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P. Adolfo Güémez, L.C. (Santiago de Chile)

P. Adolfo Güémez, L.C. (Santiago de Chile)
Todo comenzó en un bar


Por: Equipo de Buenas Noticias | Fuente: www.buenas-noticias.org



Queridos amigos:

Como seguramente habrán leído o escuchado, el Santo Padre Benedicto XVI ha convocado un año especial dedicado a los sacerdotes. Sabiendo muy bien que el sacerdote es un puente entre Dios y los hombres, el Papa ha querido, con este año, resaltar la figura sacerdotal y hacer que siga teniendo el impacto tan positivo que en todo el mundo, hoy por hoy, tiene.

Sumándose a este llamamiento del Papa, Buenas Noticias desea ofrecer a sus lectores durante este año sacerdotal testimonios de sacerdotes que, hoy, viven su vocación con fidelidad y una alegría inmensa. Por ello, los martes de cada quince días durante este año recibirán este nuevo servicio.

El día de hoy comenzaremos con quien fuera el editor de Buenas Noticias por muchos años, el P. Adolfo Güémez, L.C. Creo que nadie mejor que él puede dar el banderazo de salida a nuestra carrera.

Por último, una pequeña petición: si alguno de nuestros lectores es sacerdote o conoce a sacerdotes, les invitamos de corazón a que compartan con todos nosotros su testimonio, pues seguramente podremos enriquecernos y hacer que todos nuestros suscritos puedan darse cuenta que, como bien decía Juan Pablo II, vivimos en un tiempo maravilloso para ser sacerdote. Pueden enviar sus testimonios a nuestra dirección de correo electrónico: buenasnoticias@arcol.org

Esperando que esta iniciativa sea de ayuda para todos, les aseguramos todas nuestras oraciones y les enviamos un saludo muy cordial.

Atentamente,
Juan Antonio Ruiz J., L.C.
(Equipo de Buenas Noticias)



TODO COMENZÓ EN UN BAR

Tenía 18 años. Me encontraba con La Banca –mi grupo de rock– tocando en el estrado de uno de los mejores bares de Celaya. Toda la gente estaba cantando y bailando.

Terminamos el concierto. El DJ nos despidió y el público lanzó un aplauso cerrado. Bajé del escenario satisfecho. El resto de la fiesta la pasé con mi novia y mis amigos. ¡Un día perfecto!

Estudiaba mi tercer año de bachillerato. Tenía todo aquello que siempre había soñado. Una familia ejemplar, una novia excelente, unos amigos incondicionales, y un muy buen grupo de rock. Para colmo, me estaba yendo muy bien en la escuela. ¿Podía pedir algo más?

Pero había algo dentro de mí que no me dejaba sentirme plenamente satisfecho.

El hombre de negro

Fue entonces cuando conocí a un hombre vestido de negro. Se trataba del P. Juan Pedro Oriol, un sacerdote legionario de Cristo.

Acudí a una de sus conferencias. Me llamó tanto la atención que le pedí una cita para hablar con él personalmente.

Le conté quién era y lo que hacía, y cómo, a pesar de todo, no me sentía plenamente realizado: “¡Siento que me hace falta algo, padre!”.

Él me respondió: “Adolfo, no te hace falta algo, sino Alguien”.

Una oportunidad

Yo me mostré escéptico. Ya sabía que sólo Alguien con mayúscula podía darme la felicidad. Pero, ¿qué más podía hacer? Ya pertenecía a un grupo juvenil y me esforzaba por ser un buen cristiano.

El padre me dijo: “Cristo tiene un camino específico para cada uno de nosotros. ¿Estás tú dispuesto a darle la oportunidad de que te lo muestre?”

Luego me invitó, junto con otros cinco amigos, a visitar el seminario de los legionarios ubicado en Monterrey. Yo le dije que lo pensaría. Los demás amigos confirmaron su asistencia. Al final, sin embargo, fui el único de los cinco que terminó acudiendo.

Risas, goles y buena música

Si algo sentí durante todo este proceso fue una gran libertad interior. No visité el seminario para convencerme de si Dios me llamaba a ser sacerdote o no, sino para preguntarle a Cristo qué era lo que quería de mí.

Tenía un poco de miedo. Esperaba encontrarme con personas en silencio, con la vista apagada y metidas día y noche en la capilla. Por eso me sorprendí cuando conocí a jóvenes sonrientes, que jugaban muy bien futbol, tenían un buen grupo musical y, ¡claro!, rezaban con mucho fervor.

Me topé, en definitiva, con personas normales. Pero había algo detrás que las distinguía del resto de la gente. ¿Qué era? O más bien, ¿quién era?

El secreto

Durante esta visita al seminario descubrí su secreto: Cristo. Sólo Él podía hacerme feliz. Ahora la cuestión estaba en resolver cómo lo quería hacer.

Y así inicié mi camino de discernimiento. Gracias a Dios conté con el apoyo incondicional de mi familia, de mi tío Alberto Suárez Inda –actual arzobispo de Morelia–, de mis amigos, así como del grupo Remar (Renovación Marista).

No seas tonto

No sabía si Cristo me quería o no de sacerdote. Pero estaba convencido de que, fuera lo que fuera, yo haría lo que Cristo quisiera.

Esto no quita el que la lucha interior haya sido muy dura. En una ocasión, iba con un amigo en su coche. Le conté que ya había terminado con mi novia, que no me inscribiría en la universidad, y que, durante el verano, iba a ir al seminario de los legionarios en Monterrey para discernir mi vocación.

Acto seguido comencé a llorar.

–¿Por qué lloras? – me dijo.

–Porque me cuesta mucho dejar todo.

Me dio un golpe en el hombro y me gritó:

–Pues no seas tonto. ¡No te vayas!

–Es que no se trata de que me cueste o no. Sino de descubrir qué es lo que Cristo quiere de mí. Yo sé que, aunque duela, será lo mejor, y me hará plenamente feliz.

Sin vuelta de hoja

Terminado el curso de discernimiento tomé la decisión de ingresar al noviciado de la Legión de Cristo.

Hoy, después de 13 años de haberle dicho que sí a Dios, puedo afirmar con sinceridad: Cristo me ha hecho plenamente feliz. Tan feliz, que es difícil explicarlo con palabras. Tan feliz, que ahora sí puedo asegurar que no me hace falta nada, ni nadie.

“Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida”. (Benedicto XVI, Homilía durante la misa del inicio solemne de su pontificado).

El presente testimonio es parte de un libro, que se puede adquirir en el siguiente enlace.

Si usted es sacerdote o conoce el testimonio de algún sacerdote que desee compartir, envíe un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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