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El color del amor

El color del amor
Ella sabe muy bien que el color rojo es el “color del amor”.


Por: Felipe de Jesús Rodríguez, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




¿Cuántas personas conoces que vayan por la vida con el rostro pintado de rojo?

Yo conozco una. Se llama Carmela Sandoval Ruiz. Sus hermanas la llaman simplemente Mela, sus sobrinos tía Mela y sus alumnos, exalumnos y conocidos le dicen maestra Carmela.

Tía Mela es una de esas almas titánicas que se han pintado la cara, el alma y toda la vida con un color muy especial, llamativo, reluciente y atractivo: el color rojo de la sangre de Cristo.

Desde hace tiempo la maestra Carmela venía luchando con un fuerte cáncer. Tuvo unos años de rudo calvario y, al parecer, salió adelante. Ahora, tristemente, la enfermedad ha retoñado de una manera irreversible e incisiva.

Otras personas, ante tal carga, hubieran caído en la desesperación o en la angustia. Pero la maestra Carmela no es de esas almas que “vuelan bajo”, mustias, que traen el rostro pintado de color gris, que, por desgracia, dejan que el sufrimiento les genere la queja amarga, el reproche lleno de odio y el vértigo de la desesperanza.

Ella sabe muy bien que el color rojo es el “color del amor”, “de los mártires”, “de los amigos de Cristo”, “de los catedráticos de la escuela del dolor”; del color que el mismo Dios quiso escoger para teñir su vida y demostrarnos la locura de su amor.

La maestra Mela no vive en un “mundo platónico, ideal” donde el dolor no se siente. ¡Para nada! La cruz que lleva sobre sus espaldas la despedaza y la tumba sin piedad.

Sus ojos ya han derramado muchas lágrimas, pero lágrimas siempre pintadas de ese tono rojizo del amor, ¡de ese amor grande que sabe también llorar! Lo maravilloso es que, con el llanto, eleva su oración más cariñosa y confiada al Dios que sus padres le enseñaron a amar. Está segura que tanto su sufrimiento más penetrante, como su oración más ferviente llegan a Él con la misma intensidad y rapidez con la que su cuerpo siente la agudeza de la enfermedad.

Es verdad que el dolor y el sufrimiento son un misterio. Pero, sin duda alguna, la paciencia y la valentía de tantas personas “pintadas con el rojo del amor”, como la maestra Carmela, infunden respeto, admiración y deseos de amar la vida y de no rendirse jamás ante cualquier obstáculo.


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