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El perdón que cura

El perdón que cura
El perdón tiene una fuerza poderosa.


Por: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias



«¿Dios, por qué me has hecho esto a mí?», se preguntaba Debbie Morris cuando fue secuestrada y violada a sus tiernos 16 años por dos sujetos: Robert Willie y Joe Vaccaro. Hoy, 24 años después y habiendo atravesado muchos sufrimientos, ha logrado perdonar a sus malhechores.

Debbie cuenta su camino hacia el perdón en el libro «Forgiving the Dead Man Walking» (www.claudiana.it). Un largo recorrido de lucha interior entre el dolor y la esperanza, y cómo llegó, a través del perdón a sus agresores, a la reconciliación con Dios y a la anhelada paz interior.

«Me sentía abandonada espiritualmente, y por este motivo estaba enfadada con Dios», exclama. Cual moderna versión del libro bíblico de Job, Morris repasa esas «oscuras e interminables» horas de violencia, miedo, horror que significó el secuestro y la violación... Pero también los momentos de diálogo sencillo y cercano con Dios que le reportaban «tanta paz».

Quizás lo más doloroso recaiga en las páginas que narran su batalla durante el secuestro y la «difícil lucha para seguir adelante y superar el trauma y el odio», porque Debbie llegó a odiar con todas sus fuerzas a sus captores. «Ese odio paulatinamente, y sin darme cuenta, iba envenenando mi alma y haciéndome cada vez más infeliz». Sin embargo, paso a paso las páginas van abriendo espacio al resplandor del perdón.

Y es que, como ella misma confiesa, «tenía necesidad de perdonar a Dios», perdonarse a sí misma y a sus captores. Narra su proceso interior en el que pasó de un preguntarle a Dios -y casi a reclamarle- «¿por qué has permitido que me sucediera lo que ocurrió?», a un sereno cuestionarle «¿qué quieres de mí en esta situación?».

El caso Morrison es una muestra palpable de la presencia del mal en el acontecer diario de la vida humana. Inclusive en la de los justos que no han cometido pecado ni maldad. Un paradigma del justo que sufre y que no entiende (si se pudiese hablar aquí de "entender") porqué Dios permite que le ocurran tantas desgracias.

Pero sobre todo es un prototipo de esa lucha interminable que cada ser humano tiene que librar cada día para no dejarse llevar por el mal. Una lucha que en ocasiones, por las circunstancias con que se presenta, puede llegar a ser encarnizada y feroz. Y aún más, no se trata sólo de una lucha para no dejarse arrastrar por el mal... sino de una verdadera batalla para «vencer el mal con el bien».

Y es que efectivamente, en muchas ocasiones el perdón es la mejor medicina y el bálsamo más eficaz para nuestras heridas espirituales. Como constató Debbie al exclamar: «La justicia no ha hecho nada para curarme. El perdón sí».

Con datos de www.zenit.org


Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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