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Leticia Arredondo de Lesso (Salamanca, México)

Leticia Arredondo de Lesso (Salamanca, México)
La ausencia de mis hijos


Por: Equipo de Buenas Noticias | Fuente: www.buenas-noticias.org




Varios nos preguntamos qué siente el corazón de una madre cuando ve a sus hijos partir al seminario. Muchas respuestas pueden presentarse ante este interrogante. Pero nadie mejor que alguien que lo vive en carne para decírnoslo.

La Sra. Leticia Arredondo de Lesso, madre de dos seminaristas que se preparan para el sacerdocio, nos abre su corazón, pero de una manera única: con la poesía. Esperamos que los lectores de Buenas Noticias puedan enriquecerse con estos pensamientos, a la vez profundos y sencillos, que les ofrecemos en este año sacerdotal.




Cuando me siento abrumada
y sin poder entender
que mi casa esté tan sola
y que mis hijos no estén,

yo recuerdo tiempo atrás
que todo era algarabía:
mis pequeños la llenaban
con sus llantos y alegrías.

Éramos una familia
como todas las demás,
tratando de ser felices
sin dejar de amar jamás.

Luego de pronto ocurrió
algo realmente imprevisto:
el mayor de nuestros hijos
partió en busca de Cristo.

Nuestra vida ahí cambió
poco a poco sin pensarlo
fue muy difícil su ausencia
pero Dios hizo presencia.

Y no es que antes faltara
sólo que, no sé explicarlo,
nos miraba cara a cara
como queriendo mimarnos.

Íbamos, pues, muy felices
y orgullosos al sentir
que bien valía la pena
pues lo veíamos feliz.

Y también cómo aprendía
a vivir tan diferente
intentando diariamente
que Jesús fuera su guía.

Pasaron ya varios años
de que se marchó de casa;
su valiente decisión
nos ha llenado de gracias.

Con nosotros se quedaban
esos otros dos pequeños
que crecían disfrutando
y aprendiendo de sus sueños

Fue entonces cuando la niña
nos manifestó, orgullosa,
su deseo de vivir
esa experiencia hermosa.

Ésta fue otra gran sorpresa
pues ella, además de alegre,
anhelaba desde siempre
ser una famosa estrella.

El talento no faltaba;
mucho menos decisión.
Sólo que no recordaba
que el de los planes es Dios.

Se fue pues y, nuevamente,
mostrando esa grandeza
la Virgen nos cobijó
y nos dio su fortaleza.

Y aunque al tiempo ella volvió
-fue un rato solamente-
pues Jesús no la dejó
y la llamó nuevamente.

Y allá va a colaborar
con Él, llena de alegría,
toda dispuesta a entregar
lo mejor que poseía.

Ya solo quedaba uno,
por suerte el más cariñoso,
pero tambièn se mostraba
de corazón más piadoso.

Así que pronto también
quiso seguir a Jesús
y al igual que sus hermanos
le entregó su juventud,

¡Qué digo su juventud!
si es tan sólo un niño
intentando merecer
tan grandes dones divinos.

Él también pronto mostró
que en verdad eso deseaba.
Nos sorprendía con sus logros;
a la Virgen se entregaba

Y al igual que su hermano
sigue luchando a diario
tiene muy clara su meta
¡sacerdote legionario!

Es así, entonces, que ahora
mi casa esta tan vacía.
Cuesta tanto no tenerlos
¡y vivirlo día con día!

No podemos muchas veces
evitar imaginarnos
sus tristezas, sus angustias
aunque sepamos también
que Jesús paga con creces.

Entonces agradecemos
como padres, sin dudar,
que el buen Dios haya elegido
a los niños de este hogar,

y pedimos a la Virgen
los proteja con su manto:
que nunca los desampare,
que los ayude a ser santos.

Por eso, cuando me siento
a punto de claudicar
y mi corazón de madre
llora y sufre sin cesar,

voy y le rezo a Jesús
a la Virgen, a los santos:
le pido me dé las fuerzas
para aceptar sus mandatos,

pues pienso en mis hijitos
que, valientes, decidieron
dejar su casa, sus juegos
y felices le siguieron.

Y es que, bien a bien, no entiendo,
si he de serles sincera,
como fue que aquí, a mi casa,
llega Jesús ¡y se queda!

Se quedó en cada silla
y en cada habitación
que parecen tan vacías
¡pero que inunda su amor!

De pronto me queda claro
¡ya todo tiene sentido!
y aunque parezca locura
y difícil de entender:

agradezco enormemente
que mis hijos hoy no estén
pues entiendo que sus vidas
¡están todas llenas de Él!

Algo recorre mi cuerpo
y una hermosa sensación
hace que todo mi ser
se estremezca de emoción.

Entonces vuelve la calma
la alegría y el compromiso
de intentar día con día
¡también yo vivir por Cristo!





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