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Perdonemos y pidamos perdón

Perdonemos y pidamos perdón
Perdonemos y pidamos perdón


Por: Rodrigo Serrano, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




Muy querido Santo Padre:

Espero que aún te acuerdes de mí; nos conocimos hace seis años. Yo fui uno de los tantos acólitos a quienes les tocó la gracia de ayudarte durante la Celebración Eucarística. ¡Qué regalo más maravilloso! Recuerdo ese momento como si hubiese sido hoy. Me tocó nada menos que el oficio de sostenerte el misal. Estuve a un metro de ti.

Fue una jornada histórica: 12 de marzo del año 2000; por primera vez, en una ceremonia solemne, el obispo de Roma pedía perdón por los pecados pasados y presentes de los hijos de la Iglesia. Comenzamos la ceremonia junto a La Piedad de Miguel Ángel; así, invitabas a la Iglesia a que, a imitación de María que carga sobre sus brazos al Salvador crucificado, cargase el pasado de sus hijos invocando el perdón del Padre.

Después de la homilía vino el momento más solemne de la ceremonia. En una oración que duró entre 15 y 20 minutos confesaste nuestras culpas y pediste perdón por ellas: por las divisiones entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos hicieron al servicio de la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad adoptadas a veces con los seguidores de otras religiones.

¡Perdonemos y pidamos perdón! Ese fue tu mensaje durante ese día. Dentro de poco recordaremos el primer aniversario de tu partida. Muchos por acá hablan de ti como Juan Pablo Magno; yo prefiero recordarte como el Papa de la Misericordia. Durante todo tu pontificado no te cansaste de recordarnos que esa era el verdadero rostro del Padre. ¡Cuánto nos cuesta ser verdaderos testigos de esa Misericordia en este mundo que tanto la necesita!

Santo Padre, con esta carta quisiéramos pedirte que nos ayudes desde el cielo a renovar nuestro compromiso de cristianos, testigos del amor misericordioso de Dios nuestro Señor; sin embrago, tú sabes bien que conocemos la experiencia del pecado, cuya sombra oscurece ese amor. Ahora que estás allá, en la presencia de Dios Padre, implora para nosotros el perdón de Dios y la gracia de saber siempre perdonar.

De esta manera, los cristianos, perdonados y dispuestos a perdonar, viviremos en este tercer milenio como testigos más creíbles de la esperanza. Al cabo de siglos marcados por violencias y destrucciones, intercede por nosotros para que sepamos ofrecer a los hombres y mujeres de este mundo el evangelio del perdón y la reconciliación.

Con cariño,


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