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Los mecanismos del miedo después del 11 de septiembre de 2001

Los mecanismos del miedo después del 11 de septiembre de 2001
Alarma atentados, está por llegar la pulsera electrónica y todos los viajeros serán considerados potenciales enemigos


Por: . | Fuente: Fides



El terror a que se produzcan nuevos atentados terroristas mantiene a los servicios de seguridad de Estados Unidos en un estado de alarma permanente e inspira nuevas soluciones, muchas veces basadas en tecnología de última generación, para reducir cualquier posible riesgo. Sin embargo, no todos los proyectos para controlar a las personas y el territorio parecen inspirarse en razonables criterios de respeto hacia los individuos. Hace poco se inició un estudio sobre una especie de pulsera electrónica que debería acompañar al viajero en el aeropuerto y durante el vuelo, permitiendo que los sistemas de seguridad “sigan” cualquier movimiento durante las distintas etapas del viaje gracias a la señal que emite el aparato.
La particularidad del objeto en cuestión es que si el pasajero se convierte en un factor potencial de riesgo este puede emitir una descarga eléctrica que lo aturda o lo deje inconsciente. Así, desde el momento en que se supera el check-in hasta el retiro del equipaje uno estaría sometido a una vigilancia electrónica total. Un sistema semejante al que se usa para controlar a los detenidos con prisión domiciliaría o en las cárceles. Por lo tanto, el viajero, que quizás está de vacaciones en los Estados Unidos o en un viaje de negocios, se convertiría sin saberlo en una especie de prisionero constantemente vigilado. Esto sin mencionar el riesgo de un mal funcionamiento que pudiera producir una descarga o una alteración electrónica en la persona que lo lleva, quizás con problemas cardiacos. La “Homeland Security” del Departamento de seguridad de la Casa Blanca ha ya manifestado interés por dicho aparato.
El objeto en cuestión no es una simple pulsera electrónica sino un sofisticado aparato que posee un dispositivo dotado de un microchip Rfid y de un Gps que permitiría monitorear cualquier movimiento del pasajero. Pero su característica más temida es la que lo asemeja a todos los otros “Stunt devices”, aquellos dispositivos que aturden con efectos inmediatos sobre el físico a los sujetos considerados peligrosos: una descarga eléctrica inmovilizaría al individuo por algunos minutos permitiendo su arresto
“indoloro”. Además, la pulsera sustituiría el billete normal de embarco y contaría con toda la información necesaria para que las autoridades autoricen al viajero subir a bordo de un avión.

Naturalmente la propuesta está suscitando la protesta de numerosas organizaciones de consumidores y de derechos civiles, aunque su realización y posible aplicación concreta estarían aún muy lejos de hacerse realidad. De todas formas el proyecto existe y demuestra como a una justa preocupación por la seguridad de los ciudadanos y de los viajeros se esté sustituyendo una especie de temor generalizado por el que todos serían potencialmente peligrosos. Una lógica de ese tipo activaría un sistema por que el cualquier sujeto tendría que ser considerado un enemigo en potencia. Desde el punto de vista cultural se estaría generando un fenómeno que no nos puede dejar indiferentes: dejar que se difunda un miedo colectivo que considera a cualquier viajero un “objetivo” sensible constituiría la mayor victoria que podrían haber imaginado los que idearon y planificaron los atentados del 11 de septiembre de 2001 y de los otros atentados en ciudades europeas y del mundo.

Nadie pone en discusión la necesidad de defender las naciones, bienes y personas de los ataques terroristas, pero es necesario tener en cuenta la dignidad del hombre y su libertad, que son valores absolutos y un don de Dios. El bien común supone en primer lugar “el respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del bien común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana” (Catecismo de la Iglesia católica 1907).







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