Bronceados por fuera y llenos por dentro
Bronceados por fuera y llenos por dentro
Por: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias
Enchiladas, mole y gorditas. Tortillas de maíz con sus frijolitos humeantes, recién hechos. Una típica banda de pueblo que toca y toca (parece que todas las melodías tienen el mismo acompañamiento: chun, tan, tan; chun, tan, tan
). Algarabía y jolgorio. Risas y gracias por aquí y por allá. Alguna lágrima en los ojos de las señoras y las muchachas, incluso en los de uno que otro anciano.
Es la despedida de los misioneros. «¡No se vayan por favor, quédense!» -se oye decir a una señora- y en seguida le hacen coro las demás: «Sííí, ¡¡NO SE VAYAN!!». El pueblo de Jonotla, en México, con sus 5 rancherías y más de 1000 habitantes, ha sido bendecido con la visita de un grupo de jóvenes misioneros, que concluyen una intensa semana de labor evangelizadora: catequesis, pláticas, preparación para la confesión
Lo más impactante es que estos jóvenes -entre los 17 y los 25 años- optaron libremente por estar aquí. Todavía más, a la mayoría de ellos se les presentaron, a portada de mano, otras muchas opciones para pasar esta Semana Santa: Cancún, la montaña
Pero prefirieron venir a compartir su fe y su esperanza con esas pobres gentes.
Jimena y Ramón -matrimonio con tres niños- también misioneros apuntan: «Ha sido la mejor Semana Santa de nuestra vida. Ya hemos reservado nuestro lugar para el próximo año». «¡Qué mejor manera de conmemorar los días en que Cristo se entregó por nosotros que entregándonos a los demás por Él!» -señala Luisa-. «Por primera vez en mi vida he terminado la Semana Santa no sólo bronceada por fuera, sino también llena por dentro...» declara Marifer, que estudia tercer semestre de medicina.
Luis -uno de los coordinadores del grupo- me refiere: «lo que más nos ha golpeado es la fe sencilla de esta gente. Basta un gesto, una atención, una palabra del misionero para que vean allí la mano providente de Dios, que no los abandona». «Es verdad» -continúa otro joven misionero- «no tienen nada, pero aún lo poco que tienen te lo dan para agradecer el gran favor que les hacemos de traerles a Tata Dios».
Estas historias se repitieron ayer en muchos otros puntos del planeta. Durante la semana pasada más de 65 mil misioneros, en 17 países, llevaron a Dios -de puerta en puerta- a miles de hogares de escasos recursos. No sólo eran jóvenes, también chicas y hasta familias enteras (mascota incluida), los que decidieron vivir de manera muy especial esta Semana Santa.
Todos ellos forman parte de la organización Juventud y Familia Misionera que hasta el año pasado había visitado 10,152 localidades y llamado a la puerta de más de 6,630,000 hogares, brindando 42,437 consultas médicas y unas 860 intervenciones quirúrgicas gratuitas. ¡Esto sí que es una buena noticia!
Hacer el bien no es tan difícil. Sólo hace falta un poquito de generosidad y de amor, como el de estas personas que prescindieron de sus vacaciones para llevar el mensaje de Cristo a las familias más necesitadas. Gracias al trabajo de estos jóvenes y familias en muchos hogares hoy se vive más cerca de Cristo resucitado y se puede exclamar con verdadero júbilo: ¡Feliz Pascua de Resurrección!
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