a seguirla, para ponerse en camino con la decisión con que emprendieron su jornada los tres Reyes Magos, venciendo críticas y burlas y cuchufletas, incomprensiones y persecución. Vale esto también para la vocación religiosa de los hijos, ya que la familia debe ser el semillero de vocaciones, sobre todo en este invierno tan árido, en que se marchitan todas las flores. ¿Cómo no lamentar la conducta de muchos padres y familiares? Ellos tienen sus deberes. Y los hijos frente a la oposición de los padres, los suyos. ¿Cuándo brilla nuestra estrella? Para unos, en la niñez; para otros en la adolescencia, en la edad adulta, o en la ancianidad. Cualquier hora es buena para que brille como a los magos, la estrella del Señor. Muchos son los llamados y pocos los elegidos, pero Dios quiere que todos se salven y a todos da los medios necesarios para salvarse y santificarse con el fulgor de la Estrella, que nos lleva a El y que es él mismo

Comentarios al autor jmarti@ciberia.es







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