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Agridulce

Agridulce
El amor lo vence todo.


Por: César Ignacio Truqui | Fuente: Buenas Noticias




Un buen chef sabe que una pizca de sal hace gustar más un postre. Se trata de la ley del contraste aplicada al paladar, ni más ni menos.

Hace unos días leí una noticia alarmante: en cierta ciudad de América Latina el consumo de cocaína ha crecido un 500% en un lapso de 10 años. Además, las edades de iniciación son cada vez tiernas: entre los diez o doce años. He aquí la pizca de sal.

En contraste, he barajado entre las noticias las acciones positivas que se realizan a favor de los drogadictos. Una de las que más atrajo mi atención fue el «Cenáculo de Guadalupe».

Los directores y formadores que forman parte del programa tienen una característica particular: todos son ex drogadictos, pero de una realidad nacional muy distinta entre sí: Italia, España, y varios países americanos. Sus edades son de entre los 18 y 25 años. Su compromiso: acoger, educar y formar a los niños de la calle. Por su parte, los ex drogadictos reciben asistencia y orientación de un grupo de religiosas.

Sorprende el doble beneficio de la iniciativa: mientras que a los infantes se les ofrece una educación humana, espiritual e intelectual, los mayores se benefician ayudando y recuperándose de la antigua adicción.

En este grupo se da un admirable intercambio de amor. Cada uno recobra el sentido de la dignidad personal, cada uno se siente de nuevo amado, cada uno se sabe útil a los demás. Es precisamente en el amor donde todos encuentran respuesta a sus inquietantes preguntas sobre el sentido de la vida.

Juan Pablo II, en un lejano 1982, dijo a los abarrotados jóvenes españoles en el Estadio Santiago Bernabéu: «Ni la droga, ni el alcohol, ni el sexo, ni un resignado pasivismo acrítico -eso que vosotros llamáis “pasotismo”- son una respuesta frente al mal. (...) ¡Jóvenes! ¡Amigos! Habéis de ser vosotros mismos, sin dejaros manipular; teniendo criterios sólidos de conducta». Y esos criterios son, como el mismo Santo Padre concluyó, los de la lucha para superar con el bien el mal.

El «Cenáculo de Guadalupe» es más que un centro de acogida: es un hogar recién estrenado, una novedosa familia. Tanto los ex drogadictos como los niños de la calle -que ya no lo son más-, han reencontrado el valor auténtico de la vida. En «Guadalupe», los principios no sólo se enseñan, se viven.

Es verdad que la vorágine de las drogas da a la existencia un gusto amargo; pero el amor experimentado en la Comunidad, ha dado a la vida de estas personas un nuevo y delicioso sabor agridulce.


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buenasnoticias@arcol.org

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