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Creo en la vida futura

Creo en la vida futura
Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos...


Por: Marco Antonio Batta, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




Al parecer, aquel iba a ser un fin de semana ordinario vivido en compañía de toda la familia. Marta, de 26 años, y su esposo Quique, dejan el ruido y agitación de Madrid para pasar el fin de semana en una finca de Andalucía, en compañía de sus dos hijos: Quique y Carmen. Dos alegres mellizos de un año y medio. Marta, además, está en los últimos meses de su embarazo.

Todo parecía normal... hasta que llegó el accidente en la carretera. Así, una familia feliz de casi 5 miembros quedó reducida, en el espacio de unas horas, a sólo dos: Quique papá y Quique hijo, murieron; Marta, la mamá, aunque sufrió fuertes lesiones en la columna vertebral, sobrevivió, pero desgraciadamente perdió al bebé que esperaba. La pequeña Carmen milagrosamente salió ilesa del impacto protegida por su sillita de viaje.

Un golpe de la vida. De ésos que te hacen preguntarte si no llegará un momento en que despertarás y todo se esfumará como una pesadilla nocturna. Y sin embargo no era así. La realidad se imponía y era preciso asimilarla, entre los crujidos del alma que ve perdidos sus mayores bienes: el amor de un gran esposo, Kiks, como le decía cariñosamente Marta, un hijo que apenas se abría a la vida y otro que estaba por ingresar a ella.

Marta Oriol, la protagonista de esta historia, escribió un hermoso testimonio a tres meses de distancia del accidente. Vale la pena transcribir algunas partes.

Comienza iluminándolo todo con una radiante fe: «Hace ya tres meses que Dios se fijo y eligió a mi marido Quique y a dos de mis tres hijos para hacerles el mayor regalo con que una persona puede soñar; pues aquel 8 de noviembre, rumbo a lo que para nosotros era nuestro pequeño pedacito de cielo en la tierra, quiso regalarles el auténtico Cielo, llevándoselos después de un inesperado e inexplicable accidente».

Y después sigue un hermoso “himno a la gratitud”: «Gracias a todos los que creyendo en el poder inmenso de la oración os habéis acordado tanto de nosotros porque es esa oración conjunta y unida la que nos sostiene y da la fortaleza para emprender y luchar cada día con valentía. Gracias por vuestras muestras de cariño, que nos impulsan a querer seguir viviendo y a sonreír, aun con lágrimas en las mejillas».

A sus papás y hermanos: «Gracias por acompañarme en los momentos en que los ánimos se vienen abajo y el peso del dolor parece vencer. […] Gracias por revestir vuestro sufrimiento y debilidad de fortaleza, para transmitírmela a mí».

Y por último, la gratitud a Dios: «Y finalmente, gracias a ti, Dios mío, por el regalo de la fe, que nos permite ver el sentido tan doloroso pero, al mismo tiempo, tan maravilloso que encierra en sí mismo el sufrimiento humano y sin el cual acabaríamos consumidos y abatidos por el vacío y la desesperación».

«Gracias también porque aunque con ellos te has llevado también mis sueños, ilusiones, proyectos, mi corazón, ¡mi vida entera!, me has dejado a mí en lugar de a Kiks, llevar el peso de esta cruz. Gracias por haberle dado por adelantado “el Gran Premio” que tanto se merecía, la plena felicidad eterna […] Gracias, Dios mío, porque yo nunca hubiera podido hacer que fuesen tan felices, como sé que lo son junto a Ti en el cielo».

En este domingo de Resurrección, en que celebramos el triunfo definitivo de Cristo sobre la muerte, el testimonio de Marta cobra una particular fuerza. Efectivamente, Cristo ha resucitado y la muerte no tiene ya la última palabra sobre nuestras vidas. Podemos mirar al futuro con confianza, si bien no sin dolor.

También nosotros estamos llamados a una vida futura mucho mejor que la presente. Allí, como dice la Escritura, «Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos» (cf. Ap 8, 17).

¡Felices pascuas de Resurrección!

Con información del semanario «Alba» (23 feb – 1 mar 07) y del periódico «Mural» (12 nov 06)

Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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