Menu



Edición especial: Te prestaré mi voz

Edición especial: Te prestaré mi voz
La fuerza del Papa.


Por: Adolfo Güémez | Fuente: Buenas Noticias



Querido Amigo:

Apenas hace un día tuve la oportunidad de verte salir a tu balcón. Me emocioné muchísimo. Ya te había visto otras veces, y siempre me había exaltado. Pero esta ocasión fue distinta. En las anteriores, te gritaba vivas mientras mis manos se agitaban con enjundia para saludarte. En ésta, te confieso que no pude articular palabra ni menear mis brazos.

Ya me había acostumbrado a verte sonreír. Pero ahora te noté pesaroso, adolorido. Cuando te acercaron el micrófono, tú lo pusiste cerca de tu boca, como queriendo multiplicar la poca fuerza que quedaba en tu garganta. Pero nadie te entendió. Apenas escuchamos tu respiración agitada y profunda; nada más que eso.

El alma se me vino a los pies. Sentí ganas de llorar, pero me contuve. Aunque casi rompo la compostura cuando me di cuenta que a mi alrededor, una buena parte de la Plaza estaba lagrimeando.

Entonces surgió en mi interior una grande rebeldía. No quería aceptar que el Papa que una vez fue fuerte, no pudiera ya ni siquiera pronunciar las palabras de su bendición. ¿Por qué? ¿Por qué Dios permite que sufras? ¿Por qué Dios se olvida de que su Iglesia necesita de tu voz cálida y cercana para seguir luchando?

Y mientras yo libraba esta agonía interior, tú seguías ahí, en el balcón, bendiciéndonos y ofreciendo por todos tus sufrimientos. Fueron casi quince minutos.

Cuando las cortinas de tu ventana se cerraron, escuché que un joven murmuraba entre lágrimas: «Juan Pablo, ¡yo te prestaré mi voz!».

Aquí estaba la respuesta a mis preguntas. Durante toda tu vida, tú no has hecho nada que no fuera servir a los demás. Desde los días de tu juventud en Polonia, hasta tu presente ministerio al frente de la Iglesia. Y hoy, Dios me pide que te preste mi voz, que sirva de eco a tu mensaje. Que con mis palabras, transmita las tuyas. Que con mi garganta, le grite al mundo que Dios lo ama. Que con mis manos, construya una sociedad donde reine siempre el Amor. Mientras tanto, tú continuarás prestando a la Iglesia el valor de tu ministerio, ahora ratificado por el dolor.

Juan Pablo, Amigo, tu vida nunca ha sido fácil. Y ahora, mucho menos. Pero hoy, como nunca, te sostiene la oración y el testimonio de millones de hijos. Entre ellos estoy yo. Cuenta también con mi voz, pero no sólo. ¡Está también mi entrega y esfuerzo por seguir tus enseñanzas, que no son otras que las del mismo Cristo!

Tu hijo, amigo y hermano,
Adolfo




Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

Regala una suscripción totalmente gratis http://es.catholic.net/buenasnoticias/regalo.php

Suscríbete por primera vez a nuestros servicios
http://es.catholic.net/buenasnoticias









Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |