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Card. Ersilio Tonini (Ravena, Italia)

Card. Ersilio Tonini (Ravena, Italia)
Daré gracias a Dios


Por: Equipo de Buenas Noticias | Fuente: www.buenas-noticias.org



Mañana cumplirá 95 años. Delgado y de apariencia frágil –como siempre- dice cándidamente: «Yo ni me doy cuenta de tener tantos. Estoy sereno, bien. Por la mañana, leo siempre los periódicos: los italianos, el Bild Zeitung y Le Monde. Le agradezco a Dios por todos estos años y por todas las personas que he conocido. Mañana, daré gracias a Dios, tal y como hago siempre, desde que era un niño, cada día: “Gracias”, que es la palabra más simple y fundamental. Porque, al decirla, se reconoce haber recibido un don, del que se está agradecido; y quien es agradecido, es llevado, a su vez, a darse».

Un hombre agradecido. No hay otro modo de resumir estos 95 años –nació el 20 de julio de 1914– del cardenal Ersilio Tonini. Cuando lo escuchas, te conmueve la ausencia de cualquier amargura o recriminación en sus palabras. Agradecido, de todo. Como si todo, incluyendo cualquier prueba o dolor, haya sucedido por un bien.

El alba de estos 95 años –casi un siglo– tuvo lugar en Centovera, provincia de Piacenzia (Italia). Ersilio es el tercero de los cinco hijos de Celestina y César Tonini, capataz de una gran finca de 300 hectáreas. Sí, agradecido, sobre todo, de esa infancia y de esos padres. El padre, querido y estimado, del que se siente orgulloso; la madre que enseñaba a los hijos, además de las oraciones, «el asombro ante la realidad, un asombro que se renovaba cada mañana». […]

Con el tiempo, ese niñito flaco no se cansaba nunca de aprender. Y fue la madre la que intuyó que los talentos del hijo eran muchos. Ella fue siempre la que le dio ánimos en su vocación. «Yo leía revistas de misioneros. Una tía mía se asustó: “¿no me digas que quieres ser misionero e irte lejos?”, me gritó. Mi madre, por el contrario, cuando supo lo sucedido, me llamó y me dijo: “Acuérdate que de cualquier cosa que quiera Dios de ti, nosotros estaremos felices de ello”».

Así, entró al seminario a los once años, ávido de latín, de griego, de filosofía. Fue ordenado sacerdote el 18 de abril de 1937, no habiendo cumplido los 23 años… y uno piensa sobrecogido a esa fecha: lejanísima, mucho antes de la segunda guerra mundial.

Entonces, Eminencia, son 72 años de sacerdocio… «He sido por mucho tiempo profesor en el seminario. Después, párroco en Salsomaggiore por quince años; años bellísimos. Amaba estar con la gente; pasaba tres o cuatro horas metido en el confesionario». Si hacemos las cuentas, cuatro horas al día por quince años dan más de veinte mil horas escuchando pecados. ¿Qué idea tendrá de los hombres uno que ha estado escuchando tantas culpas? Tonini: «Tengo una estima profunda por el hombre. Los pecados nunca me han escandalizado. Sobre todo, prevalece en mí el don de la conciencia, que nos ha sido donada: el lugar de nuestra libertad y de la posibilidad de elegir, al final, el bien».

Está lucidísimo. Pocos están tan lúcidos, incluso a sus treinta años, en el ápice de su vida. Y es entonces cuando te vienen las ganas de preguntarle a este hombre con la cruz cardenalicia grabada en su pecho, en qué es distinto hoy de cuando era joven; en otras palabras, para qué le sirve a uno la vejez. «Aunque siempre pongo como premisa que no me doy cuenta que esté tan viejo –sonríe Tonini– puedo decir que en este tiempo es cuando me doy cuenta de mi historia, y de todo lo que he recibido. Es el tiempo en que me parece que conozco más, que valoro más las cosas, que soy más libre. Es como si hoy, interiormente, tuviese dentro de mí un sabio que me guía. Es hermoso: la vejez es un premio, en esta libertad. Como decían los antiguos griegos, es convertirnos en aquello que somos». […]

Con este hombre, te parece tener delante un testigo con otra mirada, con otro juicio sobre la vida en relación a lo que nos rodea y gobierna hoy. ¿Será que viene de esa finca, de esa tierra, de esa madre que les enseñaba a decir gracias cada mañana? De los cinco hijos, Ersilio es el único que vive aún, y que aún recuerda, nítidamente, las enseñanzas recibidas en Centovera.

«Mi padre me decía siempre: “Lo que cuenta en la vida es quererse, un pedazo de pan y la conciencia limpia”. Y me da la impresión que hoy se ha olvidado un poco este tercer elemento: la conciencia, el responder a sí mismo y a Dios. Pero, no se crea, yo soy un optimista. He enseñado por más de veinte años a gimnastas, he confesado muchísimo. Conozco a los hombres. Y sé que, dentro, tienen una posibilidad extraordinaria de hacer el bien».

Pero, ¿tiene usted un secreto para llegar a los 95 años tan lúcido, alegre y optimista? «No –responde Tonini– ningún secreto. Estos 95 años son, simplemente, un don». […]

En Ravena, en la tranquilidad tórrida de la Romaña en julio, se respira un aire sereno en el estudio de Tonini, en la “Opera Santa Teresa”. Por ello, me atreví a lanzar una pregunta que normalmente no se hace; un nombre que, entre los hombres, es ya innombrable. Eminencia, ¿qué imagen tiene un cardenal de 95 años de la muerte, del más allá?

«Más allá de la muerte será todo bellísimo, porque veremos finalmente nuestra historia, toda entera. Es decir: veremos la historia de cada uno de nosotros desde su principio verdadero, del instante en que Dios nos ha concebido en sus pensamientos, pues cada uno ha sido pensado y proyectado desde el inicio del tiempo. Es una perspectiva inmensa. Es posar los ojos en el horizonte infinito para el que han sido hechos. Será el abrazo de Cristo, una felicidad inigualable».

Y por ello, dice el cardenal Ersilio Tonini, hijo del capataz César, no hay nada qué temer: «Bastaría estar menos distraídos. Despertarse cada mañana y reconocer con asombro el don recibido en la vida». Justo como le enseñó a él su madre Celestina… Y cómo será hermoso, un día, volver a abrazarla.

Entrevista aparecida en Avvnire, 20 de julio de 2009 (por Marina Corradi)

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