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Antes de la crisis, el regalo

Antes de la crisis, el regalo
Cuatro años antes de esta crisis que vivimos actualmente, al mundo le llegó un regalo anticipado en la persona de Benedicto XVI.


Por: César Vega, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org



Diariamente, por las calles cercanas a la cúpula del Vaticano, algunos cardenales de la Iglesia católica caminan solitarios; maletín en mano, mirando sin mirar, pensativos. Hasta hace cuatro años, el Cardenal Ratzinger también cruzaba así la plaza de san Pedro.

Ahora, son miles los que se dan cita para escucharle dos veces por semana; sus audiencias siempre están llenas. Durante la Jornada Mundial de la Juventud del año 2008, por ejemplo, los australianos vieron más gente de todos los continentes que durante las Olimpiadas del 2000.

La vida de Joseph Ratzinger ha sido una escalera de cambios, pero sigue siendo el mismo de siempre: un sacerdote consciente y convencido de que lo es. Se muestra amable: su escasa estatura refleja perfectamente la sencillez y su capacidad de escuchar.

En 1950, es ordenado diácono. Mira con amor su sacerdocio y aspira en convertirse en un buen profesor de teología; un sueño que llevará siempre en el corazón. Fue nombrado obispo de Münich y elevado a la dignidad de cardenal.

Al principio no quería aceptar: por un lado, era consciente de que el cardenalato implicaba estar dispuesto a recibir el martirio; por otro, sabía lo difícil que era tomar las riendas de esa arquidiócesis, por ser una ciudad con marcada pluralidad cultural, religiosa e ideológica.

No mucho después de aceptar semejante cruz, Juan Pablo II le pide que vaya a Roma para trabajar con él. Lo hizo tan bien que, ya que cumplidos los 75 años de edad en el 2002, el Papa polaco no le permitió jubilarse. Tras el paso a la Casa del Padre de su predecesor, el cardenal alemán sube a la Cátedra de Pedro y toma el nombre de Benedicto XVI. Este 16 de abril comienza su quinto año de pontificado.

¿Cómo es realmente Benedicto XVI? Para dar una respuesta, quisiera presentar qué dicen de él los que le han acompañado más de cerca.

Monseñor Josef Clemens, su secretario personal durante dos décadas, Francesco Manzo, su chofer durante el mismo período, y hasta los mismos empleados que le atendían a diario en las cafeterías coinciden en recordarlo así: honesto, trabajador, austero, con claro sentido de lo esencial y, por lo mismo, con largos ratos dedicados a la oración.

Tiene, además, un toque del todo singular: una deslumbrante inteligencia sometida, ante todo, al servicio de los demás. «Me han llamado a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor... [Él] sabe trabajar con instrumentos insuficientes... confío en vuestras oraciones», estas fueron sus primeras palabras públicas terminado el Cónclave que le cambió la vida, esta vez, sin vuelta atrás.

«Se dejaba interrumpir fácilmente», comenta el periodista alemán Peter Seewald en su libro Mi vuelta a Dios, quien, de hecho, comenzó su conversión a partir de un encuentro con el actual Pontífice. Otro periodista, el italiano Vittorio Messori se sorprendió al descubrir en él un agradable sentido del humor. Después de una serie de largas entrevistas, el entonces Cardenal le pidió que le contara alguno de los chistes que circulaban por ahí sobre él. Al escucharlos, no pudo contener la risa.

Aunque este Papa viaja menos que su predecesor, esos pocos y seleccionados traslados muestran las realidades más importantes para él. Su salud no le permite más, pero quiere hacerse presente.

Del mismo modo, sus principales publicaciones revelan sus más profundas inquietudes: encíclicas sobre el amor, la esperanza cristiana y las realidades sociales. La importancia de su libro Jesús de Nazaret se comprende mejor en esta relación entre todo escritor y sus propias obras.

En fin, las palabras y mensajes de Benedicto XVI se nos presentan como una anhelada brisa fresca y tranquila. Parecería que, cuatro años antes de esta crisis que vivimos actualmente, al mundo le llegó un regalo anticipado en la persona de Benedicto XVI. Lo aprovecharemos en la medida que también nosotros, como él, nos dejemos interrumpir para escucharle, sonreír y ser valientes.

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