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El Preso 117,826

El Preso 117,826
El heroísmo se conquista todos los días.


Por: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias





1945. Últimos meses de la segunda guerra mundial. El Enola Gay pronto arrojará la primera bomba atómica sobre Hiroshima, dejando ruinas y desolación. La paz habrá sido alcanzada con un altísimo precio: millones de vidas humanas sesgadas.

Meses antes, en Dachau -campo de concentración-, en territorio alemán, muere a los 35 años Giovanni Palatucci, a causa del agotamiento por los trabajos forzados. Había sido un joven comisario de la policía italiana. La causa de su deportación: haber salvado a más de cinco mil judíos de la persecución y del exterminio.

Su historia había empezado muchos años antes de la guerra. Nació en 1909 en un pueblecito cercano a Nápoles llamado Montella. Desde niño sintió una fuerte inclinación de servicio a los demás. Después de licenciarse en derecho, decidió entrar en el cuerpo de Policía italiano. Por entonces, su novia era una niña judía de origen eslavo a quien, durante la guerra, tuvo que pasar de contrabando a Suiza -territorio neutral- para salvarle de la muerte.

Giovanni se tomó en serio su compromiso de servidor público y de cristiano, por lo cual, cuando llegaron las órdenes de aplicar las leyes racistas del gobierno de Mussolini, no dudó en exclamar: «Nos quieren hacer creer que el corazón es sólo un músculo, para impedirnos hacer lo que el corazón y nuestra religión nos dictan».

Ante esta situación decidió, sin dilación y con prudencia, facilitar a miles de judíos salvoconductos falsos para que pudiesen escapar de los países controlados por el Eje Berlín-Roma-Tokio. Lamentablemente un buen día fue descubierto y deportado.

Nadie supo las condiciones de su muerte en Dachau. Con probabilidad dejó de existir como “uno más del montón” de seres humanos hacinados en ese lugar. Sin un pésame y, mucho menos, las más elementales honras fúnebres. Fue algo tan “sencillo” como tachar un número en la lista. Un nombre menos que pronunciar todas las mañanas al pasar inspección. El preso 117,826 sucumbía ante las garras de la barbarie, pero dejando tras de sí una honda huella de humanismo.

Su legado de heroísmo sigue vivo en aquellas personas que salvaron la vida y que hoy le recuerdan con intenso afecto: «Fue más allá del mandamiento: amó al prójimo más que a sí mismo», testifica -con lágrimas en los ojos- Roszi Neumann, una de las supervivientes del holocausto gracias a la heroicidad del joven comisario.

Este hombre no dudó en llevar sus convicciones hasta las últimas consecuencias y fue fiel a sí mismo. Esta actitud ante la vida le atrajo -y le atrae- la admiración de cuantos entraron en contacto con él. Hoy día, Palatucci ha sido declarado «Justo entre las naciones» y una calle de Tel Aviv ostenta su nombre. Aún más, hace apenas unos meses, los católicos italianos han iniciado el proceso para demostrar la santidad de un auténtico «laico mártir».

Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a:
buenasnoticias@arcol.org







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