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El perdón de Arturo Martínez-Sánchez al asesino y violador de su esposa e hija

El perdón de Arturo Martínez-Sánchez al asesino y violador de su esposa e hija
«Como un creyente en Cristo, sé que Dios perdona todos los pecados de quienes tienen fe en Él. En este sentido, he sido instruido para perdonar primero».


Por: Juan Antonio Ruiz, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




Parecía una normal reapertura de un negocio la que muchos vecinos de la zona norte de Las Vegas contemplaban esa tarde: Arturo Martínez-Sánchez, un mexicano afincado en los Estados Unidos, abría de nuevo al público las puertas de su gimnasio. Y, sin embargo, el acto era una declaración de guerra al odio y una muestra de heroísmo épica. Porque Arturo no sólo reabría un gimnasio sino que dictaba lecciones al mundo de lo que significaba amar, perdonar y seguir viviendo.

Arturo Martínez-Sánchez estudió derecho en México, D.F., donde conoció a Yadira, su esposa. Tras migrar ilegalmente a los Estados Unidos, consiguieron establecer un hogar, trabajando «verdadera y honestamente». Llegaron los hijos. Todo parecía ir viento en popa.

Y llegó la tarde del 14 de abril de 2012, una de las fechas más dolorosas en la vida de la familia Martínez-Sánchez. Bryan Clay, un joven de la región, entró al gimnasio con un martillo en la mano, le asestó un golpe en la cabeza a Arturo, dejándolo inconsciente. Luego, violó y asesinó a su esposa y a su hija. Los únicos sobrevivientes, además del mismo Arturo, fueron los dos varones de nueve y cinco años, que fueron los que denunciaron el hecho. El calvario había comenzado...

La recuperación fue lenta y dolorosa. Física y anímicamente. Pero poco a poco, Arturo fue reafirmando una convicción, algo que su fe católica le ayudaba a confirmar y fortalecer: toda esta dolorosísima situación no podía hundirle en el odio y el deseo de venganza. Tenía que luchar contra eso. Por él, pero, sobre todo, por su esposa y su hija.

«Como un creyente en Cristo, sé que Dios perdona todos los pecados de quienes tienen fe en Él. En este sentido, he sido instruido para perdonar primero», comentó Arturo en el día de la reapertura del gimnasio.

¿Perdonar? ¿Incluso a quien violó y asesinó a su mujer y a su hija de diez años? ¿En qué cabeza cabe eso? ¿No es algo radical, de locos? Arturo responde con sencillez. A los periodistas los deja desconcertados cuando dice que le respondería un "te perdono" a Bryan Clay si se lo encontrase y «si él me besara en la mejilla, yo le besaría también».

Porque Arturo sabe que su perdón no es obra humana, sino que la fuerza le viene de su fe y está inspirada en el perdón de Dios: «Dios perdonará a los asesinos si hay verdadero arrepentimiento. Bryan Clay enfrentará su juicio ante Él».

Y esa justicia divina debe también tener sus consecuencias aquí en la tierra. De hecho, Arturo quiere que se haga justicia: «será castigado por lo que hizo a mi familia. Él debe enfrentar a la justicia y la pena que el juez dictamine», sentenció.

Pero eso era secundario para Arturo la tarde de reapertura del gimnasio. Testigo de ello era el eslogan del gimnasio, creado por su fallecida hija y pintado en la pared del local, rezaba así: «Cultivamos campeones». Campeones que vivan felices en este mundo, pero con los ojos fijos en la eternidad, la meta a la que todos nos entrenamos en esta tierra. Así lo dice el mismo Arturo: «Rezo porque mi esposa Yadira y mi hija Karla estén en el cielo esperando que mis hijos y yo lleguemos para pasar la eternidad con ellos. De hecho, sé que esto es verdad».



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