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Alma de rey

Alma de rey
Ejemplo de joven que ayuda en alcohólicos anónimos. Todos los seres humanos llevamos dentro un alma grande, hay que ayudar a descubrirlo.


Por: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias





El otro día, caminando por la acera, me crucé con un joven que, al mirarme, me traspasó un poco de su tristeza. Arrastraba los pies y en sus ojos reflejaba un mar de abatimiento. La mirada perdida como mirando a ninguna parte -al espacio vacío-, como queriendo escaparse con su vista a un país lejano.

No pude saber qué le pasaba, ni cuáles cuitas aquejaban su alma. Si sus padres le habían abandonado (a juzgar por los andrajos que llevaba puestos, cabía pensar eso); si de niño le obligaron con engaños a probar la droga (sus ojos rojos lo delataban); o si, en fin, alguna vez alguien le dio la oportunidad de trabajar honradamente.

Me traspasó un poco de su tristeza, porque no pude evitar sentirme algo afligido pensando en su situación y en el futuro que le espera. Apenado por él y por otros tantos jóvenes y niños que igualmente “habitan” en las calles de nuestras grandes urbes. En las alcantarillas de Saõ Paulo, en los barrios marginales de Madrid, en las barracas de la Ciudad de México…

Y… ¡vaya sorpresa! Parece que nuestro mundo está hecho de contrastes. Unos minutos después, ya en la estación del Metro -mientras esperaba al siguiente tren- me encontré con Alejandro. Es un joven -tan solo tiene 17 años- que conocí cuando daba clases en una secundaria.

Apenas nos hubimos estrechado las manos me empezó a contar -con entusiasmo desbordante- algunos proyectos que tiene: 1º sacar el más alto promedio de su curso para poder entrar en la mejor universidad del país, 2º iniciar una empresa de cristales blindados junto con su primo, 3º empezar a ahorrar para comprarse un coche… y además, poder seguir apoyando a un grupo de jóvenes “Alcohólicos Anónimos”.

Al notar mi sorpresa ante su último proyecto, me empezó a explicar lo que hace con este grupo: Acude dos veces por semana. «Es importante que se sientan queridos para superar sus angustias» -me dijo-. Muchos de ellos no tienen familiares y «a veces con nuestra sola presencia basta para motivarlos y sacarlos del atolladero». «En pocas palabras» -concluyó- «se trata de hacerles descubrir que tienen un alma».

Cuando llegó mi tren nos despedimos. Pero su última frase llamó tanto mi atención que no pude evitar pensar en David, el personaje bíblico que derrotó a Goliat con una honda. Siendo apenas un muchacho, que cuidaba los rebaños de su padre, jamás se imaginó que dentro de sí llevaba algo muy grade: un alma de rey. El hecho es que llegó a ser uno de los más gloriosos reyes de Israel.

¿Cuántos jóvenes de nuestras ciudades irán por las calles sin llegar a descubrir jamás que llevan alma de rey? Y ¿cuántos jóvenes sin nombre -como el de los ojos rojos- lo han descubierto ya gracias a la generosa labor de personas nobles y entusiastas como Alex? No lo sé…

Lo que sí sé es que Alejandro me dio una gran lección: está en nuestras manos, con sólo un poco de tiempo y de interés sincero, ayudar a las personas que nos rodean a descubrir que llevan dentro de sí un alma de rey.


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buenasnoticias@arcol.org








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