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Acepto

Acepto
El Papa y su aniversario


Por: Noel Lozano | Fuente: Buenas Noticias




«En la obediencia de la fe, ante Cristo mi Señor, confiando totalmente en la Madre de Cristo y de la Iglesia, consciente de las grandes dificultades, ACEPTO». Estas palabras cambiaron el curso del siglo XX. Las pronunció el cardenal Karol Wojtyla hace veinticinco años, cuando asumió sobre sí la pesada carga de ser el obispo de Roma.

Lo vi por primera vez en San Juan de los Lagos en 1990. Fueron unos segundos, pero suficientes para descubrir una personalidad que me sigue entusiasmando y continúa siendo un punto de referencia en mi vida.

Ahora lo he encontrado ya en más de treinta ocasiones y puedo asegurar que cada encuentro ha sido irrepetible. Juan Pablo II nunca defrauda. ¿Cómo puede defraudar un hombre en cuya alma resuenan todas las penas de la humanidad, los problemas de cualquier país o región de la tierra?

En su corazón se encierra una inigualable solicitud por cada persona. Su voz es una continua llamada a construir un mundo mejor, en el que el amor y la paz desplacen para siempre la huella del odio, de las guerras, de la injusticia y del rencor.

Su imagen externa, ciertamente, contrasta con la fortaleza de su fe y la vitalidad de su mensaje siempre nuevo. Mientras su salud llena de incógnitas a muchos, él transmite entusiasmo y optimismo. No teme a la muerte, como tampoco temió a la vida. Sabe, con la certeza inexplicable que da la fe, que el fin de sus días en este mundo no es el último puerto, y que en la orilla del Otro le espera la mano que le tiende una Mujer sonriente, a la que consagró su servicio y su navío. Y esa mano le conducirá junto a su Hijo a un lugar donde ya no hay dolor ni cansancio ni fatiga.

Juan Pablo II, por ello, no cesa nunca de luchar: «Si Cristo no se bajó de su cruz, ¿por qué me voy a bajar yo de la mía?», comentó el año pasado. Y así, este Wojtyla de seda y acero, se sube a esa cruz cada día porque es representante de Cristo.

«La iglesia no se gobierna con los pies ni con las manos, la Iglesia se gobierna con el corazón y con la cabeza», dijo en momentos en los que algunos le pedían que renunciase. Y sigue adelante, a pesar de sus limitaciones y de sus enfermedades. Juan Pablo II es más fuerte cuanto más frágil, porque su fuerza está en Aquél a quien representa.

Es ya prácticamente un hombre de rodillas, que, arrastrándose con su vestidura blanca, se eleva como un ángel. No creo que después de veinticinco años de amor haya otra manera mejor de agradecerle que con el amor que se merece y el apoyo incondicional de nuestras oraciones.



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