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Benedicto XVI y Susanna Maiolo

Benedicto XVI y Susanna Maiolo
El 13 de enero de 2010 queda como una fecha sencilla, casi familiar.


Por: Fernando Pascual, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




Benedicto XVI y Susanna Maiolo se han “encontrado” en tres ocasiones. La primera, durante la Vigilia de Navidad de 2008, Susanna saltó la barda de protección de la Basílica de San Pedro para acercarse al Papa, pero fue detenida por el servicio de orden.

La segunda vez tuvo lugar en la Vigilia de Navidad de 2009, cuando Susanna saltó con más rapidez, y el policía más cercano no pudo detenerla del todo: consiguió sujetarse de los ornamentos del Papa y así provocó su caída.

La tercera tuvo lugar en una de las salas cercanas al Aula Pablo VI, en el Vaticano, el miércoles 13 de enero de 2010. La joven pidió perdón al Papa por lo ocurrido, y el Papa le manifestó su perdón, se interesó por ella y su salud, y le expresó sus mejores deseos.

Los dos primeros “encuentros” han quedado filmados y pueden ser vistos una y otra vez gracias a los medios de comunicación. Causa una impresión especial el segundo “encuentro”, en el que Benedicto XVI cae al suelo, y que provocó también, a causa de la confusión que se produjo, la caída de un anciano cardenal.

Pero el tercer encuentro queda sencillamente, por respeto, en el ámbito de los hechos “no visibles”. Seguramente habrá quien haya tomado fotografías, quizá algún día aparezcan en algún medio informativo o en internet. Pero los interesados prefirieron estar a solas, para escucharse y acogerse, para ir más allá de imágenes atractivas.

Lo que hayan sentido Benedicto XVI y Susanna Maiolo en cada encuentro sólo lo saben ellos y Dios. El mundo de la imagen y el deseo de conocerlo todo, llevarán a muchos a suponer y a lanzar hipótesis. Además, la aparatosidad de la caída del Papa en la Nochebuena de 2009 se convirtió en noticia mundial y en fuente de discusiones sobre el sistema de seguridad en el Vaticano, sobre otras agresiones sufridas por el Papa, sobre la salud mental de Susanna.

El 13 de enero de 2010 queda como una fecha sencilla, casi familiar. Lo aparatoso recibe una atención inevitable en el mundo informativo. Lo sencillo, sin ruido y sin reflectores, puede tener una importancia mucho mayor en el camino de la historia humana.

Es algo que han podido vivir un Papa anciano y una joven de 25 años, que se han encontrado en circunstancias muy diferentes y que siguen adelante, en ese camino misterioso de la vida, hacia el encuentro más decisivo que tarde o temprano nos llega a todos: el de un Dios bueno que conoce los corazones y que acoge, lleno de misericordia, a quienes piden perdón y perdonan sinceramente a sus hermanos.


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