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El perdedor que ganó

El perdedor que ganó
El que siempre gana y nunca pierde, alzó al otro vencedor.


Por: José Ignacio Martín, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




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El patio del colegio vibraba con la emoción. Los dos protagonistas de esta final de penales tienen ocho años. En el arco, el gran Mr. Patricio, Asistente de Dirección.

Santos de las Carreras, de ojos atentos, y Alejo Simmermacher, rubio y de clara sonrisa, se baten a duelo en esta competición de penales con motivo del cumpleaños del Papa. ¿Alguien pensó en tensión o nervios? El cielo despejado se había tapado con el humo de los pastizales que no quería perderse semejante final. De más está decir el fanatismo futbolístico de Alejo y la ilusión de Santos que no deja de soñar con la victoria.

Luego de varias rondas de penales para definir, Alejo llevaba ventaja sobre su contrincante y… mandó la pelota afuera. Hasta aquí, nada extraño; cosas del fútbol. Cara y cruz, victoria y derrota, gritos, abrazos y felicitaciones para uno; aparente resignación para el otro.

Pero algo se salió del esquema. Algo distinto pasó: Alejo se había olvidado de su papel de perdedor. Aunque había sido vencido, salió corriendo a felicitar a Santos con la misma velocidad con lo que lo hicieron los suplentes del banquillo; nadie pensaría que era del equipo contrario: lo abrazaba, saltaba de alegría con Santos sin que éste pudiese creer lo que estaba pasando: ¡había ganado al favorito!

¡Falta la foto!, intentó gritar alguien, con la frustración de no ser escuchado. Típico descontrol previo al momento en el que se iba a inmortalizar la mejor imagen del día: Santos, exultante, hacía equilibrio sentado en los hombros de Alejo, ése que minutos antes no era sino el enemigo a vencer.

Pero pocos se dieron cuenta del detalle: Alejo, el que siempre gana y nunca pierde, alzó a Santos, el vencedor.

Es la primera final deportiva que veo en la que hay dos ganadores. Si en la mesa y en el juego se conoce al caballero, aquí hay dos grandes. Si en el Oakhill School de Pilar, (Argentina), enseñan a agradecer los triunfos de los demás como si fueran propios, ahora entiendo porque allí son todos ganadores y nadie pierde.

Les doy las gracias por este sencillo ejemplo, pues yo también quiero ganar; supongo que el que agradece siempre gana, nunca pierde. Y Alejo, hoy, se convirtió en ese perdedor que ganó.

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