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Coherente y además político

Coherente y además político
La política y el cristianismo.


Por: Juan Carlos Zesati | Fuente: Buenas Noticias




Todos juntos: el presidente del Parlamento, un cardenal de la Iglesia católica, un ex presidente de Italia, representantes de facciones políticas de todos los colores. El milagro no era que estuvieran codo con codo, sino que en esta ocasión todos coincidieran unánimemente en su voto.

Habían acudido al Congreso para desvelar el busto de un hombre singular. Catedrático de derecho; sobreviviente a la persecución fascista de Mussolini; uno de los principales inspiradores de la Constitución italiana apenas terminada la tragedia de la Segunda Guerra; miembro del Parlamento italiano en 3 legislaturas; y alcalde de Florencia de 1951 a 1965.

Además, en la época del miedo generalizado a la guerra nuclear, fue un incansable diplomático de la paz: la ONU, Vietnam, la Alemania dividida, Estados Unidos y Francia. Se trata de Giorgio La Pira, uno de los padres fundadores de la República Italiana.

Hoy no quiero resaltar su pensamiento político, su acción social o sus programas económicos. En ello podemos estar o no de acuerdo. Pero lo que aún hoy causa admiración en La Pira -y quizás hoy más que nunca-, es que fue un hombre cabal.

Como todo político, hablaba mucho de “la gente pobre” en sus programas y discursos. Lo extraordinario es que él vivió y murió en una humilde celda que los frailes del convento de San Marcos, en su querida Florencia, le prestaban.

Ciertamente no era católico del montón, no era tampoco un bendito ingenuo. Él sabía lo que era vivir sin Dios, pues estuvo alejado de Él durante veinte años. Giorgio contaba con frecuencia que un día se encontró con “el Resucitado”. La alegría de este encuentro personal jamás le abandonó.

¿Qué medios proponía para abatir los muros que dividían al mundo en dos? Confiaba en la potencia de la oración. Y, como arma superpotente, en las plegarias de los conventos de clausura. No escondía esta convicción y hasta llegó a escribirle al Papa Pío XII: «Estas fuerzas invisibles y escondidas, de raíz, subterráneas -ignoradas por el mundo- son la fuerza inmensa de la Iglesia…».

Parece que se tomó muy a pecho las palabras del apóstol de Tarso: «no me avergüenzo del Evangelio». En su difícil profesión, La Pira no escondió su fe: «Yo mismo le vi interrumpir una reunión para salir a rezar su breviario», recuerda un líder sindical.

Querer vivir con el signo de la cruz trae consecuencias. Algunos prefieren hallarse divididos por la vergüenza y el temor al qué dirán. Meten así su cabeza en una implacable guillotina de santos: el respeto humano. Todo lo contrario sucedió ese día en el Parlamento italiano. Las opiniones coincidían: La Pira sí que fue un hombre de una pieza. No hay duda, los hombres coherentes, no importa el número, son lluvia fresca en el trigal del mundo.

Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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