Menu



Claudia Cecilia

Claudia Cecilia
Misiones y testimonios.


Por: Juan Pablo Ledesma | Fuente: Buenas Noticias





Es una chica formidable. Tiene 17 años y vive en una aldea de la Sierra norteña de Sonora, llamada Mazocahui. Pero Claudia Cecilia no sabe que hace ya muchos años, allá por 1646, la corona española embarcó hacia sus tierras soldados y misioneros.

Cierto día los Apaches, la raza más agresiva y hostil de las cuarenta tribus que poblaban estas tierras, saquearon una guarnición española y fueron castigados. En represalia, los pieles rojas atacaron sin piedad, matando y destruyendo. El P. Juan Bautista, amigo de todos los indios, los recibió con los brazos abiertos. Los temibles Apaches respondieron con sus arcos y flechas. Una a una, le clavaron más de veinte saetas. Agonizando y desangrado, el misionero se arrastró a gatas hasta los pies del crucifijo de la misión. Era una talla de gran tamaño, esculpida por los indios Órapas. Se abrazó a él. Y murió así, mezclando su sangre con la del Cristo. Ese es el pasado glorioso de estas tierras. Un pasado que a mí me tocó atestiguar durante esta Semana Santa.

Nuestra jornada misionera comenzaba muy temprano y acababa en la madrugada del día siguiente. Después de levantarnos, un suculento y nutritivo desayuno mexicano y un buen rato de oración. Luego, la campana atraía a pequeños y grandes a la capilla. Mientras tanto los misioneros visitábamos a las familias y dábamos catequesis. El sacerdote confesaba todo el día y luego celebraba la Misa. Si había enfermos, los visitaba y les administraba los sacramentos. Yo mismo le acompañé un día y así conocí a este encanto.

Claudia Cecilia es… No he visto unos ojos como los suyos. Alguien nos pidió ir a visitarla. «¿En qué calle vive?» Una sonrisa contenida nos acompañó, pues allí nos existen nombres ni números. Su casa es pobre, muy pobre. Tiene una cocinita y dos habitaciones. En la primera yace su papá, ¡de 95 años!, también en cama, casi inmóvil. A su lado, como un ángel bueno, la mamá cuida de los dos. No se queja. De sus labios brotan palabras de consuelo, de amor, de bendición. Da la impresión de ser del cielo.

- ¡Te vienen a visitar estos misioneros, Cecilia, y te traen la comunión!

No pude contener las lágrimas. No sabíamos si era chico o chica, pues desde su nacimiento estaba paralítica, con sus miembros deformados. Su mamá nos dijo que, por error, los médicos le golpearon la espina dorsal durante el parto y esto le afectó terriblemente. Llevaba 17 años en cama, de día y de noche. Le saludamos cordialmente, acariciándola. Logró mover su cuello y nos miró. Nunca he visto una mirada más limpia, más pura, más transparente. Sus ojos negros eran un pozo de luz. El brillo de sus pupilas vírgenes delataba la presencia de Dios en su alma. Era un alma blanca, sin mancha.

Al día siguiente volvimos todo el grupo de misioneros. Claudia Cecilia nos sonrió. Nuevamente recibió la comunión. Y de nuevo volvimos a sentirnos taladrados por aquellos ojos puros, por aquellos labios silenciosos, mudos desde el nacimiento, pero que siguen gritando que la cruz no es un castigo sino un atajo hacia Dios. Nos despedimos de ella, sabiendo que vivirá y morirá, como aquél misionero, abrazada al crucifijo.


Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

Regala una suscripción totalmente gratis o suscríbete por primera vez a nuestros servicios.








Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |